lunes, 28 de diciembre de 2020

J. R. R. Tolkien
EL SEÑOR DE LOS ANILLOS (I)
Barcelona, 1977, Minotauro.



“Los Hombres y los Enanos hablaban sobre todo de acontecimientos distantes, y daban noticias de una especie que era ya demasiado familiar. Había problemas allá en el Sur, y parecía que los hombres que habían venido por el Camino Verde habían partido en busca de tierras donde pudieran encontrar un poco de paz. Las gentes de Bree los trataban con simpatía, pero no parecían muy dispuestos a recibir un gran número de extranjeros en aquellos reducidos territorios. Uno de los viajeros, bizco, poco agraciado, pronosticaba que en el futuro cercano más y más gente subiría al norte. -Si no les encuentran lugar, lo encontrarán ellos mismos. Tienen derecho a vivir, tanto como otros -dijo con voz fuerte. Los habitantes del lugar no parecían muy complacidos con esta perspectiva.” (Tomo I; LA COMUNIDAD DEL ANILLO; pp. 225-226)

Charles Darwin
AUTOBIOGRAFÍA Y CARTAS ESCOGIDAS (III)
Madrid, 1997, Alianza Editorial.



“He dicho que en un aspecto mi mente ha cambiado durante los últimos veinte o treinta años. Hasta la edad de treinta, o algo más, muchos tipos de poesía, tales como las obras de Milton, Gray, Byron, Wordsworth, Colerige y Shelley me procuraban un gran placer, e incluso cuando colegial me deleitaba intensamente con la lectura de Shakespeare, especialmente en las obras históricas. También he dicho que antaño la pintura me gustaba bastante, y la música muchísimo. Pero desde hace muchos años no tengo paciencia para leer una línea de poesía; poco tiempo atrás he intentado leer a Shakespeare y lo he encontrado tan intolerantemente pesado que me dio náuseas. También he perdido prácticamente mi afición por la pintura o la música. Por lo general, la música, en lugar de distraerme, me hace pensar demasiado activamente en aquello en lo que he estado trabajando. Conservo un cierto gusto por los bellos paisajes, pero no me causan el exquisito deleite de antaño. Por otra parte, durante años, las novelas, que son obras de la imaginación aunque de no muy alta categoría, han sido para mí un maravilloso descanso y placer, y a menudo bendigo a los novelistas. Me han leído en voz alta un número sorprendente de novelas, y me gustan todas si son medianamente buenas y no terminan mal —contra éstas debía promulgarse una ley—. Para mi gusto, una novela no es de primera categoría a menos que contenga una persona que lo conquiste a uno por completo, y si es una mujer guapa, mucho mejor.

   Esta curiosa y lamentable pérdida de los más elevados gustos estéticos es de lo más extraño, pues los libros de historia, biografías, viajes (independientemente de los datos científicos que puedan contener), y los ensayos sobre todo tipo de materias me siguen interesando igual que antes. Mi mente parece haberse convertido en una máquina que elabora leyes generales a partir de enormes cantidades de datos; pero lo que no puedo concebir es por qué esto ha ocasionado únicamente la atrofia de aquellas partes del cerebro de la que dependen las aficiones más elevadas. Supongo que una persona de mente mejor organizada o constituida que la mía no habría padecido esto, y si tuviera que vivir de nuevo mi vida, me impondría la obligación de leer algo de poesía y escuchar algo de música por lo menos una vez a la semana, pues tal vez de este modo se mantendría activa por el uso la parte de mi cerebro ahora atrofiada. La pérdida de estas aficiones supone una merma de felicidad y puede ser perjudicial para el intelecto, y más probablemente para el carácter moral, pues debilita el lado emotivo de nuestra naturaleza.” (pp. 141-143)


V. S. Naipaul
ENTRE LOS CREYENTES (II)
Barcelona, 2010, Debate.
 

  

“En el esquema fundamentalista, el mundo declina constantemente y hay que recrearlo sin cesar. La única función del intelecto consiste en contribuir a esa recreación. Reinterpreta los textos y restablece el precedente divino, de modo que la historia ha de servir a la teología, el derecho es independiente del concepto de equidad y el saber independiente del saber. La doctrina tiene sus atractivos. Para un estudiante de la Universidad de Karachi, quizá de familia campesina o provinciana, la vieja doctrina se entiende más fácilmente que cualquier disciplina académica de reciente creación, de modo que el fundamentalismo arraiga en las universidades, y negar la cultura puede llegar a considerarse lo realmente culto. En los tiempos del esplendor musulmán el islam se abrió a los conocimientos del mundo. En la actualidad, el fundamentalismo proporciona un termostato intelectual, a baja temperatura. Iguala, consuela, resguarda y protege. 

De esta manera, la fe lo invade todo, y es posible comprender a qué se refieren los fundamentalistas cuando aseguran que el islam es un modo de vida completo, pero lo que se dice del islam también es cierto, y quizá más cierto, de otras religiones, como el hinduismo, el budismo o religiones tribales menores que en una primera etapa de su historia eran también culturas plenas, independientes y más o menos aisladas, con instituciones, costumbres y creencias que formaban un todo. 

El deseo del islam fundamentalista consiste en intentar volver a ese todo, para ellos un todo divino, pero con la fe como único instrumento: el credo, las prácticas y los ritos religiosos. Es como un deseo, la supresión o limitación del intelecto y la falsificación del sentido histórico, de intentar volver de los abstracto a lo concreto y de erigir de nuevo las barreras tribales. Supone tratar de recrear algo como una ciudad-estado o comunidad tribal que, salvo en la fantasía teológica, jamás existió.” (pp. 206-207)

“-Cuando estaba en la aldea, la atmósfera era totalmente distinta. Sales de la aldea. Ves las luces brillantes, empiezas a notar la civilización materialista que te rodea. Y yo me olvidé de mi religión y de mis obligaciones, en el sentido de que hay que rezar. Pero no hasta el extremo de hacer cosas malas como ir con chicas, beber, jugar y tomar drogas. No perdí mi fe. Solo se me olvidó rezar, se me olvidaron las responsabilidades. Me perdí. No tenía nada firme en mi esquema. Simplemente andar por ahí, sin saber qué camino seguir.” (p. 278)

Charles Darwin
AUTOBIOGRAFÍA Y CARTAS ESCOGIDAS (II)
Madrid, 1997, Alianza Editorial.



“Tengo tanta dificultad como siempre para expresarme clara y concisamente; esta dificultad me ha ocasionado una gran pérdida de tiempo, aunque, como compensación, ha supuesto la ventaja de hacerme pensar larga y atentamente cada frase, y ello me ha llevado a percatarme de los errores de razonamiento y de los contenidos en mis propias observaciones o en las de otros.
   Parece que hay una especie de fatalidad en mi mente, que me induce a empezar expresando de forma equivocada o torpe mis afirmaciones o proposiciones. En otro tiempo solía pensar las frases antes de escribirlas, pero desde hace varios años he descubierto que ahorro tiempo garabateando páginas enteras con la mayor rapidez posible y con malísima letra, abreviando la mitad de las palabras, y corrigiéndola luego pausadamente. A menudo las frases escritas aprisa de este modo son mejores de las que pudiera haber escrito tras larga meditación.” (p. 140)

 


Charles Darwin
AUTOBIOGRAFÍA Y CARTAS ESCOGIDAS (I)
Madrid, 1997, Alianza Editorial.



