sábado, 16 de septiembre de 2017


Marc Augé
¿POR QUÉ VIVIMOS? (II)
Barcelona, 2004, Gedisa.



“El rito es la condición del sentido social. Contra la soledad (el sinsentido de la ausencia), no hay nada más, nada en absoluto, que esta conciencia reafirmada de que los demás existen y de que podemos intercambiar con ellos siquiera sonrisas, lágrimas o palabras, para probarnos a nosotros mismos que existimos. Esta reafirmación de la existencia conjunta pasa por la de la relación en la que constituimos uno de los términos. Dicha relación se basta; no se fundamenta en la afirmación de ninguna trascendencia; tal afirmación puede acompañar el rito, pero no es ni una condición ni un elemento esencial de éste. Su espacio es el espacio de la laicidad.” (pp. 103-104 )

“La antropología de mañana será una antropología de la economía y de las ciencias. Una antropología de la economía porque es en ese dominio donde se manifiestan más fácilmente las mentiras, los silencios y en definitiva el absurdo y las contradicciones del Sistema, los falsos saberes de los expertos y la falta de imaginación de los políticos, pero deja traslucir a fin de cuentas, la deriva de una humanidad aparentemente privada de sus fines. Una antropología de las ciencias porque en este dominio es donde, a la inversa, más allá de las presiones coyunturales que influyen en los políticos, más allá de las relaciones de fuerza que aíslan y concentran la actividad científica en ciertos lugares del planeta, se intuye un desafío sin precedentes: los descubrimientos en curso afectan de lleno a toda la especie humana, a su desarrollo y su porvenir, y además son demasiado susceptibles de trastocar la idea que se forman los hombres de sí mismos y del universo como para ser impunemente confiscados por una élite.” (p. 186)

Marc Augé
¿POR QUÉ VIVIMOS? (I)
Barcelona, 2004, Gedisa.



“Todos los grupos humanos tienen cosmologías, representaciones del universo, del mundo y de la sociedad que aportan a sus miembros puntos de referencia para conocer su lugar, saber lo que les resulta posible o imposible, autorizado y prohibido. […] Los mitos desarrollan estas cosmologías y los ritos las aplican. Las vidas individuales se ordenan en principio sobre el modelo así definido. Cuanto más fuerte es la adhesión a estos modelos, menor es la libertad, pero mayor el sentido; los individuos no tienen otra elección que hacer lo que se les prescribe o asigna; saben lo que tienen que hacer y aún mejor lo que no deben hacer. Su mundo carece de libertad, pero está cargado de sentido. Desde el siglo XVIII rehuimos este mundo. Las religiones tienen todavía mucho peso. pero hasta quienes recurren a ellas tienden a interpretarlas personalmente. Les dan sentido (su propio sentido) para concederse libertad; es decir, las privatizan. Así, pues, las religiones son cada vez menos cosmologías abarcadoras y compartidas (repito que nos limitamos al ejemplo de los países occidentales). La ciencia, por su parte, nos enfrenta a lo desconocido; sus avances desplazan la frontera. La ciencia es la última aventura; no nos reconforta, sino que nos enfrenta constantemente a la evidencia de nuestros límites, a los misterios combinados de lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño.” (pp. 14-15)

“Puede entenderse el cuerpo desde dos puntos de vista. En primer lugar, es origen, pero también objeto de acontecimientos. Su llegada al mundo y también su muerte constituyen acontecimientos. Su transformación (pubertad, envejecimiento), sus accidentes (enfermedades, traumatismos) son acontecimientos. Un antropólogo debe prestar atención a un hecho: casi todos los acontecimientos del cuerpo tienen una expresión social, porque afectan, o ponen en tela de juicio, a otros cuerpos y otros individuos.” (p. 67)
Wade Davis
EL RÍO: exploraciones y descubrimientos en la selva amazónica (II)
Valencia, 2005, Pre-Textos.



“A través de dos hileras se acercó para arrancar una flor de la rama delgada de otro de sus borracheros. La flor, con forma de trompeta, medía unos treinta centímetros.
—Huelan —dijo, y nos puso en contacto con un olor dulce y cargado que salía de una corola tan amplia como la cara de un niño—. El aroma aumenta todo el día hasta que al atardecer llena el ambiente. Las viejas lo ponen bajo la almohada para soñar. Que algo tan bello pueda... —dudó un poco y luego continuó diciendo—: Yo me comí una vez seis hojas de ese árbol. Me emborraché y vi todo borroso. Vi gente desconocida que se partía por la mitad y se volvía dos. Me sentí loco. Empecé a correr. Me quité la ropa y corrí desnudo por el solar, echándome encima tierra y hierbas que habían dejado unos trabajadores. Los insulté. Después empecé a besar los árboles, pensando que eran mi novia.
—Pero ¿puedes recordar?
—Sí, aunque sólo algunas cosas. Los demás me dijeron lo que había hecho —explicó—. Después salí al campo con un lazo para coger un caballo y montarlo, pero resultó que era un perro.” (p. 207)

“José Cuatrecasas era un español alocado, veterano republicano de la guerra civil, que tenía en la vida dos pasiones acendradas fuera de la botánica: odiaba a los curas y detestaba gastar dinero, en ese orden. Cierta vez que recolectaba en Mitú, un pequeño pueblo a ochocientos kilómetros al sureste de Bogotá, sobre el río Vaupés, había rechazado la invitación de los capuchinos para quedarse con ellos y se había instalado en una bella casita con techo de paja que acababan de construir como regalo de bodas para la hija de un jefe indígena local. Demasiado avaro para contratar a un indio que vigilara, dejó el secador funcionando y se fue a herborizar. Regresó un día antes del matrimonio y encontró la casa quemada por completo. Sobre las cenizas estaba el jefe cubeo.
—¡Mi casa! ¡Mi casa!
—¿Su casa? —aulló Cuatrecasas a su lado—. ¡Mis plantas! ¡Mis plantas!” (p. 239)


José María Poveda (director)
CHAMANISMO: el arte natural de curar
Madrid, 2001, Temas de Hoy.


