viernes, 30 de abril de 2021

Gregorio Morán
EL CURA Y LOS MANDARINES (III)
Tres Cantos, 2014, Akal.


“Su desvergüenza alcanzaba cotas que pocos osaron. Llegará a firmar, negro sobre blanco en su «biografía-álbum fotográfico», que «la censura retiró mi nombre de la Prensa Española; no podía salir ni en ecos de sociedad». Lo cual ni siquiera puede considerarse una exageración sino sencillamente una mentira celiana, es decir, gorda y peluda. Camilo fue siempre hombre bien tratado con el mundo oficial -el franquismo puro y duro- al que pertenecía y que él sabía cultivar con talento y mano izquierda. Fue escritor de la peonada habitual en publicaciones sin tacha de «cáscara amarga», desde El Español (semanario) al Arriba (diario), y el hombre que fabricaba folios y folios con irregular brillantez, pero siempre como jefe del serrallo. Sin competidores pringosos. (…)  
   Tratándose de Cela siempre hay que sumar a la ambición del trepador, la desvergüenza del desalmado. (p. 336).

“Jesús Aguirre y Jaime Fierro vivirán una relación intensa y al tiempo torturada, escandalizados ellos mismos por «lo suyo». Orientados por expertos teólogos, graves psiquiatras y católicos abrumados, no se sabe si por el gozo o por la angustia, los mandarán a ambos a Suiza, donde aseguran que existe una clínica que hace milagros. Como estamos en un mundo de fervientes católicos, eso no sólo es posible -el milagro- sino que se ofrece como la salida elegante que tienen más a mano. Marchan a una clínica capaz de curar «lo suyo». La homosexualidad, entonces y para todos, era una desviación de la correcta vía natural; se entiende que violes a tu mujer, a tu hija o a tu sobrina, eres normal mientras no te confundas de sexo. Eso sólo se vive con especial intensidad, nada subrepticiamente, en el seno de la Iglesia católica, matriz histórica obligada de pederastas. «Fueron a Suiza a ver si lo suyo tenía solución», explica un eclesiástico que conoció el asunto con detalle.” (p. 400)

“«¿Cuál es la definición de intelectual? Un intelectual es aquella persona para la cual los problemas políticos son, ante todo, problemas morales.»” (p. 436)
[La cita es una reflexión de Max Aub.]




Wade Davis
LOS GUARDIANES DE LA SABIDURÍA ANCESTRAL (III)
Madrid, 2020, Punto de Vista.

 

“Desde los tiempos de Colón, los pueblos de la Sierra han visto con horror cómo llegan forasteros que transgreden los preceptos de la Gran Madre talando unos bosques que ellos perciben como la piel y el tejido del cuerpo de la tierra, y luego levantan plantaciones de cultivos ajenos: banano, caña de azúcar, marihuana y nuevas plantas de coca para la producción ilícita de cocaína. Atraídos por el lucro del negocio de la cocaína y perseguidos por los militares, tanto guerrillas de izquierda como paramilitares de derecha han entrado a la Sierra y cercado a los indígenas. Para los Mayores, este peligro que llega desde abajo tiene eco en una amenaza que proviene de arriba. Las nieves perpetuas y los glaciares de la tierra han venido retrocediendo a un ritmo alarmante, transformando a su vez la ecología de la montaña. Quizá nosotros consideremos que se trata de dos asuntos completamente distintos. Pero para los Mayores las dos cosas están inextricablemente ligadas la una a la otra y a la necedad de nosotros, sus Hermanos menores, heraldos del fin del mundo.” (p. 149) 

[Davis se refiere a la Sierra Nevada de Santa Marta, en el norte de Colombia, y a los pueblos kogui, arhuacos (no confundir con los arahuacos) y wiwa, que se autodenominan Hermanos Mayores. Por contraste, llaman Hermanos Menores a los forasteros.]