“He intentado componer el relato de mí mismo que viene a continuación como si hubiera muerto y estuviera mirando mi vida desde otro mundo. Tampoco me ha resultado difícil, ya que mi vida se acaba.” (p. 37)

“Cuando dejé la escuela no estaba ni adelantado ni atrasado para mi edad; creo que mis maestros y mi padre me consideraban un muchacho corriente, más bien por debajo del nivel común de inteligencia. Mi padre me dijo una vez algo que me mortificó profundamente: «No te gusta más que la caza, los perros y coger ratas, y vas a ser una desgracia para ti y para toda tu familia.» Pero mi padre, que era el hombre más cariñoso que he conocido jamás, y cuya memoria adoro con todo mi corazón, debía estar enfadado y fue algo injusto cuando utilizó estas palabras.” (pp. 43-44)

“Me inclino a creer, como Francis Galton, que la educación y el medio sólo producen ligeros efectos en la mente, y que la mayor parte de nuestras cualidades son innatas.” (p. 58)

jueves, 26 de noviembre de 2020

V. S. Naipaul
ENTRE LOS CREYENTES (I)
Barcelona, 2010, Debate.



“En el museo, en la vieja verja de bronce del sepulcro del imán, vimos reliquias de antiguas plegarias, aún vivas. Cuando un visitante del santuario ofrecía una plegaria o pedía un favor especial, ataba una tira de tela a la verja, y todos los travesaños o tornapuntas inferiores —cilindros de cobre unidos a globos también de bronce— estaban llenos de esas tiras de tela. Cuando la tela se desataba, la plegaria era escuchada, e incluso en el museo la gente frotaba las tiras para que se cayera alguna y ayudar así a que otro musulmán cumpliera sus deseos. El suelo detrás de la verja estaba cubierto de trozos de tela caídos impregnados de polvo. Habían manoseado tanto la parte inferior de la verja que se habían desprendido varias piezas de bronce. Algunas personas con plegarias o deseos especialmente complicados habían colocado candados de mala calidad (la mayoría fabricados en China) en la parte más alta, sujetándolos a unos agujeros en los globos de bronce. ¿Cómo abrirían los candados sin la llave? ¿Habrían tirado la llave? ¿No sería eso tentar a la providencia? Bihzad no lo sabía con certeza. Le parecía más razonable que hubieran dado la llave a un amigo, que podría ir un día a Mashad y, entre todos los candados, dar con el que habría la llave.” (pp. 89-90)
[Mashad es una ciudad santa de peregrinación musulmana, en el noreste de Irán.]

Francis Bret Harte
CUENTOS DEL OESTE (II)
Madrid, 2001, Espasa Calpe.



“Creo que nunca conocimos su verdadero nombre. Nuestra ignorancia al respecto nunca nos causó ciertamente ninguna dificultad social, ya que en Sandy Bar, en 1854, la mayoría de los hombres estaban rebautizados. A veces, esos nombres derivaban de alguna particularidad en el vestir, como en el caso de Dril Jack o de algún hábito peculiar, como en el de Bicarbonato Bill, así llamado por la exagerada dosis de ese producto químico en su alimentación cotidiana, o a causa de algún infortunado lapsus, como en el caso de El Pirata de Hierro, un hombre tranquilo e inofensivo que se había ganado ese funesto título a causa de su lamentable pronunciación de la expresión ganó ese título por pronunciar mal «piritas de hierro». Quizá fuese esto el nacimiento de una tosca una heráldica rudimentaria, pero me veo obligado a pensar que se debía más bien a que el verdadero nombre de un hombre en aquellos tiempos se debía exclusivamente a su propia afirmación carente de apoyo.
   —¿Dice usted que se llama Clifford? —le dijo Boston a un tímido recién llegado con infinito desdén—. ¡El infierno está lleno de Cliffords!
   Luego presentó a aquel infortunado, cuyo nombre era realmente Clifford, con el nombre de El Grajo Charley, una impía inspiración del momento que le quedó para siempre.” (pp. 107-108)
 
[El texto pertenece al relato “EL SOCIO DE TENNESSEE”.]

Dennis Lehane
VIVIR DE NOCHE
Barcelona, 2013, RBA.



“Otra cosa que a Tim le gustaba mucho repetir era que cuando una casa se desmorona, la primera termita que le dio un bocado es tan culpable como la última. Joe no lo acababa de pillar: la primera termita llevaría muerta mucho tiempo cuando la última clavara sus dientes en la madera, ¿no? Cada vez que Tim formulaba la analogía, Joe tomaba la decisión de averiguar las expectativas de vida de las termitas, pero luego se olvidaba del asunto hasta que Tim volvía a sacarlo a colación, generalmente cuando estaba borracho y la conversación languidecía, consiguiendo que a todos los que compartían la mesa se les pusiera la misma cara: ¿ya estamos otra vez con las putas termitas? ” (p. 51)

“Te echaré de menos. Llevaré luto por ti. Pero ahora he vuelto a nacer. Y soy libre del todo.” (p. 175)

“Los italianos y los cubanos se tratan entre ellos. Pero los cubanos negros odian a los cubanos blancos, y los cubanos blancos miran a los negratas cubanos por encima del hombro, mientras ambos colectivos desprecian a todos los demás. Todos los cubanos odian a los españoles. Los españoles consideran a los cubanos unos mastuerzos que no saben estar en su sitio desde que los estadounidenses los liberaron en 1898. Además, tanto los cubanos como los españoles desprecian a los puertorriqueños, mientras todo el mundo se caga en los dominicanos. Los italianos solo te respetan si te echaron a patadas de Italia. Y a los americanos les suda la polla lo que digan y hagan todos ellos.” (pp. 199-200)

Oliver Sacks
DESPERTARES (II)
Barcelona, 2005, Anagrama.


“La señora C. sigue viva y está bien de salud, considerando la gravedad de su dolencia. La expresión de profunda paz ha vuelto a sus ojos, y parece haber recuperado la capacidad de revivir a voluntad, y por tiempo indefinido, las escenas y los momentos de su infancia. El único cambio operado en ella en relación con la época anterior al inicio del tratamiento con L-dopa es que ahora es objeto del amor, las atenciones y los invisibles regalos de un caballero surgido de sus alucinaciones que la visita fielmente cada noche.” (p. 224)

“La idea de que los agentes patógenos y los agentes terapéuticos obran por sí mismos, con independencia del medio en el que se encuentran, se atribuye a menudo a Pasteur. Por lo que resulta muy saludable recordar las palabras que pronunció en su lecho de muerte: «Bernard tiene razón: lo patógeno carece de importancia, es el terreno lo que cuenta.»” (p. 292)

[Claude Bernard fue un eminente médico francés del siglo XIX; la cursiva pertenece a la cita.]

“En nuestra época, los ejemplos más brillantes de esas biografías (o «patografías») son las insuperables historias clínicas de Freud. Éste demuestra en ellas, con absoluta claridad, que la naturaleza progresiva de la enfermedad neurótica y de su tratamiento sólo puede ponerse de manifiesto mediante la biografía.” (p. 293)

“Edith T., la paciente que trataba con tanta elocuencia el tema de la música (…) tenía grandes dificultades para echar a andar, pero podía hacerlo perfectamente si alguien la acompañaba. Sus comentarios acerca de este fenómeno resultan extremadamente interesantes: «Cuando anda usted conmigo», me dijo, «siento en mí su capacidad de andar. Comparto esa capacidad, así como la libertad de la que usted goza. Comparto su capacidad de andar, sus percepciones, sus sensaciones, su existencia. Sin saberlo, me hace usted un gran regalo.»” (p. 345)

[Las cursivas pertenecen al texto.]

Francis Bret Harte
CUENTOS DEL OESTE (I)
Madrid, 2001, Espasa Calpe.


“El pueblo de Smith's Pocket debía su origen al hallazgo de un pocket en aquellos lugares por un Smith auténtico. Éste había extraído de allí cinco mil dólares en media hora. Tres mil de estos dólares fueron gastados por Smith y otros en la construcción de un canal y en perforaciones. Y luego, pudo descubrirse que el Smith's Pocket no pasaba de ser un pocket. Y que estaba predestinado, como los demás pockets, al agotamiento. Aunque Smith taladró las entrañas de la gran montaña roja, aquellos cinco mil dólares fueron la primera y la última ganancia que le proporcionó su trabajo. La montaña se mostró reservada sobre sus secretos auríferos y el canal se llevó el resto de la fortuna de Smith. Entonces, éste se dedicó a explotar el cuarzo, luego, a fresarlo, después, a la hidráulica y a cavar zanjas y, finalmente, en insensibles gradaciones, a regentar tabernas. A poco, se susurró que estaba bebiendo mucho; a continuación, se dijo que era un borracho consuetudinario, y entonces la gente empezó a opinar, como suele suceder, que Smith nunca había sido otra cosa.” (pp. 24-25)
[El texto pertenece al relato “MLISS”. Un pocket, como reza en una nota al pie del texto, es un pequeño filón de mineral, normalmente de oro. Las cursivas pertenecen a la cita.]

