Manuel Llano
MITOS Y LEYENDAS DE CANTABRIA
Santander, 1982, A.D.I.C.
“Hay otra versión que dice que «el ojáncanu es un animal con las mismas trazas de las personas, muy altu y muy gordu, con unos brazos larguísimos y fuertes.
Al andar suelta un anjeu que se parece al de un jabalí vieju subiendo por una cuesta arriba.
Nadie sabe de ónde viene ni a ónde va.
Tien una cabeza muy grande, con unas melenas muy largas y regüeltas del color de la misma sangre.
Las barbas también son muy regüeltas, como un matorral y del mismu color que las melenas. Na más que tien un oju grandísimu en mitá de la frente, que es muy morena, como la poca cara que se le ve entre las barbas y las melenas.
Con el oju que de noche relumbra igual que los de un lobu, siempre mira de mal aquel, como esos hombres que no tienen pensamientu hunrau.
El ojáncanu diz que vivía en las cuevas más escondidas del monte y mataba a tos los hombres que encontraba en el su camino, tirándolos con la piedra grandísima de una honda que hacía de la piel de los osos que mataba para alimentarse.
(…)
Siempre andaba descalzo y diz que no se lijaba los pies onque pasara por encima de los escajos más agudos.
(…)
Los viejos que ya eran viejos cuando los nuestros agüelos tenían ya hijos, decían que metía miedu ver al ojáncanu andar por encima de la nieve las noches claras de eneru. Diz que parecía como si encima de la nieve se hubiera encendíu una lumbre muy roja que juera andando.
(…)
Eran enemigos de las anjanas, a las que perseguían cuando las encontraban en los caminos, pero las anjanas podían hacerse invisibles y desaparecían en el mismu instante en que las manonas de los ojáncanus iban a posarse en la capa blanca de las anjanas.»” (pp. 58-59)