lunes, 23 de abril de 2012


Enrique Vila-Matas
BARTLEBY Y COMPAÑÍA
Barcelona, 2000, Anagrama.


“Cuando le preguntaban por qué ya no escribía, Rulfo solía contestar:
-Es que se me murió el tío Celerino, que era el que me contaba las historias.
Su tío Celerino no era ningún invento. Existió realmente. Era un borracho que se ganaba la vida confirmando niños. Rulfo le acompañaba muchas veces y escuchaba las fabulosas historias que éste le contaba sobre su vida, la mayoría inventadas. Los cuentos de El llano en llamas estuvieron a punto de titularse Los cuentos del tío Celerino. Rulfo dejó de escribir poco después de que éste muriera. La excusa del tío Celerino es de las más originales que conozco de entre todas las que han creado los escritores del No para justificar su abandono de la literatura.” (pp. 16-17)

Marlon Brando
LAS CANCIONES QUE MI MADRE ME ENSEÑÓ
Barcelona, 1994, Anagrama.


“Después del éxito de Un tranvía, Tennessee escribió otras obras, pero ésta significó el apogeo de su carrera y a partir de entonces en cierto modo escribió trazando círculos, como si no supiera adónde ir. De alguna manera, estaba encerrado. Pero en el momento culminante de su capacidad fue un escritor extraordinario, además de un hombre encantador, sumamente modesto, que hablaba con amabilidad. Kazan lo describió acertadamente como un hombre carente de piel: no tenía piel, era indefenso, vulnerable a todo y a todos, cruelmente honesto, un poeta de alma prístina que padecía una neurosis profundamente arraigada, un hombre amable y sensible destinado a destruirse a sí mismo. Nunca mintió, nunca dijo nada desagradable de nadie y siempre fue ingenioso, pero llevaba una vida desgarrada. Si tuviéramos una cultura capaz de proporcionar apoyo y ayuda adecuados a un hombre de la delicadeza de Tennessee, tal vez podría haber sobrevivido. Era homosexual, pero nada afeminado ni exteriormente agresivo, y jamás intentó conquistar a los actores que trabajaban en sus obras. Si él no lo hubiera dicho, nadie se habría enterado de que era homosexual. Pero algo lo consumía interiormente, algo que al final lo empujó a la muerte.” (pp. 126-127)

Werner Heisenberg
LA IMAGEN DE LA NATURALEZA EN LA FÍSICA ACTUAL
Barcelona, 1976, Ariel.


“En ningún dominio se manifiesta esta situación con tanta claridad como precisamente en el de la moderna ciencia, en la que, según anteriormente dijimos, ha resultado que a los constituyentes elementales de la materia, a los entes que un día se concibieron como la última realidad objetiva, no podemos de ningún modo considerarlos ‘en sí’: se escabullen de toda determinación objetiva de espacio y tiempo, de modo que en último término nos vemos forzados a tomar por único objeto de la ciencia a nuestro propio conocimiento de aquellas partículas. La meta de la investigación, por consiguiente, no es ya el conocimiento de los átomos y de su movimiento ‘en sí’, prescindiendo de la problemática suscitada por nuestros procesos de experimentación; antes bien, desde un principio nos hallamos imbricados en la contraposición entre hombre y Naturaleza, y la ciencia es precisamente una manifestación parcial de dicho dualismo. Las vulgares divisiones del universo en sujeto y objeto, mundo interior y mundo exterior, cuerpo y alma, no sirven ya más que para suscitar equívocos. De modo que en la ciencia el objeto de la investigación no es la Naturaleza en sí misma, sino la Naturaleza sometida a la interrogación de los hombres; con lo cual, también en este dominio, el hombre se encuentra enfrentado a sí mismo.” (p. 20)

sábado, 21 de abril de 2012


Bertrand Russell
LA CONQUISTA DE LA FELICIDAD
Barcelona, 2003, Random House Mondadori.


