John Irving
LA NOVIA IMAGINARIA
Madrid, 1997, Tusquets.
LA NOVIA IMAGINARIA
Madrid, 1997, Tusquets.
“Este relato es autobiográfico, pero os pido por favor que comprendáis que, para cualquier escritor dotado de una buena imaginación, todos los relatos autobiográficos son falsos. La memoria de un narrador es una proveedora de detalles especialmente imperfecta. Un detalle imaginado es siempre mejor que uno recordado. El detalle correcto pocas veces es con exactitud lo sucedido; el detalle más verdadero es lo que podría o debería haber sucedido. La mitad de mi vida es un acto de revisión, y más de la mitad de ese acto se lleva a cabo con pequeños cambios. Ser escritor es un arduo maridaje entre una observación minuciosa y la imaginación, no menos minuciosa, de las realidades que no has tenido ocasión de ver. El resto es el necesario, estricto y asiduo trabajo con el lenguaje, lo cual significa para mí escribir las frases una y otra vez hasta que parezcan tan espontáneas como una buena conversación.” (p. 13)
“En la época en que Eric Ross y yo llegamos a Viena, hacía mucho tiempo que el antisemitismo se practicaba de un modo más severo que la «sonrisa ambigua», había degenerado en vil matonismo y era imposible «no tenerlo en cuenta». Aunque no era insólito ver «cabezas rapadas» con pendientes en forma de cruz gamada, no te topabas con frecuencia con ellos. Lo que sí menudeaba era la imagen de los tímidos ciudadanos que desviaban la vista de los cabezas rapadas, fingiendo que no los veían. En nuestra condición de norteamericanos jóvenes e idealistas, lo único que Eric y yo podíamos hacer era sostener un espejo ante esa inexplicable tolerancia de la intolerancia. Más de treinta años después, todavía es un tema de conversación frecuente entre Eric y yo: no la simple intolerancia sino la tolerancia de la intolerancia es lo que posibilita la persistencia de la intolerancia.” (pp. 68-69)
“Para el lector moderno, con demasiada frecuencia, cuando un escritor corre el riesgo de ser sentimental ya es culpable. Pero es una cobardía por parte del escritor temer tanto el sentimentalismo que lo evita por completo.” (pp. 265-266)