domingo, 13 de noviembre de 2022

 


Antonio Piñero
JESÚS DE NAZARET. El hombre de las cien caras (I)
Madrid, 2012, Edaf.



“«En el mismo instante en que la Virgen santa pronunciaba estas palabras y se humillaba, el Verbo de Dios penetró en ella por la oreja. La naturaleza íntima de su cuerpo animado fue santificada con todos sus sentidos y sus doce miembros, y quedó purificada como el oro en el crisol. Ella devino un templo santo, inmaculado, y la morada de la divinidad (del Verbo). En el mismo momento comenzó el embarazo de la santa Virgen. Porque cuando el ángel trajo la buena nueva a María, era el 15 de nisán, es decir, el 6 de abril, miércoles, a las nueve de la mañana.»
(Evangelio armenio de la infancia 5, 9)”
Carlos García Gual
LA SECTA DEL PERRO (II)
Diógenes Laercio
VIDAS DE FILÓSOFOS CÍNICOS (II) 
Madrid, 2002, Alianza Editorial.


“Me interesa subrayar lo que tuvo de específico el cinismo como forma de pensar crítico, subversivo —pero no porque piense, como alguien dijo en el siglo XIX, que sea «una filosofía del proletariado» ni mucho menos—, y revulsivo, frente al idealismo platónico y la retórica convencional. Un pensamiento que se expresa ante todo a través de las anécdotas, los gestos y los chistes, que quiere provocar mediante la risa y el sarcasmo, que reduce la vida a mínimos y propone un ascetismo hacia lo animal como camino a la «virtud», surgido en el momento de madurez de la civilización helénica como negación de los refinamientos de la civilización, no deja de ser sorprendente y atractivo, y tal vez hasta un punto actual. Esas páginas reivindican también el buen nombre de Diógenes Laercio, aficionado a los chismes como buen erudito, que acertó al transmitirnos esa visión caricaturesca de unos filósofos que pronto fueron caricatura y que buscaron ese lado cómico e irónico de la crítica, para sus sátiras y sus rechazos. Las anécdotas que cuenta este sagaz compilador del siglo III d. C. son anécdotas estupendas y justamente famosas, reales o inventadas mucho antes. Nunca la anécdota cobró tanto sentido, y nunca un pensamiento se expresó tan claramente mediante las anécdotas; son como petardos que el terrorismo intelectual del cínico coloca al pie de los monumentales sistemas ideológicos, quiebros ágiles contra la seriedad fantasmal de la opinión dominante, muecas un tanto de payaso, oportunas e inteligentes para desenmascarar esa aparatosa seriedad de las ideas solemnes y las convenciones cívicas.” (pp. 12-13)
[La cita pertenece al prólogo de Garlos García Gual.]
José Ortega y Gasset
PRÓLOGO PARA ALEMANES (III)
Madrid, 1958, Taurus.



“El término «conciencia» debe ser enviado al lazareto. Pretendía ser el nombre de lo positivo, lo dado, lo puesto por sí y no por nuestro pensamiento, pero ha resultado ser todo lo contrario: una mera hipótesis, una explicación aventurada, una construcción de nuestra divina fantasía. Lo que verdadera y auténticamente hay no es «conciencia» y en ella las «ideas» de las cosas, sino que hay un hombre que existe en un contorno de cosas, en una circunstancia que existe también. Ciertamente, no se puede prescindir de que el hombre existe porque entonces desaparecen las cosas, pero tampoco puedo prescindir de las cosas porque entonces desaparece el hombre. Pero esta inseparabilidad de ambos elementos es falseada si se la interpreta unilateralmente, como un depender las cosas del hombre —eso sería la «conciencia»—. Lo que verdaderamente hay y es dado es la coexistencia mía con las cosas, ese absoluto acontecimiento: un yo en sus circunstancias.” (p. 72)
[Las cursivas pertenecen al texto.]

“«Entre nosotros el caso es muy diverso: el español que pretenda huir de las preocupaciones nacionales será hecho prisionero de ellas diez veces al día y acabará por comprender que para un hombre nacido entre el Bidasoa y Gibraltar es España el problema primero, plenario y perentorio.»” (p. 81; Ortega explicita que se cita a sí mismo de la lectura dada en 1910 sobre La pedagogía social como programa político.)
Carlos García Gual
LA SECTA DEL PERRO (I)
Diógenes Laercio
VIDAS DE FILÓSOFOS CÍNICOS (I)
Madrid, 2002, Alianza Editorial.


“«Trasmutar los valores» fue el viejo lema del cínico Diógenes. Pero, en un mundo de pacotilla, ¿para qué subvertir los valores? ¿Para qué esforzarse en troquelar de nuevo las monedas, si la galopante inflación —ética y política— anula pronto los efectos de cualquier falsificación? Tal vez una característica del cinismo moderno sea la renuncia al escándalo con que el cínico antiguo, con su personalidad agresiva, se enfrentaba, en solitario, a la sociedad de su entorno. Pues, a estas alturas, escandalizar a la sociedad actual, he ahí algo que parece imposible. Vivimos en una sociedad abierta y permisiva, que cuenta con implacables medios para marginar al provocador y ahogar cualquier protesta inconveniente con ayuda de los medios de comunicación. Hay un cinismo difuso y universal, pero bien solapado. Son muchos los cínicos, pero van sin el viejo manto y sin alforja, disimulados y consentidos. Como ya en Grecia, el cinismo que abomina de la civilización es una planta tardía de la cultura saciada de convencionalidad y retórica; su afán por la naturaleza y su desprecio por la urbanidad es un fenómeno urbano. Su feroz y ejemplar individualismo es una respuesta a la alienante represión general del «progreso».” (pp. 9-10)
[La cita pertenece al prólogo de Garlos García Gual.]

José Ortega y Gasset
PRÓLOGO PARA ALEMANES (II)
Madrid, 1958, Taurus.


“El patriotismo, precisamente porque consiste en aceptar sin condiciones toda la tradición de un pueblo —como aceptamos, queriéndolo o no, todo nuestro pretérito personal, aun aquellos actos de que hoy nos arrepentimos—, está obligado constantemente a destilar el pasado y proyectar hacia el futuro sólo lo mejor. En la dimensión del porvenir el patriotismo es lo contrario de lo que es en la dimensión del pretérito.” (pp. 52-53 )

“La vida sin verdad no es vivible. De tal modo, pues, la verdad existe, que es algo recíproco con el hombre. Sin hombre no hay verdad, pero, viceversa, sin verdad no hay hombre. Este puede definirse como el ser que necesita absolutamente la verdad y, al revés, la verdad es lo único que esencialmente necesita el hombre, su única necesidad incondicional. Todas las demás, incluso comer, son necesarias bajo la condición de que haya verdad, esto es, de que tenga sentido vivir. Zoológicamente habría, pues, que clasificar al hombre, más que como carnívoro, como Wahrheitsfresser (verdávoro).” (pp. 54-55)

Peter Cameron
FIN DE SEMANA (II)
Barcelona, 2018, Libros del Asteroide.


“Él le había hablado de Dios, aunque nunca antes lo había mencionado ni volvió a hacerlo después. Le dijo que necesitaba fe. Una fe. Alguna clase de fe. De otro modo, era demasiado fácil soltar la vida. Tenías que inventarte un dios en el que pudieras creer y luego creer en él. Tenías que creer que en tu vida había algo presente que podía salvarte. No tenías que saber necesariamente qué era, pero tenías que sentir que existía. Tenías que encontrar aquello de la vida que te procuraba deleite y aferrarte a ello. No podías escapar o perderlo de vista. Tenías que desarrollar garras con las que asirlo.” (pp. 151-152)
José Ortega y Gasset
PRÓLOGO PARA ALEMANES (I)
Madrid, 1958, Taurus.


“La condición del hombre es, en verdad, estupefaciente. No le es dada e impuesta la forma de su vida como le es dada e impuesta al astro y al árbol la forma de su ser. El hombre tiene que elegirse en todo instante la suya. Es, por fuerza, libre. Pero esa libertad de elección consiste en que el hombre se siente íntimamente requerido a elegir lo mejor y qué sea lo mejor no es ya cosa entregada al arbitrio del hombre. Entre las muchas cosas que en cada instante podemos hacer, podemos ser, hay siempre una que se nos presenta como la que tenemos que hacer, tenemos que ser; en suma, con el carácter de necesaria. Esto es lo mejor. Nuestra libertad para ser esto o lo otro no nos liberta de la necesidad. Al contrario, nos complica más con ella. La necesidad cósmica consiste en que el astro no puede eludir su trayectoria. Pero, en cambio, ésta le es regalada, no tiene que hacérsela él. Su conducta —su ser— le llega ya decidida y, por muy grande que sea y muy ardiente, va el astro, como un niño, dormido en la cuna de diamante de su órbita. El pobre ser humano, por el contrario, se encuentra colocado en una posición dificilísima. Porque es como si se le dijera: «si quieres realmente ser tienes necesariamente que adoptar una muy determinada forma de vida. Ahora: tú puedes, si quieres, no adoptarla y decidir ser otra cosa que lo que tienes que ser. Mas entonces, sábelo, te quedas sin ser nada, porque no puedes ser verdaderamente sino el que tienes que ser, tu auténtico ser». La necesidad humana es el terrible imperativo de autenticidad. Quien libérrimamente no lo cumple, falsifica su vida, la desvive, se suicida. Resulta, pues, que se nos invita a lo que se nos obliga. Se nos deja en libertad de aceptar la necesidad. ¡Qué cortesía la del cruel destino! Nos dice como la severa autoridad aldeana dice en El alcalde de Zalamea, de Calderón, al noble y frívolo violador de doncellas:

«Con muchísimo respeto
os he de ahorcar ¡vive Dios!» ” (pp. 35-37)

[Las cursivas pertenecen al texto.]

miércoles, 2 de noviembre de 2022


 

Peter Cameron
FIN DE SEMANA (I)
Barcelona, 2018, Libros del Asteroide.



