martes, 18 de julio de 2017


George Steiner
DIEZ (POSIBLES) RAZONES PARA LA TRISTEZA DEL PENSAMIENTO (I)
Madrid, 2007, Siruela.



“Todo esto es una consecuencia inevitable del lenguaje. Hemos nacido dentro de una matriz lingüística que hemos heredado históricamente y compartimos en comunidad. Las palabras, las frases que utilizamos para comunicar nuestro pensamiento, ya interior ya exteriormente, tienen una vigencia común. Hacen democrática la intimidad. En embrión, por decirlo así, el diccionario hace inventario de la casi totalidad del pensamiento tanto real como potencial. El cual, a su vez, se compone de recopilaciones y selecciones combinatorias de fichas prefabricadas. Puede que las reglas gramaticales y los precedentes (las piezas del kit Lego) predeterminen, impongan restricciones a la inmensa mayoría de nuestros actos de pensamiento y a las expresiones de nuestra consciencia. Las posibilidades de construcción son múltiples, pero también repetitivas y limitadas. 
   En consecuencia, la verdadera originalidad de pensamiento, el hecho de tener un pensamiento por primera vez (¿y cómo vamos a saberlo?) es extremadamente infrecuente.” (pp. 38-39)

“Pensar es algo casi increíblemente despilfarrador. Es un conspicuo consumo de la peor especie. Las investigaciones neurofisiológicas han tratado de localizar y evaluar numéricamente las «ondas cerebrales» emitidas por el córtex. Han intentado identificar los cuantos de energía, el ritmo de los impulsos electromagnéticos asociados con momentos y grupos de pensamiento concentrado. Sí parece verosímil que en lo que denominamos «pensamiento» haya componentes de energía neuroquímica y electromagnética; que las sinapsis del cerebro humano tengan una producción mensurable (el estudio de las lesiones cerebrales proporciona pruebas de ello). Pero, por ahora, muchas cosas siguen estando basadas en conjeturas y los esquemas son aproximados. […] La cuestión es ésta: los procesos mentales, ya sean conscientes, ya subconscientes, la corriente de pensamiento en nuestro interior, expresada o tácita, durante las horas de vigilia o las de sueño –esos movimientos oculares rápidos tan estudiados en recientes décadas–, son, en una proporción abrumadora, difusos, sin objeto, dispersos e inexplicados. Están, muy literalmente, «por todas partes», lo cual hace enteramente válido el modismo scatterbrained («de cerebro disperso»: incapaz de concentración) . La economía es la de un despilfarro y un déficit casi monstruosos. No hay quizá ninguna actividad humana más extravagante.” (pp. 53-55)

[Las cursivas pertenecen a los textos.]