“Es conveniente darse cuenta y reconocer que hoy toda la investigación en el área de drogas psicodélicas está controlada por las autoridades. Hasta fechas recientes, los esfuerzos dirigidos a investigar en personas han sido denegados.
   Estos materiales, de acuerdo con las leyes federales de los Estados Unidos, carecen de aceptación y uso médico y son socialmente susceptibles de abuso. Así, cualquier esfuerzo para explicar su utilidad se encuentra restringido por el hecho de no ser posible éticamente probarlas en humanos. Como no están aprobadas no podemos probarlas y no pueden ser probadas porque no se han aprobado. […] La verdadera barrera a la investigación en estas áreas no está constituida sólo por dificultades burocráticas, sino por la actitud de la gente que piensa que estas sustancias son intrínsecamente diabólicas. Evidentemente no lo son; los estados de trance que evocan de ninguna manera lo son. Para cambiar la opinión popular al respecto será preciso educar con mucha paciencia. Después de todo ha sido precisa una generación de propaganda negativa para llegar al estado de opinión de hoy. Otra generación se tardará en modificarlo.
   Y para conseguirlo creo que hay dos armas muy simples: la honestidad en los hechos y la integridad personal.” (pp. 119-120)

[La cita pertenece al artículo de Alexander Shulgin: “La bioquímica de los estados de trance”.]

“Cuando iba a la escuela me daba cuenta de que los maestros eran racistas; no mostraban aprecio alguno por el hecho de que hubiera aprendido a leer por mí misma y de que pudiera leer algo más complejo que lo que decían Dick y Jane (personajes de literatura infantil con los que los niños de Estados Unidos solían aprender a leer). Los maestros exclamaban: «Los indios están muertos.» Para ellos mi existencia constituía una mentira. Mi maestra me decía: «Eres una mentirosa, pequeña basura, no sabes leer.» «Sí sé», le contestaba, y leía. Ella me abofeteaba.” (p. 292)
[La cita pertenece al artículo de Dhyani Ywahoo: “Cherokee o Tsalagi. Crear la mente pacificadora”. A su vez, el artículo está tomado de su obra VOCES DE NUESTROS ANTEPASADOS.]
Wade Davis
EL RÍO: exploraciones y descubrimientos en la selva amazónica (I)
Valencia, 2005, Pre-Textos.



“En 1928, los trabajadores bananeros se declararon en huelga. La fruta se moría en la mata, los trenes dejaron de pasar, y en el puerto de Santa Marta los cargueros que debían ir rumbo a Boston siguieron anclados y vacíos. Los trabajadores y sus familias acamparon en Ciénaga, esperando la firma del acuerdo final que pusiera fin a la huelga. Entre tanto la compañía y el ejército hicieron un acuerdo en Aracataca. A la mañana siguiente, en lugar del acuerdo, un general dirigió un ultimátum a los huelguistas. Antes de que pudieran sacar a los niños, incluso antes de que despertaran las ancianas, las ametralladoras retumbaron. Cadáveres y carteles se amontonaron en la plaza. El ejército y los matones de la compañía trabajaron toda la noche, limpiando la sangre, lanzando los cadáveres al mar. Al amanecer no había señales de vida, ni de muerte.
    Los que sobrevivieron huyeron al sur, a Aracataca, donde los acorralaron, incluso a los heridos y a los niños. Ciento veinticinco fueron fusilados en el cementerio ante la mirada de un sacerdote. A sólo unas cuadras dormía un bebé. Cincuenta años después, Gabriel García Márquez convertiría a Aracataca en Macondo, el marco de Cien años de soledad, su novela de desesperación y esperanza, donde el viento dispersa la vida y las gentes se transforman en ángeles. Hoy no hay nada en Aracataca que recuerde su pasado y muy poco que sugiera lo que inspirara semejante novela. Palmeras y mangos cocidos por el sol, trochas que van a las plantaciones, niños de escuela en uniformes brillantes correteando aquí y allá.” (p. 42)

“Por la noche el viento se aleja de las costas de Panamá. Una o dos horas después del atardecer, cuando los relucientes cruceros que esperan en la boca del canal encienden sus toldas de fiesta, los pescadores del poblado de Veracruz arrastran sus pequeños botes a la playa y se hacen a la mar. Los que tienen pequeños motores desaparecen rápido en la oscuridad. Los otros tienen que remar, luchando contra la marea y evitándose unos a otros con largas y parejas paladas de los remos. Buscan el borde de una plataforma costera donde cae el fondo bajo del mar y suben las frías aguas del Pacífico llevando bancos de peces a la superficie. Los pescadores saben que están allí cuando ya no les llega el olor a tierra o no pueden distinguir entre las luces en el horizonte y las estrellas en el cielo.” (p.144)
Philippe Grimbert
UN SECRETO
Barcelona, 2005, Tusquets.



“Las pistas de deporte, las piscinas y los gimnasios de L'Alsacienne se extienden a orillas del Marne. A la verja, rematada por una cigüeña metálica, se llega tras recorrer las márgenes llenas de merenderos donde se baila. Los domingos la gente acude en masa a esos bailes al aire libre, junto a restaurantes donde se saborean platos de pescado frito acompañados de un ácido vino blanco. Mozos en mangas de camisa y muchachas con vestidos de flores bailan al son del acordeón y, los días más calurosos del verano, se desnudan para zambullirse en el agua fresca. El desenfado de los bañistas y las exclamaciones de los bailarines contrastan con los jadeos y suspiros de los atletas que, enfundados en camisetas blancas, se entregan a su disciplina exhibiendo su concentración en el césped del estadio.” (pp. 35-36)

Viktor E. Frankl
EN EL PRINCIPIO ERA EL SENTIDO (II
)
Barcelona, 2000, Paidós.



“El hombre puede adoptar ésta o aquella postura, pero si lo declaramos libre en este sentido, no podremos hacerlo sin declararlo también responsable. Es responsable de sus proezas y también de sus fechorías. Si se me permite decirlo, es susceptible de ser culpable y no estamos autorizados a escamotearle la culpa por nada. Esto sería, precisamente, herir su dignidad humana.” (p. 92)
[La cursiva pertenece al texto.] 

 
“...porque presentar a una persona que ha cometido un crimen cualquiera como víctima de las circunstancias no tiene absolutamente nada que ver con el humanitarismo, sino todo lo contrario, es una de las peores humillaciones que podemos causar a un ser humano, una violación de su dignidad, porque, si así lo hiciéramos, lo consideraríamos un mero aparato estropeado, una máquina que debe ser reparada, cosa que el hombre no es en absoluto. Y viceversa, si tomamos en serio al ser humano como tal, si lo consideramos libre y responsable, podremos apelar también a su libertad y a su responsabilidad, y sólo así le daremos una oportunidad para que realmente «tome las riendas» de su destino, para que se transforme y se supere. Ser persona no significa nunca tener que ser sólo así y nada más, sino que es poder ser siempre de otra manera. Esta capacidad de autoformación, de autotransformación, esta capacidad de madurar más allá de uno mismo no se la puedo negar a nadie, porque si no, la capacidad se marchitará.” (p. 94)
[Las cursivas pertenecen a los textos.]


