Wenceslao Fernández Flórez
EL BOSQUE ANIMADO
Madrid, 2007, Espasa-Calpe.
“Los árboles ejercitan
distracciones, tan inocentes como ellos mismos, que no conocen el mal.
Especialmente les gusta cantar, y cantan en coro las pocas canciones que han
logrado componer. Como todas las plantas, aman intensamente el agua y a
ensalzarla dedican sus mejores sinfonías, que son dos y las podéis oír en todos
los bosques del mundo: una imita el ruido de la lluvia sobre el ramaje y la
otra copia el rumor de un mar lejano. Alguna vez, en la penumbra de una
arboleda, os habrá sorprendido el son de un aguacero que, distante al
principio, va acercándose hasta pasar sobre vuestra cabeza; miráis el cielo por
los intersticios del verdor, y está limpio y azul: ni una gota desciende a
humedecer la tierra, pero el sonido continúa y se aleja y vuelve... (...) Otras
veces se hace audible en el bosque el fragor -muy remoto- de un mar embravecido,
el rodar de las olas desmelenadas y su choque sonoro contra los arrecifes.
Juraríais que el océano abre sus llanuras poco más allá de la floresta, y, sin
embargo, os separan de él muchos kilómetros; pero los pinos rodenos que viven
en los acantilados han aprendido su canción y se la enseñaron a los demás
árboles. Tan bien la saben que no falta ni el silbido del viento en las cuerdas
de los navíos ni el correr del agua por la playa, que evoca el rasgarse de una
tela sedosa.” (pp. 44-45)
“Y transcurrieron los días. Y los
años.
Y vino la Muerte y pasó su
esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las
historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y
revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las
cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus
amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como
creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un
solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena,
sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito.” (p. 249)