Enrique Vila-Matas
BARTLEBY Y COMPAÑÍA
Barcelona, 2000, Anagrama.
“Cuando le preguntaban por qué ya no escribía, Rulfo solía contestar:
-Es que se me murió el tío Celerino, que era el que me contaba las
historias.
Su tío Celerino no era ningún invento. Existió realmente. Era un borracho
que se ganaba la vida confirmando niños. Rulfo le acompañaba muchas veces y
escuchaba las fabulosas historias que éste le contaba sobre su vida, la mayoría
inventadas. Los cuentos de El llano en
llamas estuvieron a punto de titularse Los
cuentos del tío Celerino. Rulfo dejó de escribir poco después de que éste
muriera. La excusa del tío Celerino es de las más originales que conozco de
entre todas las que han creado los escritores del No para justificar su
abandono de la literatura.” (pp. 16-17)