Amos Oz
UNA HISTORIA DE AMOR Y OSCURIDAD (I)
Madrid, 2002, Siruela.
“Una vez el tío Yosef me dijo algo así: «Querido, seguro que en el colegio te enseñan a detestar a ese judío trágico y extraordinario, pero espero que no te enseñen a escupir cuando pases delante de su imagen o de su cruz. Querido, cuando crezcas, a pesar de lo que digan tus maestros, lee el Nuevo Testamento y te darás cuenta de que ese hombre era carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre, una especie de tzadik o de 'taumaturgo', era un soñador carente de cualquier conciencia política, pero a pesar de todo tendrá un lugar en el panteón de los grandes de Israel, junto a Baruch Spinoza, quien también fue anatemizado y también merece que le retiremos el anatema: y desde aquí, desde la Jerusalén renovada, debemos alzar a voz y decirles a Jesús y a Baruch Spinoza: '¡Eres nuestro hermano, eres nuestro hermano!'. Y debes saber que los acusadores no son más que judíos del pasado, cortos de miras y con escasa inteligencia, como topos en sus madrigueras. Y tú, cariño, para no ser como ellos debes leer buenos libros, ¡lee y sigue leyendo!»” (p. 95)
UNA HISTORIA DE AMOR Y OSCURIDAD (I)
Madrid, 2002, Siruela.
“Una vez el tío Yosef me dijo algo así: «Querido, seguro que en el colegio te enseñan a detestar a ese judío trágico y extraordinario, pero espero que no te enseñen a escupir cuando pases delante de su imagen o de su cruz. Querido, cuando crezcas, a pesar de lo que digan tus maestros, lee el Nuevo Testamento y te darás cuenta de que ese hombre era carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre, una especie de tzadik o de 'taumaturgo', era un soñador carente de cualquier conciencia política, pero a pesar de todo tendrá un lugar en el panteón de los grandes de Israel, junto a Baruch Spinoza, quien también fue anatemizado y también merece que le retiremos el anatema: y desde aquí, desde la Jerusalén renovada, debemos alzar a voz y decirles a Jesús y a Baruch Spinoza: '¡Eres nuestro hermano, eres nuestro hermano!'. Y debes saber que los acusadores no son más que judíos del pasado, cortos de miras y con escasa inteligencia, como topos en sus madrigueras. Y tú, cariño, para no ser como ellos debes leer buenos libros, ¡lee y sigue leyendo!»” (p. 95)