miércoles, 22 de enero de 2020

Manuel Vilas
ORDESA (I)
Barcelona, 2018, Alfaguara.



“No iban nunca a misa mis padres, como hacían los padres de mis compañeros del colegio; eso me extrañaba mucho y me incomodaba ante mis amigos. No sabían quién era Dios. No es que fueran agnósticos o ateos. No eran nada. No pensaban en eso. Jamás nombraron la religión en casa. Y ahora que escribo este recuerdo me quedo fascinado. Igual mis padres eran extraterrestres. Ni siquiera blasfemaban. Jamás nombraron a Dios. Vivieron como si no existiese la religión católica, y eso tiene un mérito indecible en la España que les tocó en suerte. La religión para mis padres fue algo invisible. No existía. Su mundo moral ocurrió sin el fetichismo del bien y del mal.” (p. 28)