Marc Augé
¿POR QUÉ VIVIMOS? (II)
Barcelona, 2004, Gedisa.
“El rito es la condición del sentido social. Contra la soledad (el sinsentido de la ausencia), no hay nada más, nada en absoluto, que esta conciencia reafirmada de que los demás existen y de que podemos intercambiar con ellos siquiera sonrisas, lágrimas o palabras, para probarnos a nosotros mismos que existimos. Esta reafirmación de la existencia conjunta pasa por la de la relación en la que constituimos uno de los términos. Dicha relación se basta; no se fundamenta en la afirmación de ninguna trascendencia; tal afirmación puede acompañar el rito, pero no es ni una condición ni un elemento esencial de éste. Su espacio es el espacio de la laicidad.” (pp. 103-104 )
“La antropología de mañana será una antropología de la economía y de las ciencias. Una antropología de la economía porque es en ese dominio donde se manifiestan más fácilmente las mentiras, los silencios y en definitiva el absurdo y las contradicciones del Sistema, los falsos saberes de los expertos y la falta de imaginación de los políticos, pero deja traslucir a fin de cuentas, la deriva de una humanidad aparentemente privada de sus fines. Una antropología de las ciencias porque en este dominio es donde, a la inversa, más allá de las presiones coyunturales que influyen en los políticos, más allá de las relaciones de fuerza que aíslan y concentran la actividad científica en ciertos lugares del planeta, se intuye un desafío sin precedentes: los descubrimientos en curso afectan de lleno a toda la especie humana, a su desarrollo y su porvenir, y además son demasiado susceptibles de trastocar la idea que se forman los hombres de sí mismos y del universo como para ser impunemente confiscados por una élite.” (p. 186)
¿POR QUÉ VIVIMOS? (II)
Barcelona, 2004, Gedisa.
“El rito es la condición del sentido social. Contra la soledad (el sinsentido de la ausencia), no hay nada más, nada en absoluto, que esta conciencia reafirmada de que los demás existen y de que podemos intercambiar con ellos siquiera sonrisas, lágrimas o palabras, para probarnos a nosotros mismos que existimos. Esta reafirmación de la existencia conjunta pasa por la de la relación en la que constituimos uno de los términos. Dicha relación se basta; no se fundamenta en la afirmación de ninguna trascendencia; tal afirmación puede acompañar el rito, pero no es ni una condición ni un elemento esencial de éste. Su espacio es el espacio de la laicidad.” (pp. 103-104 )
“La antropología de mañana será una antropología de la economía y de las ciencias. Una antropología de la economía porque es en ese dominio donde se manifiestan más fácilmente las mentiras, los silencios y en definitiva el absurdo y las contradicciones del Sistema, los falsos saberes de los expertos y la falta de imaginación de los políticos, pero deja traslucir a fin de cuentas, la deriva de una humanidad aparentemente privada de sus fines. Una antropología de las ciencias porque en este dominio es donde, a la inversa, más allá de las presiones coyunturales que influyen en los políticos, más allá de las relaciones de fuerza que aíslan y concentran la actividad científica en ciertos lugares del planeta, se intuye un desafío sin precedentes: los descubrimientos en curso afectan de lleno a toda la especie humana, a su desarrollo y su porvenir, y además son demasiado susceptibles de trastocar la idea que se forman los hombres de sí mismos y del universo como para ser impunemente confiscados por una élite.” (p. 186)