W. Fernández Flórez
EL SECRETO DE BARBA AZUL
Madrid, 1962, Espasa-Calpe.
“La justicia, en nuestras
sociedades, se yergue, como tantos otros solemnes conceptos, sobre un fundamento
convencional. Primero se crea el convencionalismo, y después la ley moral que
lo ampara. Primero nace la propiedad, y después el código que castiga el robo,
el hurto, la estafa, el fraude... Pero la propiedad no es una ordenación
natural, sino convenida, y pudo muy bien no existir o ser concebida de otro
modo, y, en este caso, la ética habría de ser otra también, consecuentemente.”
(p. 7)
“-Es una fatiga inútil -gruñó-.
Dios ha hecho este diminuto planeta y muchísimos planetas más; y el Sol, y
muchísimos soles más. Esta es, realmente, una obra de importancia. Pobló de
astros el infinito, y los ve moverse dentro de la maravillosa armonía que
apeteció.
-¿Para qué?
-Naturalmente, lo ignoro. La
vida, amigo mío, se columpia entre el dolor y el tedio, un tedio grumoso y
pegadizo que hay en el fondo de todas las almas. Sobre ser aburrida, es injusta
y cruel, desquiciada y sin meta. ¡Dar destino a la vida! He ahí un hermoso
sueño. Pero antes sería preciso llamar hacia nosotros la atención de los
dioses... Yo he ideado un medio de atraer la atención de los dioses.
-¿Cuál?
-¡Oh! ¡Muy sencillo! La muerte
colectiva, el suicidio unánime de la Humanidad. Dimitir la existencia en masa
en señal de protesta. Vendría a ser así como un paro general, la afirmación sin
discrepancias de nuestra inconformidad con lo existente. Los dioses no
tardarían en enterarse.
-¿Cómo?
-Por el olor. La Tierra, cargada
con la Humanidad insepulta, apestaría el espacio.” (pp. 231-232)