EL CURA Y LOS MANDARINES (III)
Tres Cantos, 2014, Akal.
En este espacio encontrarás información sobre todas mis publicaciones: NARRATIVA, EDUCACIÓN, HISTORIA Y ANTROPOLOGÍA.
Wade Davis
LOS GUARDIANES DE LA SABIDURÍA ANCESTRAL (III)
Madrid, 2020, Punto de Vista.
“Desde los tiempos de Colón, los pueblos de la Sierra han visto con horror cómo llegan forasteros que transgreden los preceptos de la Gran Madre talando unos bosques que ellos perciben como la piel y el tejido del cuerpo de la tierra, y luego levantan plantaciones de cultivos ajenos: banano, caña de azúcar, marihuana y nuevas plantas de coca para la producción ilícita de cocaína. Atraídos por el lucro del negocio de la cocaína y perseguidos por los militares, tanto guerrillas de izquierda como paramilitares de derecha han entrado a la Sierra y cercado a los indígenas. Para los Mayores, este peligro que llega desde abajo tiene eco en una amenaza que proviene de arriba. Las nieves perpetuas y los glaciares de la tierra han venido retrocediendo a un ritmo alarmante, transformando a su vez la ecología de la montaña. Quizá nosotros consideremos que se trata de dos asuntos completamente distintos. Pero para los Mayores las dos cosas están inextricablemente ligadas la una a la otra y a la necedad de nosotros, sus Hermanos menores, heraldos del fin del mundo.” (p. 149)
[Davis se refiere a la Sierra Nevada de Santa Marta, en el norte de Colombia, y a los pueblos kogui, arhuacos (no confundir con los arahuacos) y wiwa, que se autodenominan Hermanos Mayores. Por contraste, llaman Hermanos Menores a los forasteros.]
“Aquellos europeos que el mar trajo a las playas de Australia en las postrimerías del siglo XVIII, carecían de la imaginación y de una lengua capaz de siquiera empezar a entender los profundos logros intelectuales y espirituales de los aborígenes. Vieron a unas gentes de vida sencilla, de modestos alcances tecnológicos, con unas caras raras y costumbres ininteligibles. Los aborígenes carecían de todos los indicadores de la civilización europea. No poseían herramientas metálicas, no tenían noción alguna de la escritura, no sabían nada del cultivo de semillas. Así, sin agricultura ni animales de cría, no generaban ningún excedente y por tanto jamás llegaron a tener una vida de aldea sedentaria. Las jerarquías y la especialización les eran totalmente desconocidas. Sus pequeñas bandas seminómadas, habitando en refugios temporales hechos de palos y juncos, con apenas armas de piedra, constituían para los europeos el epítome del atraso. Para los británicos, de manera muy particular, era inconcebible que un pueblo optara por tal forma de vida. El progreso y las mejoras graduales con el paso del tiempo eran el sello distintivo de la época, la esencia del espíritu y los valores victorianos. A ojos de los europeos tales aborígenes eran la personificación del estado salvaje. Uno de los primeros exploradores franceses los describió como «el pueblo más mísero del mundo, los seres humanos que más se acercan a la bestia».
«Poco mejores que perros», rememora el reverendo William Yates en 1835, «y no se haría más daño pegándoles un tiro que el que se hace al pegarle un tiro a un perro que nos ladra». En un intento por racionalizar el recurso fácil al látigo, uno de los primeros colonos anotó: «Debe recordarse que el nativo tiene una piel de cuero, y no pellejo como los seres humanos normales». Una vez muertos a bala, los cuerpos de los aborígenes eran usados como espantapájaros y podían verse sus cadáveres inertes colgando de las ramas de los árboles. «Su fatal destino», escribía Anthony Trollope en 1870, «es ser exterminados, entre más rápido, mejor». Tan solo en 1902, hace apenas 100 años, un político elegido en las urnas, King O'Malley, se puso de pie en el Parlamento australiano para declarar: «No hay evidencia científica alguna de que el aborigen sea un ser humano».
Por orden estipulada mediante una ley llamada Native Administration Act de 1936, ningún aborigen en el territorio de Australia Occidental podía desplazarse sin permiso del estado. A ningún padre o madre aborigen se le podía autorizar la custodia legal de un crío. Los aborígenes podían ser destinados a reservas e instituciones con esa función o desterrados de pueblos y ciudades. El gobierno tenía la última palabra sobre la legitimidad y la legalidad de cualquier matrimonio. Apenas en la década de 1960, un texto escolar titulado A Treasury of Australian Fauna (Tesoro de la fauna australiana), incluía aborígenes entre los animales más interesantes del país.” (pp. 153-155)
Gregorio Morán
EL CURA Y LOS MANDARINES (II)
Tres Cantos, 2014, Akal.
“La reacción más brutal frente a Solzhenitsyn y sus consideraciones, ya fueran soviéticas o españolas, va a ser la de Juan Benet, en apariencia el menos comprometido de los escritores del momento […] En su mejor estilo sarcástico y desdeñoso apuntó que los fallos del sistema concentracionario soviético eran tan notables como para permitir que un tipo como Solzhenitsyn sobreviviera a ellos. Dicho lo cual se fue de viaje a la República Popular China, invitado oficialmente por el gobierno de Pekín, y a su vuelta, el 4 de mayo [1976], se enteró del malestar que habían causado sus declaraciones.
