viernes, 24 de enero de 2020

Manuel Vilas
ORDESA (II)
Barcelona, 2018, Alfaguara.


“Mi madre veía la mano del diablo en su adversidad cotidiana. Muchas veces decía: «El diablo está en esta casa», cuando buscaba algo y no lo encontraba. Y concluía gritando: «Imposible que el diablo no esté en esta casa». Y buscaba algo que tenía delante, pero que no sabía ver. Yo he heredado el mismo principio de demencia. Busco cosas que están delante de mí, como un libro o una carta o un cuchillo o una toalla o unos calcetines o un papel de un banco, y no las sé ver. Mi madre estaba convencida de que el demonio le escondía las cosas, que el demonio era el culpable de los pequeños contratiempos. Ella vivía todos esos accidentes domésticos con intensidad de loca. Y yo soy ella ahora, y el demonio no es otra cosa que una degeneración neuronal hereditaria que toca el nervio óptico y se transforma en oleadas de conexiones químicas apagadas o titubeantes, y en ese deterioro eléctrico de la transmisión de la realidad se incuban las bacterias de la psicosis, y la forma orgánica de la voluntad se pudre en una masa de órdenes ajenas al mundo social y me convierto en un museo de sequedad, de silencio, de soledad, de suicidio, de sordera y de sufrimiento.
  Para mi madre y para mí, la vida no tenía o no tiene argumento.
  No está pasando nada.” (p. 58)

miércoles, 22 de enero de 2020



Simone Weil
ESCRITOS HISTÓRICOS Y POLÍTICOS (IV)
Madrid, 2007, Trotta. 


“Nuestra época no es la primera de la historia en la que el sentimiento dominante es el desasosiego, la ansiedad, la espera de no se sabe qué, y en la que los hombres creen tener el doloroso privilegio de ser una generación con un destino excepcional. Como la historia ha pasado y ya no se encuentra más que en el papel, se cae fácilmente en el error de pensar que todos los períodos anteriores han sido pacíficos al lado de lo que ahora se vive; igual que los adolescentes de veinte años creen ser siempre los primeros que han experimentado las inquietudes de la juventud. Sin embargo, se puede decir, sin temor a exagerar, que la humanidad en nuestro pequeño rincón de Europa, que desde hace tanto tiempo domina el mundo, atraviesa una crisis profunda y grave. Las grandes esperanzas heredadas de los tres siglos precedentes, y sobre todo del último: esperanza de una difusión progresiva de las luces, esperanza de un bienestar general, esperanza de democracia, esperanza de paz, se están desmoronando con rapidez.
(...)
  El sentimiento de seguridad está profundamente afectado. Lo que, por otra parte, no es absolutamente un mal: no puede haber seguridad para el hombre en esta tierra, y el sentimiento de seguridad, más allá de cierto grado, es una ilusión poderosa que todo lo falsea, que vuelve a los espíritus estrechos, limitados, superficiales, neciamente satisfechos; se ha visto de forma suficiente durante el llamado período de prosperidad y se ve todavía en algunas categorías sociales, cada vez más escasas, que se creen protegidas. Pero la ausencia total de seguridad, sobre todo cuando las catástrofes que se pueden temer no tienen medida común con los recursos que podrían procurar la inteligencia, la actividad, el valor, no es tampoco favorable a la salud del alma. Se ha visto cómo, en los países grandes, una crisis económica ha quitado a la generación joven cualquier esperanza de poder entrar jamás en los cuadros de la sociedad, de ganar lo suficiente para vivir, de alimentar una familia. Hay muchas posibilidades de que veamos en poco tiempo a una nueva juventud en el mismo callejón sin salida. Se ha visto, se ve en las condiciones actuales de la producción, que la vejez, y una vejez sin sostén, puede empezar a los cuarenta años para ciertos sectores sociales.
(…)
  El trabajo, bajo diferentes formas, ha dejado en gran medida de ser objeto de un verdadero interés.” (pp. 377-378)

[La cita pertenece a “EL DESASOSIEGO DE NUESTRO TIEMPO”, un proyecto de artículo escrito a finales de 1938.]

