viernes, 30 de abril de 2021

Wade Davis
LOS GUARDIANES DE LA SABIDURÍA ANCESTRAL (II)
Madrid, 2020, Punto de Vista.



“El conocimiento rara vez es ajeno al poder y la interpretación con demasiada frecuencia no es más que la expresión de una conveniencia.” (p. 73)

“En el principio, antes de la creación de las estaciones, antes de que la Madre Ancestral, Romi Kumu, la Mujer Chamán, abriera su útero, antes de que su sangre y la leche sus senos diera origen a los ríos y sus costillas dieran origen a las cadenas montañosas de la Tierra, en el universo solo existía el caos. Los espíritus y los demonios designados como Él buscaban presas entre sus propios congéneres, se reproducían sin cesar, cometían incesto sin castigo alguno, devoraban a sus propios vástagos. Romi Kumu respondió a aquello destruyendo el mundo con fuego e inundaciones. Y luego, al igual que una madre le da la vuelta en la plancha caliente a una tajada de pan de mandioca, le dio la vuelta hasta dejar boca abajo aquel mundo carbonizado e inundado, creando un molde plano y vacío a partir del cual la vida podría emerger una vez mas. Como Mujer Chamán que era, entonces dio a luz un nuevo mundo: tierra, agua, bosques y animales.” (p. 112)
[La cita recoge el relato de la creación del mundo según los barasana, etnia indígena de la amazonia colombiana.]

“Consideramos normal que una gente que nunca ha estado en la tierra, que no tiene historia ni vínculo ninguno al país, pueda hacerse legalmente al derecho a venir y, dada la naturaleza misma de su empeños y empresas, dejar a su paso un paisaje físico y cultural completamente transformado y profanado. Es más, al otorgar tales derechos y concesiones mineras, con frecuencia, al principio, por unas sumas nimias de dinero, a unos especuladores de ciudades lejanas y ajenas, a unas compañías con menos historia que la que puede tener mi perro, estamos demostrando que no solo no le asignamos valor cultural alguno a esa tierra, sino que ni siquiera le asignamos un justo valor de mercado. El costo de destruir un bien natural, o en su defecto, de su valor inherente en el caso de que lo dejaran intacto, no tiene valor mensurable en los cálculos económicos que respaldan la industrialización de la naturaleza virgen. Ninguna compañía tendrá que compensar al ente público por el daño que pueda hacerle a los ejidos o territorios comunes, a los bosques, montañas y ríos que por definición pertenecen todos. Basta una promesa de flujo de utilidades y empleos para que se otorguen tales permisos. Y damos lo anterior por hecho, ya que es precisamente sobre estos principios que se fundamenta nuestro sistema, es así como el comercio extrae valor y utilidad en una economía que se basa en la explotación de los recursos naturales,” (pp. 123-124)

“La medida cabal de una cultura abarca tanto sus actos como la calidad de sus aspiraciones: la naturaleza de las metáforas que los impulsan hacia adelante.” (p. 128)