domingo, 5 de enero de 2014

Santiago Ramón y Cajal (I)
REGLAS Y CONSEJOS SOBRE INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA
LOS TÓNICOS DE LA VOLUNTAD

Madrid, 2007, Espasa Calpe.

 

“España descuidó el cultivo de la ciencia, a mi juicio, porque el español, quizá desde Felipe II, estaba más interesado en los asuntos de allá arriba que en los de aquí abajo, y miró siempre más hacia el cielo que hacia la tierra. Entiéndase bien que esto no es una crítica de la religión, sino, tal vez, la crítica de una religión mal entendida.” (p. 10)
[La cita pertenece a Severo Ochoa, prologuista de la obra de Cajal.] 
 


“Otra verdad, vulgarísima ya de puro repetida, es que la ciencia humana debe descartar, como inabordable empresa, el esclarecimiento de las causas primeras y el conocimiento del fondo sustancial oculto bajo las apariencias fenomenales del Universo. Como ha declarado Claudio Bernard, el investigador no puede pasar del determinismo de los fenómenos, su misión queda reducida a mostrar el cómo, nunca el porqué de las mutaciones observadas.” (p. 24)
[Las cursivas pertenecen al texto.]


“Apresurémonos, pues, a declarar que no hay recetas lógicas para hacer descubrimientos y menos todavía para convertir en afortunados experimentadores a personas desprovistas del arte discursivo natural a que antes aludíamos. Y en cuanto a los genios, sabido es que difícilmente se doblegan a las reglas escritas: prefieren hacerlas. Como dice Condorcet, «las medianías pueden educarse, pero los genios se educan por sí solos».” (p. 28)  

“Defecto por defecto, preferible es la arrogancia al apocamiento; la osadía mide sus fuerzas y vence o es vencida, pero la modestia excesiva huye de la batalla y se condena a vergonzosa inacción.” (p. 31)
 
“Al entrar en la historia no hay grande hombre que no sea avaro de sus títulos y que no dispute encarnizadamente a la nueva generación sus derechos a la gloria. Muy triste, pero muy verdadera suele ser aquella amarga frase de Rousseau: «No existe sabio que deje de preferir la mentira inventada por él a la verdad descubierta por otro».” (p. 34)