“La humanidad, en política, consiste no en invocar continuamente principios morales, lo que es generalmente vano, sino en esforzarse por poner en primer plano todos los móviles de orden inferior que son susceptibles, en una situación dada, de actuar en el sentido de los principios morales.” (p. 508)

“Cuando se sabe que es posible matar sin arriesgarse a un castigo ni reprobación, se mata; o al menos se rodea de sonrisas alentadoras a aquellos que matan. Si por casualidad se experimenta primero cierto desagrado, se calla y pronto se lo sofoca por miedo a parecer que se carece de virilidad. Hay ahí una incitación, una ebriedad a la que es imposible resistirse sin una fuerza de ánimo que me parece excepcional, puesto que no la he encontrado en ninguna parte. He encontrado en cambio franceses pacíficos, que hasta ese momento yo no despreciaba, a los que no se les habría ocurrido ir por sí mismos a matar, pero que se sumergían en esa atmósfera impregnada de sangre con un visible placer. Nunca podré sentir por ellos, en el futuro, ninguna estima." ” (p. 525)





Cayo Cornelio Tácito
LA GERMANIA
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"Yo soy de la opinión de los que entienden que los germanos nunca se juntaron en casamiento con otras naciones, y que así se han conservado puros y sencillos, sin parecerse sino a sí mismos. De donde procede que un número tan grande de gente tienen casi todos la misma disposición y talle, los ojos azules y fieros, los cabellos rubios, los cuerpos grandes, y fuertes solamente para el primer ímpetu. No tienen el mismo sufrimiento en el trabajo y obra de él, no soportan el calor y la sed, pero llevan bien el hambre y el frío, como acostumbrados a la aspereza e inclemencia de tal suelo y cielo." (parágrafo 4)
 
"Cuando no tienen guerras, se ocupan mucho en cazas, pero más en ociosidad y en comer y dormir, a que son muy dados. Ningún hombre belicoso y fuerte se inclina al trabajo, sino que dejan el cuidado de sus moradas, hacienda y campos a las mujeres y viejos y a los más débiles de la casa. Ellos, entretanto, se dejan embotar, y es cosa extraordinaria la naturaleza de estos hombres, que tanto aman la inercia, como aborrecen el reposo." (parágrafo 15)
 
"Al lado de los chaucos y de los catos habitaban los cheruscos, los cuales, no acometiéndolos nadie, gozaron largo tiempo de una demasiada paz que los fue marchitando. Y esto les fue más gustoso que seguro. Porque el estar sosegados entre vecinos poderosos e insolentes, es sosiego falso; donde se procede por armas, la bondad y modestia son los nombres del vencedor. Y así los cheruscos, que antiguamente eran llamados buenos y justos, son tenidos ahora por necios, flojos y cobardes; en cambio, la fortuna de los catos, que los sujetaron, pasó por sabiduría. La ruina de los cheruscos llevó tras sí a los fosos, sus vecinos, y vinieron a ser igualmente compañeros suyos en las adversidades, habiendo sido menores en las prosperidades." (parágrafo 36)

Simone Weil
ESCRITOS HISTÓRICOS Y POLÍTICOS (III)
Madrid, 2007, Trotta.



“Napoleón no inspiró al mundo menos terror y horror que Hitler, ni menos justamente. Quien, por ejemplo, recorre el Tirol encuentra a cada paso inscripciones que recuerdan las atrocidades cometidas entonces por los soldados franceses contra un pueblo pobre, laborioso y feliz en la medida que era libre. ¿Se olvida lo que Francia ha hecho sufrir a Holanda, a Suiza, a España? Se pretende que Napoleón propagó, con las armas en la mano las ideas de libertad e igualdad de la Revolución francesa; pero lo que principalmente propagó fue la idea del Estado centralizado, el Estado como fuente única de autoridad y objeto exclusivo de devoción; el Estado concebido de este modo, inventado, por decirlo así, por Richelieu, llevado aun punto de perfección por Luis XIV, y a un punto todavía más alto por la Revolución, y después por Napoleón, ha encontrado hoy su forma suprema en Alemania. Hoy nos horroriza, y este horror es justo; no olvidemos sin embargo que procede de nosotros.” (p. 228)
[Weil se refiere a la Alemania nazi. De hecho, la cita procede del estudio “ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LOS ORÍGENES DEL HITLERISMO”, de 1939.]

“Si alguien hace pensar en Hitler, por la barbarie, la perfidia premeditada, el arte de la provocación, la eficacia de la astucia, es sin duda César” (p. 236)

“Nadie ha igualado nunca a los romanos en el hábil uso de la crueldad. Cuando la crueldad es efecto de un capricho, de una sensibilidad enferma, de la cólera, del odio, con frecuencia tiene consecuencias fatales para quien cede a ella; la crueldad fría, calculada y convertida en método, aquélla que constituye un método, la crueldad que ninguna inestabilidad de humor, ninguna consideración de prudencia, respeto o piedad puede atemperar, a la que no se puede escapar ni por el valor, la dignidad, la energía, ni por la sumisión, las súplicas y las lágrimas, esa crueldad es un instrumento incomparable de dominación.” (p. 241)

“Lamentablemente, Roma, tras adoptar el cristianismo después de algunos siglos y establecerlo oficialmente en las naciones sometidas, contrajo así con él una alianza que lo mancilló. Por una segunda desgracia, el lugar de origen del cristianismo le impuso la herencia de textos en los que con frecuencia se expresa una crueldad, una voluntad de dominación, un desprecio inhumano a los enemigos vencidos o destinados a serlo y un respeto a la fuerza que concuerdan extraordinariamente bien con el espíritu de Roma. Así, por efecto de un doble accidente histórico, la doble tradición hebrea y romana asfixia en gran medida desde hace dos mil años la inspiración divina del cristianismo.” (pp. 264-265)
Gilles Lipovetsky
EL IMPERIO DE LO EFÍMERO. LA MODA Y SU DESTINO EN LAS SOCIEDADES MODERNAS (III)
Barcelona, 1996, Anagrama. 
 

