Thomas Bernhard
EL ORIGEN (II)
Barcelona, 2001, Anagrama.
“Continuamente advertido por mi abuelo de que no debía dejarme impresionar ni por uno de esos embrutecimientos (el nacionalsocialista) ni por el otro (el católico), jamás estuve siquiera en peligro de padecer ese debilitamiento del carácter y del espíritu, aunque fue de lo más difícil en una atmósfera totalmente descompuesta y envenenada por los dos como la de Salzburgo y, especialmente la de un internado como el de la Schrannengasse. Tampoco el cuerpo de Cristo, sumido y consumido cada día y, por lo tanto, aproximadamente trescientas veces al año, era nada distinto del llamado homenaje cotidiano a Adolf Hitler, en cualquier caso, yo tenía la impresión, con independencia de que se tratase de dos magnitudes totalmente distintas, de que el ceremonial era, en sus intenciones y efectos, el mismo. Y mi sospecha de que, en el trato con Jesucristo, se trataba de lo mismo que un año o que medio año antes sólo con Adolf Hitler se vio pronto confirmada. Si examinamos los cánticos y los coros que se cantan a fin de glorificar y honrar a alguna de las llamadas personalidades extraordinarias, sea la que fuere, como los cantábamos en la época nazi y como los cantamos después de la época nazi en el internado, tendremos que reconocer que son siempre los mismos textos, si bien con palabras algo diferentes, pero son siempre los mismos textos con la misma música siempre y, en conjunto, todos esos cánticos y coros no son más que la expresión de la tontería y de la vileza y de la falta de carácter de los que cantan esos cánticos y coros con esos textos, es siempre sólo el aturdimiento el que canta esos cantos y coros, y ese aturdimiento es un aturdimiento general, mundial. Y los crímenes de educación, tal como se cometen por todas partes, en todo el mundo, en los establecimientos de enseñanza, con los que deben ser educados, se cometen siempre en nombre de alguna de esas personalidades extraordinarias, ya se llame esa personalidad extraordinaria Hitler o Jesús y así sucesivamente. En nombre del cantado, del glorificado, se producen esos crímenes capitales contra los adolescentes, y una y otra vez habrá esas personalidades extraordinarias cantadas y glorificadas, cualquiera que sea su naturaleza, y esos crímenes capitales de educación cometidos contra la humanidad adolescente, educación que, sean cuales fueren sus consecuencias sólo puede ser siempre, por naturaleza, un crimen capital.” (pp. 93-95)
“Mis recuerdos más hermosos son esos paseos con mi abuelo, caminatas de horas en medio de la Naturaleza, y las observaciones hechas en esas caminatas, que él supo desarrollar en mí poco a poco, convirtiéndolas en un arte de la observación. Atento a todo lo que mi abuelo me mostraba y demostraba, tengo que considerar esa época con mi abuelo como la única escuela útil y decisiva para toda mi vida, porque fue él y nadie más quien me enseñó la vida y me hizo conocer la vida, al hacerme conocer antes que nada la Naturaleza.” (pp. 108-109)
EL ORIGEN (II)
Barcelona, 2001, Anagrama.
“Continuamente advertido por mi abuelo de que no debía dejarme impresionar ni por uno de esos embrutecimientos (el nacionalsocialista) ni por el otro (el católico), jamás estuve siquiera en peligro de padecer ese debilitamiento del carácter y del espíritu, aunque fue de lo más difícil en una atmósfera totalmente descompuesta y envenenada por los dos como la de Salzburgo y, especialmente la de un internado como el de la Schrannengasse. Tampoco el cuerpo de Cristo, sumido y consumido cada día y, por lo tanto, aproximadamente trescientas veces al año, era nada distinto del llamado homenaje cotidiano a Adolf Hitler, en cualquier caso, yo tenía la impresión, con independencia de que se tratase de dos magnitudes totalmente distintas, de que el ceremonial era, en sus intenciones y efectos, el mismo. Y mi sospecha de que, en el trato con Jesucristo, se trataba de lo mismo que un año o que medio año antes sólo con Adolf Hitler se vio pronto confirmada. Si examinamos los cánticos y los coros que se cantan a fin de glorificar y honrar a alguna de las llamadas personalidades extraordinarias, sea la que fuere, como los cantábamos en la época nazi y como los cantamos después de la época nazi en el internado, tendremos que reconocer que son siempre los mismos textos, si bien con palabras algo diferentes, pero son siempre los mismos textos con la misma música siempre y, en conjunto, todos esos cánticos y coros no son más que la expresión de la tontería y de la vileza y de la falta de carácter de los que cantan esos cánticos y coros con esos textos, es siempre sólo el aturdimiento el que canta esos cantos y coros, y ese aturdimiento es un aturdimiento general, mundial. Y los crímenes de educación, tal como se cometen por todas partes, en todo el mundo, en los establecimientos de enseñanza, con los que deben ser educados, se cometen siempre en nombre de alguna de esas personalidades extraordinarias, ya se llame esa personalidad extraordinaria Hitler o Jesús y así sucesivamente. En nombre del cantado, del glorificado, se producen esos crímenes capitales contra los adolescentes, y una y otra vez habrá esas personalidades extraordinarias cantadas y glorificadas, cualquiera que sea su naturaleza, y esos crímenes capitales de educación cometidos contra la humanidad adolescente, educación que, sean cuales fueren sus consecuencias sólo puede ser siempre, por naturaleza, un crimen capital.” (pp. 93-95)
“Mis recuerdos más hermosos son esos paseos con mi abuelo, caminatas de horas en medio de la Naturaleza, y las observaciones hechas en esas caminatas, que él supo desarrollar en mí poco a poco, convirtiéndolas en un arte de la observación. Atento a todo lo que mi abuelo me mostraba y demostraba, tengo que considerar esa época con mi abuelo como la única escuela útil y decisiva para toda mi vida, porque fue él y nadie más quien me enseñó la vida y me hizo conocer la vida, al hacerme conocer antes que nada la Naturaleza.” (pp. 108-109)