UN DÍA MÁS CON VIDA
Barcelona, 2005, Anagrama.
“Al principio nadie prestó atención a la cosa. Como la ciudad estaba sucia y abandonada, sus habitantes se imaginaban que los basureros se habían marchado hacía ya tiempo. Y, sin embargo –se confirmó la noticia-, no se habían ido hasta ayer. Y de pronto, sin que se supiera de dónde venía la avalancha, la basura empezó a amontonarse. Y eso que en Luanda no quedaban más que un puñado de personas, las cuales, por añadidura, vivían en tal estado de parálisis y apatía que no se las podía considerar sospechosas de levantar montaña alguna de basura. Y, sin embargo, montañas así empezaron a adueñarse de las calles de la ciudad abandonada. Aparecían en aceras, calzadas y plazas. En los portales de las casas y en los mercados desiertos. Por algunas calles se caminaba con gran dificultad y no menos asco. En aquel clima, el exceso de sol y de humedad aceleraba y aumentaba el proceso de descomposición, putrefacción y fermentación. Toda la ciudad empezó a heder; volviendo de la calle, el que entraba en el hotel también apestaba, y durante un rato muy largo: quienes hablaban con él lo hacían guardando una prudencial distancia. De todos modos, en las relaciones sociales el fenómeno de guardar distancias se generalizó, a pesar de que, dada la situación a la que nos vimos condenados, debería de haber sido todo lo contrario. (…) Empezaron a morirse los gatos. Seguramente se habrían intoxicado en masa con alguna carroña emponzoñada, porque una buena mañana por todas partes había gatos muertos. Al cabo de dos días se hincharon, volviéndose redondos como cebones. Atraían inmensas nubes de moscas negras...” (pp. 38-39)
“Sólo aquellos africanos que han hecho una carrera universitaria y han visto mundo, que saben leer y lo que es una película, sólo éstos han comprendido que la descolonización les ofrecía una oportunidad para subir de golpe muchos peldaños en el escalafón económico, para acumular riquezas y privilegios. Y la aprovecharon con tanta más facilidad cuanto que sus hermanos menos espabilados -y eran diez de cada doce- no reclamaban nada para sí, se conformaban con su casucha de barro y un cuenco de mandioca como con un mundo que les fue dado de una vez para siempre.” (pp. 65-66)
“El mundo contempla el gran espectáculo de lucha y de muerte, cosas que le resultan difíciles de imaginar porque la imagen de la guerra es intransferible. No se puede transmitir ni con la pluma ni con la voz ni con la cámara. La guerra es una realidad sólo para aquellos que están apresados en su interior, sangriento, sucio y repugnante. Para otros no es sino una página en un libro o una imágenes en una pantalla, nada más”. (pp. 124-125)
“Los del FNLA: un ejército cruel. Practican el canibalismo. Varios días atrás aún no me lo creía. Pero hace una semana, con un grupo de periodistas locales viajé a Lucala, a cuatrocientos kilómetros al este de Luanda. (…) Todas las personas habían sido asesinadas y todas las aldeas incendiadas. Los causantes de todo aquello, al retirarse, destruían todo vestigio de vida. Cabezas de mujeres arrojadas sobre la hierba de las cunetas. Cadáveres con el corazón y el hígado arrancados.” (pp. 139-140)
[Todas las citas se refieren a la independencia de Angola en noviembre de 1975. El Frente Nacional para la Liberación de Angola fue uno de los grupos armados anticomunistas implicados en el conflicto angoleño.]