Thomas Bernhard
EL ORIGEN (I)
Barcelona, 2001, Anagrama.
“Todo en esa ciudad está en contra de lo creador y, aunque se afirme lo contrario cada vez más y con vehemencia cada vez mayor, la hipocresía es su fundamento, y su mayor pasión la falta de espíritu, y dondequiera que la fantasía se atreva a mostrarse siquiera en ella, es extirpada. Salzburgo es una fachada pérfida, en la que el mundo pinta ininterrumpidamente su falsedad, y detrás de la cual lo (o el) creador tiene que atrofiarse y pervertirse y morirse lentamente. Mi ciudad de origen es en realidad una enfermedad mortal, con la que sus habitantes nacen o a la que son arrastrados y, si en el momento decisivo no se van, se suicidan súbitamente, directa o indirectamente, antes o después, en esas condiciones espantosas, o perecen directa o indirectamente, lenta y miserablemente, en ese suelo de muerte, arquitectónico-arzobispal-embrutecido-nacionalsocialista-católico, y en el fondo totalmente enemigo del ser humano. ” (pp. 16-17)
“La historia de su muerte tuvo también, además, una culminación triste y al mismo tiempo ridícula, pero característica de esa ciudad y sus dirigentes y sus habitantes: durante diez días estuvo mi abuelo expuesto en el cementerio de Maxglan, pero el párroco de Maxglan denegó su inhumación porque mi abuelo no estaba casado por la Iglesia, la mujer que dejaba, mi abuela, y su hijo hicieron todo lo humanamente posible para conseguir su inhumación en el cementerio de Maxglan, que era el que correspondía a mi abuelo, pero no se permitió su inhumación en el cementerio de Maxglan, en el que mi abuelo había deseado ser inhumado. Y tampoco ningún otro cementerio, salvo el cementerio comunal que mi abuelo, sin embargo, aborrecía, aceptó a mi abuelo, ninguno de los cementerios católicos de la ciudad, porque mi abuela y su hijo fueron a todos los cementerios y pidieron permiso para que mi abuelo pudiera ser aceptado e inhumado en alguno de esos cementerios, pero mi abuelo no fue aceptado ni por uno solo de esos cementerios, porque no estaba casado por la Iglesia. ¡Y eso en 1949! Sólo cuando mi tío, su hijo, fue a ver al arzobispo y le dijo que le dejaría a él, el arzobispo, delante de las puertas del palacio, el cadáver de su padre, mi abuelo, ya en avanzado estado de descomposición, porque no lo aceptaban en ningún cementerio católico de la ciudad y porque la verdad era que no sabía adónde ir con el cadáver de su padre, dio el arzobispo permiso para inhumar a mi abuelo en el cementerio de Maxglan.” (pp. 55-56)
[Las cursivas pertenecen al texto.]
“Nunca me causó placer practicar ninguna clase de deporte, la verdad es que siempre he odiado el deporte y sigo odiando el deporte todavía hoy. Siempre se ha atribuido al deporte, en todas las épocas y, sobre todo, por todos los gobiernos, por sus buenas razones, la mayor importancia, el deporte divierte y ofusca y atonta a las masas, y sobre todo las dictaduras saben por qué están siempre y en cualquier caso a favor del deporte. Quien está a favor del deporte tiene a las masas de su lado, quien está a favor de la cultura, las tiene en contra, decía mi abuelo, y por eso todos los gobiernos están siempre a favor del deporte y en contra de la cultura. Como toda dictadura, también la nacionalsocialista se hizo poderosa y casi dominó al mundo por el deporte de masas. En todos los Estados las masas han sido conducidas con andadores, en todas las épocas, por medio del deporte, no puede haber un Estado tan pequeño ni tan insignificante que no lo sacrifique todo por el deporte.” (p. 68)
[La cursiva pertenece al texto.]
“Ahora estaba yo en el Johanneum, ésa era la nueva denominación del viejo edificio que, en el tiempo que yo había pasado con mis abuelos, había sido habilitado otra vez y, como nacionalsocialista, convertido en severamente católico, en los escasos meses de la posguerra, el edificio había dejado de ser el, así llamado, Hogar Escolar Nacionalsocialista para convertirse en el severamente católico Johanneum, y yo era uno de los pocos del Johanneum que había estado ya en el Hogar Escolar Nacionalsocialista, y ahora iba al instituto y no ya a la escuela primaria, la llamada Andräschule, y en lugar de Grünkranz, que había desaparecido y probablemente había sido encarcelado por su pasado nacionalsocialista y a quien, en cualquier caso, no vi más, un sacerdote católico que era el Director, al que nos dirigíamos siempre sólo como Tío Franz, había asumido el poder sobre nosotros. Otro sacerdote de unos cuarenta años ayudaba al Tío Franz en calidad de Prefecto, y ese Prefecto, que hablaba en alemán relamido, había recogido al estilo católico la herencia del nacionalsocialista Grünkranz, era tan temido y odiado como Grünkranz y, probablemente, era un personaje que nos repelía igual a todos.” (pp. 82-83)
[Las cursivas pertenecen al texto.]
