Antonio de Solís (1610-1686)
HISTORIA DE LA CONQUISTA DE MÉJICO (III)
Madrid, 1970, Espasa-Calpe.
“No faltaron plumas que atribuyesen a Cortés la muerte de Motezuma, o lo intentasen por lo menos, afirmando que le hizo matar para desembarazarse de su persona. Y alguno de los nuestros dice que se dijo; y no le defiende ni lo niega: descuido que sin culpa de la intención, se hizo semejante a la calumnia. Pudo ser que lo afirmasen años después los mejicanos por concitar el odio contra los españoles, o borrar la infamia de su nación; pero no lo dijeron entonces ni lo imaginaron, ni se debía permitir a la pluma sin mayor fundamento un hecho de semejantes inconsecuencias. ¿Cómo era posible que un hombre tan atento y tan avisado como Hernán Cortés, cuando tenía sobre sí todas las armas de aquel imperio, se quisiese deshacer de una prenda en que consistía su mayor seguridad? ¿O qué disposición le daba la muerte de un rey amigo y sujeto para la conquista de un reino levantado y enemigo? Desgracia es de las grandes acciones la variedad con que se refieren, y empresa fácil de la mala intención inventar circunstancias, que cuando no basten a deslucir la verdad, la sujetan por entonces a la opinión o a la ignorancia, empezando muchas veces en la credulidad licenciosa del vulgo, lo que viene a parar en las historias. Notablemente se fatigan los extranjeros para desacreditar los aciertos de Cortés en esta empresa. Defiéndale su entendimiento de semejante absurdo, si no le defendiere la nobleza de su ánimo de tan horrible maldad, y quédese la envidia en su confusión: vicio sin deleite que atormenta cuando se disimula, y desacredita cuando se conoce; siendo en la verdad lustre del envidiado y desaire de su dueño.” (p. 289; Libro Cuarto, cap. XV.)
HISTORIA DE LA CONQUISTA DE MÉJICO (III)
Madrid, 1970, Espasa-Calpe.
“No faltaron plumas que atribuyesen a Cortés la muerte de Motezuma, o lo intentasen por lo menos, afirmando que le hizo matar para desembarazarse de su persona. Y alguno de los nuestros dice que se dijo; y no le defiende ni lo niega: descuido que sin culpa de la intención, se hizo semejante a la calumnia. Pudo ser que lo afirmasen años después los mejicanos por concitar el odio contra los españoles, o borrar la infamia de su nación; pero no lo dijeron entonces ni lo imaginaron, ni se debía permitir a la pluma sin mayor fundamento un hecho de semejantes inconsecuencias. ¿Cómo era posible que un hombre tan atento y tan avisado como Hernán Cortés, cuando tenía sobre sí todas las armas de aquel imperio, se quisiese deshacer de una prenda en que consistía su mayor seguridad? ¿O qué disposición le daba la muerte de un rey amigo y sujeto para la conquista de un reino levantado y enemigo? Desgracia es de las grandes acciones la variedad con que se refieren, y empresa fácil de la mala intención inventar circunstancias, que cuando no basten a deslucir la verdad, la sujetan por entonces a la opinión o a la ignorancia, empezando muchas veces en la credulidad licenciosa del vulgo, lo que viene a parar en las historias. Notablemente se fatigan los extranjeros para desacreditar los aciertos de Cortés en esta empresa. Defiéndale su entendimiento de semejante absurdo, si no le defendiere la nobleza de su ánimo de tan horrible maldad, y quédese la envidia en su confusión: vicio sin deleite que atormenta cuando se disimula, y desacredita cuando se conoce; siendo en la verdad lustre del envidiado y desaire de su dueño.” (p. 289; Libro Cuarto, cap. XV.)