Bertolt Brecht
VIDA DE GALILEO / MADRE CORAJE Y SUS HIJOS (I)
Madrid, 2007, Alianza Editorial.
“GALILEO. ¿Quieres dejar de quedarte ahí como un bacalao, cuando hemos descubierto la verdad?
SAGREDO. No me quedo como un bacalao, sino que tiemblo al pensar que pudiera ser la verdad.
GALILEO. ¿Qué?
SAGREDO. ¿Has perdido el juicio? ¿No sabes realmente a qué te expones si es verdad eso que ves? ¿Y si gritas por todas las plazas que la Tierra es una estrella y no el centro del Universo?
GALILEO. Sí, ¡y no que todo el gigantesco Universo, con todos sus astros, gira en torno a nuestra minúscula Tierra, como piensan todos!
SAGREDO. ¡Es decir, que sólo hay astros!... ¿Y dónde está Dios?
GALILEO. ¿Qué quieres decir?
SAGREDO. ¡Dios! ¿Dónde está Dios?
GALILEO, colérico: ¡Ahí no! ¡Lo mismo que no lo encontrarían en la Tierra si hubiera ahí seres vivientes y los buscaran aquí!
SAGREDO. Y entonces ¿dónde está Dios?
GALILEO. ¿Soy teólogo acaso? Soy matemático.
SAGREDO. Antes que nada eres un ser humano. Y yo te pregunto: ¿dónde está Dios en tu sistema universal?
GALILEO. ¡En nosotros o en ninguna parte!
SAGREDO, gritando : ¿Como decía el que quemaron en la hoguera?
GALILEO. ¡Como decía el que quemaron en la hoguera!
SAGREDO. ¡Por eso lo quemaron! ¡No hace diez años aún!
GALILEO. ¡Porque no pudo demostrar nada! ¡Porque sólo lo afirmó! [...]
SAGREDO. Galilei, siempre te he conocido como hombre astuto. Durante diecisiete años en Padua y tres en Pisa enseñaste pacientemente a cientos de alumnos el sistema tolemaico que la Iglesia predica y que confirman las Escrituras en que descansa la Iglesia. Lo tenías por erróneo, de acuerdo con Copérnico, pero lo enseñabas.
GALILEO. Porque no podía probar nada.
SAGREDO, incrédulo: ¿Y crees que esto cambia las cosas?
GALILEO. ¡Totalmente! ¡Mira, Sagredo! ¡Tengo fe en los hombres, lo que quiere decir que tengo fe en su razón! Sin esa fe no tendría fuerzas para levantarme por las mañanas de la cama.
SAGREDO. Entonces te diré algo: yo no tengo fe en ellos. Cuarenta años entre los hombres me han enseñado continuamente que no son accesibles a la razón. Muéstrales la roja cola de un cometa, infúndeles un miedo absurdo y los verás salir corriendo de sus casas y partirse las piernas. Pero diles algo racional y pruébaselo con siete argumentos, y se burlarán de ti.
GALILEO. Eso es totalmente falso y una calumnia. No comprendo cómo, si crees eso, puedes amar la Ciencia. ¡Sólo a los muertos dejan indiferentes las razones!
SAGREDO. ¿Cómo puedes confundir su lastimosa astucia con la razón?
GALILEO. No hablo de su astucia. Sé que llaman al asno caballo cuando lo venden y al caballo asno cuando lo quieren comprar. Ésa es su astucia. La vieja que, la noche antes del viaje le da con su mano seca un haz de heno al mulo, el navegante, que al comprar provisiones, piensa en la tormenta y la calma chicha, el niño, que se pone la gorra cuando se le demuestra que puede llover, todos ellos son mi esperanza, todos atienden a razones. Sí, tengo fe en la suave violencia de la razón sobre los hombres. A la larga no pueden resistírsele. Nadie puede ver mucho tiempo cómo dejo caer una piedra -deja caer al suelo una piedra de la mano- y digo que no cae. De eso nadie es capaz. La seducción que se desprende de una prueba es demasiado grande. La mayoría se rinde a ella, y a la larga todos. Pensar es uno de los mayores placeres del ser humano.” (pp. 33-35)
[La cita pertenece a la obra “VIDA DE GALILEO”.]