“Cuando el señor John Oakhurst, tahúr, penetró en la calle principal de Poker Flat, en la mañana del 23 de noviembre de 1850, advirtió que se había operado un cambio en la atmósfera moral desde la noche anterior. Dos o tres hombres, que estaban conversando con aire serio, callaron cuando se acercó e intercambiaron miradas significativas. En el aire había una calma del domingo litúrgico, que, en un pueblo poco habituado a las influencias de domingo litúrgico, parecía siniestro.” (p. 75)
[El texto pertenece al relato “LOS CONDENADOS DE POKER FLAT”.]

Oliver Sacks
DESPERTARES (I)
Barcelona, 2005, Anagrama.



“En julio de 1971 la señora B., que no era dada a tener «corazonadas» y gozaba por aquel entonces de buena salud, tuvo una súbita premonición de que iba a morirse, tan clara y perentoria, que telefoneó a sus hijas. «Ven a verme», le dijo a cada una de ellas. «Mañana será tarde […] No, me encuentro perfectamente […] No hay nada que me preocupe, pero sé que me moriré esta noche, mientras duerma».
   Su tono era sereno y objetivo, y carecía por completo de excitación. Resultaba tan convincente, que empezamos a preocuparnos, y le hicimos análisis de sangre, cardiogramas y otras pruebas, que dieron resultados normales en todos los casos. A la caída de aquella tarde la señora B. recorrió el pabellón, con una dignidad que cortaba en seco cualquier comentario irónico, y les dijo «¡Adiós!», al mismo tiempo que les estrechaba la mano, a todos los presentes. Se fue a dormir, y murió, efectivamente, aquella noche.” (p. 114)

“A los treinta y cinco años la señora Y. estaba virtualmente paralizada, era incapaz de hablar, y se hallaba sumida en un estado de profundo alejamiento de cuanto la rodeaba. Su marido y sus hijos estaban angustiados y se sentían impotentes, pues no sabían adónde acudir para remediar la situación. Fue la propia señora Y. quien, finalmente, decidió que sería mejor para todos que ingresara en el hospital. «Esto no tiene remedio. No hay otra solución», les dijo.
   Ingresó en el Monte Carmelo a los treinta y seis años. El carácter de irrevocabilidad que parecía llevar consigo la hospitalización destrozó la moral y la coherencia de su marido y sus hijos. Su esposo fue a visitarla dos veces al hospital, y encontró la experiencia insoportable; no volvió por allí, y acabó divorciándose de ella. Su hija contrajo una psicosis aguda, y hubo que recluirla en un manicomio del estado. Y su hijo huyó de casa camino de «algún lugar del Oeste». La familia Y. dejó, pues, de existir.” (pp. 140-141)

domingo, 8 de noviembre de 2020

 


Benito Pérez Galdós
EPISODIOS NACIONALES
http://www.cervantesvirtual.com



“-Luego usted -dijo D. Felicísimo, que ya había recobrado la fijeza pétrea de su rostro- no es liberal al modo de acá.
-Lo soy al modo mío, según mi idea, y creo que estos principios, aprendidos donde no son sólo principios sino hechos, prevalecerán en todo el mundo y conquistarán todas las tierras incluso España; pero cuando me detengo a calcular el tiempo que tardaremos en ser conquistados, me confundo, me mareo, porque todos los años me parecen pocos para tan grande obra. De aquí mi escepticismo, que no es realmente escepticismo, sino tristeza. Creo en la libertad porque he visto sus frutos en otras partes; pero no creo que esa misma libertad pueda darlos allí donde hay poquísimos liberales y de estos la mayor parte lo son de nombre. España tiene hoy la controversia en los labios, una aspiración vaga en la mente, cierto instinto ciego de mudanza; pero el despotismo está en su corazón y en sus venas. Es su naturaleza, es su humor, es la herencia leprosa de los siglos que no se cura sino con medicina de siglos. He visto hombres que han predicado con elocuencia las ideas liberales, que con ellas han hecho revoluciones y con ellas han gobernado. Pues bien, esos han sido en todos sus actos déspotas insufribles. Aquí es déspota el ministro liberal, déspota el empleado, el portero y el miliciano nacional; es tiranuelo el periodista, el muñidor de elecciones, el juntero de pueblo y el que grita por las calles himnos y bravatas patrióticas. La idea de libertad entrando súbitamente aquí a principios del siglo nos dio fórmulas, discursos, modificó algo las inteligencias; pero ¡ay!, los corazones siguen perteneciendo al absolutismo que los crió. Mientras no se modifiquen los sentimientos, mientras la envidia que aquí es como una segunda naturaleza, no ceda su puesto al respeto mutuo, no habrá libertades. Mientras el amor al trabajo no venza los bajos apetitos y el prurito de vivir a costa ajena no habrá libertades. No habrá libertades mientras no concluya lo que se llama sobriedad española que es la holgazanería del cuerpo y del espíritu alimentada por la rutina; porque las pasiones sanguinarias, la envidia, la ociosidad, el vivir de limosna, el esperarlo todo del suelo fértil o de la piedad de los ricos, el anhelo de someter al prójimo, la ambición de sueldo y de destinos para tener alguien sobre quien machacar, no son más que las distintas caras que toma el absolutismo, el cual se manifiesta según las edades, ya servil y rastrero, ya levantisco y alborotado.
-Según eso -dijo D. Felicísimo que empezaba a estar algo confuso-, usted considera a nuestro país inepto para las libertades. Por consiguiente, como no puede haber más que dos clases de gobiernos y el liberal es imposible, tenemos que aceptar el absoluto.
-No -replicó el otro-, porque una ley ineludible arrastrará, mal de su agrado, a España por el camino que ha tomado la civilización. La civilización ha sido en otras épocas conquista, privilegios, conventos, fueros, obediencia ciega, y España ha marchado con ella en lugar eminente; hoy la civilización tan constante en la mudanza de sus medios como en la fijeza de sus fines, es trabajo, industria, investigación, igualdad, derechos, y no hay más remedio que seguir adelante con ella, bien a la cabeza, bien a la cola. España se pone las sandalias, toma su palo y anda: seguramente andará a trompicones, cayendo y levantándose a cada paso; pero andará. El absolutismo es una imposibilidad, y el liberalismo es una dificultad. A lo difícil me atengo, rechazando lo imposible. Hemos de pasar por un siglo de tentativas, ensayos, dolores y convulsiones terribles.
-¡Un siglo!
-Sí, y esta es la causa de mi tristeza. Yo me encuentro en la mitad de mi vida. He trabajado mucho por la idea salvadora; pero ya me siento fatigado y me reconozco sin fuerzas para esta labor inmensa que será cada día mayor. Otros vendrán que arrimen el hombro a tan terrible carga. Yo no puedo más. Las circunstancias en que me encuentro, solo, sin familia, lleno de tedio y viendo cuán poco hemos adelantado en la cuarta parte de un siglo, me desaniman atrozmente. Reconozco que cuanto de mis fuerzas dependía ya lo hice; está mi conciencia tranquila y me retiro. Hasta ahora yo no he vivido para mí ni un solo día. Llega la hora en que me es necesario vivir un poco para mí. No obteniendo gloria ni siquiera éxito, el sacrificio de mi existencia a un ideal sería estéril; pues vivamos, vivamos siquiera un poco y descansemos. Sobre las ruinas de mis quiméricas ambiciones se levanta hoy una ambición grande, potente, la ambición de ser feliz, tener una familia y vivir de los afectos puros, humildes, domésticos. ¡Es tan dulce no ser nada para el público y serlo todo para los nuestros! Apartado de todo lo que es política, deseando el olvido, miro a todas partes buscando un rincón en que ocultarme y a donde no llegue el fragor de la lucha.
   D. Felicísimo movía la cabeza, sonriendo. Creía firmemente que el caballero, su amigo y cliente, tenía la cabeza vacía de lo que llaman seso, ¿pues qué mayor locura, en aquellos agitados días, que no ser apostólico, ni absolutista, ni siquiera liberal?” (Segunda serie; Los Apostólicos; cap. XXVI)
Dennis Lehane
ESE MUNDO DESAPARECIDO (II)
Barcelona, 2017, Salamandra.