Carlos Díaz
TREINTA NOMBRES PROPIOS (Las figuras del personalismo)
Madrid, 2002, Fundación Emmanuel Mounier.



“La filosofía, si no lleva a la liberación del sujeto pensante y de su entorno, y si no radicaliza las preguntas humanas, es pasatiempo para que burgueses curriculistas vuelvan al vómito como la puerca lavada: hacen de cualquier hablar-sobre un curriculum-para. Pero la filosofía es para tener hijos con la realidad, y no con Doña Bibliografía. Es referirse a lo que es, y no a la opinión sobre lo que se dice que es. Empero, parece que los pocos que son conscientes de esta realidad han decidido adaptarse a ella. En las universidades, por ejemplo, excepciones aparte, los pocos que comprenden lo que está pasando utilizan el viejo truco de elaborar teorías oscuras y complejas para complicarlo todo, alegando que en la presente coyuntura no caben tratamientos simplistas; sin embargo, lo realmente simplista son esas teorías ininteligibles e inútiles, gracias a las cuales se celebran sin embargo interminables simposios del tipo te-invito-para-que-tu-universidad-me-invite, turismo cursi a cargo de los pobres. Señores míos, si todo os parece tan irresoluble, ¿para qué organizáis tantos foros, saraos y convenciones con cargo a los presupuestos generales del Estado, reunión de pastores ovejas muertas?
   Los parámetros de un sistema sólo pueden ser controlados desde un sistema de mayor complejidad, pero no de mayor oscuridad. Y si esto ocurre en la universidad, en los demás centros neurálgicos (sindicatos, partidos, etc.) la dialéctica suele consistir también en no plantar cara, limitándose cual fragmentos particulares a buscar acomodo egoísta para solucionar los problemas de los propios afiliados, es decir, para quienes ya tienen empleo, para quienes ya están en Europa, etc; en definitiva, para quienes disponen de sus respectivos nichos ecológicos en los que superviven mediante una adaptación funcional a los mecanismos del poder, mecanismos cada vez en mayor medida mecanicismos engullidores. En definitiva, tiempo de la servidumbre voluntaria, esa que ha sustituido las fiestas universales y solemnes por festejos gremiales, yendo también en eso del internacionalismo al tribalismo. Y, mientras tanto, las multinacionales del Imperio cabalgan.” (p. 87)

[La cita proviene del capítulo 16, dedicado al pensamiento y vida de Ignacio Ellacuría.]

Viktor E. Frankl
EN EL PRINCIPIO ERA EL SENTIDO (I)
Barcelona, 2000, Paidós.



"La integración de la vida interior y su consecuencia, la autorrealización, y la consecuencia de ésta, ser feliz, todo esto son consecuencias secundarias de la orientación hacia un objetivo. No hay nada en el mundo que sea tan capaz de consolar a una persona de las fatigas internas o las dificultades externas como el tener conocimiento de un deber específico, de un sentido muy concreto, no en el conjunto de su vida, sino aquí y ahora, en la situación concreta que se encuentra." (pp. 34-35)

“Niego de forma categórica que el hombre busque original y principalmente la felicidad. Lo que el hombre quiere es tener un motivo para ser feliz. Una vez tiene el motivo, la felicidad llega por sí sola. Pero si en lugar de aspirar a un motivo para ser feliz, persigue la propia felicidad, fracasará en el intento y se le escapará. Y esto es algo que los neurólogos observamos a diario en las consultas con nuestros pacientes neuróticos sexuales: en la medida en que un paciente quiere demostrar su potencia, se vuelve impotente; en la medida en que una paciente intenta demostrar que es capaz de tener un orgasmo, se ve cohibida y no puede tenerlo completo.” (p. 72)


domingo, 23 de julio de 2017

Paul Feyerabend
ADIÓS A LA RAZÓN (II)
Madrid, 1992, Tecnos. 
 

“Un llamamiento a una cosa llamada «lógica» parece impresionar a un gran número de personas, pero sólo porque no saben mucho de ella. Para empezar, hay que recordar que no existe «una lógica», sino muchos sistemas diferentes lógicos, unos más familiares, otros casi desconocidos.” (p. 115)

"...la elección de un programa de investigación es una apuesta. Pero es una apuesta cuyo resultado no puede ser comprobado. La apuesta es pagada por los ciudadanos: puede afectar a sus vidas y a las de generaciones futuras (basta considerar cómo la relación de los hombres con Dios quedó afectada al surgir la ciencia moderna). Ahora bien, si tenemos cierta seguridad de que existe un grupo de personas que por su entrenamiento son capaces de elegir alternativas que implicarían grandes beneficios para todos, entonces nos inclinaríamos a pagarles y a dejarles actuar sin más control durante largos períodos de tiempo. No existe tal seguridad ni por motivos teóricos ni por otros personales. Hemos de concluir que, en una democracia, la elección de programas de investigación en todas las ciencias es una tarea en la que deben poder participar todos los ciudadanos.  
   ...si debe existir una elección pero no hay garantía de éxito, entonces la elección deberá dejarse a aquellos que paguen la política elegida y que sufran sus consecuencias. En tales circunstancias, dejar la ciencia a los científicos significaría abandonar nuestra responsabilidad ante una de las instituciones más poderosas y, si no se toman grandes precauciones, también mortales de nuestro medio, mortal para las mentes tanto como para los cuerpos.” (pp. 118-119)
[Las cursivas pertenecen a los textos.]

Douglas Adams
GUÍA DEL AUTOESTOPISTA GALÁCTICO (II)
Barcelona, 2005, Anagrama.