EL ORIGEN (I)
Barcelona, 2001, Anagrama.
“Todo en esa ciudad está en contra de lo creador y, aunque se afirme lo contrario cada vez más y con vehemencia cada vez mayor, la hipocresía es su fundamento, y su mayor pasión la falta de espíritu, y dondequiera que la fantasía se atreva a mostrarse siquiera en ella, es extirpada. Salzburgo es una fachada pérfida, en la que el mundo pinta ininterrumpidamente su falsedad, y detrás de la cual lo (o el) creador tiene que atrofiarse y pervertirse y morirse lentamente. Mi ciudad de origen es en realidad una enfermedad mortal, con la que sus habitantes nacen o a la que son arrastrados y, si en el momento decisivo no se van, se suicidan súbitamente, directa o indirectamente, antes o después, en esas condiciones espantosas, o perecen directa o indirectamente, lenta y miserablemente, en ese suelo de muerte, arquitectónico-arzobispal-embrutecido-nacionalsocialista-católico, y en el fondo totalmente enemigo del ser humano. ” (pp. 16-17)
“La historia de su muerte tuvo también, además, una culminación triste y al mismo tiempo ridícula, pero característica de esa ciudad y sus dirigentes y sus habitantes: durante diez días estuvo mi abuelo expuesto en el cementerio de Maxglan, pero el párroco de Maxglan denegó su inhumación porque mi abuelo no estaba casado por la Iglesia, la mujer que dejaba, mi abuela, y su hijo hicieron todo lo humanamente posible para conseguir su inhumación en el cementerio de Maxglan, que era el que correspondía a mi abuelo, pero no se permitió su inhumación en el cementerio de Maxglan, en el que mi abuelo había deseado ser inhumado. Y tampoco ningún otro cementerio, salvo el cementerio comunal que mi abuelo, sin embargo, aborrecía, aceptó a mi abuelo, ninguno de los cementerios católicos de la ciudad, porque mi abuela y su hijo fueron a todos los cementerios y pidieron permiso para que mi abuelo pudiera ser aceptado e inhumado en alguno de esos cementerios, pero mi abuelo no fue aceptado ni por uno solo de esos cementerios, porque no estaba casado por la Iglesia. ¡Y eso en 1949! Sólo cuando mi tío, su hijo, fue a ver al arzobispo y le dijo que le dejaría a él, el arzobispo, delante de las puertas del palacio, el cadáver de su padre, mi abuelo, ya en avanzado estado de descomposición, porque no lo aceptaban en ningún cementerio católico de la ciudad y porque la verdad era que no sabía adónde ir con el cadáver de su padre, dio el arzobispo permiso para inhumar a mi abuelo en el cementerio de Maxglan.” (pp. 55-56)
[Las cursivas pertenecen al texto.]
“Nunca me causó placer practicar ninguna clase de deporte, la verdad es que siempre he odiado el deporte y sigo odiando el deporte todavía hoy. Siempre se ha atribuido al deporte, en todas las épocas y, sobre todo, por todos los gobiernos, por sus buenas razones, la mayor importancia, el deporte divierte y ofusca y atonta a las masas, y sobre todo las dictaduras saben por qué están siempre y en cualquier caso a favor del deporte. Quien está a favor del deporte tiene a las masas de su lado, quien está a favor de la cultura, las tiene en contra, decía mi abuelo, y por eso todos los gobiernos están siempre a favor del deporte y en contra de la cultura. Como toda dictadura, también la nacionalsocialista se hizo poderosa y casi dominó al mundo por el deporte de masas. En todos los Estados las masas han sido conducidas con andadores, en todas las épocas, por medio del deporte, no puede haber un Estado tan pequeño ni tan insignificante que no lo sacrifique todo por el deporte.” (p. 68)
[La cursiva pertenece al texto.]
“Ahora estaba yo en el Johanneum, ésa era la nueva denominación del viejo edificio que, en el tiempo que yo había pasado con mis abuelos, había sido habilitado otra vez y, como nacionalsocialista, convertido en severamente católico, en los escasos meses de la posguerra, el edificio había dejado de ser el, así llamado, Hogar Escolar Nacionalsocialista para convertirse en el severamente católico Johanneum, y yo era uno de los pocos del Johanneum que había estado ya en el Hogar Escolar Nacionalsocialista, y ahora iba al instituto y no ya a la escuela primaria, la llamada Andräschule, y en lugar de Grünkranz, que había desaparecido y probablemente había sido encarcelado por su pasado nacionalsocialista y a quien, en cualquier caso, no vi más, un sacerdote católico que era el Director, al que nos dirigíamos siempre sólo como Tío Franz, había asumido el poder sobre nosotros. Otro sacerdote de unos cuarenta años ayudaba al Tío Franz en calidad de Prefecto, y ese Prefecto, que hablaba en alemán relamido, había recogido al estilo católico la herencia del nacionalsocialista Grünkranz, era tan temido y odiado como Grünkranz y, probablemente, era un personaje que nos repelía igual a todos.” (pp. 82-83)
[Las cursivas pertenecen al texto.]