Carmen Posadas
PEQUEÑAS INFAMIAS
Barcelona, 1998, Planeta.
“Las habitaciones de aquellos que
han muerto jóvenes son el santuario de la ausencia, pero también el reducto de
la cobardía de los vivos. Son pocos los que se atreven a convivir con los
recuerdos y asimilarlos al presente. Solamente los más fuertes son capaces de
mantener la foto de un hijo muerto en el salón de su casa exponiéndose a las
preguntas de los desconocidos y al peso de esa sonrisa infantil siempre
idéntica que ignora el transcurso del tiempo. Todos envejecemos mientras que
ellos, por comparación, rejuvenecen, haciéndonos sentir culpables por no haber
apurado hasta el último segundo su fugaz presencia, por no haber adivinado que
alguna vez se irían, dejándolo todo a medias.” (p. 107)