 
La Enciclopedia Galáctica define a un robot como un aparato mecánico creado para realizar el trabajo del hombre. El departamento comercial de la Compañía Cibernética Sirius define a un robot como «Su amigo de plástico con quien le gustará estar».
    La Guía del autoestopista galáctico define al departamento comercial de la Compañía Cibernética Sirius como un «hatajo de pelmazos y estúpidos que serán los primeros en ir al paredón cuando llegue la revolución»; hay una nota a pie de página al efecto, que dice que los editores recibirán con agrado solicitudes de cualquiera que esté interesado en ocupar el puesto de corresponsal en robótica.
   Curiosamente, hay una edición de la Enciclopedia Galáctica que tuvo la buena fortuna de caer en la urdimbre del tiempo a mil años en el futuro, y que define al departamento comercial de la Compañía Cibernética Sirius como «un hatajo de pelmazos estúpidos que fueron los primeros en ir al paredón cuando llegó la revolución».” (pp. 90-91)

“El infinito tiene un aspecto plano y sin interés. Si se mira al cielo nocturno, se atisba el infinito: la distancia es incomprensible y, por tanto, carece de sentido.” (p. 145)

Paul Feyerabend
ADIÓS A LA RAZÓN (I)
Madrid, 1992, Tecnos.



“...es que precisamente en esta problemática es donde las ciencias se asemejan a las artes. O, para expresarlo de una forma algo paradójica, la ciencia en su mejor aspecto, es decir, la ciencia en cuanto es practicada por nuestros grandes científicos, es una habilidad, o un arte, pero no una ciencia en el sentido de una empresa «racional» que obedece estándares inalterables de la razón y que usa conceptos bien definidos, estables, «objetivos» y por esto también independientes de la práctica. O, para utilizar una terminología tomada del gran debate sobre la distinción entre «Geisteswissenschaften» (Ciencias del espíritu) y «Naturwissenschaften» (Ciencias de la naturaleza), no existen «ciencias» en el sentido de nuestros racionalistas; sólo hay humanidades. Las «ciencias» en cuanto opuestas a las humanidades sólo existen en las cabezas de los filósofos cabalgadas por los sueños." p 32).
[Las cursivas pertenecen a los textos.]

“Según Kant, la ilustración se realiza cuando la gente supera una inmadurez que ellos mismos se censuran. La ilustración del siglo XVIII hizo a la gente más madura ante las iglesias. Un instrumento esencial para conseguir esta madurez fue un mayor conocimiento del hombre y del mundo. Pero las instituciones que crearon y expandieron los conocimientos necesarios muy pronto condujeron a una nueva especie de inmadurez. Hoy se acepta el veredicto de científicos o de otros expertos con la misma reverencia propia de débiles mentales que se reservaba antes a obispos y cardenales, y los filósofos, en lugar de criticar este proceso, intentan demostrar su «racionalidad» interna.” (p. 60; nota 36.)

“Es fácil soñar con teorías grandiosas sobre la naturaleza humana y la sociedad, y es igualmente fácil ridiculizar tales teorías comparándolas con la inagotable riqueza de la realidad y con la infinita variedad de deseos, ideas, sentimientos y aspiraciones del hombre. Pero después, la dimensión crítica de las teorías queda reemplazada, no por un esquema mejor o por ideas más sofisticadas, sino una vez más por la acción.” (p. 78)

Douglas Adams
GUÍA DEL AUTOESTOPISTA GALÁCTICO (I)
Barcelona, 2005, Anagrama.


“Prostetnic Vogon Jeltz no era agradable a la vista, ni siquiera para otros vogones. Su nariz respingada se alzaba muy por encima de su pequeña frente de cochinillo. Su elástica piel de color verde oscuro era lo bastante gruesa como para permitirle jugar a la política de administración pública de los vogones y hacerlo bien; y era lo suficientemente impermeable como para que pudiera sobrevivir indefinidamente en el mar hasta una profundidad de trescientos metros sin que ello le produjera efectos nocivos.
    No es que fuese alguna vez a nadar, por supuesto. Sus múltiples ocupaciones no se lo permitían. Era así porque hacía billones de años, cuando los vogones salieron de los primitivos mares estancados de Vogosfera y se tumbaron jadeantes y sin aliento en las costas vírgenes del planeta..., cuando los primeros rayos del brillante y joven vogosol los iluminaron aquella mañana, fue como si las fuerzas de la evolución los hubieran abandonado allí mismo, volviéndoles la espalda disgustadas y olvidándolos como a un error repugnante y lamentable. No volvieron a evolucionar: no debieron haber sobrevivido.
    El hecho de que sobrevivieran es una especie de tributo a la obstinación, a la fuerte voluntad, a la deformación cerebral de tales criaturas. ¿Evolución?, se dijeron a sí mismos. ¿Quién la necesita? Y lo que la naturaleza se negó a hacer por ellos lo hicieron por sí mismos hasta el momento en que pudieron rectificar las groseras inconveniencias anatómicas por medio de la cirugía.
  Entretanto, las fuerzas naturales del planeta Vogosfera habían hecho horas extraordinarias para remediar su equivocación anterior. Produjeron escurridizos cangrejos, centelleantes como gemas, que los vogones comían aplastándoles los caparazones con mazos de hierro; altos árboles anhelosos, de esbeltez y colores increíbles, que los vogones talaban y encendían para asar la carne de los cangrejos; elegantes criaturas semejantes a gacelas, de pieles sedosas y ojos virginales, que los vogones capturaban para sentarse sobre ellas. No servían como medio de transporte, porque su columna vertebral se rompía al instante, pero los vogones se sentaban sobre ellas de todos modos.” (pp. 50-51)

martes, 18 de julio de 2017

George Steiner
DIEZ (POSIBLES) RAZONES PARA LA TRISTEZA DEL PENSAMIENTO (II)
Madrid, 2007, Siruela.



“Todos vivimos dentro de una incesante corriente y magma de actos de pensamiento, pero sólo una parte muy limitada de la especie da prueba de saber pensar. Heidegger confesó lúgubremente que la humanidad en su conjunto aún no había salido de la prehistoria del pensamiento. Los alfabetizados cerebrales –carecemos de un término adecuado– son, en proporción con la masa de la humanidad, pocos. La capacidad de albergar pensamientos o rudimentos de ellos es universal y es muy posible que vaya unida a unas constantes neurofisiológicas y evolutivas. Pero la capacidad de tener pensamientos que merezcan la pena de ser pensados, más aún, de ser expresados y conservados, es relativamente rara. No hay muchas personas que sepan pensar con una finalidad que sea original, y mucho menos que sea exigente. Todavía hay menos capaces de poner en orden las plenas energías y el potencial del pensamiento y dirigir estas energías a lo que se denomina «concentración» o pensamiento intencionado. Una etiqueta idéntica oscurece los años-luz de diferencia que hay entre el ruido de fondo y las banalidades de la cavilación comunes a toda existencia humana (como también lo es quizá a la de los primates) y la milagrosa complejidad y fuerza del pensamiento de primera categoría.” (pp. 87-89)

