Martin Aurell
DIEZ IDEAS FALSAS SOBRE LA EDAD MEDIA (I)
Barcelona, 2024, Taurus.
“Un primer error es pensar que la Edad Media es uniforme. El largo milenio que abarca es de los más heteróclitos. El siglo V de la caída del Imperio romano de Occidente, el siglo XIII del florecimiento urbano y el siglo XV de los grandes descubrimientos marítimos tienen poco en común (véase el recuadro de la página 18). Pero siempre hay detractores que denigran todo el periodo en bloque. Las raíces de estos ataques son profundas, porque se hunden hasta los propios intelectuales de los siglos XIII y XIV, cuya autocrítica fue desviada de su intención primitiva por los modernos.
La denigración se amplificó en el Renacimiento y aún más en la época de la Ilustración. Los pensadores del siglo XVIII usaron el periodo medieval como un espantajo que les confirmaba, por contraste, la justeza de sus ideas. Bajo su pluma o en sus conversaciones de salón aparece como un compendio de todas las injusticias, opresiones y fanatismos. Debidamente deformada y rebajada, la Edad Media se convierte en el revulsivo ideal que, gracias a una comparación muy injusta, pone en evidencia su supuesta genialidad.
Entre las falacias que Voltaire despliega para sustentar la ideología de la ruptura, supuestamente radical, de la Ilustración con la tradición, está la firme creencia de los medievales en una tierra plana, más tarde desmentida por los grandes astrónomos y navegantes del siglo XVI —Copérnico y Galileo, Magallanes y Colón—. Sintiéndolo mucho por los ilustrados, la redondez del mundo era bien conocida desde la Antigüedad, y los maestros y enciclopedistas medievales conservaron esta idea hasta el Renacimiento. Igual de despectiva era la afirmación de los pensadores de peluca empolvada sobre la colusión entre el trono y el altar, entre la realeza y el catolicismo, en detrimento del pueblo. Estos sabios de salón, tan valientes para criticar a los medievales, bien habrían podido plantar cara a los «déspotas ilustrados» (según el oxímoron consagrado), a quienes prestaban su pluma de forma servil.” (pp. 14-15)