“Aquellos europeos que el mar trajo a las playas de Australia en las postrimerías del siglo XVIII, carecían de la imaginación y de una lengua capaz de siquiera empezar a entender los profundos logros intelectuales y espirituales de los aborígenes. Vieron a unas gentes de vida sencilla, de modestos alcances tecnológicos, con unas caras raras y costumbres ininteligibles. Los aborígenes carecían de todos los indicadores de la civilización europea. No poseían herramientas metálicas, no tenían noción alguna de la escritura, no sabían nada del cultivo de semillas. Así, sin agricultura ni animales de cría, no generaban ningún excedente y por tanto jamás llegaron a tener una vida de aldea sedentaria. Las jerarquías y la especialización les eran totalmente desconocidas. Sus pequeñas bandas seminómadas, habitando en refugios temporales hechos de palos y juncos, con apenas armas de piedra, constituían para los europeos el epítome del atraso. Para los británicos, de manera muy particular, era inconcebible que un pueblo optara por tal forma de vida. El progreso y las mejoras graduales con el paso del tiempo eran el sello distintivo de la época, la esencia del espíritu y los valores victorianos. A ojos de los europeos tales aborígenes eran la personificación del estado salvaje. Uno de los primeros exploradores franceses los describió como «el pueblo más mísero del mundo, los seres humanos que más se acercan a la bestia».
  «Poco mejores que perros», rememora el reverendo William Yates en 1835, «y no se haría más daño pegándoles un tiro que el que se hace al pegarle un tiro a un perro que nos ladra». En un intento por racionalizar el recurso fácil al látigo, uno de los primeros colonos anotó: «Debe recordarse que el nativo tiene una piel de cuero, y no pellejo como los seres humanos normales». Una vez muertos a bala, los cuerpos de los aborígenes eran usados como espantapájaros y podían verse sus cadáveres inertes colgando de las ramas de los árboles. «Su fatal destino», escribía Anthony Trollope en 1870, «es ser exterminados, entre más rápido, mejor». Tan solo en 1902, hace apenas 100 años, un político elegido en las urnas, King O'Malley, se puso de pie en el Parlamento australiano para declarar: «No hay evidencia científica alguna de que el aborigen sea un ser humano».

   Por orden estipulada mediante una ley llamada Native Administration Act de 1936, ningún aborigen en el territorio de Australia Occidental podía desplazarse sin permiso del estado. A ningún padre o madre aborigen se le podía autorizar la custodia legal de un crío. Los aborígenes podían ser destinados a reservas e instituciones con esa función o desterrados de pueblos y ciudades. El gobierno tenía la última palabra sobre la legitimidad y la legalidad de cualquier matrimonio. Apenas en la década de 1960, un texto escolar titulado A Treasury of Australian Fauna (Tesoro de la fauna australiana), incluía aborígenes entre los animales más interesantes del país.” (pp. 153-155)

José Luis Hidalgo
POESÍA COMPLETA
Santander, 1997, Centro de Estudios Montañeses.


SILENCIO
Silencio sobre el mundo. Va espesando sus alas
la grave mansedumbre del corazón que escucha.
Pesa sobre los muertos, como un cielo caído,
todo el latir del tiempo sobre la tierra única.” (p. 257)

LO FATAL
Quisiera ser yo mismo, luz distinta
brillando cada día con el alba,
estrella de la noche, siempre joven,
que fulge de sí misma solitaria.

Pero ya no estoy solo, mi ser vivo
lleva siempre los muertos en su entraña.
Moriré como todos y mi vida
será oscura memoria en otras almas.” (p. 265)

SI SUPIERA, SEÑOR...
Si supiera, Señor, que Tú me esperas
en el borde implacable de la muerte,
iría hacia tu luz, como una lanza
que atraviesa la noche y nunca vuelve.
Pero sé que no estás, que el vivir solo
es soñar con tu ser inútilmente
y sé que cuando muera es que Tú mismo
será lo que habrá muerto con mi muerte.” (p. 269)


[Las citas perteneces a la obra Los muertos, publicada en 1947.]
Wade Davis
LOS GUARDIANES DE LA SABIDURÍA ANCESTRAL (II)
Madrid, 2020, Punto de Vista.



“El conocimiento rara vez es ajeno al poder y la interpretación con demasiada frecuencia no es más que la expresión de una conveniencia.” (p. 73)

“En el principio, antes de la creación de las estaciones, antes de que la Madre Ancestral, Romi Kumu, la Mujer Chamán, abriera su útero, antes de que su sangre y la leche sus senos diera origen a los ríos y sus costillas dieran origen a las cadenas montañosas de la Tierra, en el universo solo existía el caos. Los espíritus y los demonios designados como Él buscaban presas entre sus propios congéneres, se reproducían sin cesar, cometían incesto sin castigo alguno, devoraban a sus propios vástagos. Romi Kumu respondió a aquello destruyendo el mundo con fuego e inundaciones. Y luego, al igual que una madre le da la vuelta en la plancha caliente a una tajada de pan de mandioca, le dio la vuelta hasta dejar boca abajo aquel mundo carbonizado e inundado, creando un molde plano y vacío a partir del cual la vida podría emerger una vez mas. Como Mujer Chamán que era, entonces dio a luz un nuevo mundo: tierra, agua, bosques y animales.” (p. 112)
[La cita recoge el relato de la creación del mundo según los barasana, etnia indígena de la amazonia colombiana.]