“La competencia, considerada como lo más importante de la vida, es algo demasiado triste, demasiado duro, demasiado cuestión de músculos tensos y voluntad firme, para servir como base de la vida durante más de una o dos generaciones, como máximo. Después de ese plazo tiene que provocar fatiga nerviosa, diversos fenómenos de escape, una búsqueda de placeres tan tensa y difícil como el trabajo (porque relajarse resulta ya imposible), y al final la desaparición de la estirpe por esterilidad. No es solo el trabajo lo que ha quedado envenenado por la filosofía de la competencia; igualmente envenenado ha quedado el ocio. El tipo de ocio tranquilo y restaurador de los nervios se considera aburrido. Tiene que haber una continua aceleración, cuyo desenlace natural serán las drogas y el colapso. El remedio consiste en reconocer la importancia del disfrute sano y tranquilo en un ideal de vida equilibrado.” (p. 55)

“Hay personas que son incapaces de sobrellevar con paciencia los pequeños contratiempos que constituyen, si se lo permitimos, una parte muy grande de la vida. Se enfurecen cuando pierden un tren, sufren ataques de rabia si la comida está mal cocinada, se hunden en la desesperación si la chimenea no tira bien y claman venganza contra todo el sistema industrial cuando la ropa tarda en llegar de la lavandería. Con la energía que estas personas gastan en problemas triviales, si se empleara bien, se podrían hacer y deshacer imperios. El sabio no se fija en el polvo que la sirvienta no ha limpiado, en la patata que el cocinero no ha cocido, ni en el hollín que el deshollinador no ha deshollinado. No quiero decir que no tome medidas para remediar estas cuestiones, si tiene tiempo para ello; lo que digo es que se enfrenta a ellas sin emoción. La preocupación, la impaciencia y la irritación son emociones que no sirven para nada. Los que las sienten con mucha fuerza pueden decir que son incapaces de dominarlas, y no estoy seguro de que se puedan dominar si no es con esa resignación fundamental de la que hablábamos antes. Ese mismo tipo de concentración en grandes proyectos no personales, que permite sobrellevar el fracaso personal en el trabajo o los problemas de un matrimonio desdichado, sirve también para ser paciente cuando perdemos un tren o se nos cae el paraguas en el barro. Si uno tiene un carácter irritable, no creo que pueda curarse de ningún otro modo.” (pp. 198-199)

Miguel Delibes
LA SOMBRA DEL CIPRÉS ES ALARGADA
Barcelona, 1963, Destino.


“La idea de la muerte iba amoldándose a los límites, cada vez  más amplios, de mi corazón: iba adquiriendo consistencia y fuerza, invadiendo toda mi existencia psíquica, informándola en todas sus manifestaciones. Esta idea posibilitaba mi entera comprensión de la exacta teoría del desasimiento. Al hombre, por el mero hecho de vivir, le era necesario aprender antes a despojarse de todo con una sonrisa de escepticismo. La vida y el mundo corrían lo mismo en la felicidad que en la desgracia. Nadie podía dormirse en la euforia del optimismo o en la angustia del dolor; la corriente de la vida lo arrastraría sistemáticamente hasta expulsarlo de su cauce por nocivo y anormal. Había que seguir la corriente, parear la existencia íntima con el impulso vital que animaba a la masa humana. Las exigencias de la vida privaban en cierto modo al hombre de su albedrío; le hacían esclavo de una voluntad gregaria, que no goza ni siente, sino que va; va en un sentido o en otro, arrastrada por las circunstancias del momento, accionada por causas absolutamente extrañas a su voluntad.” (p. 82)

“Terminados mis estudios me enrolé en un barco frutero para cumplir mis cuatrocientos días de prácticas. (...) Aprendí entonces a ver tierras y mares; a navegar y a desenvolverme en el mundo; empecé a convencerme de que el moverse por la tierra causa mayores trastornos que cruzar el mar y que el temor al mar de los hombres de tierra se debe antes que nada a un fenómeno de sugestión apoyado en la idea obsesiva de la inmensidad en profundidad, longitud y anchura. A mí, que poco a poco iba trocándome en un hombre de mar, me mareaba la tierra más que el agua. Me mareaban los hombres con sus mezquinos problemas a cuestas, con su locuacidad desbordada, con sus ambiciones, con sus odios, con la visión clara de su vitalidad efímera, infaliblemente limitada. Encontraba por contra que el océano traía consigo la paz de los espíritus. Una paz sedante y fácil, que sólo puede dar lo que no ofrece límite ni barrera en el espacio ni en el tiempo.” (p. 143)

domingo, 15 de abril de 2012


Richard Evans
CONVERSACIONES CON JUNG
Madrid, 1968, Guadarrama.


