John Boyne
EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS
Barcelona, 2009, Salamandra.
“—Bruno
—dijo entonces con infinita paciencia, como si no hubiera en el mundo nada más
evidente que aquello—, la alambrada no está ahí para impedir que nosotros
vayamos al otro lado. Está para impedir que ellos vengan aquí.
El
niño reflexionó sobre aquello, pero no sacó nada en claro.
—Pero ¿por qué? —preguntó.
—Porque hay que mantenerlos
juntos —explicó Gretel.
—¿Con sus familias, quieres
decir?
—Bueno, sí, con sus familias.
Pero también con los de su clase.
—¿Qué
quieres decir?
Gretel
suspiró y sacudió la cabeza.
—Con los otros judíos, Bruno.
¿No lo sabías? Por eso hay que mantenerlos juntos. No pueden mezclarse con
nosotros.
—Judíos —repitió Bruno,
experimentando con la palabra. Le gustaba cómo sonaba—. Judíos —repitió—. Toda
la gente que hay al otro lado de la alambrada es judía.
—Exacto —confirmó Gretel.
—¿Nosotros somos judíos?
Gretel abrió la boca como si
le hubieran dado una bofetada.
—No, Bruno —exclamó
quedamente—. No, claro que no. Y eso no deberías ni insinuarlo.
—¿Por qué? Entonces ¿qué
somos nosotros?
—Nosotros somos... —empezó
Gretel, pero tuvo que pararse a pensar—. Nosotros somos... —repitió, pues no
estaba muy segura de la respuesta—. Mira, nosotros no somos judíos —dijo al
final.
—Eso ya lo sé —replicó Bruno
con frustración—. Lo que te pregunto es qué somos, si no somos judíos.
—Somos lo contrario —dijo
Gretel rápidamente, y se quedó muy satisfecha con su respuesta—. Sí, eso es.
Nosotros somos lo contrario.
—Ah, vale. —Bruno se alegró
de entenderlo por fin—. Y los contrarios vivimos en este lado de la alambrada y
los judíos viven en el otro.
—Exacto, Bruno.
—¿Es que a los judíos no les
gustan los contrarios?
—No; es a nosotros a quienes
no nos gustan ellos, estúpido.
Bruno frunció el entrecejo. A Gretel le habían dicho infinidad de
veces que no debía llamar estúpido a su hermano, pero aun así ella seguía
haciéndolo.
—Ah. ¿Y por qué no nos
gustan? —preguntó.
—Porque son judíos.
—Ya entiendo. Los contrarios
y los judíos no se llevan bien.
—Exacto —dijo Gretel, que había
descubierto algo raro en su pelo y estaba examinándolo minuciosamente.” (pp.
180-182)