V. S. Naipaul
ENTRE LOS CREYENTES (I)
Barcelona, 2010, Debate.
“En el museo, en la vieja verja de bronce del sepulcro del imán, vimos reliquias de antiguas plegarias, aún vivas. Cuando un visitante del santuario ofrecía una plegaria o pedía un favor especial, ataba una tira de tela a la verja, y todos los travesaños o tornapuntas inferiores —cilindros de cobre unidos a globos también de bronce— estaban llenos de esas tiras de tela. Cuando la tela se desataba, la plegaria era escuchada, e incluso en el museo la gente frotaba las tiras para que se cayera alguna y ayudar así a que otro musulmán cumpliera sus deseos. El suelo detrás de la verja estaba cubierto de trozos de tela caídos impregnados de polvo. Habían manoseado tanto la parte inferior de la verja que se habían desprendido varias piezas de bronce. Algunas personas con plegarias o deseos especialmente complicados habían colocado candados de mala calidad (la mayoría fabricados en China) en la parte más alta, sujetándolos a unos agujeros en los globos de bronce. ¿Cómo abrirían los candados sin la llave? ¿Habrían tirado la llave? ¿No sería eso tentar a la providencia? Bihzad no lo sabía con certeza. Le parecía más razonable que hubieran dado la llave a un amigo, que podría ir un día a Mashad y, entre todos los candados, dar con el que habría la llave.” (pp. 89-90)
[Mashad es una ciudad santa de peregrinación musulmana, en el noreste de Irán.]
En este espacio encontrarás información sobre todas mis publicaciones: NARRATIVA, EDUCACIÓN, HISTORIA Y ANTROPOLOGÍA.
A FAVOR DEL PENSAMIENTO LIBRE
jueves, 26 de noviembre de 2020
CUENTOS DEL OESTE (II)
Madrid, 2001, Espasa Calpe.
—¿Dice usted que se llama Clifford? —le dijo Boston a un tímido recién llegado con infinito desdén—. ¡El infierno está lleno de Cliffords!
Luego presentó a aquel infortunado, cuyo nombre era realmente Clifford, con el nombre de El Grajo Charley, una impía inspiración del momento que le quedó para siempre.” (pp. 107-108)
VIVIR DE NOCHE
Barcelona, 2013, RBA.
“Te echaré de menos. Llevaré luto por ti. Pero ahora he vuelto a nacer. Y soy libre del todo.” (p. 175)
“Los italianos y los cubanos se tratan entre ellos. Pero los cubanos negros odian a los cubanos blancos, y los cubanos blancos miran a los negratas cubanos por encima del hombro, mientras ambos colectivos desprecian a todos los demás. Todos los cubanos odian a los españoles. Los españoles consideran a los cubanos unos mastuerzos que no saben estar en su sitio desde que los estadounidenses los liberaron en 1898. Además, tanto los cubanos como los españoles desprecian a los puertorriqueños, mientras todo el mundo se caga en los dominicanos. Los italianos solo te respetan si te echaron a patadas de Italia. Y a los americanos les suda la polla lo que digan y hagan todos ellos.” (pp. 199-200)
Oliver Sacks
DESPERTARES (II)
Barcelona, 2005, Anagrama.
“La señora C. sigue viva y está bien de salud, considerando la gravedad de su dolencia. La expresión de profunda paz ha vuelto a sus ojos, y parece haber recuperado la capacidad de revivir a voluntad, y por tiempo indefinido, las escenas y los momentos de su infancia. El único cambio operado en ella en relación con la época anterior al inicio del tratamiento con L-dopa es que ahora es objeto del amor, las atenciones y los invisibles regalos de un caballero surgido de sus alucinaciones que la visita fielmente cada noche.” (p. 224)
“La idea de que los agentes patógenos y los agentes terapéuticos obran por sí mismos, con independencia del medio en el que se encuentran, se atribuye a menudo a Pasteur. Por lo que resulta muy saludable recordar las palabras que pronunció en su lecho de muerte: «Bernard tiene razón: lo patógeno carece de importancia, es el terreno lo que cuenta.»” (p. 292)
[Claude Bernard fue un eminente médico francés del siglo XIX; la cursiva pertenece a la cita.]