VIDA DE GALILEO / MADRE CORAJE Y SUS HIJOS (I)
Madrid, 2007, Alianza Editorial.
“GALILEO. ¿Quieres dejar de quedarte ahí como un bacalao, cuando hemos descubierto la verdad?
SAGREDO. No me quedo como un bacalao, sino que tiemblo al pensar que pudiera ser la verdad.
GALILEO. ¿Qué?
SAGREDO. ¿Has perdido el juicio? ¿No sabes realmente a qué te expones si es verdad eso que ves? ¿Y si gritas por todas las plazas que la Tierra es una estrella y no el centro del Universo?
GALILEO. Sí, ¡y no que todo el gigantesco Universo, con todos sus astros, gira en torno a nuestra minúscula Tierra, como piensan todos!
SAGREDO. ¡Es decir, que sólo hay astros!... ¿Y dónde está Dios?
GALILEO. ¿Qué quieres decir?
SAGREDO. ¡Dios! ¿Dónde está Dios?
GALILEO, colérico: ¡Ahí no! ¡Lo mismo que no lo encontrarían en la Tierra si hubiera ahí seres vivientes y los buscaran aquí!
SAGREDO. Y entonces ¿dónde está Dios?
GALILEO. ¿Soy teólogo acaso? Soy matemático.
SAGREDO. Antes que nada eres un ser humano. Y yo te pregunto: ¿dónde está Dios en tu sistema universal?
GALILEO. ¡En nosotros o en ninguna parte!
SAGREDO, gritando : ¿Como decía el que quemaron en la hoguera?
GALILEO. ¡Como decía el que quemaron en la hoguera!
SAGREDO. ¡Por eso lo quemaron! ¡No hace diez años aún!
GALILEO. ¡Porque no pudo demostrar nada! ¡Porque sólo lo afirmó! [...]
SAGREDO. Galilei, siempre te he conocido como hombre astuto. Durante diecisiete años en Padua y tres en Pisa enseñaste pacientemente a cientos de alumnos el sistema tolemaico que la Iglesia predica y que confirman las Escrituras en que descansa la Iglesia. Lo tenías por erróneo, de acuerdo con Copérnico, pero lo enseñabas.
GALILEO. Porque no podía probar nada.
SAGREDO, incrédulo: ¿Y crees que esto cambia las cosas?
GALILEO. ¡Totalmente! ¡Mira, Sagredo! ¡Tengo fe en los hombres, lo que quiere decir que tengo fe en su razón! Sin esa fe no tendría fuerzas para levantarme por las mañanas de la cama.
SAGREDO. Entonces te diré algo: yo no tengo fe en ellos. Cuarenta años entre los hombres me han enseñado continuamente que no son accesibles a la razón. Muéstrales la roja cola de un cometa, infúndeles un miedo absurdo y los verás salir corriendo de sus casas y partirse las piernas. Pero diles algo racional y pruébaselo con siete argumentos, y se burlarán de ti.
GALILEO. Eso es totalmente falso y una calumnia. No comprendo cómo, si crees eso, puedes amar la Ciencia. ¡Sólo a los muertos dejan indiferentes las razones!
SAGREDO. ¿Cómo puedes confundir su lastimosa astucia con la razón?
GALILEO. No hablo de su astucia. Sé que llaman al asno caballo cuando lo venden y al caballo asno cuando lo quieren comprar. Ésa es su astucia. La vieja que, la noche antes del viaje le da con su mano seca un haz de heno al mulo, el navegante, que al comprar provisiones, piensa en la tormenta y la calma chicha, el niño, que se pone la gorra cuando se le demuestra que puede llover, todos ellos son mi esperanza, todos atienden a razones. Sí, tengo fe en la suave violencia de la razón sobre los hombres. A la larga no pueden resistírsele. Nadie puede ver mucho tiempo cómo dejo caer una piedra -deja caer al suelo una piedra de la mano- y digo que no cae. De eso nadie es capaz. La seducción que se desprende de una prueba es demasiado grande. La mayoría se rinde a ella, y a la larga todos. Pensar es uno de los mayores placeres del ser humano.” (pp. 33-35)
[La cita pertenece a la obra “VIDA DE GALILEO”.]