“No le gustaba especialmente el mar y, sobre todo, no le gustaba cómo se comportaban los norteamericanos cuando se congregaban cerca de él. Siempre intentaban parecer sensuales y decadentes, dos cosas para las que, en su opinión, los norteamericanos no estaban bien dotados.” (p. 63)


Fernando Fernán-Gómez
LAS BICICLETAS SON PARA EL VERANO
Madrid, 1990, Espasa-Calpe.


“LUIS.- Yo no creí que papá tuviera tantos libros. ¿Y es verdad que era escritor?
DOÑA DOLORES.-No, Luisito. Tu padre nunca ha sido escritor. ¿Quién te ha dicho eso?
LUIS.- No sé… Me parece que os lo he oído decir a vosotros.
DOÑA DOLORES.- No. Lo que pasa es que de joven le gustaba escribir… Yo no sé lo que escribiría… Poesías, novelas… No sé… Pero, según me ha contado, no las acababa nunca.
LUIS.- ¿Y a ti nunca te escribió una poesía?
DOÑA DOLORES.- ¿A mí? No… Lo que hacía eran coplas… Unas coplas muy chistosas. Y un amigo suyo las cantaba con una bandurria.
LUIS.- ¿Y cómo eran?
DOÑA DOLORES.- No me acuerdo, hijo. Pero decían muchas picardías. Luego, cuando estábamos recién casados, empezó a escribir una función… Pero no la acabó nunca.
LUIS.- No sé por qué no la acabó, porque ser escritor es muy bonito.
DOÑA DOLORES.- Creo que no se gana una gorda con eso. Todos andan por ahí dando sablazos.
LUIS.- Eso no tiene que ver para que sea bonito.
DOÑA DOLORES.- ¿Sabes lo que le pasaba a papá con eso de escribir? Yo no se lo he dicho nunca… Tampoco se lo digas tú.
LUIS.- No, mamá. ¿Qué le pasaba?
DOÑA DOLORES.- Que sabía poco. Para escribir novelas o funciones, hay que saber mucho. Hay que haber estudiado.
LUIS.- Pero papá ha estudiado.
DOÑA DOLORES.- ¡Bah! Las cuatro reglas, como yo. Lo que pasa es que él tiene más memoria. En los únicos sitios que enseñan de verdad es en los colegios de curas, y ésos son carísimos. Tu padre, ya lo sabes, no pudo ir más que a la escuela nacional. Y allí no se aprende.
LUIS.- Me parece que no tienes razón, mamá. Bueno, que no tienes razón en todo. Hay colegios que no son de curas y que enseñan mucho. Ahora el mejor que hay es el Instituto Escuela, y no son curas.
DOÑA DOLORES.- Pero será también carísimo.
LUIS.- Sí, eso sí. Creo que sí.
DOÑA DOLORES.- ¿Lo ves? El caso es que tu padre un día, en una época en que nos iban muy mal las cosas, Manolita era muy pequeña y tú estabas a punto de nacer, cogió todos los librotes y los metió en un baúl…
LUIS.- ¿En ése de arriba?
DOÑA DOLORES.- Sí. Y luego cogió todos sus papeles y los quemó. Y se echó a la calle a buscar otro empleo para las horas libres. Y desde entonces empezó a irnos un poco mejor.
LUIS.- Pues a mí una de las cosas que más me gustaría ser es escritor.
DOÑA DOLORES.- Cuando acabes el Bachillerato y saques unas oposiciones, piensa en eso. De momento, estudia la Física. (Lo ha dicho acariciando con ternura a su hijo).
LUIS.- Si la estudio, mamá.” (pp. 98-99)

José Manuel Sánchez-Ron
CINCEL, MARTILLO Y PIEDRA (III)
Historia de la ciencia en España (siglos XIX y XX)
Madrid, 1999, Taurus.



“Y añadía [Santiago Ramón y Cajal] más adelante: «Los regeneradores del 98 sólo fuimos leídos por nosotros mismos: al modo de los sermones, las austeras predicaciones políticas edifican tan sólo a los convencidos. ¡La masa permanece inerte!».
(…)
   Para Cajal, los remedios contra los males que aquejaban a España, y que se habían manifestado en la derrota [contra EE.UU en 1898] consistían en: «Renunciar para siempre a nuestro matonismo, a nuestra creencia de que somos la nación más guerrera del mundo. Renunciar también a nuestra ilusión de tomar por progreso real lo que no es más que un reflejo de la civilización extranjera: de creer que tenemos estadistas, literatos, científicos y militares; cuando salvo cual excepción, no tenemos más que casi estadistas, casi literatos, casi sabios y casi militares.» Había, añadía, que «prescindir de la ilusión de creer que la raza latina debe gobernarse como la sajona o someterse a las mismas leyes o métodos políticos. La raza latina, particularmente la hispana, es muy poco apropiada para el ejercicio de las libertades modernas; indisciplinada, novelera, fanfarrona, indócil, su carencia casi absoluta de sentido político la condena a una tutoría constante.»
   Mala lectura tienen estos párrafos, propios de la más negra tradición del pensamiento crítico español, aquélla que se complacía en mirar hacia otro lado cuando se trataba de buscar -y ver- aspectos positivos, insistiendo en negaciones y limitaciones.” (pp. 172-173)
Joshua Cohen
LOS NETANYAHU (II)
Madrid, 2022, De Conatus.



“—Y es más —siguió diciendo Netanyahu—. Esta idea de que los judíos y la Historia son de alguna forma anatema entre sí debe de ser una de las ideas menos radicales que han tenido los judíos, si incluimos en esa categoría el cristianismo y el marxismo. Ni siquiera es radical en un contexto cristiano, donde es común la creencia en cosas como la reencarnación. Hay hombres que dan clases en esta universidad ahora mismo —hoy he conocido a uno, justo antes de venir aquí, cuando he impartido su clase de estudios bíblicos— que creen en cosas como el alumbramiento virginal... Pero no quiero hablar mal de él... Les aseguro que esas creencias no son más extravagantes que las que profesan algunos de mis profesores de la Universidad Hebrea, que creen haber identificado el año exacto de la Creación y las localizaciones exactas del Jardín del Edén, el Monte Sinaí, el Monte Horeb, Sodoma, Gomorra y el río de fuego que discurre seis días y descansa el séptimo, el Sambatión. Conozco arqueólogos que han organizado expediciones para excavar el reino mítico de los Jázaros y que presentan peticiones regularmente al gobierno israelí para que presione al Vaticano para devolver el Arca de la Alianza. He tenido colegas que afirmaban haber encontrado las Diez Tribus Perdidas entre los drusos, los samaritanos, los kurdos, los pastunes, los etíopes, los cachemires y los indios lenape, y otros colegas que afirmaban que los judíos originales eran los africanos a los que llevaron a América como esclavos, y que la gente blanca que hoy se llama judía está involucrada en una conspiración para negarle a esa gente negra su verdadera herencia. He trabajado con académicos supuestamente reputados que pensaban que sólo los cometas podían explicar que se abrieran las aguas del Mar Rojo; que el diluvio de Noé sólo lo pudo causar un terremoto, o bien la radiación electromagnética procedente de Júpiter y Saturno, que alteró la órbita y la inclinación axial de la tierra. Que a los judíos europeos no los deportaron y los exterminaron; sólo los secuestraron los extraterrestres y los transportaron al pasado, al Antiguo Egipto, a Mesopotamia y Mesoamérica, donde los obligaron a divulgar las misteriosas técnicas de la construcción de pirámides: esta era la tesis de un excompañero mío de clase, que más adelante la revisó y anunció que los extraterrestres eran los mismos judíos. La Historia de todos los pueblos también es la Historia de su locura, y cuanto más se convierte la ciencia en religión, más tiene que fingir la religión que es una ciencia, desesperada por encontrar todas las explicaciones lógicas. Vista bajo esa luz, mi tesis sobre la reticencia judía a la Historia no puede ser más cuerda.” (pp. 210-212)


José Manuel Sánchez-Ron
CINCEL, MARTILLO Y PIEDRA (II)
Historia de la ciencia en España (siglos XIX y XX)
Madrid, 1999, Taurus.