“Sacó una camisa de color tostado, tan almidonada que si se le llega a caer al suelo habría quedado de pie. Mientras se la ponía, se volvió hacia Joe.
-¿Cuántos años tiene tu hijo?
-Nueve.
-Necesita una madre.
-¿Sí?
-Pues claro, tío. Todos los niños necesitan una madre. Si no, crecen como lobos, tratan a sus aliados fatal, no aprecian los matices.
-Los matices, ¿eh?
   Montooth se pasó una corbata azul oscuro por debajo del cuello de la camisa y empezó a anudarla.
-¿Quieres a tu hijo?
-Más que a nada en el mundo.
-Deja de pensar en ti y dale una madre.
   Joe vio que sacaba unos pantalones oscuros del armario y metía los pies en ellos.
-Algún día te dejará. -Montooth se pasó un cinturón por las trabillas del pantalón-. Todos lo hacen. Aunque se tiren el resto de la vida sentados contigo en la misma habitación, te abandonan igual.
-Yo lo hice con mi padre. -Joe bebió otro trago de ron-. ¿Y tú?
   Montooth se pasó por los brazos dos pistoleras de cuero.
-Algo parecido. Es parte del proceso de hacerse hombre. Los niños se quedan; los hombres se van.” (pp. 248-249)
Richard Cohen
CÓMO PIENSAN LOS ESCRITORES (II)
Barcelona, 2018, Blackie Books.



“En uno de sus artículos, Jonathan Franzen confeccionó una lista muy práctica que contenía todo aquello en lo que se fijaba al corregir: «sentimentalismos, narración floja, prosa demasiado lírica, solipsismo, autocomplacencia, misoginia y otros provincianismos, plan de juego estéril, didacticismo manifiesto, simplicidad moral, dificultades innecesarias, obsesiones informativas...» Es una lista que no está nada mal (elaborada en forma de manifiesto como declaración de todo lo que rechaza en su propia obra), a la que se le podría añadir: tener un número excesivo de personajes, fijar un tono o un ritmo inadecuado (demasiado lento o demasiado rápido) y dar explicaciones confusas.  
   No solo se puede escribir con una prosa clara y sencilla, pero es lo mejor. William Strunk, en su clásica obra Los elementos del estilo literario, de 1918, dijo: «Una frase no debe contener palabras innecesarias ni un párrafo, frases innecesarias por la misma razón que un dibujo no debe tener líneas innecesarias ni una máquina, partes innecesarias». Gabriel García Márquez solía decir que «la literatura, al fin y al cabo, es como la carpintería.».” (pp. 258-259)
Dennis Lehane
ESE MUNDO DESAPARECIDO (I)
Barcelona, 2017, Salamandra.



“Cuando en el treinta y siete, el Rey Lucius quiso mandar un mensaje, Billy Kovich sacó a Edwin Musante en una barca, le ató las manos a la espalda, le inmovilizó las piernas, le rajó partes de ambas piernas y del abdomen con una navaja y luego lo sujetó con una cadena por debajo de las axilas. Edwin Musante estaba vivo y del todo consciente cuando Billy Kovich lo tiró al agua, soltó un poco de cadena y se puso a navegar lentamente por la bahía de Tampa. Paudric Dean, que cinco años después acabaría convertido a su vez en víctima de Billy, iba también ese día en la barca, y contaba con voz ahogada por la impresión lo que se oyó cuando aparecieron los dos primeros tiburones. Al principio sólo dieron algún mordisco tentativo, marcado por el tono agudo de los gritos de Edwin Musante. Luego, en cambio, cuando aparecieron los otros tres tiburones un centenar de metros más allá, los dos primeros empezaron a morder en serio. Cuando ya se habían reunido los cinco para darse un banquete frenético, Billy cortó la cadena que unía a Edwin a la barca y emprendió el regreso al puerto.” (pp. 214-215)
Richard Cohen
CÓMO PIENSAN LOS ESCRITORES (I)
Barcelona, 2018, Blackie Books.



“En una fecha tan temprana como el año 1380 ya se documentó el uso de la frase «Érase una vez», que hasta el siglo XVII no se convertiría en una fórmula corriente para iniciar una narración oral. Esta expresión también se da en otras lenguas: en algunas muy reconocible y en otras, un tanto críptica. En estonio se dice «Detrás de las siete naciones y de los siete mares vivió...». En árabe clásico se traduce como: «Érase que se era, en tiempos muy lejanos...». En iraqw, una lengua de Tanzania, dice así: «Recuerdo algo que nuestro padre nos contó...».” (p. 19)

“Un caso poco habitual de ironía situacional es el hecho que tuvo lugar en 1981, cuando John W. Hinckley, Jr. Intentó asesinar a tiros a Ronald Reagan y ni uno solo de sus disparos dio en el blanco. No obstante, una de las balas rebotó en la limusina blindada presidencial y alcanzó a Reagan en el pecho. Así pues, un vehículo cuyo cometido era proteger al presidente de posibles tiroteos acabó siendo en parte responsable de que este recibiera un disparo.” (pp. 152-153)

“En una charla que dio en 2013, Julian Barnes apuntó que tal vez a los escritores que narran escenas de sexo les inquieta la posibilidad de estar exponiéndose ellos mismos, de que el lector crea que realizaron un acto sexual en particular de un modo parecido a como se describe en el libro, y que por eso consideren que es mejor ocultar ese miedo tratando el asunto con humor.” (p. 213)

domingo, 1 de noviembre de 2020

CUENTOS MEMORABLES SEGÚN JORGE LUIS BORGES
Madrid, 2002, Alfaguara.


“-Haz buen uso de estas riquezas y recuerda que Dios, que te las ha dado, puede quitártelas si no socorres a los menesterosos, a quienes la misericordia divina deja en el desamparo para que los ricos ejerciten su caridad y merezcan, así, una recompensa mayor en el Paraíso.” (p. 353)
[La cita pertenece al relato “Historia de Abdula, el mendigo ciego”, perteneciente a LAS MIL Y UNA NOCHES.]


“-Tengo una idea en la cabeza, que puede convertirse en el mejor cuento del mundo. Déjeme escribirlo aquí. Es una idea espléndida.
    Imposible resistir. Le preparé una mesa; apenas me agradeció y se puso a trabajar enseguida. Durante media hora la pluma corrió sin parar. Charlie suspiró. La pluma corrió más despacio, las tachaduras se multiplicaron, la escritura cesó. El cuento más hermoso del mundo no quería salir.
    -Ahora parece tan malo -dijo lúgubremente-. Sin embargo, era bueno mientras lo pensaba. ¿Dónde está la falla?
     No quise desalentarlo con la verdad. Contesté:
    -Quizá no estés en ánimo de escribir.
    -Sí, pero cuando leo este disparate...
    -Léeme lo que has escrito -le dije.
    Lo leyó. Era prodigiosamente malo. Se detenía en las frases más ampulosas, a la espera de algún aplauso, porque estaba orgulloso de esas frases, como es natural.
    -Habría que abreviarlo -sugerí cautelosamente.
   -Odio mutilar lo que escribo. Aquí no se puede cambiar una palabra sin estropear el sentido. Queda mejor leído en voz alta que mientras lo escribía.
    -Charlie, adoleces de una enfermedad alarmante y muy común. Guarda ese manuscrito y revísalo dentro de una semana.
    -Quiero acabarlo enseguida. ¿Qué le parece?
    -¿Cómo juzgar un cuento a medio escribir? Cuéntame el argumento.
    Charlie me lo contó. Dijo todas las cosas que su torpeza le había impedido trasladar a la palabra escrita. Lo miré, preguntándome si era posible que no percibiera la originalidad, el poder de la idea que le había salido al encuentro. Con ideas infinitamente menos practicables y excelentes se habían infatuado muchos hombres. Pero Charlie proseguía serenamente, interrumpiendo la pura corriente de la imaginación con muestras de frases abominables que pensaba emplear. Lo escuché hasta el fin. Era insensato abandonar esa idea a sus manos incapaces, cuando yo podía hacer tanto con ella. No todo lo que sería posible hacer, pero muchísimo.” (pp. 232-233)

[La cita pertenece al relato “El cuento más hermoso del mundo”, de Rudyard Kipling.]


