Víktor Shklovski
MARCO POLO
Barcelona, 2024, Arpa & Alfil.
“El monje se sentó al borde del lecho del enfermo y se arregló la túnica. Colocó su mano sobre la blanca cabeza de Marco Polo y dijo:
-La paz sea contigo, viajero, tu camino toca a su fin. Señor, en tu última hora, cuando has de presentarte ante nuestro Señor, debes reconocer las falsedades que has pronunciado. Admite, amigo, ante mí que soy un anciano, que no existen piedras que arden, que no hay tablas con las cuales se pueden imprimir libros, o bien se trata de una malvada brujería. Confiesa que has mentido, señor, cuando has contado que has recorrido el mar Índico. Hemos leído a Tolomeo y sabemos que el mar Índico es cerrado como un lago. Reniega de los mapas que se difunden con tu nombre. El mundo es sencillo, señor; yo te puedo explicar cómo está hecho. La tierra está construida como una «O», en la cual se inscribe una «T». Esta «T» divide a la tierra en tres partes. La parte mayor del círculo es Asia, las partes inferiores son Europa y África. Así lo dijo san Agustín. Eres un hombre alegre y, perdona a este viejo, has mentido como un mercader. Hemos leído tu libro. El mundo se ríe de ti, señor. Reconoce tu pecado y arrepiéntete. Dios, nuestro Señor, perdona una broma o un cuento inocente. Reconoce que no existen serpientes con pies y con una boca repleta de dientes. A las puertas de tu muerte, confiesa que no existe el dinero de papel ni un país en el que haya caminos lisos como el suelo y a lo largo de los cuales -da risa decirlo- se han plantado árboles. Y, lo que es más importante, reconoce que no existe un país en cuyo cielo no brille la estrella Polar. Las estrellas son eternas, las ha creado Dios nuestro Señor. ” (pp. 233-234)