“Una consecuencia importante de la relación que estoy analizando se encuentra en que el desarrollo de la física se vio seriamente obstaculizado en naciones escasamente industrializadas. En el siglo pasado la «aplicabilidad [o rentabilidad] social» constituyó un elemento importante para la institucionalización de la física y de la química, lo que quiere decir también para que surgieran más físicos y químicos; en particular, físicos y químicos creativos. Y aquí entra ya España.
   Como veremos en este trabajo, el desarrollo de la física en España a lo largo del siglo XIX fue pobre. Prácticamente todos los investigadores que han considerado la situación de la ciencia española durante el siglo XIX han señalado repetidamente que existen razones de índole educativa (...) que ayudan a comprender tal situación. Ahora bien, en mi opinión se ha hecho demasiado hincapié en esta vertiente del problema, acaso porque la mayoría de los historiadores de la ciencia española no conocen muy bien la realidad de otras naciones, o porque han olvidado interesarse por las contribuciones de historiadores generales y de la economía. Deficiencias en el sistema educativo orientado a la ciencia se encuentran, a lo largo del siglo XIX, en muchos países, no sólo en España. En Gran Bretaña, por ejemplo. No pretendo decir que tales deficiencias sean comparables. No es necesario llegar a semejante extremo para sustentar el punto que estoy intentando resaltar. Aun en el caso de que en España se hubiesen superado con creces los vicios de la educación científica que se encuentran en otras naciones que contribuyeron de manera apreciable a la ciencia del siglo XIX, la diferencia entre los logros de las ciencias físico-químicas en España y en otras naciones es, comparativamente, mucho mayor que la correspondiente diferencia entre las carencias de los respectivos sistemas educativos. La explicación de esa diferencia relativa se encuentra, en mi opinión, en las respectivas capacidades industriales.” (p. 90)
Joshua Cohen
LOS NETANYAHU (I)
Madrid, 2022, De Conatus. 
 

“Había una moda por entonces, especialmente popular entre mis alumnos, de intentar averiguar cuántos de ellos podían meterse en una cabina telefónica; por una temporada, esta pareció contarse entre las preocupaciones más apremiantes de la Era Eisenhower: «Destruiremos el planeta con una guerra termonuclear?» competía con «¿Cuántos estudiantes podemos meter en esta cabina telefónica, este armario ropero, este embalaje de nevera?». Cada vez que se llevaba a cabo una de estas pruebas, aparecían fotógrafos y equipos de filmación y registraban su hilaridad hormonal para la tele, el cine y las páginas del anuario. Aquel esfuerzo persistente por parte de mis alumnos para acomodar todos los cuerpos jóvenes que pudieran en un espacio de dimensiones reducidas era un intento por exorcizar la confusa combinación de conformismo asfixiante y consumismo desenfrenado que constituía el signo de los tiempos. En la misma medida, sin embargo, también era una excusa para los tocamientos sexuales, como si se tratara de un ensayo general de la revolución que estaba por venir: no estoy tocando tetas por tocarlas, estoy intentando batir el récord mundial... de cuántos de mis amigos puedo meter en un paquete de Cracker Jack...” (p. 161)
José Manuel Sánchez-Ron
CINCEL, MARTILLO Y PIEDRA (I)
Historia de la ciencia en España (siglos XIX y XX)
Madrid, 1999, Taurus. 
 

“Aunque los extremos pocas veces son completamente representativos, conviene recordar lo que le ocurrió al Real Observatorio de Madrid. Transformado en cuartel por los franceses, su excelente telescopio Herschel fue desmontado para aprovechar su madera y su archivo saqueado para encender fuego en torno al cual las tropas francesas pudieran calentarse durante el invierno.” (p. 48)

jueves, 6 de octubre de 2022


 

Maggie O'Farrell
HAMNET
Barcelona, 2021, Libros del Asteroide.


“Es intolerable. Todo en general. Tiene la sensación de estar atrapado en una red de ausencias cuyos hilos y zarcillos se le pegan y lo atrapan haga lo que haga. Aquí está otra vez, en esta villa, en esta casa, y entre unas cosas y otras teme no poder marcharse otra vez; este dolor, esta pérdida pueden retenerlo aquí, pueden destruir todo lo que ha logrado en Londres. Sin él la compañía sucumbirá al caos, al desorden; perderán todo el dinero y será la desbandada; o tal vez encuentren a otro que ocupe su lugar; o no tendrán lista una obra nueva  para la próxima temporada, o sí, y será mejor que todo lo que jamás haya escrito él, y el nombre de esa persona aparecerá en los carteles y no será el suyo, y entonces lo echarán, pondrán a otro, ya no lo querrá nadie: Puede perder todo lo que ha construido allí. La vida de los corrales de comedias es muy inestable, muy frágil. Piensa a menudo que a lo que más se parece es a los bordados de los guantes de su padre: solo se ve lo bonito, una parte mínima, pero detrás hay un complejo entramado de trabajo, pericia, frustración y sudor. Necesita estar allí todo el tiempo para asegurarse de que no deje de haber lo que tiene que haber detrás, de que todo marche según lo previsto y, ciertamente, echa de menos las cuatro paredes de su alojamiento, donde nunca entra nadie, donde nunca va nadie a buscarlo ni a preguntar por él, ni a importunarlo, donde solo hay una cama, un arca y un pupitre, Es el único sitio en el que puede refugiarse del ruido, de la vida y de la gente que lo rodea; es el único sitio en el que consigue apartarse del mundo, disolverse también él, no ser nada más que una mano cargada con una pluma cargada de tinta de cuya punta van saliendo las palabras. Y a medida que salen las palabras, una detrás de otra, consigue olvidarse de sí mismo y encontrar una paz tan absorbente, tan relajante, tan personal, tan gozosa como ninguna otra.
   A eso no puede renunciar, no puede quedarse aquí, en esta casa, en esta villa, en los márgenes del negocio de los guantes, ni siquiera por su mujer. Se atascaría en Stratford para siempre, como un animal con una pata atrapada en un cepo de hierro, con su padre en la casa de al lado y su hijo frío y pudriéndose bajo tierra en el cementerio de la iglesia.“ (pp. 264-265)


Ted Chiang
EXHALACIÓN (II)
Madrid, 2020, Sexto Piso.

 

“La gente está hecha de historias. Nuestros recuerdos no son la acumulación imparcial de cada uno de los segundos que hemos vivido; son la narrativa que hemos ensamblado a partir de momentos escogidos. Y es por eso que, aun cuando hayamos experimentado los mismos acontecimientos que otros individuos, nunca construimos narrativas idénticas: los criterios empleados para seleccionar momentos son distintos para cada cual, y un reflejo de nuestras personalidades. Cada cual se fija en detalles que captan nuestra atención y recuerda qué fue importante para nosotros, y las narrativas que construimos, a su vez, conforman nuestras personalidades.
   Pero, me pregunté, si todo el mundo lo recordase todo, ¿acaso no quedaríamos despojados de nuestras diferencias? ¿Qué le sucedería a nuestra autopercepción? Se me ocurre que una memoria perfecta no podría constituir una narrativa de la misma forma que el metraje de una cámara de seguridad sin editar no puede ser una película.” (p. 207)

“Normalmente no la contemplamos como tal, pero la escritura es una tecnología, lo que significa que una persona alfabetizada es alguien cuyos procesos reflexivos están tecnológicamente mediados. Nos convertimos en cíborgs cognitivos en cuanto nos volvemos lectores fluidos, y las consecuencias son profundas.
   Antes de que una cultura adopte el uso de la escritura, cuando su conocimiento se transmite oralmente de manera exclusiva, puede revisarse su historia con toda facilidad. No es intencional, pero sí inevitable; por todo el mundo, los bardos y griots han adaptado su material según el público y así, gradualmente, han retocado el pasado para que encajara en las necesidades del presente. La idea de que los relatos del pasado no deberían cambiar es producto de la reverencia de las culturas alfabetizadas hacia la palabra escrita. Los antropólogos os dirán que las culturas orales comprenden el paso del tiempo de forma distinta; para ellos, sus historias no necesitan tanto ser precisas como validar la autocomprensión de la comunidad. Así que no sería correcto decir que sus historias no son fidedignas; sus historias hacen lo que tienen que hacer.” (pp. 224-225)
[Un griot es, en algunas áreas africanas, un cantante ambulante y contador de historias. Las citas pertenecen al relato La verdad del hecho. La verdad del sentimiento.]


José María Merino
CUENTOS DE LOS DÍAS RAROS (II)
Madrid, 2004, Alfaguara.