Steven Pinker
LA TABLA RASA (IV)
Barcelona, 2003, Paidós.



“En resumidas cuentas, la preocupación por la naturaleza humana se puede reducir a cuatro temores:

• Si las personas son diferentes de forma innata, se justificarían la opresión y la discriminación.
• Si las personas son inmorales de forma innata, serían vanas las esperanzas de mejorar la condición humana.
• Si las personas son producto de la biología, el libre albedrío sería un mito y ya no se podría responsabilizar a las personas de sus actos.
• Si las personas son producto de la biología, la vida ya no tendría un sentido y un propósito superiores.” (p. 213)

“Aun en el caso de que no existiera la herencia, una correlación entre padres e hijos no implicaría que las prácticas parentales configuran a los hijos. Podría implicar que los hijos configuran las prácticas parentales. Como saben todo padre o toda madre que tengan más de un hijo, los hijos no son un montón de materia prima a la espera de que se les dé forma. Son personas pequeñas, nacidas con una personalidad. Y las personas reaccionan ante la personalidad de otras personas, también cuando una es el padre y la otra, el hijo. Los padres de un hijo cariñoso pueden corresponder a ese cariño y, con ello, actuar de distinta forma que los padres de un hijo que evita sus besos y se los limpia. Los padres de un hijo callado y distraído pueden pensar que hablan a la pared, tal vez por eso parloteen menos con él. A los que tengan un hijo dócil les puede ir bien fijar unos límites estrictos aunque razonables; los que tengan un demonio es posible que no sepan qué hacer, si imponer la ley o desistir. En otras palabras, la correlación no implica causalidad. Una correlación entre padres e hijos no significa que los padres afecten a los hijos; podría significar que los hijos afectan a los padres, que los genes afectan a padres e hijos, o ambas cosas.” (pp. 558-559)


domingo, 25 de octubre de 2020


 

Oliver Sacks
EL RÍO DE LA CONCIENCIA (IV)
Barcelona, 2019, Anagrama.


“Si uno observa los gráficos de los pacientes internados en los psiquiátricos y hospitales estatales en las décadas de 1920 y 1930, se encuentra con observaciones clínicas y metodológicas extremadamente detalladas, a menudo insertas en narraciones de una riqueza e intensidad casi novelescas (como en las clásicas descripciones de Kraepelin y otros a principios de siglo.) Al instituirse unos rígidos criterios y manuales de diagnóstico (los Manuales diagnósticos y estadísticos de los trastornos mentales, o DSM por sus siglas en inglés), esa riqueza y detalle, así como su franqueza fenomenológica, han desaparecido, y en su lugar encontramos escasas notas que no ofrecen una imagen real del paciente o su mundo, sino que lo reducen, a él y a su enfermedad, a una lista de criterios diagnóstico «mayores» y «menores». Los gráficos de la psiquiatría actual que encontramos en los hospitales carecen casi por completo de la profundidad y densidad de información que uno encuentra en los gráficos anteriores, y no son de gran utilidad a la hora de ayudarnos a llevar a cabo una síntesis de la neurociencia y del conocimiento psiquiátrico, algo que tanto necesitamos. Los historiales y los gráficos «antiguos» seguirán siendo, sin embargo, inestimables.” (p. 183; nota 1)
[Wikipedia: Emil Kraepelin (1856-1926) fue un psiquiatra alemán. Ha sido considerado como el fundador de la psiquiatría científica moderna, la psicofarmacología y la genética psiquiátrica.]

Santiago Lorenzo
LAS GANAS
Barcelona, 2014, Blackie Books.



“El ciempiés no es afortunado porque Dios lo pusiera a la distancia exacta del sol para que ni se achicharrara ni se congelara. Primero estaba el sol. Luego el ciempiés se arrimó a donde vio condiciones, y Dios váyase a saber si tiene idea de que el bichito existe. Con María pasó igual. María era el sol. Sólo tenía que transcurrir algo de tiempo para que un artrópodo se le acoplara magnetizado. Las especies son las que se adecúan al medio, y una especie de novios se adosaron al medio placentero que María siempre ha sido. Alguno era muy bello. Al fin, conoció al más válido de todos. Un sujeto admirable y feo como él solo, al que le faltan dos dedos y le sobra mucha oreja. Lo cual jamás ha impedido a María estar convencida de que pasará con él muchas décadas, si no todas. Se llama Jacinto. Viven María y él como les da la gana, derecho reservado a quienes saben qué es lo que les da la gana y qué no.” (pp. 239-240)

Oliver Sacks
EL RÍO DE LA CONCIENCIA (III)
Barcelona, 2019, Anagrama.