“En nuestra época, los ejemplos más brillantes de esas biografías (o «patografías») son las insuperables historias clínicas de Freud. Éste demuestra en ellas, con absoluta claridad, que la naturaleza progresiva de la enfermedad neurótica y de su tratamiento sólo puede ponerse de manifiesto mediante la biografía.” (p. 293)
“Edith T., la paciente que trataba con tanta elocuencia el tema de la música (…) tenía grandes dificultades para echar a andar, pero podía hacerlo perfectamente si alguien la acompañaba. Sus comentarios acerca de este fenómeno resultan extremadamente interesantes: «Cuando anda usted conmigo», me dijo, «siento en mí su capacidad de andar. Comparto esa capacidad, así como la libertad de la que usted goza. Comparto su capacidad de andar, sus percepciones, sus sensaciones, su existencia. Sin saberlo, me hace usted un gran regalo.»” (p. 345)
[Las cursivas pertenecen al texto.]
Francis Bret Harte
CUENTOS DEL OESTE (I)
Madrid, 2001, Espasa Calpe.
“El pueblo de Smith's Pocket debía su origen al hallazgo de un pocket en aquellos lugares por un Smith auténtico. Éste había extraído de allí cinco mil dólares en media hora. Tres mil de estos dólares fueron gastados por Smith y otros en la construcción de un canal y en perforaciones. Y luego, pudo descubrirse que el Smith's Pocket no pasaba de ser un pocket. Y que estaba predestinado, como los demás pockets, al agotamiento. Aunque Smith taladró las entrañas de la gran montaña roja, aquellos cinco mil dólares fueron la primera y la última ganancia que le proporcionó su trabajo. La montaña se mostró reservada sobre sus secretos auríferos y el canal se llevó el resto de la fortuna de Smith. Entonces, éste se dedicó a explotar el cuarzo, luego, a fresarlo, después, a la hidráulica y a cavar zanjas y, finalmente, en insensibles gradaciones, a regentar tabernas. A poco, se susurró que estaba bebiendo mucho; a continuación, se dijo que era un borracho consuetudinario, y entonces la gente empezó a opinar, como suele suceder, que Smith nunca había sido otra cosa.” (pp. 24-25)
[El texto pertenece al relato “MLISS”. Un pocket, como reza en una nota al pie del texto, es un pequeño filón de mineral, normalmente de oro. Las cursivas pertenecen a la cita.]
“Cuando el señor John Oakhurst, tahúr, penetró en la calle principal de Poker Flat, en la mañana del 23 de noviembre de 1850, advirtió que se había operado un cambio en la atmósfera moral desde la noche anterior. Dos o tres hombres, que estaban conversando con aire serio, callaron cuando se acercó e intercambiaron miradas significativas. En el aire había una calma del domingo litúrgico, que, en un pueblo poco habituado a las influencias de domingo litúrgico, parecía siniestro.” (p. 75)
[El texto pertenece al relato “LOS CONDENADOS DE POKER FLAT”.]
DESPERTARES (I)
Barcelona, 2005, Anagrama.
“En julio de 1971 la señora B., que no era dada a tener «corazonadas» y gozaba por aquel entonces de buena salud, tuvo una súbita premonición de que iba a morirse, tan clara y perentoria, que telefoneó a sus hijas. «Ven a verme», le dijo a cada una de ellas. «Mañana será tarde […] No, me encuentro perfectamente […] No hay nada que me preocupe, pero sé que me moriré esta noche, mientras duerma».
