miércoles, 8 de febrero de 2012

Miguel de Unamuno / Ángel Ganivet
EL PORVENIR DE ESPAÑA
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Edición digital a partir de la de Madrid, Espasa Calpe, Col. Austral, 1940 y cotejada con la edición de E. Inman Fox (Madrid, Espasa Calpe, Col. Austral, 1990).


“El Idearium se me presenta como alta roca a cuya cima orean vientos puros, destacándose del pantano de nuestra actual literatura, charca de aguas muertas y estancadas de donde se desprenden los miasmas que tienen sumidos en fiebre palúdica espiritual a nuestros jóvenes intelectuales. No es, por desgracia, ni la insubordinación ni la anarquía lo que, como usted insinúa, domina en nuestras letras; es la ramplonería y la insignificancia que brotan como de manantial de nuestra infilosofía y nuestra irreligión, es el triunfo de todo género que no haga pensar.” (Primera parte. “A Ángel Ganivet”; apartado I)

“¡Utopías! ¡Utopías! Es lo que más falta nos hace, utopías y utopistas. Las utopías son la sal de la vida del espíritu, y los utopistas, como los caballos de carrera, mantienen, por el cruce espiritual, pura la casta de los utilísimos pensadores de silla, de tiro o de noria.” (Primera parte. “A Ángel Ganivet”; apartado III)

“Siempre he creído que la Historia, que da razón de los cuatro que gritan y nada dice de los cuarenta mil que callan, ha hecho el papel de enorme lente de aumento en lo que se refiere al cruce de raza en el suelo español. Las crónicas nos hablan de la invasión de los iberos, de los celtas, de los fenicios, de los romanos, de los godos, de los árabes, etc., y esto nos hace creer que se ha formado aquí una mescolanza de pueblos diversos, cuando estoy persuadido de que todos esos elementos advenedizos representan junto al fondo primitivo, prehistórico, una proporción mucho menor de lo que nos figuramos, débiles capas de aluvión sobre densa roca viva. Un batallón de jinetes que entra metiendo mucho ruido en un pueblo pacífico, que en su mayor parte le ve entrar con indiferencia, da que decir a las gacetillas, y el más leve motín de un lugar abulta en los telegramas, donde no se da cuenta de los que van, como todos los años, a trillar sus parvas. Desde la orilla se ve durante una tempestad cómo se alzan tumultuosas y potentes las olas, y no se da cuenta de que todo aquel tumulto no pasa de la superficie, de que las aguas que se embravecen y braman son una débil película comparadas a las profundas capas que permanecen en reposo. Brama la tempestad sobre la solemne calma de los abismos submarinos. El día mismo del desastre de la escuadra de Cervera hallábame yo, acordonado desde hacía días para no recibir diarios, en una dehesa en cuyas eras trillaban en paz su centeno los labriegos, ignorantes de cuanto a la guerra se refiere. Y estoy seguro de que eran en toda España muchísimos más los que trabajaban en silencio, preocupados tan sólo del pan de cada día, que los inquietos por los públicos sucesos.” (Segunda parte. “A Ángel Ganivet”; apartado I)

“El patriotismo tal y como hoy se entiende en los patriotismos nacionales es un sentimiento pagano. Decimos con los labios que todos los hombres somos hermanos, pero en realidad practicamos el adversus aeterna auctoritas, y tenemos de la fraternidad la idea que tienen las tribus salvajes: sólo es hermano el de la misma tribu.” (Segunda parte. “A Ángel Ganivet”; apartado V)