Arthur Schopenhauer
EL ARTE DE SER FELIZ (I)
Madrid, 2018, Nórdica Libros.
“Al menos nueve décimas partes de nuestra felicidad se basan exclusivamente en la salud. Pues antes que nada depende de ella que estemos alegres: allí donde se da, las situaciones externas desfavorables y hostiles se vuelven más soportables que las más felices cuando la enfermedad nos pone de mal humor o nos angustia. Solo hay que comparar la forma en que se ven las mismas cosas en días de salud y alegría, con la forma en la que se ven en días de enfermedad. No nos hace felices o infelices lo que las cosas sean realmente en relación con la experiencia, sino lo que son para nosotros en nuestra concepción de las mismas. De este modo la salud y la alegría que las acompaña pueden sustituir todo lo demás, pero no a la salud misma. Al fin y al cabo, sin ella no es posible disfrutar ninguna alegría externa, de manera que para el enfermo que tiene alguna, es como si no existiera. Con ella todo es fuente de placer; por eso un mendigo sano es más feliz que un rey enfermo. Así que no le falta razón al hecho de que uno se interese siempre por el estado de salud del prójimo, no por otras cosas, y que mutuamente nos deseemos salud, porque ella constituye las nueve décimas partes de toda la felicidad. De ello se deduce que la mayor de las necedades es sacrificar la salud sea por lo que sea, por adquirir algo, por erudición, por fama, por promociones y, sobre todo, por pasiones carnales y placeres fugaces. Más bien hay que supeditar siempre a ella todas y cada una de las cosas.” (pp. 72-73)
EL ARTE DE SER FELIZ (I)
Madrid, 2018, Nórdica Libros.
“Al menos nueve décimas partes de nuestra felicidad se basan exclusivamente en la salud. Pues antes que nada depende de ella que estemos alegres: allí donde se da, las situaciones externas desfavorables y hostiles se vuelven más soportables que las más felices cuando la enfermedad nos pone de mal humor o nos angustia. Solo hay que comparar la forma en que se ven las mismas cosas en días de salud y alegría, con la forma en la que se ven en días de enfermedad. No nos hace felices o infelices lo que las cosas sean realmente en relación con la experiencia, sino lo que son para nosotros en nuestra concepción de las mismas. De este modo la salud y la alegría que las acompaña pueden sustituir todo lo demás, pero no a la salud misma. Al fin y al cabo, sin ella no es posible disfrutar ninguna alegría externa, de manera que para el enfermo que tiene alguna, es como si no existiera. Con ella todo es fuente de placer; por eso un mendigo sano es más feliz que un rey enfermo. Así que no le falta razón al hecho de que uno se interese siempre por el estado de salud del prójimo, no por otras cosas, y que mutuamente nos deseemos salud, porque ella constituye las nueve décimas partes de toda la felicidad. De ello se deduce que la mayor de las necedades es sacrificar la salud sea por lo que sea, por adquirir algo, por erudición, por fama, por promociones y, sobre todo, por pasiones carnales y placeres fugaces. Más bien hay que supeditar siempre a ella todas y cada una de las cosas.” (pp. 72-73)