“Había tardado muchos días en decidirse a seguir aquel dictamen, pues no volver a fumar más en la vida, renunciar a aquella costumbre que casi formaba parte del decurso inconsciente de su metabolismo, le parecía aceptar precisamente una parte de esa muerte contra la que se le advertía, o al menos asumir por anticipado una de esas separaciones angustiosas, irremediables, a las que la muerte nos condena. Contemplaba su venerable encendedor de gas, la pitillera de plata que había llegado a sus manos desde las de un antepasado oscuro emigrante a Puerto Rico, los veía como compañeros entrañables, y al imaginar que debía renunciar a ellos para siempre, se sentía ahogado por la congoja. Pero sobre todo imaginaba la pérdida de la plenitud que enaltecía su alma al fumar el primer cigarrillo después del desayuno, la renuncia a aquella gratísima culminación que ponía en todo su cuerpo el humo del tabaco desde la primera inhalación, tras penetrar en sus bronquiolos a velocidad vertiginosa. Aquellas sensaciones ya no se volverían a repetir, pensaba, y acaso a la renuncia a aquel incomparable regocijo siguiesen una progresiva torpeza mental y la extinción de su acreditada lucidez.” (pp. 166-167)
[La cita pertenece al relato El fumador que acecha.]

Ted Chiang
EXHALACIÓN (I)
Madrid, 2020, Sexto Piso.


“Siempre han existido argumentos que demostraban que el libre albedrío es una ilusión, algunos basados en la estricta física, otros basados en la pura lógica. La mayoría de la gente conviene en que estos argumentos son irrefutables, pero nadie acepta realmente la conclusión. La experiencia de poseer libre albedrío es demasiado potente como para que un argumento la desautorice.” (pp. 63-64)
[La cita pertenece al relato Lo que se espera de nosotros.]

José María Merino
CUENTOS DE LOS DÍAS RAROS (I)
Madrid, 2004, Alfaguara.


“El profesor Sierra acostumbraba a mostrarse bastante cercano a sus alumnos. No le costaba sonreír, ni hacer bromas, y raras veces se enfadaba. Sin embargo, aquella mañana había entrado en clase con talante serio, un aire diferente del habitual, y después de sentarse en su mesa permaneció un rato sin hablar, mirándonos despacio, como si no nos reconociese. Al principio se pudieron escuchar algunas risitas, como anticipos jocosos del chiste que la gente estaba esperando, pero luego todos nos quedamos también silenciosos, contemplándole con la misma atención con que él nos miraba a nosotros.” (p. 115)
[La cita pertenece al relato El inocente.]


Pepe Jesús Sánchez Marín
ELEVADO EL MURO
Madrid, 2022, Polibea. 
 


“Puedo escribir locuras, decir que me gustan las parras y los racimos de uva cuando cuelgan en el mes de agosto y que hay días de alegría en los que deseo comérmelos todos, no porque tenga hambre, sino porque siento que yo soy ellos y me vestiría con pámpanos y con mi cabeza cubierta de racimos echaría a andar hasta la plaza para que todos me vieran. Sí, eso haría, y más hojas me pondría en la cabeza y otras frutas en el cuerpo.
   A veces me tumbo debajo de las higueras a escuchar las conversaciones de sus hojas. Susurran en cuanto se levanta un vientecillo aunque sea ligero y se dicen cosas. A veces, cuando llego callan y si el viento es fuerte, se agitan y gritan como avisándose unas a otras de mi presencia. No saben que soy su amigo y solo me gustaría satisfacer sus antojos, que todo en este mundo es puro capricho y también ellas tendrán los suyos, como yo que gozo juntando y acariciando las piedras blancas y lisas de la rambla. Unas veces parecen carne y otras, por mucho que las toco y las manoseo, solo encuentro polvo y arena en su piel. No sé si serán mis dedos o las piedras, que como las higueras no siempre sienten lo mismo y en cada instante solo se dejan llevar por su gusto.” (pp. 40-41)


Ted Chiang
LA HISTORIA DE TU VIDA
Madrid, 2004, Bibliópolis.


 
 
“Pensad en la frase «El conejo está listo para comer». Interpretad que «conejo» es el objeto de «comer», y la frase era el anuncio de que la cena estaría servida enseguida. Interpretad que «conejo» es el sujeto de «comer», y es una indicación, como la que una niña pequeña podría decir a su madre para que abra una bolsa de alimento para conejos de Purina. Dos expresiones muy diferentes; de hecho, probablemente eran mutuamente excluyentes en el mismo hogar. Sin embargo, ambas eran interpretaciones válidas; sólo el contexto podría determinar qué significaba la frase. Pensad en el fenómeno de que la luz toque el agua en un ángulo dado, y viaje a través de ella en un ángulo diferente. Explicadlo diciendo que una diferencia en el índice de refracción provocó que la luz cambiase de dirección, y se ve el mundo como lo veían los humanos. Explicadlo diciendo que la luz minimizó el tiempo que necesitaba para viajar hasta su destino, y se ve el mundo como lo veían los heptápodos. Dos interpretaciones muy distintas; de hecho, probablemente eran mutuamente excluyentes en el mismo hogar. Sin embargo, ambas eran interpretaciones válidas; sólo el contexto podría determinar qué significaba la frase. ” (p. 118)
[La cita pertenece al relato La historia de tu vida. Los heptápodos son una variedad de seres extraterrestres.]

lunes, 22 de agosto de 2022

 


Luciano Canfora
UNA PROFESIÓN PELIGROSA (III)
La vida cotidiana de los filósofos griegos
Barcelona, 2002, Anagrama. 
 


“Sin embargo, lo que distingue el antiguo descubrimiento sofístico -la «invención de los dioses»- de la científica predicación epicúrea acerca de la inexistencia de las penas ultraterrenas es la diversa eficacia ética de sus puntos de vista. Epicuro y sus seguidores se ubican en los antípodas de la indiferencia ética de los sofistas, o al menos algunos de ellos. Para Epicuro y su escuela, la revelación de la simple verdad según la cual la muerte es el final de todo y no existen «segundos tiempos» que nos esperan, implica una ética del todo terrenal y por tanto más austera. Todo el partido se juega aquí y no existe un después que imponga normas de comportamiento. Hay que hacer el bien no por razones exteriores sino porque debes hacerlo aquí como fuente de tu felicidad aquí. El punto culminante de esta elevada ética laica es que el bien es la fuente de la felicidad y el bienestar: el altruismo -dicho en el lenguaje de los utilitaristas ingleses- aparece como la forma suprema y no perniciosa del «egoísmo».” (pp. 151-152)
[Las cursivas pertenecen al texto.]

Kazuo Ishiguro
PÁLIDA LUZ EN LAS COLINAS
Barcelona, 2017, Anagrama. 


“—Ogata-San, —Shigeo Matsuda había levantado el tono de voz y adoptó un aire de autoridad—, Ogata-San, lo único que siento es que no haya venido usted una hora antes. Entonces podría explicárselo mucho mejor. Ahora no hay tiempo para hablar de todo eso. Pero déjeme decirle una cosa. Sí, creía en todo lo que escribí en ese artículo y aún sigo creyéndolo. En su época, a los niños japoneses se les enseñaban cosas horribles. Se les enseñaban mentiras muy peligrosas. Y lo que es peor, se les enseñaba a no ver y a no hacer preguntas, y por este motivo el país se vio inmerso en el peor infierno de toda su historia.
—Perdimos la guerra —replicó Ogata-San—, pero no es razón para que tengamos que imitar las costumbres del enemigo. Perdimos la guerra porque nos faltaron armas y tanques, no porque nuestro pueblo fuese cobarde o porque nuestra cultura no tuviese fundamento. Shigeo, no te haces idea de cuánto trabajamos hombres como yo y hombres como el Dr. Endo, al que también insultas en tu artículo. Nuestra más profunda preocupación fue siempre este país, y trabajamos muy duro para conservar y transmitir los más justos valores.
—De eso no cabe duda. No dudo de que fuesen hombres honestos y se afanaran en su trabajo. Eso nunca lo he cuestionado ni por un instante. Lo que ocurre es que enfocaron sus energías en una dirección errónea, en una dirección diabólica. Ustedes no eran conscientes de ello, pero me temo que ésa es la verdad. Ahora todo forma ya parte del pasado, y lo único que nos queda es estar agradecidos.
—Es increíble, Shigeo. ¿De verdad estás convencido de lo que dices? ¿Quién te ha enseñado a hablar de ese modo?
—Ogata-San, sea sincero consigo mismo. En lo más profundo de su corazón, sabe que estoy diciendo la verdad. Para ser justos, digamos que no se le puede culpar por las consecuencias de actos de los que usted mismo no era consciente. Entonces, muy pocos hombres llegaron a intuir adonde nos conduciría todo aquello, y a esos hombres se les encarceló por decir lo que pensaban. Pero ahora, ahora están libres y nos conducirán a un nuevo amanecer.
—¿Un nuevo amanecer? ¿Pero qué tonterías estás diciendo?
—Es hora de irme. Siento no tener más tiempo para seguir hablando.
—¿Qué ocurre, Shigeo? ¿Cómo puedes hablar así? Es evidente que no tienes idea de los esfuerzos y la dedicación que pusieron en su trabajo hombres como el Dr. Endo.¿Cómo puedes hablar de aquella época si no eras más que un niño? ¿Cómo puedes saber lo que dimos y lo que conseguimos?
—Pues ocurre que sí conozco muy bien algunos aspectos de su carrera, como por ejemplo, los cinco profesores del Nishizaka que fueron despedidos y encarcelados en abril de 1938, si no me equivoco. Pero ahora, esos hombres están libres y nos ayudarán a conseguir un nuevo amanecer. Ahora le ruego que me disculpe.” (pp. 162-163)

Luciano Canfora
UNA PROFESIÓN PELIGROSA (II)
La vida cotidiana de los filósofos griegos
Barcelona, 2002, Anagrama.

