sábado, 16 de septiembre de 2017

Marc Augé
¿POR QUÉ VIVIMOS? (I)
Barcelona, 2004, Gedisa.



“Todos los grupos humanos tienen cosmologías, representaciones del universo, del mundo y de la sociedad que aportan a sus miembros puntos de referencia para conocer su lugar, saber lo que les resulta posible o imposible, autorizado y prohibido. […] Los mitos desarrollan estas cosmologías y los ritos las aplican. Las vidas individuales se ordenan en principio sobre el modelo así definido. Cuanto más fuerte es la adhesión a estos modelos, menor es la libertad, pero mayor el sentido; los individuos no tienen otra elección que hacer lo que se les prescribe o asigna; saben lo que tienen que hacer y aún mejor lo que no deben hacer. Su mundo carece de libertad, pero está cargado de sentido. Desde el siglo XVIII rehuimos este mundo. Las religiones tienen todavía mucho peso. pero hasta quienes recurren a ellas tienden a interpretarlas personalmente. Les dan sentido (su propio sentido) para concederse libertad; es decir, las privatizan. Así, pues, las religiones son cada vez menos cosmologías abarcadoras y compartidas (repito que nos limitamos al ejemplo de los países occidentales). La ciencia, por su parte, nos enfrenta a lo desconocido; sus avances desplazan la frontera. La ciencia es la última aventura; no nos reconforta, sino que nos enfrenta constantemente a la evidencia de nuestros límites, a los misterios combinados de lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño.” (pp. 14-15)

“Puede entenderse el cuerpo desde dos puntos de vista. En primer lugar, es origen, pero también objeto de acontecimientos. Su llegada al mundo y también su muerte constituyen acontecimientos. Su transformación (pubertad, envejecimiento), sus accidentes (enfermedades, traumatismos) son acontecimientos. Un antropólogo debe prestar atención a un hecho: casi todos los acontecimientos del cuerpo tienen una expresión social, porque afectan, o ponen en tela de juicio, a otros cuerpos y otros individuos.” (p. 67)