miércoles, 1 de enero de 2014

Geoffrey Chaucer
CUENTOS DE CANTERBURY
Barcelona, 1973, Iberia.


“Todos los días, al ir a la escuela y al volver a su hogar, iba cantando el himno, y entre tanto tenía fijo su corazón en la Madre de Jesús. Atravesaba, pues, el mocito toda la judería entonando a grandes y alegres voces el «Alma Redemptoris», porque la dulzura de la Madre de Cristo se había infundido de tal modo en su corazón, que no acertaba a dejar de honrarla cantando por el camino.
   La serpiente Satanás, nuestro primer enemigo, que esconde sus avisperos en los corazones de los judíos, sintióse henchida de cólera.
   -¡Pueblo hebreo! ¿Es honroso para vosotros que ese niño pase cantando ante vuestra presencia, mal que os pese, unas cosas que menosprecian vuestras leyes establecidas?
   Y desde entonces empezaron los judíos a maquinar cómo quitarían la vida a aquel inocente. Pagaron, pues, a un asesino, el cual se ocultó en un lugar retirado de una callejuela. Y cuando vió al niño llegar allí, el maldito judío echóle mano, le degolló y arrojólo a una cloaca, esto es, allá donde depositaban los judíos sus excrementos.” (p. 155; tomo-I)
[El texto pertenece al CUENTO DE LA PRIORA.]

“Ved este mitón. Quién meta la mano en él verá multiplicarse sus cereales, ya sean avena o trigo, siempre que dé peniques o dineros.
   Adviértoos, buenos hombres y mujeres, que si en este templo está alguna persona que hubiere cometido un pecado nefando y por bochorno no ose confesarlo (como también si hay alguna mujer, joven o vieja, que hubiese hecho cornudo a su marido), personas tales no tendrán facultad ni merced de subir a hacer ofrenda a mis reliquias en este lugar. Empero, el que se halle libre de semejantes culpas, puede subir y ofrendar en nombre de Dios, y yo le absolveré con la autoridad que por bula me ha sido conferida.
   Con estos manejos he ganado, un año tras otro, hasta cien marcos desde que soy bulero. Instálome en un púlpito, como un sacerdote, y ante la plebe ignara que abajo se hacina, predico como os dije y añado cien mentirosas cosas más. (…) Dirijo todo mi sermón sobre el ominoso pecado de la avaricia, porque tiendo a tornar a las gentes generosas y hacerles desembolsar sus peniques en mi beneficio. Pues habéis de saber que mi propósito es ganar dinero y no enmendar pecados. ¡Poco se me da de que las almas del prójimo anden errantes luego de sepultados sus cuerpos!” (p. 266; tomo-I)
[El texto pertenece al CUENTO DE LA PRIORA.]

“Dentro de la lujuria hay otro pecado, que se comete en sueños. Tal pecado acostumbra ocurrir a las personas vírgenes y a las muy corrompidas. Llámase polución y procede de cuatro orígenes: ya debilidad corporal, a causa de abundancia de humores en el organismo; ya enfermedad que motive flojedad de retención, como explica la Medicina; ya exceso de comidas y bebidas; ya malos pensamientos que contiene la mente humana al acostarse y que hacen caer en pecado. De manera que el hombre debe precaverse y tener discreción, para no incurrir en culpa grave.” (p. 267; tomo-II)
[El texto pertenece al CUENTO DEL PÁRROCO.]