martes, 6 de marzo de 2012

John Boyne
EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS
Barcelona, 2009, Salamandra.


“—Bruno —dijo entonces con infinita paciencia, como si no hubiera en el mundo nada más evidente que aquello—, la alambrada no está ahí para impedir que nosotros vayamos al otro lado. Está para impedir que ellos vengan aquí.
   El niño reflexionó sobre aquello, pero no sacó nada en claro.
   —Pero ¿por qué? —preguntó.
   —Porque hay que mantenerlos juntos —explicó Gretel.
   —¿Con sus familias, quieres decir?
   —Bueno, sí, con sus familias. Pero también con los de su clase.
   —¿Qué quieres decir?
   Gretel suspiró y sacudió la cabeza.
   —Con los otros judíos, Bruno. ¿No lo sabías? Por eso hay que mantenerlos juntos. No pueden mezclarse con nosotros.
   —Judíos —repitió Bruno, experimentando con la palabra. Le gustaba cómo sonaba—. Judíos —repitió—. Toda la gente que hay al otro lado de la alambrada es judía.
   —Exacto —confirmó Gretel.
   —¿Nosotros somos judíos?
   Gretel abrió la boca como si le hubieran dado una bofetada.
   —No, Bruno —exclamó quedamente—. No, claro que no. Y eso no deberías ni insinuarlo.
   —¿Por qué? Entonces ¿qué somos nosotros?
  —Nosotros somos... —empezó Gretel, pero tuvo que pararse a pensar—. Nosotros somos... —repitió, pues no estaba muy segura de la respuesta—. Mira, nosotros no somos judíos —dijo al final.
   —Eso ya lo sé —replicó Bruno con frustración—. Lo que te pregunto es qué somos, si no somos judíos.
   —Somos lo contrario —dijo Gretel rápidamente, y se quedó muy satisfecha con su respuesta—. Sí, eso es. Nosotros somos lo contrario.
   —Ah, vale. —Bruno se alegró de entenderlo por fin—. Y los contrarios vivimos en este lado de la alambrada y los judíos viven en el otro.
   —Exacto, Bruno.
   —¿Es que a los judíos no les gustan los contrarios?
   —No; es a nosotros a quienes no nos gustan ellos, estúpido.
Bruno frunció el entrecejo. A Gretel le habían dicho infinidad de veces que no debía llamar estúpido a su hermano, pero aun así ella seguía haciéndolo.
   —Ah. ¿Y por qué no nos gustan? —preguntó.
   —Porque son judíos.
   —Ya entiendo. Los contrarios y los judíos no se llevan bien.
  —Exacto —dijo Gretel, que había descubierto algo raro en su pelo y estaba examinándolo minuciosamente.” (pp. 180-182)