“Si alguien fuera lo suficientemente inteligente para saber lo que ocurre en la psique de la gente, en sus mentes inconscientes, sería capaz de profetizar. Por ejemplo, yo podría haber predicho la época nazi en Alemania a través de la observación de mis pacientes alemanes. Tenían sueños en los que todo estaba anticipado, y con bastante detalle. Y yo estaba absolutamente seguro, en los años anteriores a Hitler, antes que Hitler comenzara su mandato. Puedo decir el año: era el año mil novecientos diecinueve cuando yo estaba seguro de que algo amenazaba a Alemania, algo muy grande, muy catastrófico. Y sólo lo sabía a través de la observación del inconsciente.” (p. 89)

“Para Freud, el inconsciente era un producto de la conciencia; simplemente, contenía los restos de la conciencia; quiero decir que veía en el inconsciente una especie de almacén donde se amontonaban y se abandonaban todas las cosas que habían sido descartadas de la conciencia. Sin embargo, para mí el inconsciente era una matriz, una especie de base de la conciencia, que poseía una naturaleza creadora y capaz de actos autónomos, de intrusiones autónomas en la conciencia. En otras palabras: yo consideraba la existencia del inconsciente como un hecho real, como un factor autónomo que era capaz de ejercer una acción independiente.” (p. 132)

(Las citas son, obviamente, respuestas de C. G. Jung a Richard Evans)

Isaac Bashevis Singer
LA FAMILIA MOSKAT
Barcelona, 1968, Planeta.


“Hertz Yanovar se echó a llorar. Sacó un pañuelo amarillo y se sonó. Se quedó delante de ellos confundido, avergonzado.
-No me quedan fuerzas –dijo disculpándose. Titubeó un momento y luego dijo, en polaco- : El Mesías vendrá pronto.
Asa Heshel lo miró asombrado.
-¿Qué quieres decir?
-La muerte es el Mesías. Ésa es la pura verdad.” (p. 575)

Gabriel García Márquez
VIVIR PARA CONTARLA
Barcelona, 2004, Random House Mondadori.


“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla.” (p. 7)

“Hoy es incontable el número de entrevistas de que he sido víctima a lo largo de cincuenta años y en medio mundo, y todavía no he logrado convencerme de la eficacia del género, ni de ida ni de vuelta. La inmensa mayoría de las que no he podido evitar sobre cualquier tema deberán considerarse como parte importante de mis obras de ficción, porque sólo son eso: fantasías sobre mi vida. En cambio, las considero invaluables, no para publicar, sino como material de base para el reportaje, que aprecio como el género estelar del mejor oficio del mundo.” (p. 484)

lunes, 9 de abril de 2012

Thomas Mann
LA MONTAÑA MÁGICA
Barcelona, 1979, Plaza y Janés.


"¿Qué es el Tiempo? Un misterio sin realidad propia y omnipotente. Es una condición del mundo fenomenal, un movimiento mezclado y unido a la existencia de los cuerpos en el espacio y a su movimiento. Pero ¿habría tiempo si no hubiese movimiento? ¿Habría movimiento si no hubiese tiempo? ¡Es inútil preguntar! ¿Es el tiempo función del espacio? ¿O es lo contrario? ¿Son ambos una misma cosa? ¡Es inútil continuar preguntando! El tiempo es activo, produce. ¿Qué produce? Produce el cambio. El ahora no es el entonces, el aquí no es el allí, pues entre ambas cosas existe siempre el movimiento. Pero como el movimiento por el cual se mide el tiempo es circular y se cierra sobre sí mismo, ese movimiento y ese cambio se podrían calificar perfectamente de reposo y de inmovilidad. El entonces se repite sin cesar en el ahora, y el allá se repite en el aquí. Y como, por otra parte, a pesar de los más desesperados esfuerzos, no se ha podido representar un tiempo finito ni un espacio limitado, se ha decidido creer que el tiempo y el espacio son eternos e infinitos con la esperanza de conseguir una explicación un poco más perfecta. Pero, al establecer el postulado de lo eterno y lo infinito, ¿no destruye lógica y matemáticamente todo lo finito y todo lo limitado? ¿No queda todo reducido a cero? ¿Es posible una sucesión en lo eterno? ¿Es posible una superposición en lo finito? ¿Cómo poner de acuerdo estas hipótesis auxiliares de lo eterno y lo infinito con los conceptos de distancia, movimiento y cambio? ¿No queda más que la presencia de los cuerpos limitados en el universo? ¡Es inútil preguntar! (p. 367)