“Lo cierto sigue siendo, y de forma abrumadora, que el pensamiento, sean cuales fueren su talla, su concentración, su modo de saltar las grietas de lo desconocido, sea cual fuere su genio ejecutivo para la comunicación y la representación simbólica, no está más cerca de comprender sus objetos primarios. No estamos una pulgada más cerca que Parménides o Platón de cualquier solución verificable del enigma de la naturaleza y de la finalidad de nuestra existencia, si es que la tiene, en este universo probablemente múltiple; no estamos más cerca de determinar si la muerte es o no el final, o si Dios está presente o ausente. A lo mejor incluso estamos más lejos. Los intentos de «pensar» estas cuestiones, de resolverlas pensando, para llegar al santuario de una solución justificadora, explicativa, han producido nuestra historia religiosa, filosófica, literaria, artística y, en gran medida, científica. En el empeño han participado los intelectos y las sensibilidades creativas más potentes de la raza humana: nada menos que Platón, san Agustín, Dante, Spinoza, Galileo, Marx, Nietzsche o Freud. Ha generado sistemas teológicos y metafísicos de fascinante sutileza y sugestivo propósito. Nuestras doctrinas, poesía, arte y ciencia anteriores a la modernidad han estado avalados por la urgente interrogación sobre la existencia, la mortalidad y lo divino. Abstenerse de esta interrogación, censurarla, sería eliminar el pulso y la dignitas definidores de nuestra humanidad. Es el vértigo de preguntar lo que activa una vida sometida a examen.” (pp. 101-102)
[Las cursivas pertenecen a los textos.]



George Steiner
DIEZ (POSIBLES) RAZONES PARA LA TRISTEZA DEL PENSAMIENTO (I)
Madrid, 2007, Siruela.



“Todo esto es una consecuencia inevitable del lenguaje. Hemos nacido dentro de una matriz lingüística que hemos heredado históricamente y compartimos en comunidad. Las palabras, las frases que utilizamos para comunicar nuestro pensamiento, ya interior ya exteriormente, tienen una vigencia común. Hacen democrática la intimidad. En embrión, por decirlo así, el diccionario hace inventario de la casi totalidad del pensamiento tanto real como potencial. El cual, a su vez, se compone de recopilaciones y selecciones combinatorias de fichas prefabricadas. Puede que las reglas gramaticales y los precedentes (las piezas del kit Lego) predeterminen, impongan restricciones a la inmensa mayoría de nuestros actos de pensamiento y a las expresiones de nuestra consciencia. Las posibilidades de construcción son múltiples, pero también repetitivas y limitadas. 
   En consecuencia, la verdadera originalidad de pensamiento, el hecho de tener un pensamiento por primera vez (¿y cómo vamos a saberlo?) es extremadamente infrecuente.” (pp. 38-39)

“Pensar es algo casi increíblemente despilfarrador. Es un conspicuo consumo de la peor especie. Las investigaciones neurofisiológicas han tratado de localizar y evaluar numéricamente las «ondas cerebrales» emitidas por el córtex. Han intentado identificar los cuantos de energía, el ritmo de los impulsos electromagnéticos asociados con momentos y grupos de pensamiento concentrado. Sí parece verosímil que en lo que denominamos «pensamiento» haya componentes de energía neuroquímica y electromagnética; que las sinapsis del cerebro humano tengan una producción mensurable (el estudio de las lesiones cerebrales proporciona pruebas de ello). Pero, por ahora, muchas cosas siguen estando basadas en conjeturas y los esquemas son aproximados. […] La cuestión es ésta: los procesos mentales, ya sean conscientes, ya subconscientes, la corriente de pensamiento en nuestro interior, expresada o tácita, durante las horas de vigilia o las de sueño –esos movimientos oculares rápidos tan estudiados en recientes décadas–, son, en una proporción abrumadora, difusos, sin objeto, dispersos e inexplicados. Están, muy literalmente, «por todas partes», lo cual hace enteramente válido el modismo scatterbrained («de cerebro disperso»: incapaz de concentración) . La economía es la de un despilfarro y un déficit casi monstruosos. No hay quizá ninguna actividad humana más extravagante.” (pp. 53-55)

[Las cursivas pertenecen a los textos.]



















jueves, 13 de julio de 2017

Mike Dash
LA TRAGEDIA DEL BATAVIA (II)
Barcelona, 2003, Lumen.



“La sequía se prolongó un cuarto día, y después un quinto, y la agonía de los supervivientes siguió intensificándose. Sin agua, sus cuerpos se deshidrataron rápidamente; transcurrido un día aproximadamente, la saliva se les espesó hasta convertirse en una desagradable pasta, y poco después dejaron de segregarla. A partir de ese momento, los síntomas solo empeoraron: la lengua se les endureció y se les inflamó; se les agrietaron los párpados, sus ojos derramaban lágrimas de sangre. La garganta se les resecó de tal manera que incluso dificultaba la respiración.” (p. 216)
Joseph Heller
TRAMPA 22 (II)
Barcelona, 2005, RBA.



“El comandante Coronel había nacido demasiado tarde y demasiado mediocre. Algunas personas nacen mediocres, otras alcanzan la mediocridad, a otras se la imponen. En el caso del comandante Coronel, eran las tres cosas. Incluso entre las personas que carecían de todo interés él destacaba invariablemente por una carencia de interés aun mayor que la de los demás, y cuantos lo conocían se quedaban impresionados por el poco interés que despertaba.” (p. 98)

