domingo, 13 de mayo de 2012


W. Fernández Flórez
EL SECRETO DE BARBA AZUL
Madrid, 1962, Espasa-Calpe.


“La justicia, en nuestras sociedades, se yergue, como tantos otros solemnes conceptos, sobre un fundamento convencional. Primero se crea el convencionalismo, y después la ley moral que lo ampara. Primero nace la propiedad, y después el código que castiga el robo, el hurto, la estafa, el fraude... Pero la propiedad no es una ordenación natural, sino convenida, y pudo muy bien no existir o ser concebida de otro modo, y, en este caso, la ética habría de ser otra también, consecuentemente.” (p. 7)

“-Es una fatiga inútil -gruñó-. Dios ha hecho este diminuto planeta y muchísimos planetas más; y el Sol, y muchísimos soles más. Esta es, realmente, una obra de importancia. Pobló de astros el infinito, y los ve moverse dentro de la maravillosa armonía que apeteció.
-¿Para qué?
-Naturalmente, lo ignoro. La vida, amigo mío, se columpia entre el dolor y el tedio, un tedio grumoso y pegadizo que hay en el fondo de todas las almas. Sobre ser aburrida, es injusta y cruel, desquiciada y sin meta. ¡Dar destino a la vida! He ahí un hermoso sueño. Pero antes sería preciso llamar hacia nosotros la atención de los dioses... Yo he ideado un medio de atraer la atención de los dioses.
-¿Cuál?
-¡Oh! ¡Muy sencillo! La muerte colectiva, el suicidio unánime de la Humanidad. Dimitir la existencia en masa en señal de protesta. Vendría a ser así como un paro general, la afirmación sin discrepancias de nuestra inconformidad con lo existente. Los dioses no tardarían en enterarse.
-¿Cómo?
-Por el olor. La Tierra, cargada con la Humanidad insepulta, apestaría el espacio.” (pp. 231-232)