domingo, 2 de febrero de 2020


Stephen King
REVIVAL (II)
Barcelona, 2015, Penguin Random House.



“—Debe usted sentarse, reverendo. Está fuera de sí.
  El reverendo Jacobs no se sentó.
  —¿Y qué recibimos a cambio de nuestra fe? ¿De los siglos durante los que hemos entregado a tal o cual iglesia nuestra sangre y nuestros tesoros? La certeza de que nos espera el cielo al final del camino y, cuando lleguemos allí, se nos explicará el desenlace del chiste y diremos: «¡Ah, sí! Ahora lo pillo». Esa es la gran recompensa. Nos lo inculcan desde nuestros primeros días: ¡cielo, cielo, cielo! ¡Allí veremos a los hijos que hemos perdido, allí nuestras queridas madres nos estrecharán entre sus brazos! Esa es la zanahoria. ¡El palo con el que nos pegan es el infierno, el infierno, el infierno! Un Sheol de condenación y tormento eternos. Decimos a niños tan pequeños como mi querido hijo perdido que se arriesgan al fuego eterno si roban un caramelo o mienten acerca de cómo se han mojado los zapatos nuevos.
  »No existen pruebas de estos destinos después de la vida, ninguna base científica, sino solo la fe desnuda, unida a nuestra intensa necesidad de creer que todo tiene sentido. Pero cuando estuve en la sala del fondo de la Funeraria Peabody y contemplé los restos destrozados de mi hijo, que quería ir a Disneylandia mucho más que ir al cielo, tuve una revelación. La religión es el equivalente teológico de los seguros fraudulentos, en los que uno paga la prima un año tras otro, y un día, cuando necesita las prestaciones por las que ha pagado tan… y perdón por el juego de palabras… religiosamente, descubre que la compañía que ha aceptado su dinero en realidad no existe.” (pp. 82-83)
[Las cursivas pertenecen al texto.]

“«La música importa —me dijo una vez—. La literatura popular cae en el olvido, las series de televisión caen en el olvido, y a ver si eres capaz de decirme qué películas viste en el cine hace dos años. En cambio la música perdura, incluso la música pop. Sobre todo la música pop. Por más que desprecies Raindrops Keep Fallin’ On My Head, la gente seguirá escuchando esa bobada de mierda dentro de cincuenta años».” (p. 199)

“Así es como nos labramos la condenación: desoyendo la voz que nos ruega que nos detengamos. Que nos detengamos cuando todavía estamos a tiempo.” (p. 382)