domingo, 1 de noviembre de 2020

CUENTOS MEMORABLES SEGÚN JORGE LUIS BORGES
Madrid, 2002, Alfaguara.


“-Haz buen uso de estas riquezas y recuerda que Dios, que te las ha dado, puede quitártelas si no socorres a los menesterosos, a quienes la misericordia divina deja en el desamparo para que los ricos ejerciten su caridad y merezcan, así, una recompensa mayor en el Paraíso.” (p. 353)
[La cita pertenece al relato “Historia de Abdula, el mendigo ciego”, perteneciente a LAS MIL Y UNA NOCHES.]


“-Tengo una idea en la cabeza, que puede convertirse en el mejor cuento del mundo. Déjeme escribirlo aquí. Es una idea espléndida.
    Imposible resistir. Le preparé una mesa; apenas me agradeció y se puso a trabajar enseguida. Durante media hora la pluma corrió sin parar. Charlie suspiró. La pluma corrió más despacio, las tachaduras se multiplicaron, la escritura cesó. El cuento más hermoso del mundo no quería salir.
    -Ahora parece tan malo -dijo lúgubremente-. Sin embargo, era bueno mientras lo pensaba. ¿Dónde está la falla?
     No quise desalentarlo con la verdad. Contesté:
    -Quizá no estés en ánimo de escribir.
    -Sí, pero cuando leo este disparate...
    -Léeme lo que has escrito -le dije.
    Lo leyó. Era prodigiosamente malo. Se detenía en las frases más ampulosas, a la espera de algún aplauso, porque estaba orgulloso de esas frases, como es natural.
    -Habría que abreviarlo -sugerí cautelosamente.
   -Odio mutilar lo que escribo. Aquí no se puede cambiar una palabra sin estropear el sentido. Queda mejor leído en voz alta que mientras lo escribía.
    -Charlie, adoleces de una enfermedad alarmante y muy común. Guarda ese manuscrito y revísalo dentro de una semana.
    -Quiero acabarlo enseguida. ¿Qué le parece?
    -¿Cómo juzgar un cuento a medio escribir? Cuéntame el argumento.
    Charlie me lo contó. Dijo todas las cosas que su torpeza le había impedido trasladar a la palabra escrita. Lo miré, preguntándome si era posible que no percibiera la originalidad, el poder de la idea que le había salido al encuentro. Con ideas infinitamente menos practicables y excelentes se habían infatuado muchos hombres. Pero Charlie proseguía serenamente, interrumpiendo la pura corriente de la imaginación con muestras de frases abominables que pensaba emplear. Lo escuché hasta el fin. Era insensato abandonar esa idea a sus manos incapaces, cuando yo podía hacer tanto con ella. No todo lo que sería posible hacer, pero muchísimo.” (pp. 232-233)

[La cita pertenece al relato “El cuento más hermoso del mundo”, de Rudyard Kipling.]