lunes, 19 de mayo de 2025

Textos para la reflexión

Tengo el hábito de escribir en un cuaderno de notas los pasajes más interesantes de las obras que leo o releo. Son fragmentos difícilmente clasificables, tanto en naturaleza como en extensión, pero todos ellos tienen algo en común: invitan a reflexionar. A veces proceden de obras encomiables y a veces no. Mi tino (o desatino) al elegirlos se reduce a los pasajes mismos, pero nunca a la obra completa. Poco a poco, y si el tiempo me lo permite, iré introduciendo en el blog algunos de estos textos. Cuando me ha sido posible he consignado la página de procedencia de la cita, pero no siempre he mantenido tan saludable costumbre. Espero que os sean de utilidad.


Agustín Izquierdo Alberca

Manuel Llano
MITOS Y LEYENDAS DE CANTABRIA
Santander, 1982, A.D.I.C.

 

“Hay otra versión que dice que «el ojáncanu es un animal con las mismas trazas de las personas, muy altu y muy gordu, con unos brazos larguísimos y fuertes.
   Al andar suelta un anjeu que se parece al de un jabalí vieju subiendo por una cuesta arriba.
   Nadie sabe de ónde viene ni a ónde va.
   Tien una cabeza muy grande, con unas melenas muy largas y regüeltas del color de la misma sangre.
   Las barbas también son muy regüeltas, como un matorral y del mismu color que las melenas. Na más que tien un oju grandísimu en mitá de la frente, que es muy morena, como la poca cara que se le ve entre las barbas y las melenas.
   Con el oju que de noche relumbra igual que los de un lobu, siempre mira de mal aquel, como esos hombres que no tienen pensamientu hunrau.
   El ojáncanu diz que vivía en las cuevas más escondidas del monte y mataba a tos los hombres que encontraba en el su camino, tirándolos con la piedra grandísima de una honda que hacía de la piel de los osos que mataba para alimentarse.
(…)
   Siempre andaba descalzo y diz que no se lijaba los pies onque pasara por encima de los escajos más agudos.
(…)
   Los viejos que ya eran viejos cuando los nuestros agüelos tenían ya hijos, decían que metía miedu ver al ojáncanu andar por encima de la nieve las noches claras de eneru. Diz que parecía como si encima de la nieve se hubiera encendíu una lumbre muy roja que juera andando.
(…)
Eran enemigos de las anjanas, a las que perseguían cuando las encontraban en los caminos, pero las anjanas podían hacerse invisibles y desaparecían en el mismu instante en que las manonas de los ojáncanus iban a posarse en la capa blanca de las anjanas.»” (pp. 58-59)

 


Martin Aurell
DIEZ IDEAS FALSAS SOBRE LA EDAD MEDIA (III)
Barcelona, 2024, Taurus.

 

“En la época antigua los patricios o aristócratas no hacían trabajos manuales, que estaban reservados a los plebeyos y a los esclavos. Apenas daban valor a los conocimientos prácticos y preferían dedicarse a la política, la magistratura o la filosofía. (…) Las élites grecolatinas se consideraban libres y solo querían ocuparse de las «artes liberales», para cultivarse y elevarse a la alta esfera de las ideas. La Edad Media heredó en gran medida esta noción de la ciencia, en sintonía con la jerarquía social: encima estaban los nobles, que nunca se rebajaban al trabajo manual, y debajo los menestrales, que ejercían oficios mecánicos.
   Hoy asistimos a un movimiento inverso: la mayoría de nuestros contemporáneos prefieren las ciencias «duras». Los estudios de comercio e ingeniería inauguran unas carreras tan bien remuneradas como socialmente prestigiosas. Por muy exigentes y honorables que sean, no deberían menoscabar el interés por las humanidades. La sociedad, a costa de un indiscutible empobrecimiento intelectual, suele desdeñar la utilidad de la filosofía, la historia, la literatura o el arte, pese a que garantizan un verdadero desarrollo personal y un equilibrio social y político. Desde este punto de vista, los antiguos y los medievales son admirables. Lo habían entendido...” (pp. 136-137)


Serguéi Eisenstein
LA PUESTA EN ESCENA
Madrid, 2018, La Pajarita de Papel.



“Turguéniev pensaba lo siguiente de la técnica literaria de Dostoievski: «¿Qué significa escribir 'en contra'? Cuando alguien está enamorado el corazón late con fuerza, y cuando se enfada su rostro enrojece, se desencaja. Esto es lo habitual. En cambio en Dostoievski todo se hace 'en contra'. Por ejemplo, si una persona se tropieza de repente con un león, ¿qué cree usted que hará? La persona se pondrá pálida del miedo y tratará de huir o de esconderse. Así sucedería por ejemplo en cualquiera de las aventuras escritas por Jules Verne. Pero Dostoievski escribirá: 'El hombre enrojeció pero no se movió de su sitio'. Esto es escribir 'en contra'. Es una manera chabacana de pretender adquirir reputación de escritor original.»” (p. 23)

Martin Aurell
DIEZ IDEAS FALSAS SOBRE LA EDAD MEDIA (II)
Barcelona, 2024, Taurus.