 

 “Resulta probablemente ilusorio el propósito de conciliar o recomponer las relaciones entre moral individual y moral política. No se puede negar que, en este campo, se han llevado a cabo toda clase de tentativas orientadas en esa dirección, ni que se haya buscado en numerosas ocasiones la fórmula definitiva para resolver ese conflicto. Al contrario, la experiencia que tenemos a nuestras espaldas, documentada por los testimonios historiográficos que han llegado hasta nosotros, es tan vasta y su carácter resulta a tal punto repetitivo que nos induce a pensar que esa fórmula de conciliación no existe. Parece que, invariablemente, cada vez que un intelectual pasa a la actividad política directa -cambio de roles infrecuente pero no imposible, como muestran el emperador Claudio, el cardenal Bellarmino, Robespierre y Lenin- su estatura moral deja de ser la misma.   
  La política es un arte demasiado alto y arriesgado -por el sólo hecho de que en función de ella algunos se vuelven árbitros del destino de todos los demás- como para no comportar, para quien se aventura en ella un precio muy elevado.” (p.85)
[Las cursivas pertenecen a la cita.]

Emanuel Swedenborg
DEL CIELO Y DEL INFIERNO (II)
Madrid, 2002, Siruela. 
 


“Algunas personas creen que es difícil vivir una vida orientada hacia el cielo, lo que se denomina una «vida espiritual», porque han oído que debemos renunciar al mundo y abandonar los deseos del cuerpo y la carne y «vivir espiritualmente». Todos entienden que eso consiste en despreciar los asuntos mundanos, especialmente los referidos al dinero y al prestigio, vivir en constante meditación devota sobre Dios, la salvación y la vida eterna, y dedicar la vida entera a al oración y la lectura de la Palabra y la literatura religiosa. Piensan que esto es renunciar al mundo y vivir para el espíritu y no para la carne. Sin embargo, la realidad es muy distinta, como he aprendido de mi abundante experiencia y conversación con los ángeles. En realidad, quienes renuncian al mundo y viven para el espíritu de esa manera adoptan una vida lúgubre, una vida que no está abierta a la alegría celestial, puesto que nuestra vida permanece con nosotros después de la muerte. No, si queremos aceptar la vida del cielo, debemos por todos los medios vivir en el mundo y participar en sus deberes y asuntos. De esta manera, aceptamos la vida espiritual por medio de nuestra vida civil y moral; no hay ninguna otra forma de que la vida espiritual pueda formarse en nosotros, ninguna otra manera de que nuestros espíritus puedan ser preparados para el cielo. Y esto es así porque vivir una vida interior sin vivir al mismo tiempo una vida exterior es como vivir en una casa que no tiene cimientos, en la que gradualmente se abren grietas, y que se va desmoronando hasta que se derrumba.” (p. 457)
Hugh Thomas
LA TRATA DE ESCLAVOS
Barcelona, 1998, Planeta. 
 


“A partir del siglo XVI algunos sacerdotes y monjes criticaron que los europeos revivieran la esclavitud; algunos protestantes también se sintieron incómodos. La actitud piadosa de fray Pedro Claver en los muelles de Cartagena de Indias merece mayor reconocimiento; pero sus denuncias y las de otros cayeron en oídos sordos, y en cuanto países como Inglaterra empezaron a comerciar con africanos hubo poca oposición a ello, hasta el XVIII. El movimiento abolicionista que surgió entonces fue resultado, primero, de la difusión de ideas que aparecían en folletos y libros publicados sin censura, cosa que sólo era posible en Gran Bretaña y Estados Unidos, y, en menor medida, en Francia; en segundo lugar, se debió a la conversión al abolicionismo de una secta protestante, la de los cuáqueros, que habían participado en la trata y sabían perfectamente a lo que se enfrentaban. Es dudoso que la abolición hubiese triunfado cuando lo hizo de no ser por la capacidad que tenía el movimiento de los cuáqueros de organizar, primero a sus miembros y, luego, a quienes no lo eran.
  Con el tiempo el esforzado empeño de filántropos en Francia, Norteamérica y Gran Bretaña, y más tarde en España, Brasil y otros lugares, en la prensa, en el Parlamento y en la diplomacia, consiguió la abolición de la trata atlántica y de la esclavitud en las Américas; esto preparó el terreno para el inicio, al menos, de la abolición de la esclavitud y de la trata en África. La experiencia de lo ocurrido entre 1808 y 1860 sugiere que el fin de la trata fue producto, no de que «la esclavitud como medio de producción obstaculizó el crecimiento agrario e industrial», como manifestó el historiador francés Claude Meillassoux, sino de la obra de varias personas, entre ellas, la de escritores como Montesquieu, que fue esencial. Los héroes fueron Thomas Clarkson y Wilberforce, en Gran Bretaña; Benezet y Moses Brown, en Estados Unidos, y Benjamin Constant y otros amigos y parientes de madame de Staël, en Francia. La eficacia del primer gobierno de Louis Philippe, sobre todo su ministro de Marina, conde Argout, demostró que un dirigente resuelto puede conseguir mucho. No debemos olvidar a Isidoro Antillón, que habló por primera vez contra la trata en 1802 y que quizá fue asesinado por manifestar su opinión en Cádiz en 1811, como también deben tener su lugar en el panteón otros abolicionistas hispanos, entre ellos Labra y Vizcarrando. En su visita al Parlamento británico en 1995, Nelson Mandela recordó a Wilberforce, pero pudo haber mencionado a otros, por no hablar de la flota británica en África occidental. En Brasil, la oposición de dom Pedro a la trata fue continua y deberíamos retener los nombres de varios políticos (culminando con Soares de Souza), en Angola.” (p. 791)


Luciano Canfora
UNA PROFESIÓN PELIGROSA (I)
La vida cotidiana de los filósofos griegos
Barcelona, 2002, Anagrama. 



“Lo que buscaba en los viajes que emprendió lo encontraría al fin dentro de sí mismo. Tras pasar por Megara se dirigió a Cirene, floreciente colonia griega en suelo libio, donde visitó al matemático Teodoro, maestro de Teeteto. Después fue a Italia, donde frecuentó a los pitagóricos Filolao y Eurito. Finalmente a Egipto, aunque muy poco sabemos acerca de este viaje, que fue quizás el más importante de todos. Nos sentimos tentados a pensar que cuanto dice en el Timeo acerca de Solón y del conocimiento que de éste obtuvo sobre los ancestrales mitos de Egipto es un modo críptico de reflejar su experiencia, aunque esto no sea más que una conjetura. En cualquier caso, no es inverosímil imaginar una iniciación de Platón en Egipto. Sin duda allí habría aprendido mucho en materias que lo fascinaban, como la matemática y la astronomía: secretos de unas ciencias y de un pensamiento que se negó a divulgar, como es propio de un iniciado. De allí surge quizás el recurso de hablar de la experiencia egipcia a través de la «máscara» de Solón, y el singular artificio según el cual los sacerdotes egipcios habrían contado al viejo Solón la historia de la Atlántida, que parece una manera mítica de dilatar indefinidamente la noción de tiempo. Pero podría ser asímismo la metáfora de otros conceptos y de otras «verdades» veladas por aquella evocación histórica imposible de verificar. ¡El propio narrador reconoce que se trata de la historia de unos acontecimientos y lugares cuyas huellas se han perdido por completo! Una realidad que aconteció en un tiempo muy remoto, que no ha dejado trazas visibles pero de la cual los grandes sabios –es decir, los sacerdotes egipcios- guardan recuerdos que transmiten a un «elegido», Solón en este caso.” (pp. 63-64)

Emanuel Swedenborg
DEL CIELO Y DEL INFIERNO (I)
Madrid, 2002, Siruela.