“El espíritu de la moda ha conseguido penetrar en el corazón del hombre democrático y se ha inmiscuido en la esfera de la solidaridad y la ética. La era de la moda no desemboca en el egoísmo pleno, sino en el compromiso intermitente, ligero, sin doctrina ni exigencia de sacrificio. No hay que desesperar del reino de la moda, el cual profundiza el cauce de los derechos del hombre y nos abre los ojos frente a las desgracias de la humanidad. Tenemos menos rigor doctrinario pero más preocupaciones humanitarias, menos abnegación ética pero más respeto a la vida, menos fidelidad pero más espontaneidad de masa. Ello no conduce ni al mejor ni al peor de los mundos.” (p. 320)

“Al invadir la esfera del ser-para-el-otro, la moda revela la dimensión oculta de su imperio: el drama de la intimidad en el corazón mismo del éxtasis por las novedades. La moda no es ni ángel ni demonio; existe también una tragedia de la levedad erigida en sistema social, una tragedia ineludible en la escala de las unidades subjetivas. El reino pleno de la moda pacifica el conflicto social, pero agudiza el conflicto subjetivo e intersubjetivo; permite más libertad individual, pero engendra una vida más infeliz. La lección es severa; el progreso de las Luces y el de la felicidad no van al mismo paso y la euforia de la moda tiene como contrapartida el desamparo, la depresión y la confusión existencial. Hay más estímulos de todo género pero mayor inquietud de vida; hay más autonomía privada pero más crisis íntimas. Esta es la grandeza de la moda, que le permite al individuo remitirse más a sí mismo, y ésta es la miseria de la moda, que nos hace cada vez más problemáticos, para nosotros y para los demás.” (p. 324 )

Manuel Vilas
ORDESA (I)
Barcelona, 2018, Alfaguara.



“No iban nunca a misa mis padres, como hacían los padres de mis compañeros del colegio; eso me extrañaba mucho y me incomodaba ante mis amigos. No sabían quién era Dios. No es que fueran agnósticos o ateos. No eran nada. No pensaban en eso. Jamás nombraron la religión en casa. Y ahora que escribo este recuerdo me quedo fascinado. Igual mis padres eran extraterrestres. Ni siquiera blasfemaban. Jamás nombraron a Dios. Vivieron como si no existiese la religión católica, y eso tiene un mérito indecible en la España que les tocó en suerte. La religión para mis padres fue algo invisible. No existía. Su mundo moral ocurrió sin el fetichismo del bien y del mal.” (p. 28)
Gilles Lipovetsky
EL IMPERIO DE LO EFÍMERO. LA MODA Y SU DESTINO EN LAS SOCIEDADES MODERNAS (II)
Barcelona, 1996, Anagrama.



“No intentamos en absoluto negar que los objetos puedan ser aquí o allá significantes sociales y signos de aspiración, lo que cuestionamos es la idea de que el consumo de masas se rige principalmente por un proceso de distinción y diferenciación clasista, y que se lo identifique con una producción de valores honoríficos y de emblemas sociales. La gran originalidad histórica del auge de las necesidades es precisamente la de haber desencadenado un proceso intencional de desocialización del consumo y de regresión de la primacía inmemorial del valor clasista de los objetos en provecho del valor dominante del placer individual y del objeto-uso. Es esta inversión de la tendencia lo que define en propiedad la acción de la moda plena. Cada vez es menos cierto que adquirimos objetos para obtener prestigio social o para desmarcarnos de los grupos de estatus inferior y afiliarnos a grupos de estatus superior. Lo que se refrenda a través de los objetos no es tanto una legitimidad y una diferencia social como una satisfacción privada cada vez más indiferente a los juicios ajenos. En esencia, el consumo ha dejado de ser una actividad regulada por la búsqueda del reconocimiento social para desplegarse en vistas al bienestar, la funcionalidad y el placer en sí mismo. El consumo masivamente ha dejado de ser una lógica de prestación clasista, para oscilar en el orden del utilitarismo y del privatismo individualista.” (pp. 195-196)
Simone Weil
ESCRITOS HISTÓRICOS Y POLÍTICOS (II)
Madrid, 2007, Trotta.