Su tono era sereno y objetivo, y carecía por completo de excitación. Resultaba tan convincente, que empezamos a preocuparnos, y le hicimos análisis de sangre, cardiogramas y otras pruebas, que dieron resultados normales en todos los casos. A la caída de aquella tarde la señora B. recorrió el pabellón, con una dignidad que cortaba en seco cualquier comentario irónico, y les dijo «¡Adiós!», al mismo tiempo que les estrechaba la mano, a todos los presentes. Se fue a dormir, y murió, efectivamente, aquella noche.” (p. 114)
“A los treinta y cinco años la señora Y. estaba virtualmente paralizada, era incapaz de hablar, y se hallaba sumida en un estado de profundo alejamiento de cuanto la rodeaba. Su marido y sus hijos estaban angustiados y se sentían impotentes, pues no sabían adónde acudir para remediar la situación. Fue la propia señora Y. quien, finalmente, decidió que sería mejor para todos que ingresara en el hospital. «Esto no tiene remedio. No hay otra solución», les dijo.
Ingresó en el Monte Carmelo a los treinta y seis años. El carácter de irrevocabilidad que parecía llevar consigo la hospitalización destrozó la moral y la coherencia de su marido y sus hijos. Su esposo fue a visitarla dos veces al hospital, y encontró la experiencia insoportable; no volvió por allí, y acabó divorciándose de ella. Su hija contrajo una psicosis aguda, y hubo que recluirla en un manicomio del estado. Y su hijo huyó de casa camino de «algún lugar del Oeste». La familia Y. dejó, pues, de existir.” (pp. 140-141)
domingo, 8 de noviembre de 2020
EPISODIOS NACIONALES
http://www.cervantesvirtual.com
“-Luego usted -dijo D. Felicísimo, que ya había recobrado la fijeza pétrea de su rostro- no es liberal al modo de acá.
-Lo soy al modo mío, según mi idea, y creo que estos principios, aprendidos donde no son sólo principios sino hechos, prevalecerán en todo el mundo y conquistarán todas las tierras incluso España; pero cuando me detengo a calcular el tiempo que tardaremos en ser conquistados, me confundo, me mareo, porque todos los años me parecen pocos para tan grande obra. De aquí mi escepticismo, que no es realmente escepticismo, sino tristeza. Creo en la libertad porque he visto sus frutos en otras partes; pero no creo que esa misma libertad pueda darlos allí donde hay poquísimos liberales y de estos la mayor parte lo son de nombre. España tiene hoy la controversia en los labios, una aspiración vaga en la mente, cierto instinto ciego de mudanza; pero el despotismo está en su corazón y en sus venas. Es su naturaleza, es su humor, es la herencia leprosa de los siglos que no se cura sino con medicina de siglos. He visto hombres que han predicado con elocuencia las ideas liberales, que con ellas han hecho revoluciones y con ellas han gobernado. Pues bien, esos han sido en todos sus actos déspotas insufribles. Aquí es déspota el ministro liberal, déspota el empleado, el portero y el miliciano nacional; es tiranuelo el periodista, el muñidor de elecciones, el juntero de pueblo y el que grita por las calles himnos y bravatas patrióticas. La idea de libertad entrando súbitamente aquí a principios del siglo nos dio fórmulas, discursos, modificó algo las inteligencias; pero ¡ay!, los corazones siguen perteneciendo al absolutismo que los crió. Mientras no se modifiquen los sentimientos, mientras la envidia que aquí es como una segunda naturaleza, no ceda su puesto al respeto mutuo, no habrá libertades. Mientras el amor al trabajo no venza los bajos apetitos y el prurito de vivir a costa ajena no habrá libertades. No habrá libertades mientras no concluya lo que se llama sobriedad española que es la holgazanería del cuerpo y del espíritu alimentada por la rutina; porque las pasiones sanguinarias, la envidia, la ociosidad, el vivir de limosna, el esperarlo todo del suelo fértil o de la piedad de los ricos, el anhelo de someter al prójimo, la ambición de sueldo y de destinos para tener alguien sobre quien machacar, no son más que las distintas caras que toma el absolutismo, el cual se manifiesta según las edades, ya servil y rastrero, ya levantisco y alborotado.