“El lunes, 16 de febrero de 2015, podía afirmar que me encontraba bien, en mi estado de salud habitual —al menos con toda la salud y energía que puede esperar disfrutar una persona de ochenta y un años bastante activa—, y ello a pesar de haberme enterado un mes antes de que el cáncer se había extendido a gran parte de mi hígado. Me habían sugerido diversos tratamientos paliativos, tratamientos que podrían reducir la metástasis en el hígado y permitirme unos cuantos meses más de vida. En el caso del tratamiento que decidí probar en primer lugar, mi cirujano, radiólogo intervencionista, introducía un catéter hasta la bifurcación de la arteria hepática y a continuación inyectaba una masa de diminutas gotas en la arteria hepática derecha, que las transportaría hasta las arteriolas más pequeñas, bloqueándolas e interrumpiendo el suministro de sangre y oxígeno necesario para la metástasis: de hecho, matándolas de hambre y asfixiándolas. (Mi médico, muy dotado para las metáforas gráficas, lo comparó a matar ratas en el sótano, o, en una imagen más agradable, a secar los dientes de león del césped de atrás.) Si dicha embolización resultaba ser eficaz y la toleraba, se podría repetir en el otro lado del hígado (los dientes de león del césped delantero) más o menos un mes después.  
   La operación, aunque relativamente benigna, provocaría la muerte de una gran masa de melanocitos (tenía metástasis en casi el cincuenta por ciento de mi hígado). Al morir los melanocitos, liberarían una variedad de sustancias desagradables y dolorosas que luego habría que eliminar, igual que hay que eliminar del cuerpo cualquier material muerto. Esta inmensa tarea de sacar la basura la llevarían a cabo las células del sistema inmunitario —macrófagos— especializadas en envolver la materia ajena o muerta del cuerpo. Mi cirujano me sugirió que las considerara diminutas arañas, en una cantidad de millones o miles de millones, correteando en mi interior para envolver todos los restos del melanoma. Esta enorme tarea celular consumiría toda mi energía, y en consecuencia me sentiría más agotado que nunca, por no hablar del dolor y otros problemas.  
   Me alegro de que me lo advirtiera, pues al día siguiente (el martes 17), poco después de despertar de la embolización —que tuvo lugar con anestesia general—, me asaltó una sensación de terrible cansancio y un acceso de sueño tan repentino que me caía redondo en mitad de una frase o mientras comía, o cuando los amigos que me visitaban hablaban o reían en voz alta a un metro de mí. También, a veces, un delirio se apoderaba de mí en pocos segundos, incluso mientras escribía. Me sentía extremadamente débil e inerte; a veces me quedaba sentado e inmóvil hasta que me ponía en pie y dos ayudantes me hacían caminar. Aunque cuando estaba inmóvil el dolor parecía tolerable, cualquier movimiento involuntario, como un estornudo o un ataque de hipo, producía un estallido, una especie de orgasmo negativo de dolor, a pesar de que, al igual que a todos los pacientes que han sufrido una embolización, me suministraban continuamente narcóticos intravenosos. Esta enorme dosis de narcóticos detuvo toda la actividad intestinal durante casi una semana, con lo que todo lo que comía —no tenía apetito, pero tenía que «tomar algo de alimento», tal como expresaba el personal de enfermería— quedaba retenido dentro de mí.   
   Otro problema —no infrecuente después de la embolización de gran parte del hígado— era que liberaba HAD, una hormona antidiurética que provoca una enorme acumulación de fluido en mi cuerpo. Los pies se me hincharon tanto que ya no los reconocía como pies, y en torno al tronco me salió un edema grueso como un neumático. Esta «hiperhidratación» provocó el descenso de los niveles de sodio en la sangre, lo que probablemente contribuyó a mi delirio. Con todo ello, y una combinación de síntomas distintos —la regulación de la temperatura era inestable, en un momento tenía calor y al siguiente frío—, me sentía fatal. Experimentaba «una sensación de malestar general» elevada a un grado casi infinito. No dejaba de pensar que si tenía que sentirme así a partir de entonces, prefería estar muerto.  
   Después de la embolización permanecí en el hospital durante seis días, y luego me fui a casa. Aunque me sentía peor de lo que me había sentido en toda mi vida, en realidad me sentía un poco mejor, mínimamente mejor, con cada día que pasaba (y todo el mundo me decía, tal como suele hacerse con los enfermos, que tenía un aspecto «estupendo»). Todavía experimentaba tremendos paroxismos de sueño, pero me obligaba a trabajar, y corregía las galeradas de mi autobiografía (aun cuando a veces me quedaba dormido a mitad de frase: la cabeza caía pesadamente sobre el escritorio mientras la mano todavía sujetaba la pluma). Esos días posteriores a la embolización habrían sido muy difíciles de soportar sin esa tarea (que también era una alegría).  
   Al décimo día comencé a mejorar. Por la mañana me sentía fatal, como siempre, pero por la tarde era una persona completamente distinta. Era algo fantástico y totalmente inesperado: nada había presagiado que fuera a ocurrir esa transformación. Recobré algo de apetito, los intestinos comenzaron a funcionar otra vez, y el 28 de febrero y el 1 de marzo experimenté una enorme y deliciosa diuresis, y perdí casi siete kilos en dos días. De repente me encontré lleno de energía física y creativa, y sentí una euforia casi parecida a la hipomanía. Iba y venía por el pasillo de mi edificio de departamentos mientras pensamientos optimistas corrían por mi mente. 
   No sé hasta qué punto eso era un restablecimiento del equilibrio del cuerpo; hasta qué punto un rebote autónomo tras una profunda depresión autónoma; hasta qué punto concurrían otros factores fisiológicos; y hasta qué punto era la pura alegría de escribir. Pero sospecho que mi nuevo estado y mis nuevas sensaciones se parecían a lo que Nietzsche experimentó tras un periodo de enfermedad, que de manera tan lírica expresó en La gaya ciencia:  
   Continuamente expresas gratitud, como si acabara de ocurrir lo inesperado. Es la gratitud de un convaleciente, pues la convalecencia era inesperada [...]. La alegría por las fuerzas que regresan, por una fe renovada en un mañana o en un pasado mañana, por la repentina sensación de que existe un futuro, por las inminentes aventuras, por los mares que vuelven a abrirse.” (pp. 148-152)
[El doctor Sacks falleció el 30-8-2015 como consecuencia del cáncer al que se refiere el texto.]

Javier Marías
BERTA ISLA (III)
Barcelona, 2017, Penguin Random House.


“El pueblo, que a menudo es vil, cobarde e insensato, nunca se atreven los políticos a criticarlo, nunca lo riñen ni le afean su conducta, sino que invariablemente lo ensalzan, cuando poco suele tener de ensalzable, el de ningún sitio. Es sólo que se ha erigido en intocable y hace las veces de los antiguos monarcas despóticos y absolutistas. Como ellos, posee la prerrogativa de la veleidad impune, no responde de lo que vota ni de a quién elige, de lo que apoya, de lo que calla y otorga o impone y aclama. Yo no tenía ni idea. A mí me manipularon, me indujeron, me engañaron y me desviaron. ¿Qué culpa tuvo del franquismo en España, como del fascismo en Italia o del nazismo en Alemania y Austria, en Hungría y Croacia? ¿Qué culpa del stalinismo en Rusia ni del maoísmo en la China? Ninguna, nunca; siempre resulta ser víctima y jamás es castigado (naturalmente no va a castigarse a sí mismo; de sí mismo se compadece y apiada). El pueblo no es sino el sucesor de aquellos reyes arbitrarios, volubles, sólo que con millones de cabezas, es decir, descabezados. Cada una de ellas se mira en el espejo con indulgencia y alega con un encogimiento de hombros; 'Ah, yo no tenía ni idea. A mí me manipularon, me indujeron, me engañaron y me desviaron. Y qué sabía yo, pobre mujer de buena fe, pobre hombre ingenuo'. Sus crímenes están tan repartidos que se desdibujan y se diluyen, y así los autores anónimos están en disposición de cometer los siguientes, en cuanto pasan unos años y nadie se acuerda de los anteriores.” (p. 324-325)

Oliver Sacks
EL RÍO DE LA CONCIENCIA (II)
Barcelona, 2019, Anagrama.



“Freud fue más allá de Jackson al insinuar que en el cerebro no existían centros o funciones autónomos y aislables, sino más bien sistemas que alcanzan metas cognitivas, sistemas que tenían muchos componentes y que se podían crear o modificar enormemente mediante las experiencias del individuo. Teniendo en cuenta, por ejemplo, que nadie nace sabiendo leer y escribir, consideró que no era útil imaginar un «centro» para la escritura (tal como había postulado su amigo y antiguo colega Sigmund Exner); más bien deberíamos pensar en un sistema o sistemas construidos en el cerebro como resultado del aprendizaje (anticipándose de manera sorprendente a la idea de «sistemas funcionales» desarrollada por A. R. Luria, el fundador de la neurofisiología, cincuenta años después).” (p. 87)
[John Hughlings Jackson (1835-1911) fue un neurólogo británico precursor de muchos estudios clave acerca del funcionamiento del sistema nervioso humano. Alexander Luria (1902-1977), por su parte, fue un célebre neuropsicólogo ruso, autor de numerosos e influyentes ensayos sobre las bases funcionales de la actividad cerebral.]
Javier Marías
BERTA ISLA (II)
Barcelona, 2017, Penguin Random House.