“Se me ha enseñado en el cielo que los antiguos habitantes de nuestro planeta, que eran hombres celestiales, pensaban sobre la base de las correspondencias reales, y que los fenómenos naturales del mundo que se presentaban a su vista les servían como medio para pensar de esa manera. Por eso aquellos tiempos recibieron el nombre de Edad de Oro. Los autores clásicos la describieron como un tiempo en que los habitantes del cielo moraban con los mortales y los acompañaban como un amigo acompaña a un amigo.
   Pero pasados aquellos tiempos, aparecieron personas que no pensaban mediante correspondencias reales, sino mediante un conocimiento de las correspondencias. Había todavía una unión del cielo con la humanidad, pero ya no tan íntima. A aquel tiempo se le llamó la Edad de Plata.
   Los que vinieron después conocían en efecto las correspondencias, pero no basaban su pensamiento en el conocimiento de las correspondencias. Esto se debía a que vivían en el bien natural, y no, como sus antepasados, en el bien espiritual. Esa época fue llamada Edad de Bronce.
   Se me enseñó, finalmente, que después de esa era la humanidad se centró cada vez más en lo exterior y, por último, sólo en lo físico. Entonces, el conocimiento de las correspondencias se perdió por completo, y con él, toda conciencia del cielo y sus riquezas.
  Los nombres de esas edades -Oro, Plata y Bronce- proceden también de las correspondencias, porque el oro, en razón de la correspondencia, significa la bondad celestial en la que vivieron los más antiguos. La plata, en cambio, significa la bondad espiritual propia de sus sucesores, los antiguos. El bronce significa la bondad natural característica de los que vinieron después. Por el contrario, el hierro, que dio su nombre a la última era, significa una verdad endurecida, desprovista de bien.” (pp. 169-170)


viernes, 20 de mayo de 2022


 

Lucia Berlin
MANUAL PARA MUJERES DE LA LIMPIEZA (II)
Madrid, 2017, Alfaguara.




“El tren aminoró a las afueras de El Paso. Sin despertar a mi pequeño Ben, me lo llevé en brazos al vestíbulo del vagón para mirar el paisaje. Y oler el desierto. Caliche, salvia, azufre de la fundición, leña quemada de las barracas de los mexicanos junto al río Grande. La Tierra Santa. Cuando vine aquí de pequeña, a vivir con Mamie y el abuelo durante la guerra, fue la primera vez que oí hablar de Jesús, de María, de la Biblia y el pecado, así que Jerusalén se mezcló con las sierras y los desiertos de El Paso. Juncos en las orillas del río y enormes crucifijos por todas partes. Higueras y granados. Mujeres tapadas con mantos oscuros y niños en los brazos, hombres pobres y enjutos con ojos de mártir, de redentor. Y de noche las estrellas eran grandes y resplandecientes como en la canción, y brillaban con tanta insistencia que parecía lógico que los reyes sabios no pudieran evitar seguir cualquiera de ellas y hallaran el camino.” (p. 91)
[La cita pertenece al relato Dentelladas de tigre.]

“La soledad es un concepto anglosajón. En Ciudad de México, si eres el único pasajero en un autobús y alguien sube, no solo se sentará a tu lado sino que se recostará en ti.
Cuando mis hijos vivían en casa, si entraban a mi habitación normalmente había un motivo concreto. ¿Has visto mis calcetines? ¿Qué hay para cenar? Incluso ahora, cuando suena la campana de la verja, será: ¡Eh, mamá, vamos al partido de los Atléticos!, o: ¿Puedes cuidar a los niños esta noche? En México, en cambio, las hijas de mi hermana subirán tres pisos de escaleras y cruzarán tres puertas solo porque estoy ahí. Para recostarse a mi lado o decir: ¿Qué onda?” (p. 247)

[La cita pertenece al relato Triste idiota.]

Carl Gustav Jung
EL LIBRO ROJO (II)
Buenos Aires, 2012, El Hilo de Ariadna.
https://www.instituto-integra.com



“La contemplación de esta catástrofe ha hecho que el hombre se sintiera invadido de nuevo por un profundo sentimiento de impotencia y volviese a reparar en sí mismo, en su interior, donde todo se tambalea y donde, por tambalearse todo, él busca algo que le sirva de sostén. Demasiados son aún los que buscan fuera. [...] Pero son muy pocos los que buscan dentro, en su propio ser, y todavía menos los que se preguntan si el mejor servicio que se puede prestar a la sociedad humana no consistirá en último término en que cada uno empiece por él mismo y someta a ensayo en su propio Estado interior esa supresión del orden existente, esas leyes y esa victoria que predica a voz en cuello en las calles, en lugar de exigírselas a los demás” (p. 551; Notas Liber Primus: nota 236) 

[Jung se está refiriendo a la I Guerra Mundial.]

“Frente a todo esto, el credo científico de nuestra época ha desarrollado una fobia supersticiosa a la fantasía. Ahora bien, lo único real es lo que actúa. Y las fantasías de lo inconsciente lo hacen, de ello no puede caber la menor duda” (p. 557; Notas Liber Secundus ; nota 15)

“Siempre que alguien se aparta de la concepción cristiana, y lo hace completamente, cae en lo aparentemente falto de suelo, en una soledad extrema de la cual no puede engañarse con ningún medio. Seguramente uno quiere convencerse de que todo esto no sería tan grave. Pero es grave. El abandono está entre lo más grave que puede sucederle al instinto de rebaño del hombre, ni hablar de la tremenda tarea con la que él se carga. Destruir es fácil, pero reconstruir difícil.” (p. 646. Anexo B)

Emmanuel Carrère
L´ADVERSAIRE
Paris, 2002, P.O.L Editeur.



“Le 9 janvier 1993, Jean-Claude Romand a tué sa femme, ses enfants, ses parents, puis tenté, mais en vain, de se tuer lui-même. L’enquête a révélé qu’il n’était pas médecin comme il le prétendait et, chose plus difficile encore à croire, qu’il n’était rien d’autre. Il mentait depuis 18 ans, et ce mensonge ne recouvrait rien. Près d’être découvert, il a préféré supprimer ceux dont il ne pouvait supporter le regard. Il a été condamné à la réclusion criminelle à perpétuité.
   Je suis entré en relation avec lui, j’ai assisté à son procès. J’ai essayé de raconter précisément, jour après jour, cette vie de solitude, d’imposture et d’absence. D’imaginer ce qui tournait dans sa tête au long des heures vides, sans projet ni témoin, qu’il était supposé passer à son travail et passait en réalité sur des parkings d’autoroute ou dans les forêts du Jura. De comprendre, enfin, ce qui dans une expérience humaine aussi extrême m’a touché de si près et touche, je crois, chacun d’entre nous.” (Texto de Carrère en la contraportada del libro.)

“El 9 de enero de 1993, Jean-Claude Romand mató a su mujer, sus hijos, sus padres y, después intentó, pero sin éxito, matarse a sí mismo. La investigación reveló que no era médico como pretendía y, algo todavía más difícil de creer, que no era nada. Mentía desde los 18 años, y esta mentira no encubría nada. Cerca de ser descubierto, prefirió eliminar a aquellos cuya mirada no podía soportar. Fue condenado a cadena perpetua.
   Me relacioné con él, asistí a su juicio. He intentado relatar con precisión, día tras día, esta vida de soledad, de impostura y de ausencia. Imaginar qué pasaba por su cabeza a lo largo de las horas vacías, sin proyecto ni testigo, que aparentaba pasar trabajando y que, en realidad, pasaba en aparcamientos de autopista o en los bosques del Jura. Comprender, en fin, lo que en una experiencia humana tan extrema me ha tocado tan de cerca y toca, creo, a cada uno de nosotros.” 
[La traducción es mía.]

***

“On croit que c'est un homme qu'on a devant nous, mais en fait ça n'est plus un homme, ça fait longtemps que ça n'est plus un homme. C'est comme un trou noir, et vous allez voir, ça va nous sauter à la gueule. Les gens ne savent pas ce que c'est, la folie. C'est terrible. C'est ce qu'il y a de plus terrible au monde.
(...)
...et quand on est pris dans cet engrenage de ne pas vouloir décevoir, le premier mensonge en appelle un autre, et c'est toute une vie...” (pp. 56-57)

"Creemos que es un hombre lo que tenemos delante de nosotros, pero en realidad ya no es un hombre, hace mucho tiempo que ya no es un hombre. Es como un agujero negro, y ya lo verá, nos va a estallar en la cara. La gente no sabe lo que es, la locura. Es terrible. Es lo más terrible que hay en el mundo
(…)
...y cuando estamos atrapados en este engranaje de no querer decepcionar, la primera mentira llama a otra, y así toda una vida...". 
[La traducción es mía.]


Benjamín Labatut
UN VERDOR TERRIBLE (II)
Barcelona, 2020, Anagrama.