“En la Plena Edad Media nació la lectura silenciosa, que ensanchó el espacio interior de la conciencia y la introspección. Por primera vez la lectura se hacía para uno mismo. Esta práctica, todavía infrecuente, inauguró la metamorfosis de la lectura, que pasó de una experiencia oral y colectiva a otra silenciosa e íntima. La invención de la imprenta en la década de 1450 no hizo más que acrecentar este fenómeno.” (p. 56)
[Sería conveniente confrontar la cita de Aurell con la siguiente de San Agustin que puede consultarse en este mismo blog y que recojo para comodidad del lector (https://agustinizquierdoalberca.blogspot.com/search?q=Confesiones)]


San Agustín
LAS CONFESIONES
Madrid, 1986, Akal.


“«Cuando leía [sc. Ambrosio, obispo de Milán], sus ojos paseaban por encima de las páginas y su inteligencia penetraba en su sentido sin pronunciar palabra ni mover la lengua (*).
Muchas veces, estando yo presente ─pues nadie tenía prohibida la entrada, ni había costumbre de avisarle si venía alguien─ le vi leer así en silencio y nunca de otro modo. Una vez estando yo sentado un gran rato en silencio ─porque ¿quién se atrevería a molestar a un hombre tan absorto?─ me marché creyendo que no quería que le distrajera con otra cosa durante aquel tiempo que conseguía tener libre para reparar su espíritu, alejado del tumulto de los negocios ajenos. Y quizá obraba así para evitar que alguien que le escuchara, atento y absorto ante algún pasaje más oscuro que hubiera en el libro que leía, le pidiera que se lo explicara o le expusiera las cuestiones más difíciles, de modo que, gastando el tiempo en estas tareas, no pudiera leer tantos libros como deseaba.
Aunque el motivo más razonable para leer en voz baja también pudiera haber sido la conservación de la voz, ya que se ponía ronco con suma facilidad. De todos modos, cualquiera que fuera la razón por la que aquel hombre actuaba así, seguramente era una razón justa.» (Libro VI, capítulo III, 3.)
(*) Este modo de leer de Ambrosio, normal en nuestro tiempo, era insólito en tiempo de Ambrosio, pues se solía leer en alta voz, y por eso llama la atención de Agustín.”
[La nota con asterisco pertenece a Olegario García de la Fuente.]

San Agustín murió en 430 por lo cual, en sentido estricto, la lectura silenciosa puede considerarse anterior al Medievo.

Javier Cacho
NANSEN, MAESTRO DE LA EXPLORACIÓN POLAR (III)
Madrid, 2017, Fórcola.

 

“Creía que había que dejarse guiar por una nueva moralidad, «basada en la solidaridad y el amor», donde las reglas no debían seguirse por el miedo al castigo, sino por su contribución al bienestar del ser humano en este mundo. Llegando a afirmar que «un acto moral es aquel que tiene un efecto positivo sobre la persona y sobre la comunidad, mientras que uno inmoral es el que daña a la comunidad, a la persona o a las dos a la vez».” (pp. 455-456)

Martin Aurell
DIEZ IDEAS FALSAS SOBRE LA EDAD MEDIA (I)
Barcelona, 2024, Taurus.

 

“Un primer error es pensar que la Edad Media es uniforme. El largo milenio que abarca es de los más heteróclitos. El siglo V de la caída del Imperio romano de Occidente, el siglo XIII del florecimiento urbano y el siglo XV de los grandes descubrimientos marítimos tienen poco en común (véase el recuadro de la página 18). Pero siempre hay detractores que denigran todo el periodo en bloque. Las raíces de estos ataques son profundas, porque se hunden hasta los propios intelectuales de los siglos XIII y XIV, cuya autocrítica fue desviada de su intención primitiva por los modernos.
   La denigración se amplificó en el Renacimiento y aún más en la época de la Ilustración. Los pensadores del siglo XVIII usaron el periodo medieval como un espantajo que les confirmaba, por contraste, la justeza de sus ideas. Bajo su pluma o en sus conversaciones de salón aparece como un compendio de todas las injusticias, opresiones y fanatismos. Debidamente deformada y rebajada, la Edad Media se convierte en el revulsivo ideal que, gracias a una comparación muy injusta, pone en evidencia su supuesta genialidad.
   Entre las falacias que Voltaire despliega para sustentar la ideología de la ruptura, supuestamente radical, de la Ilustración con la tradición, está la firme creencia de los medievales en una tierra plana, más tarde desmentida por los grandes astrónomos y navegantes del siglo XVI —Copérnico y Galileo, Magallanes y Colón—. Sintiéndolo mucho por los ilustrados, la redondez del mundo era bien conocida desde la Antigüedad, y los maestros y enciclopedistas medievales conservaron esta idea hasta el Renacimiento. Igual de despectiva era la afirmación de los pensadores de peluca empolvada sobre la colusión entre el trono y el altar, entre la realeza y el catolicismo, en detrimento del pueblo. Estos sabios de salón, tan valientes para criticar a los medievales, bien habrían podido plantar cara a los «déspotas ilustrados» (según el oxímoron consagrado), a quienes prestaban su pluma de forma servil.” (pp. 14-15)

domingo, 4 de mayo de 2025

Mark Twain
CARTAS DESDE LA TIERRA (II)
Madrid, 2006, Trama.