“Consideramos normal que una gente que nunca ha estado en la tierra, que no tiene historia ni vínculo ninguno al país, pueda hacerse legalmente al derecho a venir y, dada la naturaleza misma de su empeños y empresas, dejar a su paso un paisaje físico y cultural completamente transformado y profanado. Es más, al otorgar tales derechos y concesiones mineras, con frecuencia, al principio, por unas sumas nimias de dinero, a unos especuladores de ciudades lejanas y ajenas, a unas compañías con menos historia que la que puede tener mi perro, estamos demostrando que no solo no le asignamos valor cultural alguno a esa tierra, sino que ni siquiera le asignamos un justo valor de mercado. El costo de destruir un bien natural, o en su defecto, de su valor inherente en el caso de que lo dejaran intacto, no tiene valor mensurable en los cálculos económicos que respaldan la industrialización de la naturaleza virgen. Ninguna compañía tendrá que compensar al ente público por el daño que pueda hacerle a los ejidos o territorios comunes, a los bosques, montañas y ríos que por definición pertenecen todos. Basta una promesa de flujo de utilidades y empleos para que se otorguen tales permisos. Y damos lo anterior por hecho, ya que es precisamente sobre estos principios que se fundamenta nuestro sistema, es así como el comercio extrae valor y utilidad en una economía que se basa en la explotación de los recursos naturales,” (pp. 123-124)

“La medida cabal de una cultura abarca tanto sus actos como la calidad de sus aspiraciones: la naturaleza de las metáforas que los impulsan hacia adelante.” (p. 128)

 


Gregorio Morán
EL CURA Y LOS MANDARINES (II)
Tres Cantos, 2014, Akal.

 

“La reacción más brutal frente a Solzhenitsyn y sus consideraciones, ya fueran soviéticas o españolas, va a ser la de Juan Benet, en apariencia el menos comprometido de los escritores del momento […] En su mejor estilo sarcástico y desdeñoso apuntó que los fallos del sistema concentracionario soviético eran tan notables como para permitir que un tipo como Solzhenitsyn sobreviviera a ellos. Dicho lo cual se fue de viaje a la República Popular China, invitado oficialmente por el gobierno de Pekín, y a su vuelta, el 4 de mayo [1976], se enteró del malestar que habían causado sus declaraciones. 

   Respondió con un ataque. Amén de «detectar una mala conciencia en todos ellos», ampliaba aún el concepto: «Aducir un movimiento de piedad hacia un tipo que no nos toca en nada, cuando no se han producido manifestaciones democráticas sobre nuestros problemas, denota una mala conciencia. Me ratifico absolutamente. No sólo me ratifico en lo dicho, sino que, a la vista de las reacciones, creo que fui tímido».

   Si la singularidad del gesto de Juan Benet frente a Solzhenitsyn y lo que representaba el «Gulag» denotaba una dosis de esa frivolidad, que junto a su brillantez, fueron de la mano en una vida tan acomodada como la suya. […] En apenas unos años, que casi se podrían contar por meses, asegurarían que aquellas opiniones desdeñosas, o no habían sido comprendidas por sacarlas de contexto, o los más desvergonzados sencillamente nunca las habían pronunciado.” (pp. 500-501)

“El relato de Laín en su Descargo de conciencia. 1939-1960 sentaba las bases, no obstante, para una determinada manera de juzgar el pasado, su pasado. […] El modo en que Laín narraba, distanciándose de lo que él había sido testigo y protagonista, consentiría que a partir de entonces todos se adhirieran a la fórmula: «aunque yo estaba presente, en el fondo me repugnaba. ¡Qué otra cosa podía hacer que resignarme ante aquellos espectáculos que me desagradaban!».” (p. 594) 

[Pedro Laín Entralgo (1908-2001) fue un renombrado médico y ensayista español. De ideas falangistas, disfrutó de numerosos e influyentes cargos en las instituciones culturales franquistas.]

Wade Davis
LOS GUARDIANES DE LA SABIDURÍA ANCESTRAL (I)
Madrid, 2020, Punto de Vista.  

