domingo, 6 de diciembre de 2015

Charles R. Darwin
DIARIO DEL VIAJE DE UN NATURALISTA ALREDEDOR DEL MUNDO (I)
Pozuelo de Alarcón (Madrid), 2003, Espasa Calpe.



“Este sitio es célebre por haber servido de refugio durante largo tiempo a ciertos esclavos fugitivos, que cultivando un pequeño terreno en las cercanías de la cima lograban sacar lo necesario para su subsistencia. Con el tiempo fueron descubiertos, y, habiendo enviado un piquete de soldados, todos fueron hechos prisioneros, excepto una vieja, que, antes de volver a la esclavitud, prefirió arrojarse a un precipicio desde lo alto de la montaña, quedando hecha pedazos. En una matrona romana, este rasgo se hubiera llamado el noble amor a la libertad; en una pobre negra, se califica de brutal obstinación.” (p. 46)

“Mientras estábamos en esta finca faltó poco para que fuera testigo de uno de estos actos atroces que sólo pueden ocurrir en un país de esclavos. Con motivo de una querella y un pleito el amo estuvo a punto de separar todas las mujeres y niños de los esclavos varones y venderlos en Río en pública subasta. Si esta enormidad no se realizó fue porque lo impidió el interés, y no el menor sentimiento de piedad. Realmente, no creo que al amo le pasara por las mientes que era inhumano separar a 30 familias después de haber vivido juntas por muchos años. Y, no obstante, aseguro, a fe de hombre veraz, que en sentimientos humanitarios y afectuosos aventajaba al común de los hombres. Cabe pues afirmar que la codicia y el egoísmo producen en la inteligencia la ceguera más absoluta.” (pp. 50-51)

“Santa Fe es una pequeña ciudad tranquila, en la que reinan la limpieza y el orden. El gobernador, López, era un soldado raso en tiempo de la revolución, y a la fecha lleva 17 años en el cargo. Semejante estabilidad se debe a sus procedimientos tiránicos, pues hasta ahora la tiranía parece adaptarse a estos países mejor que el republicanismo. La ocupación favorita del gobernador consistía en cazar indios; de poco tiempo a esta parte había matado 48 y vendido los hijos a razón de tres o cuatro libras por cabeza.” (p.144)

“Mientras navegábamos algo al sur del Plata, en una noche muy obscura, el mar ofreció un admirable y bellísimo espectáculo. Corría una fresca brisa, y por toda la superficie, que durante el día se había visto como espumosa, ahora brillaba con una luz pálida. El barco hendía ante su proa dos olas de fósforo líquido, y dejaba en pos de sí una estela láctea. Las crestas de las olas brillaban en toda la extensión del océano, hasta donde la vista podía alcanzar, y las capas inferiores atmosféricas que se tendían sobre el horizonte, merced al resplandor reflejado de los lívidos fulgores antes descritos, no parecían tan tenebrosas como la bóveda superior del cielo.” (p. 176)