“Y en aquellos años la mayoría de los españoles (bueno, los que no habíamos sido franquistas) sentíamos una invencible aversión hacia la policía secreta y un desprecio infinito hacia los infiltrados. Los había habido sólo de una parte, de la dictadura, sólo en una dirección, y habían sido los detestados miembros de la Brigada Político-Social, los llamados 'sociales' para abreviar, que se habían hecho pasar por obreros en las fábricas, por mineros en las minas y por trabajadores en los astilleros, por sindicalistas en los sindicatos ilegales, por militantes o dirigentes en los partidos (clandestinos todos), por presos políticos en las prisiones y por estudiantes en las Universidades. Incluso habían arrastrado a muchos, con su fingido radicalismo, a cometer delitos que sin su presencia y azuzamiento, sus arengas farrucas, su persuasión y su extremismo exhibicionista, jamás habrían cometido. Numerosas personas habían acabado en la cárcel por culpa de aquellos impostores, que no sólo habían actuado como delatores sino también como instigadores, con vistas a agravar las penas que recayeran sobre los 'subversivos' (…) A los sociales les interesaba que la gente pacífica dejara de serlo, que los que iban por libre se organizaran y se asociaran, no se limitaban a averiguar y dar nombres, sino que hincaban las espuelas para desbocar a quienes caían bajo su influencia, y así poder acusarlos de los cargos más graves. También eran los que torturaban y los que arrojaban a detenidos por escaleras o por una ventana, como sucedió con el estudiante de mi época Enrique Ruano y con otros, que según ellos siempre intentaban escapar donde no había escapatoria y se caían o 'saltaban', pese a estar esposados con las manos a la espalda y permanentemente vigilados. Y aquel cuerpo siniestro todavía no había sido enteramente disuelto ni desmantelado, en todo caso a ninguno de sus componentes se lo había castigado ni suspendido ni aún menos juzgado, a lo sumo se les habían buscado destinos y quehaceres más disimulados y acordes con los nuevos tiempos de la democracia.” (pp. 264-265)


 

Oliver Sacks
EL RÍO DE LA CONCIENCIA (I)
Barcelona, 2019, Anagrama.


“Y, sin embargo, de vez en cuando hay algunos que parecen alcanzar una velocidad de pensamiento sobrehumana. Es famoso el caso de Robert Oppenheimer, que cuando los jóvenes físicos acudían a explicarle sus ideas, a los pocos segundos captaba la esencia y las implicaciones de lo que le decían, y los interrumpía y ampliaba sus pensamientos prácticamente en cuanto abrían la boca. Casi todos los que escucharon improvisar a Isaiah Berlin, con su verbo torrencialmente rápido, acumulando una imagen tras otra, una idea tras otra, construyendo enormes estructuras mentales que evolucionaban y se disolvían ante sus propios ojos, tuvieron la sensación de haber sido testigos privilegiados de un pasmoso fenómeno mental. Lo mismo se puede decir de un genio cómico como Robin Williams, cuya capacidad de asociación e ingenio, explosiva e incandescente, parecía despegar y remontar el vuelo a la velocidad de un cohete. En estos casos, sin embargo, hemos de suponer que nos enfrentamos no a la velocidad de células nerviosas individuales y circuitos simples, sino a redes nerviosas de un orden muy superior que superan la complejidad de los superordenadores más grandes.
   No obstante, los humanos, incluso los más rápidos de entre nosotros, poseemos una velocidad limitada por determinantes nerviosos básicos, por células cuya velocidad de ignición también está limitada, y por la limitada velocidad de conducción entre diferentes células y grupos celulares.” (p. 60)

Javier Marías
BERTA ISLA (I)
Barcelona, 2017, Penguin Random House.



“Lo decisivo jamás se muestra, ni siquiera se comunica, o no en su momento; al contrario, se esconde y se silencia siempre, o durante muchísimo tiempo: si acaso se cuenta cuando ya no interesa, cuando es pasado remoto, y a la gente el pasado le trae sin cuidado, cree que no le afecta y que no puede cambiarse, y lleva razón en esto último. Mira: las operaciones más importantes de la Guerra, las que fueron fundamentales para ganarla, son aquellas que se desconocen y que nunca han trascendido, que no constan en los anales y de las que no hay ni rastro. Las que incluso se niega que se efectuaran, con impasible y recomendable cinismo, si salta algún rumor en la prensa o se va de la lengua un vanidoso; faltando a su juramento, eso aparte.” (p. 68)

sábado, 26 de septiembre de 2020

Steven Pinker
LA TABLA RASA (III)
Barcelona, 2003, Paidós.


“Ninguna teoría actual de la personalidad puede explicar por qué a ambos miembros de una pareja de hermanos gemelos univitelinos criados por separado les gusta llevar cintas elásticas en la muñeca y simular estornudar en el ascensor cuando está abarrotado de gente.” (p. 121)

“¿Cómo le dice el genoma a un cerebro que se esté desarrollando que se diferencie en redes neuronales que estén preparadas para resolver problemas computacionales tan abstractos como reconocer una cara o pensar en los intereses de otras personas?” (p. 160)

“La oposición de derechas más contumaz a las ciencias de la naturaleza humana proviene de los sectores religiosos de la coalición, especialmente del fundamentalismo cristiano. Quien no crea en la evolución no va a creer en la evolución de la mente, y quien crea en un alma inmaterial no va a creer que el pensamiento y el sentimiento consisten en un procesado de información que tiene lugar en los tejidos del cerebro.
  La oposición religiosa a la evolución se alimenta de varios miedos de índole moral. Lo más evidente es que la evolución cuestiona la verdad literal bíblica de la historia de la creación y, por consiguiente, la autoridad que de ella obtiene la religión. En palabras de un sacerdote creacionista: «Si la Biblia se equivoca en cuestiones biológicas, ¿por qué voy a creer en ella cuando habla de la moral y la salvación?».” (p. 199)

jueves, 24 de septiembre de 2020

Joaquín Araújo
LOS ÁRBOLES TE ENSEÑARÁN A VER EL BOSQUE (II)
Barcelona, 2020, Crítica. 

 

Es más. Cuando tengo en mis manos cubiertos de madera, astiles de todo tipo de herramientas, no menos los rodrigones o cualquier otro utensilio hasta me parece una ofensa que en el diccionario no figure la palabra maderamienta y que prevalezca la evocación al metal, al no renovable hierro, sobre la primera materia de nuestra historia.” (p. 140)

"A menudo imagino que en la entrada a todos los bosques regularmente visitados, no menos al llegar a todos los parques y jardines del planeta hay un enorme cartel con, al menos, los siguientes datos.
   Cada hectárea de arboleda ha absorbido 15 toneladas de anhídrido carbónico.
   Cada hectárea ha lanzado a la atmósfera 12 toneladas de oxígeno
   Ha cubierto el suelo con 13 toneladas de materia orgánica.
   Ha dulcificado el clima y ha humedecido el aire y ha frenado al viento.
   Ha retenido entre sus raíces 500.000 litros de agua.
   Esos árboles que van a hacerte compañía no dejan ni un instante de trabajar para que tú respires, comas y pienses. Que estos regalos habiten en ti son los mismos que consiguen que este mundo sea habitable. Si queremos que siga siéndolo tenemos que parecernos lo más posible al bosque.” (p. 298)
 

[No sé si la falta de comas, comillas y puntos en algunos momentos es responsabilidad del autor o del editor. En cualquier caso, su ausencia resulta llamativa. La edición entera está plagada de erratas, errores gramaticales y faltas de ortografía.]


 

Steven Pinker
LA TABLA RASA (II)
Barcelona, 2003, Paidós.


La negación de la naturaleza humana se ha extendido más allá del ámbito académico y ha llevado a una desconexión entre la vida intelectual y el sentido común. Pensé en escribir este libro por primera vez cuando empecé a reunir una serie de afirmaciones sorprendentes de expertos y de críticos sociales sobre la maleabilidad de la psique humana: que los niños discuten y se pelean porque se les incita a que lo hagan; que les gustan las golosinas porque sus padres las emplean como premio por comerse la verdura; que los adolescentes compiten en su apariencia y en su forma de vestir influidos por los concursos y los premios escolares; que los hombres creen que la finalidad del sexo es el orgasmo por la forma en que se han socializado. El problema no es sólo que tales ideas son ridículas, sino que los propios autores no reconociesen que estaban afirmando cosas que el sentido común podría poner en entredicho. Es la mentalidad del culto, en la que las creencias fantásticas se exhiben como prueba de la propia devoción. Esta mentalidad no puede coexistir con una estima por la verdad, y creo que es la responsable de algunas de las lamentables tendencias de la vida intelectual de hoy. Una de estas tendencias es un manifiesto desprecio entre muchos estudiosos por los conceptos de verdad, lógica y evidencia. Otra es una división hipócrita entre lo que los intelectuales manifiestan en público y aquello que realmente piensan. Y una tercera es la reacción inevitable: una cultura de tertulianos «políticamente incorrectos» que aprovechan los medios de comunicación para recrearse en el antiintelectualismo y la intolerancia, envalentonados a sabiendas de que la clase dirigente intelectual ha perdido credibilidad a los ojos del público.” (p. 15)

Joaquín Araújo
LOS ÁRBOLES TE ENSEÑARÁN A VER EL BOSQUE (I)
Barcelona, 2020, Crítica.