 

“La miríada de culturas en su conjunto conforma un entramado de vida cultural y espiritual que abarca todo el planeta y es tan fundamental para su bienestar como el entramado de vida biológica que se conoce como biosfera. Podríamos referirnos a esta red de vida social como una «etnósfera», un término quizá mejor definido como la suma de los pensamientos e intuiciones, mitos y creencias, ideas e inspiraciones a los cuales ha dado vida la imaginación del hombre desde los albores de la conciencia humana. La etnósfera representa el más valioso legado de la humanidad. Es el producto de nuestros sueños, la encarnación de nuestras esperanzas, el símbolo de todo lo que somos y de todo aquello que hemos creado gracias a la proverbial curiosidad y la asombrosa capacidad de adaptación de nuestra especie.” (p. 14)

“En años recientes un buen número de libros han rendido homenaje al alcance global de la tecnología y de la modernidad sugiriendo que el mundo es plano, que uno no necesita emigrar para innovar, que nos estamos fundiendo en una única realidad dominada por un modelo económico específico, que el futuro se puede encontrar en todas partes y de manera simultánea. Cuando leo estos libros no puedo menos que pensar que debo haber estado viajando en círculos muy diferentes a los de esos escritores. El mundo que he tenido la fortuna de conocer, como espero que se demostrará en este libro, con la más absoluta certeza no es plano. Está repleto de cumbres y valles, anomalías curiosas y distracciones sublimes. La historia no se ha detenido, y el proceso de cambio y transformación cultural continúa siendo hoy tan dinámico como siempre. El mundo solo puede aparecer monocromático a los ojos de aquellos que insisten en interpretar lo que experimentan a través de un único paradigma cultural, el suyo propio. Para aquellos que tienen ojos para ver y corazón para sentir, la topografía del espíritu sigue siendo rica y compleja.” (p. 17)

martes, 6 de abril de 2021

Walter Benjamin
ESCRITOS AUTOBIOGRÁFICOS (IV)
Madrid, 1996, Alizanza Editorial.



“He conocido a tres mujeres diferentes en mi vida, y a tres hombres diferentes en mí. Escribir la historia de mi vida significa exponer la construcción y desmoronamiento de estos tres hombres y los compromisos adquiridos entre ellos: el triunvirato que representa ahora mi vida.” (p. 151-152)

“La novela parece a priori tender más claramente al consumo, a un disfrute no productivo, que las restantes formas del arte. […] Hace mucho que han pasado los tiempos en que este alimento poseía un valor nutritivo, y lo «popular» del arte, hoy representado esencialmente por las novelas de éxito, hace mucho tiempo que ya no tiene nada de productivo o de nutritivo -como sí lo ha tenido la novela en los tiempos de la incipiente emancipación de la clase burguesa-: más bien se ha vuelto la expresión de una incorporación total de este tipo de escritura a la circulación de mercancías; sirve única y exclusivamente al confort.” (p. 169)

“El lenguaje ha supuesto inequívocamente que la consciencia no sea un instrumento para explorar el pasado, sino su escenario. Es el medio de lo vivido, como la tierra es el medio en el que las ciudades muertas yacen sepultadas. Quien se trate de acercar a su propio pasado sepultado debe comportarse como un hombre que cava. Eso determina el tono, la actitud de los auténticos recuerdos. Estos no deben tener miedo a volver una y otra vez sobre uno y el mismo estado de cosas; esparcirlo como se esparce la tierra, levantarlo como se levanta la tierra al cavar. […] el recuerdo no debe avanzar de un modo narrativo, ni menos aún informativo, sino ensayar épica y rapsódicamente, en el sentido estricto de la palabra, su prospección de tanteo en lugares siempre nuevos, indagando en los antiguos mediante capas cada vez más profundas.” (pp. 210-211)


Gregorio Morán
EL CURA Y LOS MANDARINES (I)
Tres Cantos, 2014, Akal.