“—Y no me vengas con que los caminos del Señor son inescrutables —añadió Yossarian, aplastando la siguiente objeción de la mujer del teniente Scheisskopf—. No tienen nada de inescrutables. Para empezar, no tiene ningún designio, y se limita a jugar. O es que se ha olvidado de nosotros. Ése es el Dios del que habla la gente, un cateto, un zafio torpe, descerebrado y vulgar. ¡Dios del cielo! ¿Cómo se puede reverenciar a un Ser Supremo que considera necesario incluir en Su divina creación fenómenos como las flemas o las caries dentales? ¿Qué coño le pasaba por esa mente malvada, astuta, escatológica, cuando privó a los viejos del control sobre el movimiento de sus intestinos? ¿Por qué demonios tuvo que crear el dolor?
—¿El dolor? —la mujer del teniente Scheisskopf se aferró a aquella palabra con ademán victorioso—. El dolor es un síntoma muy útil. El dolor nos avisa de los peligros corporales.
—¿Y quién ha creado esos peligros? —preguntó Yossarian. Soltó una cáustica carcajada—. Desde luego, hizo un acto de caridad con nosotros al concedernos el dolor. ¿No podía usar un timbre para comunicárnoslo, o uno de sus coros celestiales? O una instalación de tubos de neón azules y rojos en la frente de cada persona. A cualquier fabricante de máquinas de discos se le habría ocurrido. ¿Por qué a Él no?
—Tendríamos un aspecto ridículo yendo por ahí con tubos de neón rojos en mitad de la frente.
—Pues estarán más guapos con los espasmos de la agonía o atontados de morfina, ¿verdad? ¡Es un metepatas colosal, inmortal! ¡Cuando piensas en las oportunidades y el poder de que disponía para haber realizado un buen trabajo y ves la porquería que ha hecho, te quedas boquiabierto ante su torpeza! Salta a la vista que nunca se ha topado con una nómina. ¡Ningún comerciante que se respete lo contrataría ni como chupatintas!” (pp. 211-212)


Mike Dash
LA TRAGEDIA DEL BATAVIA (I)
Barcelona, 2003, Lumen.



“Incluso ahora, es posible determinar con cierta precisión la incidencia y el alcance de estas dolencias en el siglo XVII, un siglo plagado de enfermedades. El cielo católico contaba, por ejemplo, con no menos de ciento veintitrés santos por cuya intercesión podían rezar los aquejados de fiebres: sin duda, la cantidad más elevada de patrones consagrados a una afección en particular. Otros ochenta y cinco santos atendían las infinitas súplicas de padres desesperados que pedían ayuda para la vasta variedad de enfermedades que aquejaban a los niños; cincuenta y tres más cubrían el abanico de plagas, y veintitrés estaban dedicados en exclusiva a la gota. Los católicos tenían incluso un santo patrón de las hemorroides: san Fiacre, un párroco irlandés que había llevado una vida de excepcional tormento en el siglo VII.” (p. 54)

“Para el lector actual, el ingrediente más insólito de cuantos figuraban en las boticas es sin duda la «momia», carne humana molida extraída (al menos en teoría) directamente de tumbas egipcias saqueadas. Era una panacea popular, supuestamente eficaz contra la práctica totalidad de dolencias, desde la jaqueca hasta la peste bubónica. La mejor momia tenía «un tacto resinoso, curtido y negro brillante», un sabor acre y un olor fragante. Cuando los suministros procedentes de Egipto resultaban difíciles de conseguir, lo cual ocurría con frecuencia, debían reemplazarse con cadáveres europeos, pero era importante que el cuerpo del cual se extraía la carne no hubiese sucumbido a la enfermedad. Aunque era de suponer que hasta la momia más refinada procediera de los restos de hombres que habían muerto por asfixia en tormentas de arena en el Sahara, en la práctica la principal fuente de suministros eran los cadáveres de criminales ejecutados.” (p. 57)

Joseph Heller
TRAMPA 22 (I)
Barcelona, 2005, RBA.



“El coronel Cargill, mediador del general Peckem, era un hombre enérgico, rubicundo. Antes de la guerra era un ejecutivo astuto, agresivo y dinámico. El coronel Cargill era un ejecutivo malísimo, tanto que sus servicios eran muy estimados por las empresas deseosas de sufrir pérdidas económicas con el fin de evadir al fisco. En todo el mundo civilizado desde Battery Park hasta Fulton Street, disfrutaba de gran fama como hombre en el que se podía confiar para amortizar rápidamente los impuestos. Cobraba muy caro, porque muchas veces el desastre no sobrevenía fácilmente. Tenía que empezar por arriba y continuar laboriosamente hasta abajo, y con sus amigos de Washington perder dinero no era tarea sencilla. Llevaba meses enteros de esfuerzos y de mala organización bien planeada. Una persona lo desarticulaba todo, lo desbarataba, descuidaba hasta el último detalle y, precisamente cuando pensaba que lo había logrado, el gobierno le daba un bosque o un lago o unos pozos de petróleo y le estropeaba todo. A pesar de tantos obstáculos, se sabía que el coronel Cargill era capaz de destrozar el negocio más próspero. Era un hombre que lo había conseguido todo por sí solo y que no le debía a nadie su fracaso.
    —¡Atención! —empezó a decir el coronel Cargill ante el escuadrón de Yossarian, midiendo las pausas—. Son ustedes oficiales norteamericanos. No pueden decir lo mismo los oficiales de ningún otro ejército del mundo. Piénsenlo un poco.
    El sargento Knight lo pensó un poco y después, con suma corrección, puso en conocimiento del coronel Cargill que se estaba dirigiendo a la tropa y que los oficiales lo esperaban en el otro extremo del escuadrón. El coronel Cargill le dio las gracias secamente y se dirigió hacia allí a grandes zancadas, resplandeciente de satisfacción consigo mismo. Lo enorgullecía comprobar que los veintinueve meses de servicio no habían embotado su talento para la ineptitud.” (pp. 31-32)

martes, 4 de julio de 2017

John Fante
LLENOS DE VIDA (II)
Barcelona, 2008, Anagrama.


“Mi padre solía ser el primero en levantarse todas las mañanas, se hacía su propio desayuno y preparaba café para todos. Para romper el ayuno empezaba con un vaso de clarete con un huevo crudo que parecía un ojo en escabeche. […] La fórmula de mi padre era echar varias cucharadas de café molido en un cazo y calentarlo; echaba al brebaje las cáscaras de huevo y lo dejaba hervir, hasta que se formaba una especie de sopa. Era un café volcánico, le ponías leche y apenas cambiaba de color. Cuando lo removías, la cucharilla tropezaba con grava y en la superficie aparecían motas sospechosas que volvían a sumergirse. Había hilachas de clara cocida y, cuando lo bebías, estabas todo el tiempo escupiendo trozos de cáscara. En pocas palabras, una bazofia. Nos lo tomábamos, como es lógico, por no quedar mal, y luego, cuando llegaba a la oficina, me tomaba un café del bueno.” (pp. 110-111)
Thich Nhat Hanh
EL CORAZÓN DE LAS ENSEÑANZAS DE BUDA
Barcelona, 2012, Oniro.