“La historia humana de todos los tiempos aparece teñida de sangre, repleta de odio y manchada de crueldad; no obstante, desde los tiempos bíblico al menos, se ha observado siempre algún tipo de límite al respecto. Incluso la Iglesia, a la que se atribuye haber derramado desde el comienzo de su supremacía más sangre inocente que todas las guerras políticas juntas, ha practicado una suerte de moderación. En cambio, fijaos que cuando el Señor Dios del Cielo y de la Tierra, el adorado Padre de los Hombres va a la guerra, no conoce límites. Él, a quien llaman Fuente de toda piedad, es completamente despiadado. ¡No hace más que matar y matar! A todos los hombres, a todas las bestias, a todos los niños, a todos los bebés, y también a todas las mujeres y todas las niñas, salvo las que no hayan sido desfloradas.
   No distingue entre inocentes y culpables. Aquellos bebés eran inocentes, las bestias eran inocentes, muchos de los hombres, las mujeres, los niños y las niñas eran inocentes, y aún así tuvieron que sufrir con los culpables. Lo único que el demente Padre deseaba era sangre y padecimiento; le era indiferente de quién proviniera.” (CARTA XI; pp. 94-95)


Javier Cacho
NANSEN, MAESTRO DE LA EXPLORACIÓN POLAR (II)
Madrid, 2017, Fórcola.

 

“Ni siquiera salían fuera a estirar las piernas. Tenían las ropas tan desgastadas que les abrigaban muy poco y, además, del glaciar cercano bajaban ráfagas de viento tan fuertes que un día se llevaron rodando unos de los kayaks a más de cien metros de distancia. Sólo las auroras les hacían abandonar su cubículo para dejarse envolver por esas fantasmales pinceladas de luz de colores que formaban sobre sus cabezas ondulantes cortinas; silenciosas, flotaban etéreas llenando aquellos parajes yermos de vida para, después de un largo baile, disolverse en el cielo negro cuajado de millones de estrellas. Durante el tiempo que podían aguantar la mordedura del frío, permanecían fuera viendo la lluvia de rayos rojos y violetas que parecían proceder de una explosión cósmica, o la cascada de luz verde surgida de la nada que se extendía de un extremo a otro del campo visual y que los emocionaba en lo más profundo de sus almas, tan martirizadas por el desaliento y la soledad.” (p. 282)


 

Mark Twain
CARTAS DESDE LA TIERRA (I)
Madrid, 2006, Trama.

 

“Ambos Testamentos son interesantes, cada cual a su manera. El Antiguo nos muestra al Dios de esta gente tal y como era antes de que existiera la religión. da un retrato del Dios de este pueblo antes del inicio de la religión; el otro nos describe cómo fue después. El Antiguo Testamento se interesa sobre todo por la sangre y la sensualidad. El Nuevo por la Salvación... La Salvación por el fuego.
   La primera vez que Dios descendió a la Tierra, trajo la vida y la muerte; cuando vino por segunda vez, trajo el infierno.
   La vida no era un don valioso, pero la muerte sí. La vida era un sueño febril de alegrías amargadas con aflicciones, de goces envenenados con dolor. Una pesadilla nebulosa de placeres, éxtasis, exultaciones y alegrías espasmódicas y efímeras felicidades, aderezadas de sufrimientos, pesares, peligros, horrores, decepciones, derrotas, humillaciones y desdichas sin fin... la más angustiante maldición que pudiera imaginar el Ingenio divino. La muerte en cambio era dulce, benévola y amable; sanaba los espíritus doloridos y los corazones rotos concediéndoles la paz y el olvido. La muerte era la mejor amiga del hombre: cuando ya no podía soportar más la vida acudía a liberarle.
   Con el tiempo, la Deidad cayó en la cuenta de que la muerte era un error; un error en tanto en cuanto era insuficiente, e insuficiente por la razón de que si bien era un agente formidable para infligir desdicha al sobreviviente, al muerto le permitía escapar a cualquier acoso ulterior a través del bendito refugio de la tumba. Y eso no le gustaba. Había que idear un modo de perseguir a los muertos más allá de la sepultura.
   La Deidad meditó infructuosamente sobre esta cuestión durante cuatro mil años, pero tan pronto llegó a la Tierra y se convirtió en cristiano, la mente se le despejó y supo qué hacer: inventó el infierno y lo proclamó. (…) ¡Y lo cierto es que fue siendo Jesucristo cuando inventó el infierno y lo proclamó!” (CARTA X; pp. 82-83)