Respondió con un ataque. Amén de «detectar una mala conciencia en todos ellos», ampliaba aún el concepto: «Aducir un movimiento de piedad hacia un tipo que no nos toca en nada, cuando no se han producido manifestaciones democráticas sobre nuestros problemas, denota una mala conciencia. Me ratifico absolutamente. No sólo me ratifico en lo dicho, sino que, a la vista de las reacciones, creo que fui tímido».
Si la singularidad del gesto de Juan Benet frente a Solzhenitsyn y lo que representaba el «Gulag» denotaba una dosis de esa frivolidad, que junto a su brillantez, fueron de la mano en una vida tan acomodada como la suya. […] En apenas unos años, que casi se podrían contar por meses, asegurarían que aquellas opiniones desdeñosas, o no habían sido comprendidas por sacarlas de contexto, o los más desvergonzados sencillamente nunca las habían pronunciado.” (pp. 500-501)
“El relato de Laín en su Descargo de conciencia. 1939-1960 sentaba las bases, no obstante, para una determinada manera de juzgar el pasado, su pasado. […] El modo en que Laín narraba, distanciándose de lo que él había sido testigo y protagonista, consentiría que a partir de entonces todos se adhirieran a la fórmula: «aunque yo estaba presente, en el fondo me repugnaba. ¡Qué otra cosa podía hacer que resignarme ante aquellos espectáculos que me desagradaban!».” (p. 594)
[Pedro Laín Entralgo (1908-2001) fue un renombrado médico y ensayista español. De ideas falangistas, disfrutó de numerosos e influyentes cargos en las instituciones culturales franquistas.]
Wade Davis
LOS GUARDIANES DE LA SABIDURÍA ANCESTRAL (I)
Madrid, 2020, Punto de Vista.
“La miríada de culturas en su conjunto conforma un entramado de vida cultural y espiritual que abarca todo el planeta y es tan fundamental para su bienestar como el entramado de vida biológica que se conoce como biosfera. Podríamos referirnos a esta red de vida social como una «etnósfera», un término quizá mejor definido como la suma de los pensamientos e intuiciones, mitos y creencias, ideas e inspiraciones a los cuales ha dado vida la imaginación del hombre desde los albores de la conciencia humana. La etnósfera representa el más valioso legado de la humanidad. Es el producto de nuestros sueños, la encarnación de nuestras esperanzas, el símbolo de todo lo que somos y de todo aquello que hemos creado gracias a la proverbial curiosidad y la asombrosa capacidad de adaptación de nuestra especie.” (p. 14)
“En años recientes un buen número de libros han rendido homenaje al alcance global de la tecnología y de la modernidad sugiriendo que el mundo es plano, que uno no necesita emigrar para innovar, que nos estamos fundiendo en una única realidad dominada por un modelo económico específico, que el futuro se puede encontrar en todas partes y de manera simultánea. Cuando leo estos libros no puedo menos que pensar que debo haber estado viajando en círculos muy diferentes a los de esos escritores. El mundo que he tenido la fortuna de conocer, como espero que se demostrará en este libro, con la más absoluta certeza no es plano. Está repleto de cumbres y valles, anomalías curiosas y distracciones sublimes. La historia no se ha detenido, y el proceso de cambio y transformación cultural continúa siendo hoy tan dinámico como siempre. El mundo solo puede aparecer monocromático a los ojos de aquellos que insisten en interpretar lo que experimentan a través de un único paradigma cultural, el suyo propio. Para aquellos que tienen ojos para ver y corazón para sentir, la topografía del espíritu sigue siendo rica y compleja.” (p. 17)
Walter Benjamin
ESCRITOS AUTOBIOGRÁFICOS (III)
Madrid, 1996, Alizanza Editorial.
“Finalmente, este cansancio se vincula de forma extraña a eso que me provoca la insatisfacción con mi existencia. Es una aversión creciente, también una falta de confianza con respecto a los caminos que veo tomar en Alemania a las personas de mi misma posición y clase para hacerse dueños de la desconsoladora situación espiritual y política. Lo que a mí me atormenta es la imprecisión y la inexactitud de los posicionamientos políticos entre las pocas personas que me son cercanas; lo que hiere mi paz interna, que es también mi carácter pacífico, es la desproporción entre la dureza con que se resuelven ante mí tales discrepancias -si bien desde hace tiempo no siempre son sólo las discrepancias en sí- y las a menudo mínimas diferencias objetivas. […] no hace falta más que aludir a mi creciente disposición a quitarme la vida. Una disposición que no viene dada por ningún agudo pánico, sino que está muy profundamente relacionada con mi cansancio de luchar en el frente económico” (pp. 146-147)
[Benjamin escribió estas líneas a lo largo de mayo y junio de 1931.]
“Lo absolutamente afortunado, lo absolutamente importante, con frecuencia no se puede hacer comprensible de otra forma mejor que manteniéndolo al lado de lo completamente fracasado, de lo completamente banal.” (p. 149)