“En ocasiones los libros son como las armas de fuego: los carga el diablo. De manera sorpresiva se disparan y uno no sabe muy bien por qué, hasta que se da cuenta de que han herido supuestamente en su vanidad o en su honor (que a veces son lo mismo) a alguien que pasaba por allí. Los escritores disponen de unos instrumentos que de pronto se convierten en escopetas que dan en un blanco que jamás hubieran imaginado. Incluso de manera cómica le llenan el culo de perdigones -siempre molestos, aunque no letales- a tipos en los que jamás hubiera pensado que les pudiera afectar, porque suponía que estaban blindados frente a los efectos de la letra impresa.” (p. 7)

“No hay saltos en la historia, es terrible tener que reconocerlo; lo que hay es nuestra incapacidad para analizar los rasgos de lo nuevo y entender el punto de fusión donde comienza el estallido. La revolución o la «contra».” (p. 21)

“¡Entienden ahora por qué insisto en que la singularidad española del fascismo es que ninguno de los parientes, hijos, yernos primos, sobrinos, de los criminales de Estado escribieron una maldita línea para decir «me callé porque tenía miedo de que peligrara mi carrera profesional» Si hubieran sido ingenieros a lo mejor hubieran tenido alguna disculpa, ¡pero tratándose de historiadores! Y además especializados en el liberalismo. Cuesta dar crédito a esta vergüenza que al parecer ellos llevaban con la mayor tranquilidad. Bastaba con el silencio. El historiador Miguel Artola convivió durante muchos años con un suegro y de seguro abuelo encantador, que en los Consejos de ministros de los viernes se dedicaba a crujir a los españoles.” (p. 60)

[Morán se refiere al militar africanista y rebelde Camilo Menéndez Tolosa, que llegaría a ser ministro del Ejército en 1964.]

Walter Benjamin
ESCRITOS AUTOBIOGRÁFICOS (III)
Madrid, 1996, Alizanza Editorial.

 

“Finalmente, este cansancio se vincula de forma extraña a eso que me provoca la insatisfacción con mi existencia. Es una aversión creciente, también una falta de confianza con respecto a los caminos que veo tomar en Alemania a las personas de mi misma posición y clase para hacerse dueños de la desconsoladora situación espiritual y política. Lo que a mí me atormenta es la imprecisión y la inexactitud de los posicionamientos políticos entre las pocas personas que me son cercanas; lo que hiere mi paz interna, que es también mi carácter pacífico, es la desproporción entre la dureza con que se resuelven ante mí tales discrepancias -si bien desde hace tiempo no siempre son sólo las discrepancias en sí- y las a menudo mínimas diferencias objetivas. […] no hace falta más que aludir a mi creciente disposición a quitarme la vida. Una disposición que no viene dada por ningún agudo pánico, sino que está muy profundamente relacionada con mi cansancio de luchar en el frente económico” (pp. 146-147)
[Benjamin escribió estas líneas a lo largo de mayo y junio de 1931.]

“Lo absolutamente afortunado, lo absolutamente importante, con frecuencia no se puede hacer comprensible de otra forma mejor que manteniéndolo al lado de lo completamente fracasado, de lo completamente banal.” (p. 149)


David Safier
¡MUUU! (II)
Barcelona, 2013, Seix Barral.



“El sol se hundió definitivamente en el mar. Siempre me había preguntado dónde pasaría la noche, y ahora por fin lo sabía: se acostaba bajo la superficie del agua. Sin embargo, el sol tenía que sumergirse muy mucho en el agua, ya que no se veía ni una pizca de luz. La luna y las estrellas se reflejaban en las oscuras olas. Después de unos días tan duros, ese espectáculo me resultó sumamente tranquilizador, el suave golpeteo del agua contra el casco del barco, el leve balanceo del suelo bajo mis pezuñas, la ligera brisa marina en la piel y el aire fresco en los ollares. Lo que sentía era un gran alivio por haber salido con vida de tantas aventuras. Y una profunda gratitud. Si esos sentimientos eran la felicidad, entonces era muy feliz.
  Lo único malo fue que esa sensación no duró mucho.
  Una pequeña parte desagradecida de mí comenzó a alterarse y se dio cuenta de que la vida tenía que ser algo más que simplemente sobrevivir. Traté de reprimir esa parte vacilante, pero cuanto más me esforzaba para conseguirlo, tanto más alto gritaba la escéptica que había en mí. Según ésta, la felicidad que yo sentía no era realmente felicidad, sino tan sólo alivio. Y probablemente alivio y felicidad no fuesen lo mismo, ya que de ser así alivio no se llamaría alivio sino felicidad. Y no habría ninguna palabra para designar el alivio, pues sería superflua. Contesté a la escéptica que su actitud frente a la vida era de absoluta ingratitud, y todo lo que me respondió fue: bla, bla, bla. Observé que ésa no era forma de discutir, a lo que la escéptica me contestó que mis argumentos no es que fueran precisamente impresionantes, ya que todavía no había escuchado ninguna objeción a su objeción, y abrigaba vivas sospechas de que no se me ocurría gran cosa. Repuse que había magníficos argumentos de que lo que yo sentía era verdadera felicidad, y que podía escucharlos si así lo quería. Lo quería. Vacilé, ya que no se me ocurrió ni un solo argumento, tras lo cual la escéptica rompió a reír: eso era precisamente lo que esperaba. Le solté que hiciera el favor de ocuparse de sus asuntos y me contestó que ésos eran sus asuntos. Sin embargo, en mi opinión, lo que tenía era que largarse de una puñetera vez, pero la escéptica tenía sus dudas de que fuera buena idea, al fin y al cabo formaba parte de mí. Cuando lo comprendí, dejé de discutir con ella y me planteé a mí misma la pregunta: ¿por qué esta felicidad no me parecía felicidad?
  ¿Porque en realidad no lo era?
  ¿O porque yo, vaca lerda, no era capaz de ser feliz?¿Como las idiotas de las perso-nas?” (pp. 185-186)

