domingo, 16 de febrero de 2025

Tim O'Brien
LAS COSAS QUE LLEVABAN LOS HOMBRES QUE LUCHARON (I)
Barcelona, 2022, Anagrama.



“Llevaban todo el bagaje de emociones de los hombres que podían morir. Pena, terror, amor, añoranza: eran cosas intangibles, pero aun siendo intangibles tenían una masa y una gravedad específica propias, tenían un peso tangible. Llevaban recuerdos vergonzosos. Llevaban el secreto compartido de la cobardía apenas contenida, el instinto de correr o quedarse paralizados o esconderse, y en muchos sentidos ésa era la carga más pesada de todas, porque nunca podían desprenderse de ella y exigía un equilibrio y una postura perfectos. Llevaban sus reputaciones. Llevaban el temor más grande del soldado, que es el temor a ruborizarse. Los hombres mataban y morían porque les daba vergüenza no hacerlo. Era lo que los había llevado a la guerra en primer lugar, nada positivo, ningún sueño de gloria u honor, sino sólo evitar el rubor del deshonor. Morían para no morirse de vergüenza. Se arrastraban dentro de túneles y avanzaban en cuña y soportaban el fuego enemigo. Cada mañana, a pesar de lo desconocido que podía esperarlos, obligaban a sus piernas a moverse. Aguantaban. Seguían cargando. No se sometían a la alternativa obvia, que era, sencillamente, cerrar los ojos y derrumbarse. Algo muy fácil. Aflojar los músculos y tropezar y caerte al suelo y quedarte despatarrado y no hablar y no moverte hasta que los compañeros te alzaban y te metían en el helicóptero que rugía y hundía la nariz y te devolvía al mundo. Todo se reducía a dejarse caer y, sin embargo, nadie se dejaba caer nunca. No era coraje, exactamente; la razón última no era el valor. Más bien estaban demasiado asustados para ser cobardes.” (p. 34)