Tim O'Brien
LAS COSAS QUE LLEVABAN LOS HOMBRES QUE LUCHARON (I)
Barcelona, 2022, Anagrama.
“Llevaban todo el bagaje de emociones de los hombres que podían morir. Pena, terror, amor, añoranza: eran cosas intangibles, pero aun siendo intangibles tenían una masa y una gravedad específica propias, tenían un peso tangible. Llevaban recuerdos vergonzosos. Llevaban el secreto compartido de la cobardía apenas contenida, el instinto de correr o quedarse paralizados o esconderse, y en muchos sentidos ésa era la carga más pesada de todas, porque nunca podían desprenderse de ella y exigía un equilibrio y una postura perfectos. Llevaban sus reputaciones. Llevaban el temor más grande del soldado, que es el temor a ruborizarse. Los hombres mataban y morían porque les daba vergüenza no hacerlo. Era lo que los había llevado a la guerra en primer lugar, nada positivo, ningún sueño de gloria u honor, sino sólo evitar el rubor del deshonor. Morían para no morirse de vergüenza. Se arrastraban dentro de túneles y avanzaban en cuña y soportaban el fuego enemigo. Cada mañana, a pesar de lo desconocido que podía esperarlos, obligaban a sus piernas a moverse. Aguantaban. Seguían cargando. No se sometían a la alternativa obvia, que era, sencillamente, cerrar los ojos y derrumbarse. Algo muy fácil. Aflojar los músculos y tropezar y caerte al suelo y quedarte despatarrado y no hablar y no moverte hasta que los compañeros te alzaban y te metían en el helicóptero que rugía y hundía la nariz y te devolvía al mundo. Todo se reducía a dejarse caer y, sin embargo, nadie se dejaba caer nunca. No era coraje, exactamente; la razón última no era el valor. Más bien estaban demasiado asustados para ser cobardes.” (p. 34)