 
“Cuando la muerte impera es cuando el milagro de la obdediencia estalla ante nuestros ojos. Que muchos hombres se sometan a uno solo por miedo a ser matados por él es ciertamente sorprendente; pero ¿cómo comprender que permanezcan sometidos hasta el punto de morir por orden suya? ¿Cómo se mantiene la obediencia cuando supone al menos tantos riesgos como la rebelión?” (p. 111)

“El espíritu humano es increíblemente flexible, pronto a imitar, pronto a plegarse a la circunstancias exteriores. Aquel que obedece, aquel cuyos movimientos, penas y placeres están determinados por la palabra de otro, se siente inferior no por accidente, sino por naturaleza. En el extremo contrario de la escala, el otro se siente igualmente superior, y esas dos ilusiones se refuerzan una a otra. Es imposible al espíritu más heroicamente firme conservar la conciencia de un valor interior cuando esa conciencia no se apoya en nada exterior. El mismo Cristo, cuando se vio abandonado por todos, escarnecido, despreciado, con su vida tenida por nada, perdió por un instante el sentimiento de su misión; ¿qué otra cosa puede significar el grito «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Les parece a los que obedecen que alguna inferioridad misteriosa los ha predestinado a obedecer desde toda la eternidad; y cada marca de desprecio, aunque sea ínfima, que sufren por parte de sus superiores o de sus iguales, cada orden que reciben, sobre todo cada acto de sumisión que realizan, los confirma en ese sentimiento.” (p. 114)

"La sociedad burguesa está aquejada de una monomanía: la contabilidad. Para ella, nada tiene valor sino lo que se puede cifrar en francos y céntimos. Jamás duda en sacrificar vidas humanas a las cifras que funcionan en el papel, cifras del presupuesto nacional o de los balances industriales. Todos sufrimos un poco el contagio de esta idea fija y nos dejamos hipnotizar igualmente por las cifras. […] Es una deformación de la inteligencia tanto más comprensible cuanto que las cifras son algo claro, que se comprende de inmediato, mientras que las cosas que no se pueden traducir a cifras exigen un mayor esfuerzo de atención. Es más fácil reclamar respecto de la cifra señalada en una hoja de paga que analizar los sufrimientos padecidos en una jornada de trabajo. Por eso la cuestión de los salarios hace olvidar con frecuencia otras reivindicaciones vitales." (pp. 174-175)




Gilles Lipovetsky
EL IMPERIO DE LO EFÍMERO. LA MODA Y SU DESTINO EN LAS SOCIEDADES MODERNAS (I)
Barcelona, 1996, Anagrama.


“Contrariamente a los estereotipos que se le suponen, la era de la moda es lo que más ha contribuido a arrancar a los hombres en su conjunto del oscurantismo y el fanatismo, a construir un espacio público abierto, a modelar una humanidad más legalista, más madura, más escéptica. La moda plena vive de paradojas: su inconsciencia favorece la conciencia, sus locuras el espíritu de tolerancia, su mimetismo el individualismo, su frivolidad el respeto por los derechos del hombre.” (p. 20)

“Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, las diferentes sociedades han funcionado desconociendo el agitado juego de la frivolidad. Durante su existencia multimilenaria las formaciones sociales calificadas de salvajes han ignorado y combatido de forma implacable la fiebre del cambio y el exceso de fantasías individuales. La legitimidad indiscutida de los legados ancestrales y la valorización de la continuidad social han impuesto en todas partes la regla de la inmovilidad, la repetición de los modelos heredados del pasado, el conservadurismo a ultranza de las maneras de ser y de aparecer. En tales configuraciones colectivas el proceso y la noción de moda no tienen ningún sentido. No es que los salvajes no manifestaran a veces un marcado gusto por las ornamentaciones y persiguieran ciertos efectos estéticos al margen de las vestimentas rituales, pero no era en absoluto nada que pudiera compararse al sistema de la moda. Aunque numerosos, los tipos de decoración, los accesorios y peinados, pinturas y tatuajes, siguen siendo fijados por la tradición, sometidos a normas inalterables, de generación en generación. Una sociedad hiperconservadora como lo es la primitiva, prohibe la aparición de la moda porque ésta es inseparable de una relativa descalificación del pasado: no hay moda sin prestigio y superioridad atribuidos a los nuevos modelos y, por tanto, sin cierto menosprecio por el orden antiguo. Centrada por completo en el respeto y la reproducción minuciosa del pasado colectivo, la sociedad primitiva en ningún caso puede dejar que se consagren de forma manifiesta las novedades, la fantasía de los particulares, la autonomía estética de la moda. Sin Estado ni clases y con la estricta dependencia del pasado mítico, la sociedad primitiva está organizada para contener y negar la dinámica del cambio y de la historia.” (pp. 27-28).



