Bertrand Russell
LA CONQUISTA DE LA FELICIDAD
Barcelona, 2003, Random House
Mondadori.
“La competencia, considerada como
lo más importante de la vida, es algo demasiado triste, demasiado duro,
demasiado cuestión de músculos tensos y voluntad firme, para servir como base
de la vida durante más de una o dos generaciones, como máximo. Después de ese
plazo tiene que provocar fatiga nerviosa, diversos fenómenos de escape, una
búsqueda de placeres tan tensa y difícil como el trabajo (porque relajarse
resulta ya imposible), y al final la desaparición de la estirpe por
esterilidad. No es solo el trabajo lo que ha quedado envenenado por la
filosofía de la competencia; igualmente envenenado ha quedado el ocio. El tipo
de ocio tranquilo y restaurador de los nervios se considera aburrido. Tiene que
haber una continua aceleración, cuyo desenlace natural serán las drogas y el colapso.
El remedio consiste en reconocer la importancia del disfrute sano y tranquilo
en un ideal de vida equilibrado.” (p. 55)
“Hay personas que son incapaces
de sobrellevar con paciencia los pequeños contratiempos que constituyen, si se
lo permitimos, una parte muy grande de la vida. Se enfurecen cuando pierden un
tren, sufren ataques de rabia si la comida está mal cocinada, se hunden en la
desesperación si la chimenea no tira bien y claman venganza contra todo el
sistema industrial cuando la ropa tarda en llegar de la lavandería. Con la
energía que estas personas gastan en problemas triviales, si se empleara bien,
se podrían hacer y deshacer imperios. El sabio no se fija en el polvo que la
sirvienta no ha limpiado, en la patata que el cocinero no ha cocido, ni en el
hollín que el deshollinador no ha deshollinado. No quiero decir que no tome
medidas para remediar estas cuestiones, si tiene tiempo para ello; lo que digo
es que se enfrenta a ellas sin emoción. La preocupación, la impaciencia y la
irritación son emociones que no sirven para nada. Los que las sienten con mucha
fuerza pueden decir que son incapaces de dominarlas, y no estoy seguro de que
se puedan dominar si no es con esa resignación fundamental de la que hablábamos
antes. Ese mismo tipo de concentración en grandes proyectos no personales, que
permite sobrellevar el fracaso personal en el trabajo o los problemas de un
matrimonio desdichado, sirve también para ser paciente cuando perdemos un tren
o se nos cae el paraguas en el barro. Si uno tiene un carácter irritable, no
creo que pueda curarse de ningún otro modo.” (pp. 198-199)