Natsume Soseki
KOKORO
Madrid, 2009, Gredos.
“Tal vez estoy repitiendo algo
que reconoce todo el mundo, pero creo que entre un hombre y una mujer que son
buenos amigos y se ven muchas veces no hay esa frescura tan estimulante y
necesaria para el enamoramiento. Para captar el perfume del incienso, hay que
olerlo en el momento de quemarse; para saborear al máximo el sake, hay que
degustarlo en el instante de meterlo en la boca por primera vez. Igualmente, en
el impulso del amor, debe existir un punto clave en el tiempo. Si ese punto se
deja pasar, si una persona se acostumbra a la otra, puede surgir el cariño,
pero el nervio del enamoramiento poco a poco se va paralizando.” (p. 207)
“Creo, en efecto, que ya a los
dieciséis o diecisiete años me había asombrado al descubrir en el mundo la
existencia de la belleza. Muchas veces, dudaba de lo que veía y frotándome los
ojos exclamaba: <<¡Qué hermoso!>>. Es a los dieciséis o diecisiete años
cuando los chicos y las chicas llegan a la pubertad. Al entrar en ella,
descubría la belleza en las chicas por primera vez. Mis ojos, hasta entonces
ciegos a las mujeres, acababan de reparar de repente en su existencia. Mi mundo
se había renovado por completo.” (p. 210)