Walter Benjamin
ESCRITOS AUTOBIOGRÁFICOS (II)
Madrid, 1996, Alizanza Editorial.


“Entre los escritores existen dos tipos: uno tiene desde casa un cierto contacto con el público; consigue por sí mismo tratar siempre aquello que está en una estrecha y razonable relación con lo que en cada ocasión preocupa a los lectores. El otro no se desprende de un estrecho interior cerrado que sólo a él le concierne, un reino que, tal y como es, surge y desaparece con él; desarrolla los más diversos temas únicamente como crónica o como código de ese mundo interior, y no puede contar con una participación del público hasta haber logrado darle un concepto de ese su mundo de pensamientos y experiencias. Luego llega un punto en que la gente comienza a interesarse por cada una de las manifestaciones de ese hombre, no -como es el caso de los «personajes famosos»- porque provenga de él, sino porque le proporciona los medios de conseguir una nueva llave para abrir otra puerta de ese mundo interior. Despertar en un público este interés objetivo, no por el hombre sino por su mundo, es quizás más difícil que cualquier otra cosa. Querer luchar por conseguirlo está pasado de moda. Pero en el caso límite de la autoría genial chocan estos dos tipos ideales: el gran autor -un claro ejemplo es Goethe- convierte desde el principio su mundo interior en un asunto público, todas las cuestiones de actualidad sin excepción en cuestiones de su particular mundo de experiencias y pensamientos.
    Dibujar la curva de una vida desde este punto de vista: ¿en qué relación está el número de los vivos que él conoce con el de los muertos que ha conocido? Esta relación se define por un predominio de los últimos.” (p. 138)

[La cursiva pertenece a la cita.]

 


Walter Benjamin
ESCRITOS AUTOBIOGRÁFICOS (I)
Madrid, 1996, Alizanza Editorial.



“Tenemos ante nosotros el cementerio. No es realmente un cementerio, sino un campo de mármol deslumbrantemente luminoso, provocador. Entre medio, algunos andamios: se están construyendo monumentos funerarios especialmente altos. Aquí hay que hacer sobre todo el inciso de que todo milanés puede comprarse por una suma de dinero, naturalmente muy elevada, una parcela para su entierro en la cual levanta su propio monumento funerario. La muerte, que es demócrata y aliada de los pobres, se ha vengado. Una acumulación absolutamente terrible de fealdad y ostentosa banalidad ha surgido... Hay que vagabundear por los senderos de lo mítico y lo fantástico para encontrar una explicación. Efectivamente, cada construcción en particular es tan vulgar como pomposa; pero apenas es posible imaginar cómo tuvo lugar esta concurrencia, esta acrecentada y sorprendente atrocidad. Este funesto cementerio de Milán ya no es un monumento al dinero, sino a Mammon. Columnas de cuyo interior salen arrastrándose genios de luto, capillas iluminadas por dentro con el más descabellado esplendo de sus vidrios de colores, zafias e incomprensibles alegorías de muertos labradas en cantidades ingentes de mármol, grandes pirámides de seres humanos a los que se representa sentados en familia sobre su tumba..., cruces sobre las que se han colocado fotografías de los muertos -que se encuentran en la mayoría de las tumbas- o manifestaciones absurdas de amor, fe y esperanza mediante sus correspondientes símbolos: anclas, columnas etcétera.” (p. 108)