“(...) Schwarzschild dedujo que cualquier objeto podría generar una singularidad si su materia era comprimida en un espacio lo suficientemente reducido: para el sol bastaban tres kilómetros, para la Tierra, ocho milímetros, para un cuerpo humano promedio, 0,000000000000000000000001 centímetro.
   Dentro del agujero que sus métricas predecían, los parámetros fundamentales del universo intercambiaban sus propiedades: el espacio fluía como el tiempo, el tiempo se extendía como el espacio. Esa distorsión alteraba la ley de la causalidad;
(…)
    Pero las extrañezas no se limitaban a la zona interior. Alrededor de la singularidad existía un límite, una barrera que marcaba un punto de no-retorno. Al cruzar esa línea, cualquier cosa –fuera un planeta entero o una diminuta partícula subatómica– quedaría atrapada por siempre. Desaparecería del universo como si hubiera caído en un pozo sin fondo.
   Décadas después, ese límite fue bautizado como el radio de Schwarzschild”. (pp. 62-63)

“La física simplemente dejaba de tener sentido.
    Courant lo escuchó absorto. Poco antes de que los enfermeros vinieran a buscar al joven para subirlo al convoy que lo llevaría de regreso a Berlín, Schwarzschild le preguntó algo que lo atormentó durante el resto de su vida, aunque en ese momento Courant pensó que solo se trataba de un delirio, el desvarío de un soldado moribundo, la locura que asomaba en su cabeza aprovechándose del cansancio y la desesperación. Si ese tipo de monstruos eran un estado posible para la materia, le dijo Schwarzschild con la voz temblorosa, ¿tendrían un correlato en la mente humana? Una concentración suficiente de voluntades, millones de seres humanos sometidos a un solo propósito, sus mentes comprimidas en el mismo espacio psíquico, ¿desencadenarían algo parecido a su singularidad? Schwarzschild no solo estaba 

convencido de que era posible, sino que ocurriría en la Vaterland.” (p. 65)

[Vaterland significa "patria" en alemán.]

“Incluso sus colaboradores más cercanos consideraron que había ido demasiado lejos. Grothendieck quería atrapar el sol en una mano, desenterrar la raíz secreta capaz de unir innumerables teorías sin ninguna relación aparente. Le dijeron que era un proyecto imposible, más parecido a los delirios de un megalómano que a un programa de investigación científica. Alexander no escuchó. De tanto ahondar en los fundamentos, su mente había tropezado con el abismo.
   En 1967 viajó durante dos meses a Rumanía, Argelia y Vietnam para impartir una serie de seminarios. Uno de los colegios donde enseñó en Vietnam luego fue bombardeado por tropas norteamericanas; murieron dos profesores y decenas de alumnos. Al volver a Francia ya no era el mismo. Influenciado por el movimiento del 68 que rugía a su alrededor, en una clase magistral en la Universidad de París en Orsay, llamó a más de un centenar de alumnos a renunciar a «la práctica vil y peligrosa» de las matemáticas, a la luz de las amenazas que enfrentaba la humanidad. No eran los políticos los que acabarían con el planeta, les dijo, sino los científicos como ellos que «caminaban como sonámbulos hacia el Apocalipsis».
   Desde ese día se negó a participar de ningún congreso si no le permitían dedicar una cantidad de tiempo equivalente a la ecología y el pacifismo. En sus charlas regalaba manzanas e higos cultivados en su jardín y advertía sobre el poder destructivo de las ciencias: «los átomos que despedazaron Hiroshima y Nagasaki no fueron separados por los dedos grasientos de un general, sino por un grupo de físicos armados con un puñado de ecuaciones». Grothendieck no podía dejar de cuestionar su efecto sobre el mundo. ¿Qué nuevos horrores nacerían de una comprensión total como la que él buscaba? ¿Qué haría el hombre si fuera capaz de tocar el corazón del corazón?” (pp. 85-86)

“Vasek era pintor, pero además se había dedicado a reunir una extensa colección de obras que aglutinaba bajo el nombre de art brut, compuesta de poemas, esculturas, dibujos y cuadros hechos por pacientes psiquiátricos, vagabundos, niños con retraso mental, adictos, borrachos y depravados, en cuyas torcidas visiones él creía distinguir el caldo de cultivo donde se gestarían los mitos del futuro.” (p. 126)


Lucia Berlin
MANUAL PARA MUJERES DE LA LIMPIEZA (I)
Madrid, 2017, Alfaguara.




“Esperen. Déjenme explicar…
   De siempre me he visto envuelta en esas situaciones, como aquella mañana con el psiquiatra. Él estaba viviendo en la casita detrás de la mía mientras remodelaban la casa que se acababa de comprar. Parecía muy simpático, y además era guapo, así que por supuesto quería causarle buena impresión, y hasta le habría llevado unos pastelitos de chocolate, pero tampoco quería violentarlo. Una mañana, justo al amanecer, como de costumbre, me estaba tomando el café y contemplando desde la ventana mi jardín, que en ese momento era un prodigio, con las enredaderas de caracolillo en flor y los delfinios y el cosmos. Me sentí, bueno, me sentí rebosante de alegría… ¿Por qué titubeo al contarlo? No quiero parecer melindrosa, quiero causar buena impresión. La cuestión es que estaba contenta, y eché un puñado de alpiste en la terraza y sonreí abstraída mientras docenas de tórtolas y pinzones acudían a comer las semillas. De pronto, zas, dos gatos enormes saltaron a la terraza y empezaron a zamparse los pájaros entre una nube de plumas, en el preciso momento que el psiquiatra salía por la puerta. Me miró consternado, dijo «¡Qué horror!» y huyó. A partir de aquella mañana me evitó completamente, y no eran imaginaciones mías. Cómo habría podido explicarle que todo ocurrió muy rápido, que no sonreía porque me divirtiera la carnicería de los gatos, sino que no había dado tiempo a que mi felicidad al ver los caracolillos y los pinzones se disipara.
  Desde que me alcanza la memoria siempre he tenido un don para quedar mal.” (p. 41)
[La cita pertenece al relato Estrellas y santos.]

Carl Gustav Jung
EL LIBRO ROJO (I)
Buenos Aires, 2012, El Hilo de Ariadna.
https://www.instituto-integra.com


“Los procesos psicológicos que han acompañado la última guerra -en especial el increíble salvajismo de los juicios generales, las calumnias recíprocas, la inesperada cólera destructora, la inaudita oleada de mentiras y la incapacidad de los hombres para poner freno al demonio sanguinario- han puesto con toda claridad ante nuestros ojos el problema que representa ese inconsciente caótico que dormita inquieto bajo el ordenado mundo de la consciencia. Esta guerra ha mostrado inmisericorde al hombre civilizado que todavía es un bárbaro, así como el acerado azote que le espera en caso de que se le ocurriera volver a echarle la culpa a su vecino de sus propias malas cualidades. La psicología de los individuos responde a la psicología de las naciones. Lo que hacen las naciones, lo hacen también los individuos, y mientras los individuos continúen haciéndolo, las naciones también lo harán. Para que cambie la psicología de las naciones, antes tiene que cambiar la psicología de los individuos.” (p. 550; Notas Liber Primus: nota 222) 
[Jung se está refiriendo a la I Guerra Mundial.]

jueves, 28 de abril de 2022

Benjamín Labatut
UN VERDOR TERRIBLE (I)
Barcelona, 2020, Anagrama.



“Una ola de suicidios arrasó Alemania en los meses finales de la guerra. Solo en abril de 1945, tres mil ochocientas personas se mataron en Berlín. Los habitantes del pequeño pueblo de Demmin, ubicado al norte de la capital, a unas tres horas de distancia, cayeron en un pánico colectivo cuando las tropas alemanas en retirada dinamitaron los puentes que conectaban el pueblo con el resto del país, quedando atrapados por los tres ríos que cercaban aquella península, indefensos ante la crueldad del Ejército Rojo. Cientos de hombres, mujeres y niños se quitaron la vida en tan solo tres días. Familias completas entraron caminando a las aguas del Tollense amarradas con una cuerda alrededor de sus cinturas, como si fuesen a jugar un espantoso tira y afloja, con los niños más pequeños cargando rocas en sus mochilas de colegio. El caos llegó a tal punto que las tropas rusas —que hasta ese momento se habían dedicado a saquear las casas del pueblo, quemar los edificios y violar a las mujeres— recibieron órdenes de contener la epidemia de suicidios; en tres ocasiones distintas tuvieron que rescatar a una mujer que intentaba colgarse de una de las ramas del gigantesco roble que crecía en su jardín, entre cuyas raíces ya había enterrado a sus tres hijos, luego de haber espolvoreado sus galletitas —un último deleite— con veneno para ratas; la mujer sobrevivió, pero los soldados no pudieron evitar que una niña se desangrara después de abrir sus venas con la misma navaja que había usado para cortar las muñecas de sus padres. Ese mismo deseo de muerte se apoderó de la plana mayor del nazismo: cincuenta y tres generales del ejército, catorce de la fuerza aérea y once de la marina se suicidaron, además del ministro de Educación Bernhard Rust, el ministro de Justicia Otto Thierack, el mariscal de campo Walter Model, el Zorro del Desierto, Erwin Rommel, y, por supuesto, el mismísimo Führer. Otros, como Herman Göring, dudaron y fueron capturados con vida, aunque solo lograron posponer lo inevitable. Cuando los doctores lo declararon apto para el juicio, Göring fue juzgado por el tribunal de Núremberg y condenado a morir en la horca. Pidió ser fusilado: no quería morir como un criminal común y corriente. Cuando supo que iban a negarle su último deseo, se mató mordiendo una ampolla de cianuro que había escondido en un frasco de pomada para el pelo, al lado del cual dejó una nota donde explicaba que había elegido darse muerte por su propia mano, «como el gran Aníbal».” (pp. 13-14)