“Buda nos aconseja recitar los «Cinco recordatorios» cada día:
1. Por mi naturaleza estoy destinado a envejecer. No hay forma de huir del envejecimiento.
2. Por mi naturaleza estoy destinado a caer enfermo. No hay forma de huir de la enfermedad.
3. Por mi naturaleza estoy destinado a morir. No hay forma de huir de la muerte.
4. Todo cuanto quiero y las personas a las que amo tienen la naturaleza del cambio. No hay forma de evitar tener que separarme de todo ello.
5. Mis acciones son lo único que realmente me pertenece. No puedo huir de las consecuencias de mis acciones. Ellas son la base que me soporta.” (p. 183)

“Los políticos, los economistas y los educadores necesitan practicar la ausencia de signos. Encarcelamos a muchos jóvenes, pero si meditamos en la ausencia de signos, descubriremos de dónde procede su violencia. ¿Cómo es nuestra sociedad? ¿Cómo están organizadas nuestras familias? ¿Qué se enseña en nuestras escuelas? ¿Por qué deberíamos echar toda la culpa a los jóvenes? ¿Por qué no podemos aceptar nuestra propia corresponsabilidad? Los jóvenes se lastiman a sí mismos y a los demás porque la vida no tiene significado para ellos. Si seguimos viviendo de la manera en que lo hacemos, y organizando las sociedades de la misma forma, seguiremos produciendo muchos miles de jóvenes que necesitarán ser encarcelados.” (p. 221)


Roger Garaudy
LOS MITOS FUNDACIONALES DEL ESTADO DE ISRAEL
www.radioislam.org



“Los integrismos, generadores de guerra y violencia, son la enfermedad mortal de nuestro tiempo. Este libro forma parte de una trilogía que he dedicado a combatirlos:
   Grandeza y decadencia del Islam, en la que denuncio el epicentro del integrismo musulmán: Arabia Saudita. Allí tildé al Rey Fahd, cómplice de la invasión americana en el Oriente Medio, como prostituta política, que hace del islamismo una enfermedad del Islam. 
   Dos obras dedicadas al integrismo católico romano que, pretendiendo defender la vida, diserta sobre el embrión, pero se calla cuando 13 millones y medio de niños mueren cada año de desnutrición y de hambre víctimas del monoteísmo del mercado impuesto por la dominación americana, cuyos títulos son: ¿Tenemos necesidad de Dios? y ¿Hacia una guerra de religión?.
   La tercera obra del tríptico:  
   Los mitos fundacionales del Estado de Israel, denuncia la herejía del sionismo político que consiste en sustituir al Dios de Israel por el Estado de Israel, portaaviones nuclear e insumergible de los maestros provisionales del mundo: los Estados Unidos, que pretenden apoderarse del petróleo de Oriente Medio, nervio del desarrollo occidental. (Modelo de crecimiento que, por mediación del Fondo Monetario Internacional (F.M.I.), le cuesta al Tercer Mundo el equivalente en muertos a los de Hiroshima cada dos días).” (p. 5)

“Lo que nosotros rechazamos, es la lectura sionista, tribal y nacionalista, de estos textos, reduciendo la idea gigante de la Alianza de Dios con el hombre, con todos los hombres, y su presencia en todos, y sacando de ello la idea más maléfica de la Historia de la humanidad: la del pueblo elegido por un Dios parcial y partidista (y en consecuencia un ídolo) que justifica por adelantado todas las dominaciones, las colonizaciones y las matanzas. Como si, en el mundo, no hubiera existido más Historia Sagrada que la de los Hebreos.” (p. 141)

“Tampoco la crítica del mito del holocausto es una contabilidad macabra del número de víctimas. Aunque no hubiera habido más que un solo hombre perseguido por su fe o por su orígen étnico, no hubiera dejado de ser un crimen contra toda la Humanidad.
   Pero la explotación política, por una nación que ni siquiera existía cuando fueron cometidos los crímenes, las cifras arbitrariamente exageradas para intentar demostrar que el sufrimiento de unos no tenía parangón con el de todos los demás, y la sacralización (por el propio léxico religioso, el de holocausto) tiende a tratar de hacer olvidar genocidios más feroces.
   Los mayores beneficiarios han sido los sionistas, teniéndose por las víctimas exclusivas; creando, a pasos agigantados, un Estado de Israel, y, a pesar de los 50 millones de muertos de esa guerra, haciéndose las víctimas casi únicas del hitlerismo, y colocándose, a partir de aquí, por encima de cualquier Ley para legalizar todas sus exacciones exteriores o interiores.” (p. 142)

“Fue preciso, para hacer el martirio real de los judíos, bajo el pretexto de no banalizarlo, no sólo pasar a un segundo plano a todos los demás, tales como la muerte de los 17 millones de ciudadanos soviéticos y de los 9 millones de alemanes, sino incluso conferir a estos sufrimientos reales un carácter sacral (bajo el nombre de Holocausto) que era rehusado por todos los demás.
   Ha sido necesario, para alcanzar este objetivo, violar todas las reglas elementales de justicia y del establecimiento de la verdad.
   Era imprescindible, por ejemplo, que la solución final significara exterminio, genocidio, mientras que no existe ningún documento que permita esta interpretación, tratándose siempre de la expulsión de todos los judíos de Europa, al Este en una primera fase y posteriormente a una reserva africana cualquiera. Lo que ya es suficientemente monstruoso.
  Fue necesario, para ello, falsificar todos los documentos: traducir traslado por exterminio.   
   Este método interpretativo permite hacer cualquier cosa a cualquier texto. Lo que fue una horrible matanza llegaría a ser genocidio.” (pp. 151-152)
[Las cursivas pertenecen al texto. La obra Les Mythes fondateurs de la politique israélienne (título original), fue publicada en 1995 por la editorial La Vieille Taupe. Más tarde, en 1996, fue reeditada por cuenta del autor.]
John Fante
LLENOS DE VIDA (I)
Barcelona, 2008, Anagrama.