Simone Weil
ESCRITOS HISTÓRICOS Y POLÍTICOS (I)
Madrid, 2007, Trotta.


“Los trabajadores se hacen la ilusión de haber conquistado este bienestar otorgado para poder imponerles un trabajo agotador, este bienestar que se les ofrece como se ofrece un terrón de azúcar a un perro que se levanta sobre sus patas; pero se hacen la ilusión de haberlo conquistado por sus propios esfuerzos y fuera de toda lucha de clases. De un día al otro la crisis ha reducido a la nada esas ventajas que los trabajadores creían firmemente establecidas; ahora aparece claramente que esas efímeras mejoras de la vida del trabajador no constituían un progreso realizado por los obreros, sino simplemente un aspecto provisional de una cierta política patronal.” (p. 55)

“Descartes decía que un reloj que funcionase incorrectamente no es una excepción a las leyes del reloj, sino un mecanismo diferente que obedece a sus leyes propias; del mismo modo hay que considerar el régimen estalinista: no como un Estado obrero que funciona mal, sino como un mecanismo social diferente, definido por los engranajes que lo componen y que funciona conforme a su naturaleza.” (p. 83)

“No se puede ser revolucionario si no se ama la vida. La revolución no puede dar un sentido a la vida humana; para aquellos que tratan de dar un sentido a su vida mediante la revolución, el éxito sería la mayor de las desdichas, exactamente igual que el cazador, así lo vio Pascal, es infeliz por haber alcanzado al animal perseguido, porque desde ese momento la caza ha terminado. Si la revolución es otra cosa que un juego, es únicamente en la medida en que aligera el peso que las condiciones sociales hacen recaer actualmente sobre cada ser humano y que impide vivir. La revolución es una lucha contra todo lo que obstaculiza la vida. No tiene sentido más que como medio; si el fin perseguido es vano, el medio pierde su valor. De manera general, nada tiene valor desde el momento en que no lo tiene la vida humana.” ” (p. 103)

martes, 14 de enero de 2020

Darío Stainszrajber
FILOSOFÍA EN DOCE FRASES (II)
Barcelona, 2019, Ariel.



“Recordé una narración de Primo Levi acerca del azar en la elección de los condenados a muerte y un caso en el cual un oficial nazi había confundido su número de serie al leer la lista de los elegidos para morir ese día. Gracias a ese error otro preso era nominado y él se había salvado, mientras observaba en silencio el rostro de aquel al que el azar ahora había injustamente condenado. Injustamente, qué horror, moralizar el azar en el contexto de la más absoluta amoralidad. Cómo hablar de justicia en relación al azar. Creo que en el relato Levi narra que ambos se miraron en silencio. Mañana igual muero yo, debe haber pensado, pero no. Se salvó.” (p. 157)

“¿El hombre es bueno o malo por naturaleza? Ya la pregunta es capciosa por donde se la analice: ¿hay una naturaleza humana?, ¿hay una naturaleza humana que define una moral?, ¿hay solo dos opciones morales?, ¿está claro el límite entre el bien y el mal?, ¿qué momento de la vida del ser humano representaría la expresión acabada de su naturaleza?, ¿se puede hablar de bien o de mal en su naturaleza?, ¿no es la ley moral, y por eso social, la que determina la separación entre lo bueno y lo malo?, ¿y por qué asociar lo natural con lo originario?, ¿y si es originario no permanece en nosotros?, ¿y por qué asociar lo natural con lo animal?, etcétera.” (p. 157)

“Hay una hipótesis permanente en la filosofía, que atraviesa distintas épocas y diferentes corrientes de pensamiento, y que siempre está marcando algo así como un límite, un umbral que hace posible no solo lo posible sino también lo imposible. Esta hipótesis reza más o menos así: tenemos la capacidad de llevar tan a fondo el cuestionamiento que, entonces, todo puede ser puesto en duda, pero con tanta radicalidad que ni siquiera esto mismo que estoy diciendo podría significar esto mismo que estoy diciendo. La duda voraz que se come incluso a sí misma, dando una sensación de vacío infinito, donde nada es lo que uno cree que es, y donde ni siquiera el que nada sea lo que uno cree que es significa eso mismo. O sea, si queremos, podemos llevar la duda a un extremo tan insoportable como para que todo deje de tener sentido al instante, y todo así se detenga o se resquebraje, o se disuelva sin más.” (p. 204)
John Barth
EL PLANTADOR DE TABACO
Madrid, 2013, Sexto Piso.
 

