Walter Benjamin
ESCRITOS AUTOBIOGRÁFICOS (IV)
Madrid, 1996, Alizanza Editorial.
ESCRITOS AUTOBIOGRÁFICOS (IV)
Madrid, 1996, Alizanza Editorial.
“He conocido a tres mujeres diferentes en mi vida, y a tres hombres diferentes en mí. Escribir la historia de mi vida significa exponer la construcción y desmoronamiento de estos tres hombres y los compromisos adquiridos entre ellos: el triunvirato que representa ahora mi vida.” (p. 151-152)
“La novela parece a priori tender más claramente al consumo, a un disfrute no productivo, que las restantes formas del arte. […] Hace mucho que han pasado los tiempos en que este alimento poseía un valor nutritivo, y lo «popular» del arte, hoy representado esencialmente por las novelas de éxito, hace mucho tiempo que ya no tiene nada de productivo o de nutritivo -como sí lo ha tenido la novela en los tiempos de la incipiente emancipación de la clase burguesa-: más bien se ha vuelto la expresión de una incorporación total de este tipo de escritura a la circulación de mercancías; sirve única y exclusivamente al confort.” (p. 169)
“El lenguaje ha supuesto inequívocamente que la consciencia no sea un instrumento para explorar el pasado, sino su escenario. Es el medio de lo vivido, como la tierra es el medio en el que las ciudades muertas yacen sepultadas. Quien se trate de acercar a su propio pasado sepultado debe comportarse como un hombre que cava. Eso determina el tono, la actitud de los auténticos recuerdos. Estos no deben tener miedo a volver una y otra vez sobre uno y el mismo estado de cosas; esparcirlo como se esparce la tierra, levantarlo como se levanta la tierra al cavar. […] el recuerdo no debe avanzar de un modo narrativo, ni menos aún informativo, sino ensayar épica y rapsódicamente, en el sentido estricto de la palabra, su prospección de tanteo en lugares siempre nuevos, indagando en los antiguos mediante capas cada vez más profundas.” (pp. 210-211)
“La novela parece a priori tender más claramente al consumo, a un disfrute no productivo, que las restantes formas del arte. […] Hace mucho que han pasado los tiempos en que este alimento poseía un valor nutritivo, y lo «popular» del arte, hoy representado esencialmente por las novelas de éxito, hace mucho tiempo que ya no tiene nada de productivo o de nutritivo -como sí lo ha tenido la novela en los tiempos de la incipiente emancipación de la clase burguesa-: más bien se ha vuelto la expresión de una incorporación total de este tipo de escritura a la circulación de mercancías; sirve única y exclusivamente al confort.” (p. 169)
“El lenguaje ha supuesto inequívocamente que la consciencia no sea un instrumento para explorar el pasado, sino su escenario. Es el medio de lo vivido, como la tierra es el medio en el que las ciudades muertas yacen sepultadas. Quien se trate de acercar a su propio pasado sepultado debe comportarse como un hombre que cava. Eso determina el tono, la actitud de los auténticos recuerdos. Estos no deben tener miedo a volver una y otra vez sobre uno y el mismo estado de cosas; esparcirlo como se esparce la tierra, levantarlo como se levanta la tierra al cavar. […] el recuerdo no debe avanzar de un modo narrativo, ni menos aún informativo, sino ensayar épica y rapsódicamente, en el sentido estricto de la palabra, su prospección de tanteo en lugares siempre nuevos, indagando en los antiguos mediante capas cada vez más profundas.” (pp. 210-211)