“El primer ataque con gas de la historia arrasó a las tropas francesas atrincheradas cerca del pequeño pueblo de Ypres, en Bélgica. Al despertar en la madrugada del jueves 22 de abril de 1915, los soldados vieron una enorme nube verdosa que reptaba hacia ellos por la Tierra de Nadie. Dos veces más alta que un hombre y tan densa como la niebla invernal, se estiraba de un lado a otro del horizonte, a lo largo de seis kilómetros. A su paso las hojas de los árboles se marchitaban, las aves caían muertas desde el cielo y el pasto se teñía de un color metálico enfermizo. Un aroma similar a piña y lavandina cosquilleó las gargantas de los soldados cuando el gas reaccionó con la mucosa de sus pulmones, formando ácido clorhídrico. A medida que la nube se empozaba en las trincheras, cientos de hombres se desplomaron convulsionando, ahogándose en sus propias flemas, con mocos amarillos burbujeando en su boca, su piel azulada por la falta de oxígeno.
(...)
El hombre que había planificado el ataque con gas en Ypres era el creador de esa nueva forma de hacer la guerra, el químico Fritz Haber. De raíces judías, Haber era un verdadero genio, y tal vez la única persona en ese campo de batalla capaz de comprender las complejas reacciones moleculares que volvieron negra la piel de los mil quinientos soldados muertos en Ypres. El éxito de su misión le valió un ascenso al rango de capitán, una promoción a la jefatura de la sección de Química del Ministerio de Guerra y una cena con el mismísimo káiser Guillermo II. Pero al volver a Berlín Haber fue confrontado por su esposa. Clara Immerwahr —la primera mujer en recibir un doctorado en química de una universidad alemana— no solo había visto el efecto del gas sobre animales en el laboratorio, sino que había estado muy cerca de perder a su marido, cuando el viento cambió de súbito en una de las pruebas de campo. El gas sopló directo hacia la colina desde la cual Haber, montado sobre su caballo, dirigía a sus tropas. Fritz se salvó de milagro, pero uno de sus ayudantes no pudo escapar de la nube tóxica; Clara lo vio morir en el suelo, retorciéndose como si hubiera sido invadido por un ejército de hormigas hambrientas. Cuando Haber regresó victorioso de la masacre de Ypres, Clara lo acusó de haber pervertido la ciencia al crear un método para exterminar humanos a escala industrial, pero Fritz la ignoró por completo: para él, la guerra era la guerra y la muerte era la muerte, fuera cual fuera el medio de infligirla. Aprovechó su permiso de dos días para invitar a todos sus amigos a una fiesta que duró hasta la madrugada, al final de la cual su mujer bajó al jardín, se quitó los zapatos y se disparó en el pecho con el revólver de servicio de su marido. Murió desangrada en los brazos de su hijo de trece años, quien corrió escaleras abajo al escuchar el balazo.” (pp. 30-33)

 


Asunción Díaz
VISIONES, PLEAMAR, DESOLACIÓN Y OTROS MOMENTOS
Madrid, 2022, Vitruvio.



“LUIS

En mi soledad he visto
cosas muy claras
que no son verdad.
                Antonio Machado


Recuerdo a mi padre
sentado en su sillón de mimbre
con el perro Trotsky a su lado
lamiéndole la mano.

Lamentarse del dolor, jamás.
Guardaba silencio;
por todo lo que os he hecho sufrir, decía,
una y otra vez
que se lo preguntaras.
Nada, no duele nada, decía,
pasándose la mano por la cara,
queriendo borrar la huella de ese dolor,
del cansancio, que delataban
sus ojos y el gesto torcido de su boca
del asqueroso sabor a metal
que la radioterapia
dejaba en la boca de los enfermos.
Nada, no duele nada.

Mientras, Trotsky, a su lado
le lamía la mano.” (p. 42)


jueves, 10 de marzo de 2022

Emmanuel Carrère
LIMÓNOV (III)
Barcelona, 2013, Anagrama.



Pienso que Putin es un hombre de estado de gran talla y que su popularidad no sólo se debe a que la gente está descerebrada por los medios de comunicación a sus órdenes. Hay algo más. Putin repite en todos los tonos algo que los rusos tienen una necesidad absoluta de oír y que puede resumirse así: «No tenemos derecho a decir a ciento cincuenta millones de personas que setenta años de su vida, de la vida de sus padres y de sus abuelos, que aquello en lo que creyeron, por lo que se sacrificaron, el aire mismo que respiraban, que todo eso era una mierda. El comunismo ha hecho cosas horribles, de acuerdo, pero no era lo mismo que el nazismo. Esta equivalencia que los intelectuales occidentales exponen hoy como obvia es una ignominia. El comunismo era algo grande, heroico, hermoso, algo que confiaba en el hombre y que daba confianza en él. Había inocencia en aquella fe, y en el mundo despiadado que vino después cada cual la asocia confusamente con su infancia y con las cosas que te hacen llorar cuando respiras bocanadas de la infancia».
   Estoy totalmente seguro de que Putin era totalmente sincero al pronunciar esta frase que he destacado del libro. Estoy seguro de que le salía del fondo del corazón, porque todo el mundo tiene el suyo. Habla al corazón de todo el mundo en Rusia, empezando por Limónov, que, si estuviera en su lugar, diría y haría ciertamente todo lo que dice y hace Putin.” (p. 388)

[La frase a la que se refiere Carrère y que figura como especie de dedicatoria antes del prólogo es: El que quiera restaurar el comunismo no tiene cabeza; el que no lo eche de menos no tiene corazón.]


Emmanuel Carrère
LIMÓNOV (II)
Barcelona, 2013, Anagrama.



“Para la campaña electoral de 2000, publicaron un libro de entrevistas con Putin titulado En primera persona. Título probablemente elegido por algún comunicador, pero acertado. Podría aplicarse a toda la obra de Limónov y a una parte de la mía. Con respecto a Putin, no ha usurpado el título. Dicen que habla el lenguaje estereotipado de los políticos: no es cierto. Hace lo que dice, dice lo que hace, cuando miente lo hace con tanto descaro que no engaña a nadie. Si uno repasa su vida, tiene la perturbadora sensación de que es un doble de Eduard. Nació diez años más tarde en el mismo tipo de familia: padre suboficial, madre ama de casa, un montón de gente hacinada en una habitación de kommunalka. Niño enclenque y arisco, Putin creció en un entorno de culto a la patria, a la Gran Guerra Patriótica, al KGB y al miedo que inspira a los cojones blandos de Occidente. De adolescente, fue, según sus propias palabras, un pequeño maleante. Lo que le impidió convertirse en un golfo fue el judo, al que se entregó con tal intensidad que sus camaradas se acuerdan de los chillidos feroces que salían del gimnasio donde se entrenaba solo los domingos. Ingresó en los órganos por romanticismo, porque en ellos había hombres de élite que defendían a su patria, y se sentía orgulloso de que le hubieran aceptado. Desconfió de la perestroika, aborreció que unos masoquistas o agentes de la CIA se rasgaran las vestiduras por el gulag y los crímenes de Stalin, y no sólo vivió el fin del imperio como la catástrofe más grande del siglo XX, sino que todavía hoy lo afirma sin rodeos. En el caos de los primeros años noventa estaba en el bando de los perdedores, los engañados, y se vio obligado a conducir un taxi. Llegado al poder, le gusta, como a Eduard, que le fotografíen con el dorso desnudo, musculoso, en pantalón de faena, con un puñal de comando en el cinto. Al igual que Eduard, es frío y astuto, y sabe que el hombre es un lobo para el hombre, sólo cree en el derecho del más fuerte, en el relativismo absoluto de los valores, y prefiere inspirar miedo que sentirlo. Como Eduard, desprecia a los lloricas que consideran sagrada la vida humana. Ya puede la tripulación del submarino Kursk tardar ocho días en morir de asfixia en el fondo del mar de Barents, ya pueden las fuerzas especiales rusas gasear a ciento cincuenta rehenes en el Teatro Dubrovka y masacrar a trescientos cincuenta niños en la escuela de Beslán: Vladímir Valdímirovich comunica al pueblo noticias de su perra, que ha tenido cachorros. La camada está bien, se alimenta bien: hay que ver el lado bueno de las cosas.” (pp. 386-387)
[Eduard hace referencia a Eduard Limónov. La Gran Guerra Patriótica es la denominación rusa de la lucha contra la invasión nazi. Los kommunalka eran pisos compartidos por varias personas o familias.]