“Hace un momento me preguntabais qué clase de comercio es ser poeta y qué trabajo se le puede ofrecer a quien lo es. A modo de respuesta, señor, con vuestra venia, permitidme que os pregunte: ¿Hubiera tenido el mundo noticia alguna de Agamenón, o del fiero Aquiles, o del ingenioso Odiseo, o del cornudo Menelao, o del circo, todo lleno de griegos y troyanos que se iban pavoneando por ahí, de no ser porque el gran Homero habló de ellos en verso? ¿Cuántas batallas de mayor importancia creéis vos que se han perdido en el polvo de la historia por falta de un poeta que las cantara para la posteridad? Son muchísimas las Elenas que florecen cada primavera y acaban olvidadas, en poder de los gusanos; mas basta con que un Homero las pinte sirviéndose del cosmético grandioso de su astro, entonces su belleza hará hervir la sangre a veinte siglos de generaciones. ¿En qué descansa la grandeza del príncipe, os pregunto? ¿En las hazañas que libra en el campo de batalla o en las que libra en el blando lecho del amor? Pues bien, ¡no hace falta más que una generación para que todo quede olvidado por siempre jamás! No; yo sostengo que no depende la grandeza de los hechos, sino de la relación de los mismos. ¿Y quién ha de referirlos? El historiador, no, pues aunque tenga la endemoniada precisión de saber con exactitud cuántos hoplitas acompañaban a Epaminondas cuando sacudieron a los espartanos en Leuctra, o cuál era el nombre de pila del barbero de Carlomagno, nadie lo lee más que sus colegas cronistas y sus discípulos (los unos por envidia, los otros por obligación). Pero limitaos a dejar hechos y protagonista en manos del poeta, ¿qué pasa entonces? Miradlo: enderézase la nariz torcida, el cuerpo entero llénase de carne, el mal francés tórnase rasguño; hechos oscuros pierden la costra que los priva de brillo y relumbran esplendorosos; al tiempo, todo cobra una musicalidad armoniosamente rimada, donde se pone freno al engreimiento, y la métrica cobra vida, de modo que se fija en la memoria, como «Greensleeves» y nos conmueve el corazón, como las Escrituras.” (pp. 137-138)

Darío Stainszrajber
FILOSOFÍA EN DOCE FRASES (I)
Barcelona, 2019, Ariel.



“¿Realmente tiene sentido todo esto que estamos haciendo si al final de cuentas nacimos para morir?
   No entiendo para qué hay que pensar en todo esto, ¿pero podríamos no hacerlo? Pensar en esto es hacer filosofía. La filosofía angustia. La pregunta angustia. No nos hace felices, o por lo menos no nos brinda el sosiego de la certeza. Nos obliga a replantearnos todo, incluso la misma idea que tenemos de felicidad. La filosofía nos golpea de lleno con nuestras propias limitaciones. Interrumpe el fluir de una cotidianeidad segura donde todo funciona, y pone por eso todo entre paréntesis. Todo; en especial, la noción de funcionamiento como supuesto último de todas nuestras acciones. Al interrumpir, la filosofía hace que todo lo que venía funcionando normalmente se detenga. Es que interrumpir es básicamente cuestionar la normalidad, evidenciar la norma. Y así, se interrumpe la lógica del buen funcionamiento y se abre el espacio para la pregunta. La pregunta por el porqué. La pregunta que inquiere y no la que busca una respuesta. Una pregunta con respuesta nos calma. Una respuesta que aún puede ser abierta con una nueva pregunta nos moviliza. Y si cada nueva respuesta puede a su vez ser abierta, alcanzamos lo abierto. Lo abierto angustia. Lo cerrado angustia. El todo angustia. La nada angustia...” (pp. 18-19)
 
[Las cursivas pertenecen al texto.]

“Sócrates es condenado por la justicia ateniense, acusado de corromper a la juventud enseñando falsedades acerca de los dioses. Pero como explica Sócrates muy bien en primera persona, en su defensa que Platón reconstruye en ese texto llamado Apología de Sócrates, él ya estaba condenado de antemano; o mejor dicho: se lo acusaba de mucho más de lo que aparece en el juicio como acusaciones concretas.
   A Sócrates no lo querían. No lo querían porque con sus actitudes por fuera de lo estatuido ponía en evidencia la oscuridad de las prácticas institucionales. Ponía en evidencia lo formal, lo vacío del ethos ateniense, la deflación de sus valores, la crisis. Incluso antes del suceso del oráculo. Sócrates con su propio comportamiento, con su propia manera de vivir, molestaba. Incomodaba a una ciudadanía que se había acostumbrado a una doble moral, a una vida democrática que, según explica muy bien en la República, se degradaba en demagogia, esto es, en el aprovechamiento de las formas del sistema democrático, pero para otros fines, más espurios y menos comunitarios.
   Sócrates molestaba sin hacer nada, o sea, demostrando con su propia experiencia de vida que se podía vivir de otra manera. No era un sofista. O era tan sofista que ya estaba del otro lado. Escuchaba. Repreguntaba. No daba clases, sino que creaba las condiciones para un diálogo en el que circulara la palabra. No explicaba nada, sino que desarticulaba certezas para que aquel que se hallaba muy convencido de algo, sufriera una perplejidad abismal al derrumbarse casi todas las justificaciones de su saber.” (p. 76)
[Las cursivas pertenecen al texto.]

martes, 7 de enero de 2020

Desmond Morris
EL MONO DESNUDO (III)
Barcelona, 1975, Plaza & Janés.