-Según eso -dijo D. Felicísimo que empezaba a estar algo confuso-, usted considera a nuestro país inepto para las libertades. Por consiguiente, como no puede haber más que dos clases de gobiernos y el liberal es imposible, tenemos que aceptar el absoluto.
-No -replicó el otro-, porque una ley ineludible arrastrará, mal de su agrado, a España por el camino que ha tomado la civilización. La civilización ha sido en otras épocas conquista, privilegios, conventos, fueros, obediencia ciega, y España ha marchado con ella en lugar eminente; hoy la civilización tan constante en la mudanza de sus medios como en la fijeza de sus fines, es trabajo, industria, investigación, igualdad, derechos, y no hay más remedio que seguir adelante con ella, bien a la cabeza, bien a la cola. España se pone las sandalias, toma su palo y anda: seguramente andará a trompicones, cayendo y levantándose a cada paso; pero andará. El absolutismo es una imposibilidad, y el liberalismo es una dificultad. A lo difícil me atengo, rechazando lo imposible. Hemos de pasar por un siglo de tentativas, ensayos, dolores y convulsiones terribles.
-¡Un siglo!
-Sí, y esta es la causa de mi tristeza. Yo me encuentro en la mitad de mi vida. He trabajado mucho por la idea salvadora; pero ya me siento fatigado y me reconozco sin fuerzas para esta labor inmensa que será cada día mayor. Otros vendrán que arrimen el hombro a tan terrible carga. Yo no puedo más. Las circunstancias en que me encuentro, solo, sin familia, lleno de tedio y viendo cuán poco hemos adelantado en la cuarta parte de un siglo, me desaniman atrozmente. Reconozco que cuanto de mis fuerzas dependía ya lo hice; está mi conciencia tranquila y me retiro. Hasta ahora yo no he vivido para mí ni un solo día. Llega la hora en que me es necesario vivir un poco para mí. No obteniendo gloria ni siquiera éxito, el sacrificio de mi existencia a un ideal sería estéril; pues vivamos, vivamos siquiera un poco y descansemos. Sobre las ruinas de mis quiméricas ambiciones se levanta hoy una ambición grande, potente, la ambición de ser feliz, tener una familia y vivir de los afectos puros, humildes, domésticos. ¡Es tan dulce no ser nada para el público y serlo todo para los nuestros! Apartado de todo lo que es política, deseando el olvido, miro a todas partes buscando un rincón en que ocultarme y a donde no llegue el fragor de la lucha.
D. Felicísimo movía la cabeza, sonriendo. Creía firmemente que el caballero, su amigo y cliente, tenía la cabeza vacía de lo que llaman seso, ¿pues qué mayor locura, en aquellos agitados días, que no ser apostólico, ni absolutista, ni siquiera liberal?” (Segunda serie; Los Apostólicos; cap. XXVI)
ESE MUNDO DESAPARECIDO (II)
Barcelona, 2017, Salamandra.
“Sacó una camisa de color tostado, tan almidonada que si se le llega a caer al suelo habría quedado de pie. Mientras se la ponía, se volvió hacia Joe.
-¿Cuántos años tiene tu hijo?
-Nueve.
-Necesita una madre.
-¿Sí?
-Pues claro, tío. Todos los niños necesitan una madre. Si no, crecen como lobos, tratan a sus aliados fatal, no aprecian los matices.
-Los matices, ¿eh?
Montooth se pasó una corbata azul oscuro por debajo del cuello de la camisa y empezó a anudarla.
-¿Quieres a tu hijo?
-Más que a nada en el mundo.
-Deja de pensar en ti y dale una madre.
Joe vio que sacaba unos pantalones oscuros del armario y metía los pies en ellos.
