martes, 6 de abril de 2021

Gregorio Morán
EL CURA Y LOS MANDARINES (I)
Tres Cantos, 2014, Akal.



“En ocasiones los libros son como las armas de fuego: los carga el diablo. De manera sorpresiva se disparan y uno no sabe muy bien por qué, hasta que se da cuenta de que han herido supuestamente en su vanidad o en su honor (que a veces son lo mismo) a alguien que pasaba por allí. Los escritores disponen de unos instrumentos que de pronto se convierten en escopetas que dan en un blanco que jamás hubieran imaginado. Incluso de manera cómica le llenan el culo de perdigones -siempre molestos, aunque no letales- a tipos en los que jamás hubiera pensado que les pudiera afectar, porque suponía que estaban blindados frente a los efectos de la letra impresa.” (p. 7)

“No hay saltos en la historia, es terrible tener que reconocerlo; lo que hay es nuestra incapacidad para analizar los rasgos de lo nuevo y entender el punto de fusión donde comienza el estallido. La revolución o la «contra».” (p. 21)

“¡Entienden ahora por qué insisto en que la singularidad española del fascismo es que ninguno de los parientes, hijos, yernos primos, sobrinos, de los criminales de Estado escribieron una maldita línea para decir «me callé porque tenía miedo de que peligrara mi carrera profesional» Si hubieran sido ingenieros a lo mejor hubieran tenido alguna disculpa, ¡pero tratándose de historiadores! Y además especializados en el liberalismo. Cuesta dar crédito a esta vergüenza que al parecer ellos llevaban con la mayor tranquilidad. Bastaba con el silencio. El historiador Miguel Artola convivió durante muchos años con un suegro y de seguro abuelo encantador, que en los Consejos de ministros de los viernes se dedicaba a crujir a los españoles.” (p. 60)

[Morán se refiere al militar africanista y rebelde Camilo Menéndez Tolosa, que llegaría a ser ministro del Ejército en 1964.]