Jon Krakauer
MAL DE ALTURA (I)
Madrid, 2015, Desnivel.
“Algunas de las mismas personas que me aconsejaban no escribir con prisas me habían advertido anteriormente que no fuera al Everest. Había muchas y buenas razones para rechazar el encargo, pero subir al Everest es un acto intrínsecamente irracional, un triunfo del deseo sobre la cordura. Cualquier persona que se lo plantee en serio es, casi por definición, ajena a la influencia de lo razonable.” (p. 13)
“A los veintitantos años, la escalada se había convertido en el centro de mi existencia, excluyendo casi todo lo demás. Alcanzar la cima de una montaña era algo tangible, inmutable, concreto. Los peligros intrínsecos del alpinismo daban a esa actividad un rigor de propósito, del que carecía el resto de mi vida. Me emocionaba ante la mera perspectiva que suponía forzar constantemente una existencia por lo demás vulgar.
Escalar daba asimismo un sentido de clan. Ser escalador significaba formar parte de una sociedad rabiosamente idealista e independiente, que pasaba inadvertida y era del todo ajena a la corrupción del mundo en general.
La cultura montañera se caracterizaba por una competencia feroz y un machismo sin ambages, pero la mayoría de los escaladores sólo querían impresionarse los unos a los otros. Llegar a la cima de una montaña se consideraba mucho menos importante que la manera de conseguirlo: para ganar prestigio había que ser muy temerario, atacar las rutas más brutales con el mínimo equipo posible. Nadie era tan admirado como el visionario que ascendía absolutamente solo, sin cuerda ni pertrechos.” (p. 32)
“El edema cerebral producido por las grandes altitudes es menos común que el edema pulmonar causado por el mismo motivo, pero puede ser aún más letal. El edema cerebral, que puede presentarse sin previo aviso, se produce cuando los vasos sanguíneos del cerebro, faltos de oxígeno, empiezan a rezumar y provocan una grave hinchazón cerebral. A medida que aumenta la presión en el cráneo, la habilidad mental y motriz se deteriora con alarmante rapidez —normalmente en el plazo de unas pocas horas—, y a menudo sin que la víctima note ningún cambio. El siguiente paso es el coma y luego, a menos que el afectado sea evacuado rápidamente a una altitud inferior, la muerte.” (pp. 128-129)
MAL DE ALTURA (I)
Madrid, 2015, Desnivel.
“Algunas de las mismas personas que me aconsejaban no escribir con prisas me habían advertido anteriormente que no fuera al Everest. Había muchas y buenas razones para rechazar el encargo, pero subir al Everest es un acto intrínsecamente irracional, un triunfo del deseo sobre la cordura. Cualquier persona que se lo plantee en serio es, casi por definición, ajena a la influencia de lo razonable.” (p. 13)
“A los veintitantos años, la escalada se había convertido en el centro de mi existencia, excluyendo casi todo lo demás. Alcanzar la cima de una montaña era algo tangible, inmutable, concreto. Los peligros intrínsecos del alpinismo daban a esa actividad un rigor de propósito, del que carecía el resto de mi vida. Me emocionaba ante la mera perspectiva que suponía forzar constantemente una existencia por lo demás vulgar.
Escalar daba asimismo un sentido de clan. Ser escalador significaba formar parte de una sociedad rabiosamente idealista e independiente, que pasaba inadvertida y era del todo ajena a la corrupción del mundo en general.
La cultura montañera se caracterizaba por una competencia feroz y un machismo sin ambages, pero la mayoría de los escaladores sólo querían impresionarse los unos a los otros. Llegar a la cima de una montaña se consideraba mucho menos importante que la manera de conseguirlo: para ganar prestigio había que ser muy temerario, atacar las rutas más brutales con el mínimo equipo posible. Nadie era tan admirado como el visionario que ascendía absolutamente solo, sin cuerda ni pertrechos.” (p. 32)
“El edema cerebral producido por las grandes altitudes es menos común que el edema pulmonar causado por el mismo motivo, pero puede ser aún más letal. El edema cerebral, que puede presentarse sin previo aviso, se produce cuando los vasos sanguíneos del cerebro, faltos de oxígeno, empiezan a rezumar y provocan una grave hinchazón cerebral. A medida que aumenta la presión en el cráneo, la habilidad mental y motriz se deteriora con alarmante rapidez —normalmente en el plazo de unas pocas horas—, y a menudo sin que la víctima note ningún cambio. El siguiente paso es el coma y luego, a menos que el afectado sea evacuado rápidamente a una altitud inferior, la muerte.” (pp. 128-129)