-Algún día te dejará. -Montooth se pasó un cinturón por las trabillas del pantalón-. Todos lo hacen. Aunque se tiren el resto de la vida sentados contigo en la misma habitación, te abandonan igual.
-Yo lo hice con mi padre. -Joe bebió otro trago de ron-. ¿Y tú?
Montooth se pasó por los brazos dos pistoleras de cuero.
-Algo parecido. Es parte del proceso de hacerse hombre. Los niños se quedan; los hombres se van.” (pp. 248-249)
CÓMO PIENSAN LOS ESCRITORES (II)
Barcelona, 2018, Blackie Books.
“En uno de sus artículos, Jonathan Franzen confeccionó una lista muy práctica que contenía todo aquello en lo que se fijaba al corregir: «sentimentalismos, narración floja, prosa demasiado lírica, solipsismo, autocomplacencia, misoginia y otros provincianismos, plan de juego estéril, didacticismo manifiesto, simplicidad moral, dificultades innecesarias, obsesiones informativas...» Es una lista que no está nada mal (elaborada en forma de manifiesto como declaración de todo lo que rechaza en su propia obra), a la que se le podría añadir: tener un número excesivo de personajes, fijar un tono o un ritmo inadecuado (demasiado lento o demasiado rápido) y dar explicaciones confusas.
ESE MUNDO DESAPARECIDO (I)
Barcelona, 2017, Salamandra.
“Cuando en el treinta y siete, el Rey Lucius quiso mandar un mensaje, Billy Kovich sacó a Edwin Musante en una barca, le ató las manos a la espalda, le inmovilizó las piernas, le rajó partes de ambas piernas y del abdomen con una navaja y luego lo sujetó con una cadena por debajo de las axilas. Edwin Musante estaba vivo y del todo consciente cuando Billy Kovich lo tiró al agua, soltó un poco de cadena y se puso a navegar lentamente por la bahía de Tampa. Paudric Dean, que cinco años después acabaría convertido a su vez en víctima de Billy, iba también ese día en la barca, y contaba con voz ahogada por la impresión lo que se oyó cuando aparecieron los dos primeros tiburones. Al principio sólo dieron algún mordisco tentativo, marcado por el tono agudo de los gritos de Edwin Musante. Luego, en cambio, cuando aparecieron los otros tres tiburones un centenar de metros más allá, los dos primeros empezaron a morder en serio. Cuando ya se habían reunido los cinco para darse un banquete frenético, Billy cortó la cadena que unía a Edwin a la barca y emprendió el regreso al puerto.” (pp. 214-215)
CÓMO PIENSAN LOS ESCRITORES (I)
Barcelona, 2018, Blackie Books.
“Un caso poco habitual de ironía situacional es el hecho que tuvo lugar en 1981, cuando John W. Hinckley, Jr. Intentó asesinar a tiros a Ronald Reagan y ni uno solo de sus disparos dio en el blanco. No obstante, una de las balas rebotó en la limusina blindada presidencial y alcanzó a Reagan en el pecho. Así pues, un vehículo cuyo cometido era proteger al presidente de posibles tiroteos acabó siendo en parte responsable de que este recibiera un disparo.” (pp. 152-153)
“En una charla que dio en 2013, Julian Barnes apuntó que tal vez a los escritores que narran escenas de sexo les inquieta la posibilidad de estar exponiéndose ellos mismos, de que el lector crea que realizaron un acto sexual en particular de un modo parecido a como se describe en el libro, y que por eso consideren que es mejor ocultar ese miedo tratando el asunto con humor.” (p. 213)
domingo, 1 de noviembre de 2020
CUENTOS MEMORABLES SEGÚN JORGE LUIS BORGES
Madrid, 2002, Alfaguara.
[La cita pertenece al relato “Historia de Abdula, el mendigo ciego”, perteneciente a LAS MIL Y UNA NOCHES.]
