lunes, 9 de abril de 2012

J.M. Coetzee
FOE
Barcelona, 2005, Random House Mondadori.


"Créame si le digo que en mi vida de escritor a menudo me he visto perdido en el laberinto de la duda. Pero he aprendido un truco que consiste en plantar una señal o mojón en el terreno que piso, para así, en mis futuras andanzas, tener siempre un punto al que regresar y no verme más perdido de lo que estoy. Después de plantarlo lo hundo para que quede bien clavado; cuantas más veces vuelvo a donde está clavada la señal (que es para mí un signo de mi ceguera y mi incapacidad), con más claridad veo que me he perdido y más ánimos me da el hecho de haber sabido encontrar el camino de vuelta.
¿Se ha parado a pensar (y con esto termino) que en sus danzas tal vez haya usted también dejado algo parecido a su paso; o, si prefiere creer que no es dueña de su propia vida, que alguien haya plantado por usted alguna señal de ese tipo, algún signo de esa ceguera de la que antes le hablaba; o que, a falta de un plan mejor, siempre podría, en su búsqueda de una salida al laberinto (si es que realmente está usted extraviada y confundida) partir de ese punto y volver a él tantas veces como necesite hasta que al final descubra que ya está a salvo? (pp. 135-136)

"No es preciso que sepamos lo que significa la libertad, Susan. Libertad es una palabra como cualquier otra. Un soplo de aire, ocho letras escritas en una pizarra. No es más que el nombre que le damos a ese deseo del que usted hablaba, al deseo de ser libres. Lo que ha de importarnos es el deseo, no el nombre. Aunque no sepamos decir con palabras qué es una manzana, no por eso nos prohíbe nadie comérnosla. Basta con que sepamos los nombres de nuestras necesidades y seamos capaces de usar esos nombres para satisfacerlas, de la misma forma que usamos monedas para comprar comida cuando estamos hambrientos." (p. 149)