"Al dar la vuelta por el pequeño camino apareció la garganta rocosa y cubierta de boscaje, atravesada por un puente y a cuyo fondo caía la cascada. Entonces el ruido pareció aumentar; era un estrépito infernal. Las masas de agua caían verticalmente desde una altura de siete u ocho metros. Luego el agua iba resbalando entre las rocas, levantando un estruendo incesante en el que parecían mezclarse todos los ruidos y todas las sonoridades posibles: el rumor del trueno, los silbidos, los balidos, los aullidos, la crepitación, el gruñido, el sonar de las campanas. Verdaderamente, aquello ensordecía. Los visitantes se habían acercado a la roca y contemplaban el soberbio espectáculo azotados por un soplo húmedo, envueltos en un vaho de agua, con los oídos entumecidos por el ruido. Se miraban mutuamente, se encogían de hombros y sonreían intimidados. Era una catástrofe continua, hecha de espuma y de ruido, cuyo loco rugir les aturdía, les causaba miedo y provocaba ilusiones del oído. Se creía oír detrás de sí y por todas partes gritos de alarma y amenazas, trompetas y voces rudas de hombre. (p. 637)



José Saramago
EL HOMBRE DUPLICADO
Madrid, 2004, Santillana.


"El caos es un orden por descifrar." (p. 9)

"Hubo ya quien afirmó que todas las grandes verdades son absolutamente triviales y que tendremos que expresarlas de una manera nueva y, si es posible, paradójica, para que no caigan en el olvido, Quien dijo eso, Un alemán, un tal Schlegel, pero lo más seguro es que otros antes que él lo hayan dicho, Hace pensar, Sí, pero a mí lo que sobre todo me atrae es la fascinante declaración de que las grandes verdades no pasan de trivialidades, el resto, la supuesta necesidad de una expresión nueva y paradójica que les prolongue la existencia y las sustantive, ya no me atañe" (pp. 110-111)
J.M. Coetzee
FOE
Barcelona, 2005, Random House Mondadori.


"Créame si le digo que en mi vida de escritor a menudo me he visto perdido en el laberinto de la duda. Pero he aprendido un truco que consiste en plantar una señal o mojón en el terreno que piso, para así, en mis futuras andanzas, tener siempre un punto al que regresar y no verme más perdido de lo que estoy. Después de plantarlo lo hundo para que quede bien clavado; cuantas más veces vuelvo a donde está clavada la señal (que es para mí un signo de mi ceguera y mi incapacidad), con más claridad veo que me he perdido y más ánimos me da el hecho de haber sabido encontrar el camino de vuelta.
¿Se ha parado a pensar (y con esto termino) que en sus danzas tal vez haya usted también dejado algo parecido a su paso; o, si prefiere creer que no es dueña de su propia vida, que alguien haya plantado por usted alguna señal de ese tipo, algún signo de esa ceguera de la que antes le hablaba; o que, a falta de un plan mejor, siempre podría, en su búsqueda de una salida al laberinto (si es que realmente está usted extraviada y confundida) partir de ese punto y volver a él tantas veces como necesite hasta que al final descubra que ya está a salvo? (pp. 135-136)

"No es preciso que sepamos lo que significa la libertad, Susan. Libertad es una palabra como cualquier otra. Un soplo de aire, ocho letras escritas en una pizarra. No es más que el nombre que le damos a ese deseo del que usted hablaba, al deseo de ser libres. Lo que ha de importarnos es el deseo, no el nombre. Aunque no sepamos decir con palabras qué es una manzana, no por eso nos prohíbe nadie comérnosla. Basta con que sepamos los nombres de nuestras necesidades y seamos capaces de usar esos nombres para satisfacerlas, de la misma forma que usamos monedas para comprar comida cuando estamos hambrientos." (p. 149)

domingo, 1 de abril de 2012



Manuel Fernández Álvarez
PEQUEÑA HISTORIA DE ESPAÑA
Madrid, 2008, Espasa Calpe.