Imposible resistir. Le preparé una mesa; apenas me agradeció y se puso a trabajar enseguida. Durante media hora la pluma corrió sin parar. Charlie suspiró. La pluma corrió más despacio, las tachaduras se multiplicaron, la escritura cesó. El cuento más hermoso del mundo no quería salir.
-Ahora parece tan malo -dijo lúgubremente-. Sin embargo, era bueno mientras lo pensaba. ¿Dónde está la falla?
No quise desalentarlo con la verdad. Contesté:
-Quizá no estés en ánimo de escribir.
-Sí, pero cuando leo este disparate...
-Léeme lo que has escrito -le dije.
Lo leyó. Era prodigiosamente malo. Se detenía en las frases más ampulosas, a la espera de algún aplauso, porque estaba orgulloso de esas frases, como es natural.
-Habría que abreviarlo -sugerí cautelosamente.
-Odio mutilar lo que escribo. Aquí no se puede cambiar una palabra sin estropear el sentido. Queda mejor leído en voz alta que mientras lo escribía.
-Charlie, adoleces de una enfermedad alarmante y muy común. Guarda ese manuscrito y revísalo dentro de una semana.
-Quiero acabarlo enseguida. ¿Qué le parece?
-¿Cómo juzgar un cuento a medio escribir? Cuéntame el argumento.
Charlie me lo contó. Dijo todas las cosas que su torpeza le había impedido trasladar a la palabra escrita. Lo miré, preguntándome si era posible que no percibiera la originalidad, el poder de la idea que le había salido al encuentro. Con ideas infinitamente menos practicables y excelentes se habían infatuado muchos hombres. Pero Charlie proseguía serenamente, interrumpiendo la pura corriente de la imaginación con muestras de frases abominables que pensaba emplear. Lo escuché hasta el fin. Era insensato abandonar esa idea a sus manos incapaces, cuando yo podía hacer tanto con ella. No todo lo que sería posible hacer, pero muchísimo.” (pp. 232-233)
[La cita pertenece al relato “El cuento más hermoso del mundo”, de Rudyard Kipling.]
LA TABLA RASA (IV)
Barcelona, 2003, Paidós.
“En resumidas cuentas, la preocupación por la naturaleza humana se puede reducir a cuatro temores:
• Si las personas son diferentes de forma innata, se justificarían la opresión y la discriminación.
• Si las personas son inmorales de forma innata, serían vanas las esperanzas de mejorar la condición humana.
• Si las personas son producto de la biología, el libre albedrío sería un mito y ya no se podría responsabilizar a las personas de sus actos.
• Si las personas son producto de la biología, la vida ya no tendría un sentido y un propósito superiores.” (p. 213)
“Aun en el caso de que no existiera la herencia, una correlación entre padres e hijos no implicaría que las prácticas parentales configuran a los hijos. Podría implicar que los hijos configuran las prácticas parentales. Como saben todo padre o toda madre que tengan más de un hijo, los hijos no son un montón de materia prima a la espera de que se les dé forma. Son personas pequeñas, nacidas con una personalidad. Y las personas reaccionan ante la personalidad de otras personas, también cuando una es el padre y la otra, el hijo. Los padres de un hijo cariñoso pueden corresponder a ese cariño y, con ello, actuar de distinta forma que los padres de un hijo que evita sus besos y se los limpia. Los padres de un hijo callado y distraído pueden pensar que hablan a la pared, tal vez por eso parloteen menos con él. A los que tengan un hijo dócil les puede ir bien fijar unos límites estrictos aunque razonables; los que tengan un demonio es posible que no sepan qué hacer, si imponer la ley o desistir. En otras palabras, la correlación no implica causalidad. Una correlación entre padres e hijos no significa que los padres afecten a los hijos; podría significar que los hijos afectan a los padres, que los genes afectan a padres e hijos, o ambas cosas.” (pp. 558-559)