“Otra tendencia, más importante, nació del simple cuidado de la piel; me refiero a la cuestión médica. Otras especies han avanzado poco en este aspecto; en cambio, en el caso del mono desnudo la evolución de la práctica médica, a partir del comportamiento de aseo social, ha tenido una influencia enorme en el floreciente desarrollo de la especie, particularmente en los tiempos más recientes. En nuestros más próximos parientes, los chimpancés, podemos ya observar el inicio de esta tendencia. Además del cuidado general de la piel y del aseo mutuo, se ha podido observar que el chimpancé cura las leves lesiones físicas de sus compañeros. Examinan cuidadosamente las pequeñas llagas y heridas y las lamen hasta dejarlas limpias. Extraen astillas, pellizcando con los dedos índices la piel del camarada. En una ocasión, una hembra chimpancé, que tenía una carbonilla en el ojo izquierdo, se acercó a un macho, temblando y dando muestras de evidente desazón. El macho se sentó, la examinó cuidadosamente y después extrajo la carbonilla con gran cuidado y precisión, empleando los pulpejos de un dedo de cada mano. Esto es más que simple aseo. Es la primera señal de un verdadero cuidado médico cooperativo. Pero, en los chimpancés, el incidente descrito equivale a su expresión en el grado máximo. En cambio, en nuestra especie, con el incremento de la inteligencia y del sentido de colaboración, esta clase de aseo especializado tenía que ser el punto de partida de una importante tecnología de ayuda mutua física. El mundo médico actual ha alcanzado una condición de tal complejidad que se ha convertido, socialmente hablando, en la principal expresión de nuestro comportamiento animal de bienestar. Partiendo de la cura de trastornos leves, ha llegado a enfrentarse con las más graves enfermedades y con los peores daños corporales. Como fenómeno biológico, sus logros son extraordinarios; pero, al hacerse racional, sus elementos irracionales han sido en cierto modo desestimados.” (p. 174)

“Algunos optimistas opinan que, dado el alto nivel de inteligencia que hemos alcanzado y nuestras grandes dotes de invención, seremos capaces de resolver favorablemente cualquier situación; que somos tan dúctiles que podemos amoldar nuestra vida a las nuevas exigencias de nuestro veloz desarrollo como especie; que, cuando llegue el momento, sabremos solventar los problemas de la superpoblación, de la tensión, de la pérdida de nuestra intimidad y de nuestra independencia de acción; que reharemos nuestras normas de comportamiento y viviremos como hormigas gigantes; que controlaremos nuestros sentimientos agresivos y territoriales, nuestros impulsos sexuales y nuestras tendencias parentales; que si hemos de convertirnos en monos diminutos, lograremos hacerlo; que nuestra inteligencia puede dominar todos nuestros básicos impulsos biológicos. Yo presumo que todo esto son monsergas. Nuestra cruda naturaleza animal no lo permitirá nunca.” (p. 201)

Desmond Morris
EL MONO DESNUDO (II)
Barcelona, 1975, Plaza & Janés.



“El cerebro aumentado, que acompañó la transformación del sencillo morador de los bosques en cazador cooperativo, empezó a interesarse en las mejoras tecnológicas. Las simples residencias tribales se convirtieron en grandes pueblos y ciudades. La era del hacha dio paso a la era espacial. Pero, ¿qué influencia han ejercido todos estos oropeles en el sistema sexual de la especie? Al parecer, muy poca. Todo ha sido demasiado rápido, demasiado súbito, para que se produjesen fundamentales avances biológicos. Cierto que, superficialmente, parecen haberse producido; pero esto es más que nada una ilusión. Detrás de la fachada de la ciudad moderna, sigue morando el viejo mono desnudo. Sólo los hombres han cambiado: en vez de «caza», decimos «trabajo»; en vez de «campo de caza», «barrio comercial»; en vez de «cubil», «hogar»; en vez de «apareamiento», «matrimonio»; en vez de «compañera», «esposa», etcétera. Ciertos estudios americanos sobre las normas sexuales contemporáneas, en comparación con las primitivas, han revelado que el equipo fisiológico y anatómico de la especie sigue empleándose con toda intensidad. Los indicios proporcionados por los restos prehistóricos, combinados con datos comparativos de otros carnívoros y de otros primates actuales, nos dan una idea de cómo debió utilizar su sexo el mono desnudo en el remoto pasado, y de cómo debió de organizar su vida sexual. Las pruebas contemporáneas nos ofrecen el mismo cuadro básico, una vez removida la capa de oscuro barniz de la moralidad pública. Como dije al principio del capítulo, fue la naturaleza biológica de la bestia la que moldeó la estructura social de la civilización, y no ésta la que moldeó aquélla.” (p. 72)

Friedrich Nietzsche
MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL
Madrid, 1977, Alianza Editorial.


