miércoles, 22 de enero de 2020

Simone Weil
ESCRITOS HISTÓRICOS Y POLÍTICOS (III)
Madrid, 2007, Trotta.



“Napoleón no inspiró al mundo menos terror y horror que Hitler, ni menos justamente. Quien, por ejemplo, recorre el Tirol encuentra a cada paso inscripciones que recuerdan las atrocidades cometidas entonces por los soldados franceses contra un pueblo pobre, laborioso y feliz en la medida que era libre. ¿Se olvida lo que Francia ha hecho sufrir a Holanda, a Suiza, a España? Se pretende que Napoleón propagó, con las armas en la mano las ideas de libertad e igualdad de la Revolución francesa; pero lo que principalmente propagó fue la idea del Estado centralizado, el Estado como fuente única de autoridad y objeto exclusivo de devoción; el Estado concebido de este modo, inventado, por decirlo así, por Richelieu, llevado aun punto de perfección por Luis XIV, y a un punto todavía más alto por la Revolución, y después por Napoleón, ha encontrado hoy su forma suprema en Alemania. Hoy nos horroriza, y este horror es justo; no olvidemos sin embargo que procede de nosotros.” (p. 228)
[Weil se refiere a la Alemania nazi. De hecho, la cita procede del estudio “ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LOS ORÍGENES DEL HITLERISMO”, de 1939.]

“Si alguien hace pensar en Hitler, por la barbarie, la perfidia premeditada, el arte de la provocación, la eficacia de la astucia, es sin duda César” (p. 236)

“Nadie ha igualado nunca a los romanos en el hábil uso de la crueldad. Cuando la crueldad es efecto de un capricho, de una sensibilidad enferma, de la cólera, del odio, con frecuencia tiene consecuencias fatales para quien cede a ella; la crueldad fría, calculada y convertida en método, aquélla que constituye un método, la crueldad que ninguna inestabilidad de humor, ninguna consideración de prudencia, respeto o piedad puede atemperar, a la que no se puede escapar ni por el valor, la dignidad, la energía, ni por la sumisión, las súplicas y las lágrimas, esa crueldad es un instrumento incomparable de dominación.” (p. 241)

“Lamentablemente, Roma, tras adoptar el cristianismo después de algunos siglos y establecerlo oficialmente en las naciones sometidas, contrajo así con él una alianza que lo mancilló. Por una segunda desgracia, el lugar de origen del cristianismo le impuso la herencia de textos en los que con frecuencia se expresa una crueldad, una voluntad de dominación, un desprecio inhumano a los enemigos vencidos o destinados a serlo y un respeto a la fuerza que concuerdan extraordinariamente bien con el espíritu de Roma. Así, por efecto de un doble accidente histórico, la doble tradición hebrea y romana asfixia en gran medida desde hace dos mil años la inspiración divina del cristianismo.” (pp. 264-265)