“El reencuentro con mi madre era siempre la parte más difícil de mis visitas. Mi madre era de las que se desmayaban, sobre todo si la ausencia había sido superior a tres meses. Cuando no llegaban a tres, la situación estaba controlada hasta cierto punto. En estos casos se limitaba a tambalearse y a hacer amagos de derrumbe, pero dándonos tiempo para sujetarla e impedir la caída. Una ausencia de un mes no acarreaba ninguna consecuencia. Lloraba un poco y lanzaba su habitual andanada de preguntas.
   Pero en esta ocasión habían transcurrido seis meses y sabía por experiencia que no debía presentarme ante ella de sopetón. La técnica era entrar de puntillas, abrazarla por detrás, anunciarme tranquilamente y esperar a que se le doblaran las rodillas. De otro modo, se quedaba sin aliento, exclamaba «¡Gracias a Dios!» y se desplomaba. Una vez en el suelo, sabía doblar las articulaciones como una masa de gelatina y no había forma de levantarla. Cuando el hijo visitante se cansaba de tirar de ella y de gruñir, se levantaba por su propio pie y se ponía a preparar una cena especial. A mi madre le gustaban los desmayos. Los ejecutaba con mucho arte. Bastaba con que un apuntador cualquiera le diese una entrada.
   También le gustaba morirse. Un par de veces al año, sobre todo por Navidad, recibíamos un telegrama avisándonos de que mamá estaba agonizando. No podíamos arriesgarnos a que por una vez fuera cierto. Los hijos, desde distintos puntos del Lejano Oeste, llegábamos a toda prisa a San Juan para cuidarla en su lecho de muerte. Durante un par de horas se moría, hacía ruidos de vajilla rota con la garganta, ponía los ojos en blanco, nos llamaba por nuestro nombre conforme daba los primeros pasos por el valle de sombras. De repente se sentía mucho mejor, abandonaba despacio el lecho de muerte y se ponía a preparar una abundante cena a base de raviolis.” (pp. 40-41)

domingo, 2 de julio de 2017

Julio Ramón Ribeyro
PROSAS APÁTRIDAS (III)
Barcelona, 2007, Seix Barral. 
 

“Durante diez años, mientras trabajé en la Agencia, fui casi todos los días a los jardines del Palais Royal, a caminar por sus arcadas unos minutos, antes o después del almuerzo y, cuando no tenía dinero, en vez del almuerzo. ¿Y qué queda en mí de estos paseos, santo cielo, qué queda en mí? ¿Para qué me sirvió esa inversión de cientos y cientos de horas de mi vida? Para nada, aparte de dejar en mi memoria algo así como el dibujo necio en su precisión de una tarjeta postal. Nosotros tenemos una concepción finalista de nuestra vida y creemos que todos nuestros actos, sobre todo los que se repiten, tienen una significación escondida y deben dar algún fruto. Pero no es así. La mayor parte de nuestros actos son inútiles, estériles. Nuestra vida está tejida con esa trama gris y sin relieve y sólo aquí y allá surge de pronto una flor, una figura. Quizás nuestros únicos actos valiosos y fecundos han sido las palabras tiernas que alguna vez pronunciamos, algún gesto de arrojo que tuvimos, una caricia distraída, las horas empleadas en leer o escribir un libro. Y nada más.” (pp. 106-107)

“Cada religión segrega automáticamente sus propias herejías. Del cuerpo central de una doctrina se desprende siempre una o varias facciones que discuten puntos de detalle y que terminan por crear su propia doctrina, la que a su vez da origen a otras. Así como en el orden biológico ciertos procesos vitales perduran solo a través de la partenogénesis, en el orden de las ideas ocurre lo mismo y éstas solo son fecundas de acuerdo con el principio de la subdivisión permanente.” (p. 80)

“En la cadena biológica, o más concretamente en el curso de la humanidad, somos un resplandor, ni siquiera eso, un sobresalto, menos aún, una piedra que se hunde en un pozo, todavía algo más insignificante, un reflejo, un soplo, una arenilla, nada que salga del número o la indiferencia. Desde esta perspectiva el individuo no cuenta, sino la especie, único agente activo de la historia. Ésta deberá escribirse alguna vez sin citar un solo nombre, así sea de emperador, artista o inventor, pues cada uno de ellos es el producto de todos los que lo antecedieron y el germen de quienes los sucederán. La noción de individuo es una noción moderna, que pertenece a la cultura occidental y se exacerbó después del Renacimiento. Las grandes obras de la creación humana, sean libros sagrados, poemas épicos, catedrales o ciudades, son anónimas. Lo importante no es que Leonardo haya producido La Gioconda sino que la especie haya producido a Leonardo.” (pp. 91-92)
Charles Dickens
OLIVER TWIST (II)
Madrid, 2012, Alianza Editorial. 
 

“Un lodo espeso cubría el empedrado, una niebla negra se cernía sobre las calles, la lluvia caía perezosamente y todo parecía frío y húmedo al tocarlo. Parecía noche pintiparada para que un ser como el judío saliera de casa. Al deslizarse sigilosamente, arrastrándose al socaire de paredes y portales, el horrible viejo parecía un repugnate reptil engendrado en el cieno y la oscuridad por los que reptara aquella noche en busca de sabrosos despojos para alimentarse.” (p. 208)
Julio Ramón Ribeyro
PROSAS APÁTRIDAS (II)
Barcelona, 2007, Seix Barral.



“¿Por qué nos aflije tanto la muerte de un niño? ¿No es acaso lo mismo morir a los ocho años que a los treinta o los cincuenta? No, porque con los niños muere un proyecto, una posibilidad, mientras que con los adultos muere algo ya consumado. La muerte de un niño es un despilfarro de la naturaleza, la de un adulto el precio que se paga por bien que se disfrutó.” (p. 64)

“El hecho material de escribir, tomado en su forma más trivial si se quiere -una receta médica, un recado-, es uno de los fenómenos más enigmáticos y preciosos que puedan concebirse. Es el punto de convergencia entre lo invisible y lo visible, entre el mundo de la temporalidad y el de la espacialidad. Al escribir, en realidad, no hacemos otra cosa que dibujar nuestros pensamientos, convertir en formas lo que era sólo formulación y saltar, sin la mediación de la voz, de la idea al signo. Pero tan prodigioso como escribir es leer, pues se trata de realizar la operación justamente contraria: temporalizar lo espacial, aspirar hacia el recinto inubicuo de la conciencia y de la memoria aquello que no es otra cosa que una sucesión de grafismos convencionales, de trazos que para un analfabeto carecen de todo sentido, pero que nosotros hemos aprendido a interpretar y a reconvertir en su sustancia primera. Así, toda nuestra cultura está fundada en un ir y venir entre los conceptos y sus representaciones, en un permanente comercio entre mundos aparentemente incompatibles pero que alguien, en un momento dado, logró comunicar, al descubrir un pasaje secreto a través del cual podía pasarse de lo abstracto a lo concreto, gracias a una treintena de figuras que se fueron perfeccionando hasta constituir el alfabeto.” (p. 72)