“El atractivo del conocimiento sería muy pequeño si en el camino que conduce a él no hubiera que superar tanto pudor.” (p. 91)

“No existen fenómenos morales, sino sólo una interpretación moral de fenómenos...” (p. 99)

“Tener un talento no es suficiente: hay que tener también permiso vuestro para tenerlo, —¿no es así, amigos míos? ” (p. 107)

“¿Qué debe Europa a los judíos? —Muchas cosas, buenas y malas, y sobre todo una que es a la vez de las mejores y de las peores: el gran estilo en la moral, la terribilidad y la majestad de exigencias infinitas, de significados infinitos, todo el romanticismo y sublimidad de las problemáticas morales— y, en consecuencia, justo la parte más atractiva, más capciosa y más selecta de aquellos juegos de colores y de aquellas seducciones que nos incitan a vivir, en cuyo resplandor final brilla —tal vez está dejando de brillar— hoy el cielo de nuestra cultura europea, su cielo de atardecer. Nosotros los artistas entre los espectadores y filósofos sentimos por ello frente a los judíos —gratitud.” (pp. 204-205)

“Hay entre los chinos un proverbio que las madres enseñan ya a sus hijos: siao-sin «¡haz pequeño tu corazón!» Esta es la auténtica tendencia fundamental en las civilizaciones tardías: yo no dudo de que lo primero que un griego antiguo reconocería también en nosotros los europeos de hoy sería el autoempequeñecimiento —con sólo esto «repugnaríamos ya a su gusto».—” (p. 235)
Desmond Morris
EL MONO DESNUDO (I)
Barcelona, 1975, Plaza & Janés.



“De esta manera, pues, el mono cazador asumió el papel de carnívoro letal y cambió, en consecuencia, sus costumbres de primate. Ya he sugerido que fueron cambios biológicos fundamentales, más que cambios puramente culturales, y que la nueva especie cambió genéticamente de este modo. Pueden ustedes pensar que esto es una suposición injustificada. Pueden ustedes creer —tal es el poder de la instrucción cultural— que las modificaciones pueden lograrse fácilmente con el adiestramiento y el desarrollo de nuevas tradiciones. Yo dudo de que fuera así. Basta con observar el comportamiento de nuestra especie en la actualidad para comprender que no fue así. El desarrollo cultural nos ha proporcionado crecientes e impresionantes mejoras tecnológicas, pero cuando éstas chocan con nuestras cualidades biológicas fundamentales, tropiezan con una fuerte resistencia. Las normas básicas de comportamiento establecidas en nuestros primeros tiempos de monos cazadores siguen manifestándose en todos nuestros asuntos, por muy elevados que sean. Si la organización de nuestras actividades terrestres —alimentación, miedo, agresión, sexo, cuidados paternales— se hubiesen producido únicamente por medio culturales, no cabe duda de que actualmente la controlaríamos mejor y podríamos desviarla en uno y otro sentido, adaptándola a las crecientes y extraordinarias exigencias de nuestros avances tecnológicos. Pero no hemos hecho nada de esto. Hemos inclinado reiteradamente la cabeza ante nuestra naturaleza animal y admitido tácitamente la existencia de la bestia compleja que se agita en nuestro interior. Si somos sinceros, tendremos que confesar que se necesitarán millones de años, y el mismo proceso genético de selección natural que la originó, para cambiarla. Mientras tanto, nuestras civilizaciones, increíblemente complicadas, podrán prosperar únicamente si las orientamos de manera que no choquen con nuestras básicas exigencias animales, ni tiendan a suprimirlas. Desgraciadamente, nuestro cerebro pensante no está siempre de acuerdo con nuestro cerebro sensitivo. Hay muchos ejemplos que muestran el punto en que se han extraviado las cosas y en que las sociedades humanas se han estrellado o se han embrutecido.” (pp. 33-34)
[Hemos subsanado una errata en el texto que confundía “tácitamente” con “tácticamente”. En el original en inglés la palabra exacta es “tacictly”; ver The Naked Ape, 1967, McGraw-Hill, New York, p. 40. En esta edición en español también es frecuente la garrafal confusión entre las palabras “etnología” y “etología”.]