“Lo primero que quiero deciros, amigos míos, es que ya os podéis imaginar que a lo largo de tantos siglos y estando dividida España en tantos Reinos tuvo que haber, y los hubo, un montón de reyes. Tantos que solo la lista de sus nombres marea. Y como tenían la manía de repetirse, se veían obligados a ponerse un número detrás para no armarse líos. Fijáos: en Castilla hubo hasta once Alfonsos. (...) Y Pedros también hubo un montón. Y claro, el gran follón era cuando coincidían los nombres y los números en un mismo siglo, dado que había varios Reinos. Eso no es una suposición. Fue una realidad. No tenéis más que recordar que el padre de Isabel la Católica (...) se llamaba Juan II. Y también el padre de su marido Fernando. De modo que, ¡otro Juan a mediados del siglo XV! Así que no basta con que digamos el nombre y el número. También hay que añadir el Reino para salir del lío: Juan II de Castilla, que no hay que confundir con Juan II de Aragón. El de Castilla fue el que tuvo como hombre de confianza a un noble muy famoso en su tiempo: don Álvaro de Luna. Sin él, Juan II no sabía hacer nada. Y eso hasta tal punto que cuando enviudó de su primera mujer, le pareció bien casarse con la princesa que le presentó don Álvaro. Era una princesa guapísima, de nombre Isabel, que don Álvaro había conocido en Portugal. Pero como los reyes son los reyes y en aquellos tiempos hacían lo que les daba la gana, Juan II se acabó enfadando con don Álvaro de Luna. ¿Y qué ocurrió? Nada de eso como: <<No te hablo más>>, o pequeñeces por el estilo. Lo mandó degollar en una plaza de Valladolid. Así, por las buenas.” (pp. 110-11)

Vicente Blasco Ibáñez
MARE NOSTRUM
Valencia, 1919, Prometeo.


“Nada importaba que los ideales pareciesen falsos. ¿Dónde está la verdad verdadera y única?... ¿Quién puede demostrar que existe y no es una ilusión?...
Lo necesario era creer en algo, tener esperanza. Las multitudes no se habían movido nunca al impulso de razonamientos y críticas. Sólo se lanzaban adelante cuando alguien hacía nacer en ellas ilusiones y esperanzas. Podían los filósofos buscar inútilmente la verdad á la luz de sus razonamientos. El resto de los hombres preferiría siempre las quimeras ideales, que se transforman en poderosos móviles de acción.
Todas las religiones se desmenuzaban al sufrir un frío examen, y sin embargo producían santos y mártires, verdaderos superhombres de la moral. Todas las revoluciones resultaban defectuosas é ineficaces al quedar sometidas á una revisión científica, y no obstante habían engendrado los mayores héroes individuales, los más asombrosos movimientos colectivos de la Historia.
<<¡Creer!... ¡Soñar! –seguía cantando en su cerebro la voz misteriosa-. ¡Tener un ideal!...>>” (pp. 434-435)
José Enrique Rodó
EL CAMINO DE PAROS
Valencia, 1919, Editorial Cervantes.


“Allá, en lo hondo del alma de cada uno, duermen las tendidas aguas de la memoria. Sólo un rayo de luz cae sobre esas agua sombrías; sólo en mínima parte aparecen a la claridad de la conciencia; pero su capacidad es insondable, e indefinida su aptitud de revelar lo que más íntimo guardan. Cuanto ha pasado una vez por los sentidos, cuanto ha brotado de operación interior, cuanto ha tenido ser en la mente, deja por bajo de ella un rastro de su peso, capaz de revivir otra vez, y convertirse en representación actual y luminosa. No ya lo que la conciencia alumbró claramente cuando su presentación primera; no ya lo que labró hondo surco en la atención o la sensibilidad; sino aun lo vislumbrado, lo apenas advertido, lo semi-ignorado, lo visto al pasar, lo que en un punto mismo es y se disipa, desciende a aquel abismo de la memoria latente, y yace en esa profundidad jamás colmada. De esta manera, líneas, colores, sonidos, armonías, palabras, ideas, emociones, duermen en el inmenso depósito, comparable al caos donde está en potencia una creación y guardan su turno para resurgir, ya como recuerdo concreto, ya como imagen no referida a lo pasado, si logran el favor de un pensamiento que tienda hasta ellos el hilo de una asociación eficaz, y los levante al círculo de lo consciente. Cuanto más vario y copioso sea ese íntimo museo en el alma del artista, cuanto más se le acrezca por la experiencia, y se le haga accesible y dócil a las artes evocadoras de la asociación, tanto más fácil será la inventiva del artista, y más fecunda.” (pp. 10-11)
Francisco García Pavón
CUENTOS REPUBLICANOS
Barcelona, 1961, Destino.


"Y es que, como decía el señor veterinario, que era reaccionario, <<el fútbol es natural de los ingleses, que gustan de cansarse corriendo detrás de las cosas inútiles y sin argumentos>>. Los españoles prefieren los toros porque en ellos hay algo <<práctico>>, hay drama." (p. 28)