viernes, 24 de septiembre de 2021

Alan Isler
FE DE ERRATAS (III)
Madrid, 2003, Akal.


“Dios se ha convertido en un asunto un tanto bochornoso, un tigre de papel, un coco con el que asustar a los niños. Si hoy en día tenemos fe en algo, es en el mal universal, una fe dura, sólo para adultos. Miramos a nuestro alrededor y vemos un mundo infestado de maldad, un mundo en el que el poder es necesariamente corrupto y la humanidad se ve necesariamente degradada. Sabemos, además, que no hay nada que podamos hacer. La creencia en el mal universal nos libra de la desesperación. Una vez más, somos capaces de percibir un horizonte último de sentido en tanto que especie, y eso, después de todo, era lo que anhelábamos. Con la fe en el mal universal e ineluctable recuperamos parte de lo que la humanidad perdió con la desaparición del Dios del ámbito de nuestras vidas cotidianas. Ahora que somos adultos podemos reconocer que vivimos en la peor y más caótica de las épocas posibles, que todo se ha hecho añicos, que se ha esfumado toda coherencia, que el miedo y no el cielo gobierna nuestras vidas y que la esperanza es el más cruel de los numerosos escarnios que hemos venido a sufrir a este mundo. A veces pienso que las únicas palabras veraces del Nuevo Testamento son: «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Los antiguos creían que la historia se dividía en cuatro Edades: Oro, Plata, Bronce y Hierro. El mundo lleva mucho tiempo en la Edad de Hierro, que además, como subrayó el poeta Donne «está oxidado». Lo que esta nueva fe nos ofrece es una certeza epistemológica, sentimos en lo más hondo de nuestro ser que estamos en lo cierto.” (p. 153)