"Conozco muy bien a los tilos y su profuso traje de hojas que proporciona la mejor sombra conocida. Es más, he dormido cien veces bajo ese paraguas amparador que escancia calma. Porque el poder de serenar no solo nada en las infusiones de flor de tilo, también se convierte en emanación de las hojas y cuando pasas un buen rato bajo estos árboles acabas apreciando sus capacidades ansiolíticas. En fin que si deseas una siesta relajante nada como ampararte bajo la copa de un tilo. Acaso por eso mismo el que concibió la palabra descanso en chino dibujó un precioso pictograma que evoca a alguien bajo un árbol." (p. 18)

Aunque figura entre lo todavía discutido resulta imposible no ceder a la tentación de mencionar a la más que famosa pícea solitaria de Noruega, una conífera que vive aislada en los límites de la taiga y que algunos botánicos consideran que tiene casi 10.000 años, en concreto 9.950.” (p. 86)

De las incontables funciones que las raíces despliegan acaso la de fijar minerales y elementos químicos sencillos sea la de mayor complejidad. Una proeza más que se convierte en uno de los mejores regalos. De hecho muchos árboles son auténticos vertederos controlados de las sustancias más tóxicas que el ser humano libera en la Natura. Muchos aparatos radicales neutralizan metales pesados, que invariablemente son peligrosos. En este sentido podemos adjudicarles un cierto papel de sistema sanitario o, acaso mejor, son elementos preventivos, por tanto higiene, por mantener limpios los suelos encarcelando los más poderosos venenos. Creo no exagerar si recuerdo que los cánceres serían mucho más frecuentes si las raíces de los árboles no fijaran partículas de plomo, cadmio, mercurio, arsénico...” (pp. 103-104)

[No sé si la falta de comas, comillas y puntos en algunos momentos es responsabilidad del autor o del editor. En cualquier caso, su ausencia resulta llamativa. La edición entera está plagada de erratas, errores gramaticales y faltas de ortografía.]

Steven Pinker
LA TABLA RASA (I)
Barcelona, 2003, Paidós.


En primer lugar, la doctrina que sostiene que la mente es una tabla rasa ha deformado la investigación sobre el ser humano y, con ello, las decisiones públicas y privadas que se guían por tales estudios. Muchas políticas sobre la paternidad, por ejemplo, se inspiran en estudios que ven una correlación entre la conducta de los padres y la de los hijos. Los padres cariñosos tienen unos hijos seguros de sí mismos; los padres responsables (ni demasiado permisivos ni demasiado severos) tienen hijos bien educados; los padres que hablan con sus hijos tienen unos hijos que dominan mejor el lenguaje; etc. Todos concluyen que para conseguir los mejores hijos los padres han de ser cariñosos, responsables y dialogantes, y que si los hijos no llegan a ser como debieran, será culpa de los padres. Pero las conclusiones se basan en la creencia de que los niños son tablas rasas. Recordemos que los padres dan a sus hijos unos genes, y no sólo un medio familiar. Es posible que las correlaciones entre padres e hijos sólo nos indiquen que los mismos genes que causan que los padres sean cariñosos, responsables o dialogantes provocan que los hijos sean personas seguras de sí mismas, educadas o que saben expresarse correctamente. Mientras no se realicen nuevos estudios sobre hijos adoptados (que sólo reciben de sus padres el medio, no sus genes), los datos avalan por igual la posibilidad de que sean los genes los que marquen toda la diferencia, la posibilidad de que la marque por completo el ejercicio de la paternidad, o cualquier posibilidad intermedia. Pero casi en todos los casos, la postura más extrema -la de que los padres lo son todo- es la única que contemplan los investigadores.” (p. 14)


martes, 1 de septiembre de 2020


Sonia Fernández-Vidal
DESAYUNO CON PARTÍCULAS (III)
Barcelona, 2014, Debolsillo.


“—¡Qué va! Te adelantas unos cuantos capítulos... Aquello sólo fue el inicio de un largo viaje. Gracias a los primeros detectores se hallaron nuevas partículas que provenían de los rayos cósmicos, pero no fue hasta 1940, cuando se crearon los primeros aceleradores de partículas, que la cosa se puso interesante. Empezaron a surgir más y más partículas distintas: electrones, protones, neutrones, muones, kaones, piones, lambda, khi, omega...

Vas a recitar todo el abecedario griego... ¡Vaya zoo! (...)

Cierto. Durante un tiempo hubo un poco de caos dentro del campo de la física de partículas. A mediados de los sesenta ya se conocían casi dos centenares de partículas diferentes. Como bien has dicho, la cosa se parecía a un desordenado zoo cuántico. Recuerdo una anécdota del físico Enrico Fermi... Cuando un estudiante le preguntó por el nombre de una de estas partículas en concreto, le contestó algo así como: «Joven, si fuese capaz de recordar el nombre de todas esas partículas, me habría hecho botánico».” (pp. 180-181)
Carlo Rovelli
EL ORDEN DEL TIEMPO (II)
Barcelona, 2020, Anagrama.


Esta es la desconcertante conclusión que emana del trabajo de Boltzmann: la diferencia entre pasado y futuro hace referencia a nuestra visión desenfocada del mundo. Tal conclusión nos deja estupefactos: ¿es posible que esta sensación mía tan vívida, elemental, existencial -el discurrir del tiempo- dependa del hecho de que no percibo el mundo en sus más diminutos detalles? ¿Que sea una especie de error de perspectiva debido a mi miopía? ¿De verdad, si pudiera ver y tomar en consideración la danza precisa de los miles de millones de moléculas, el futuro sería «como» el pasado? ¿Podría tener el mismo conocimiento -o ignorancia- del pasado que del futuro? Es cierto que nuestras intuiciones sobre el mundo a menudo son erróneas; pero ¿es posible que el mundo sea tan profundamente distinto de nuestra intuición?
    Todo esto socava la base de nuestra forma habitual de comprender el tiempo. Genera incredulidad, tal como ocurrió con el movimiento de la Tierra. Pero, como en dicho movimiento, la evidencia es aplastante: todos los fenómenos que caracterizan el fluir del tiempo se reducen a un estado «particular» en el pasado del mundo, que solo resulta ser «particular» por el desenfoque de nuestra perspectiva.” (pp. 31-32)
[Ludwig Boltzmann (1844-1906), fue un físico vienés que dedicó sus investigaciones a los campos de la termodinámica y la entropía. Las cursivas pertenecen al texto.]

Cuando no somos capaces de formular un problema con precisión, a menudo no es porque el problema sea profundo, sino porque es un falso problema.” (p. 149)
Sonia Fernández-Vidal
DESAYUNO CON PARTÍCULAS (II)
Barcelona, 2014, Debolsillo.


—¿Conoces la anécdota de Laplace?

—¿Quién era?

—Un físico y matemático francés muy importante del siglo XVIII. Dicen que Napoleón, al conocer su obra Exposition du système du monde, le dijo: «Me cuentan que ha escrito usted este gran libro sobre el sistema del universo sin haber mencionado ni una sola vez a su creador», a lo que Laplace contestó: «Sire, nunca he necesitado esa hipótesis». Cuando Napoleón le narró la conversación al matemático Lagrange, éste le argumentó: «¡Ah! Dios es una bella hipótesis que explica muchas cosas». Tras reproducir Napoleón estas palabras a Laplace, éste ingeniosamente replicó: «Aunque esa hipótesis pueda explicar todo, no permite predecir nada». (pp. 38-39)