En este espacio encontrarás información sobre todas mis publicaciones: NARRATIVA, EDUCACIÓN, HISTORIA Y ANTROPOLOGÍA.
A FAVOR DEL PENSAMIENTO LIBRE
domingo, 12 de diciembre de 2021
¿QUÉ CLASE DE CRIATURAS SOMOS? (II)
Barcelona, 2017, Ariel.
www.elboomerang.com
PANZA DE BURRO (II)
Sevilla, 2021, Barrett.
Madrid, 2008, Alianza Editorial.
¿QUÉ CLASE DE CRIATURAS SOMOS? (I)
Barcelona, 2017, Ariel.
www.elboomerang.com
PANZA DE BURRO (I)
Sevilla, 2021, Barrett.
viernes, 12 de noviembre de 2021
Annie Ernaux
LA PLACE
Paris, 1983, Gallimard.
«Personne à Y..., dans les classes moyennes, commerçants du centre, employés de bureau, ne veut avoir l'air de «sortir de sa campagne». Faire paysan signifie qu'on n'est pas évolué, toujours en retard sur ce qui se fait, en vêtements, langage, allure. Anecdote qui plaisait beaucoup: un paysan, en visite chez son fils à la ville, s'assoit devant la machine à laver qui tourne, et reste là, pensif, à fixer le linge brassé derrière le hublot. A la fin, il se lève, hoche la tête et dit à sa belle-fille: «On dira ce qu'on voudra, la télévision c'est pas au point.»
(…)
Lui et ma mère s'adressaient continnuellement la parole sur un ton de reproche, jusque dans le souci qu'ils avaient ľun de l'autre. «Mets ton cache-nez pour dehors!» ou «Reste donc assise un peu!», on aurait dit des injures. Ils chicanaient sans cesse pour savoir qui avait perdu la facture du limonadier, oublié ďéteindre dans la cave. Elle criait plus haut que lui parce que tout lui tapait sur le systéme, la livraison en retard, le casque trop chaud du coiffeur, les régles et les clients. Parfois: «Tu n'étais pas fait pour être commerçant» (comprendre: tu aurais dû rester ouvrier). Sous ľinsulte, sortant de son calme habituel: «CARNE! J'aurais mieux fait de te laisser où tu étais.» Échange hebdomadaire: Zero! — Cinglée!
Triste individu! — Vieille garce!
Etc. Sans aucune importance.
On ne savait pas se parler entre nous autrement que ďune manière râleuse. Le ton poli réservé aux étrangers. Habitude si forte que, tâchant de s'exprimer comme il faut en compagnie de gens, mon pere retrouvait pour m'interdire de grimper au tas de cailloux un ton brusque, son accent et des invectives normandes, détruisant le bon effet qu'il voulait donner. Il n'avait pas appris à me gronder en distingué et je n'aurais pas cru à la menace d'une gifle proférée sous une forme correcte.”
(pp. 48-50)
“Nadie en Y,,,, de la clase media, comerciantes del centro, oficinistas, quería parecer «salido del campo». Parecer de pueblo significa no haber evolucionado, vivir siempre atrasado en todo lo que se hace, en la ropa, en el lenguaje, en la forma de moverse. Una anécdota que gustaba mucho: un campesino, de visita en casa de su hijo en la ciudad, se sienta delante de la lavadora en marcha, y permanece así, pensativo, observando agitarse la colada detrás de la puerta. Al final se levanta, sacude la cabeza y le dice a su nuera: «Se diga lo que se diga, la televisión todavía no está a punto.»
(…)
Él y mi madre siempre se dirigían la palabra en tono de reproche, incluso cuando se preocupaban el uno por el otro. «¡Ponte la bufanda por fuera!» o «Quédate sentada un poco», parecían insultos. Discutían sin parar por saber quién había perdido la factura del proveedor de refrescos o quién había olvidado apagar la luz de la bodega. Ella gritaba más alto que porque todo le sacaba de quicio, el reparto con retraso, el secador demasiado caliente de la peluquería, el periodo y los clientes. A veces: «Tú no estàs hecho para ser comerciante» (entiéndase: deberías haber seguido siendo obrero). Bajo el insulto, saliendo de su calma habitual: ¡PILTRAFA! Mejor tendría que haberte dejado donde estabas. Intercambio semanal: ¡Nulidad!- ¡Chalada!
¡Canalla! - ¡Vieja pécora!
Etc. Nada de importancia.
Entre nosotros solo sabíamos hablar de manera gruñona. El tono educado quedaba para los de afuera. Este hábito era tan fuerte que, tratando de expresarse debidamente con la demás gente, si mi padre tenía que prohibirme trepar a un montón de piedras, recuperaba su tono brusco con sus acento y sus insultos normandos, destruyendo así el buen efecto que pretendía causar. Él no sabía reprenderme de manera cortés, y yo no me habría tomado en serio la amenaza de una bofetada proferida de forma correcta.”
[La traducción es mía.]
FERIA (II)
Madrid, 2021, Círculo de Tiza.
“En segundo de primaria, cuando tenía siete años e iba al Vicente Aleixandre, se nos coló un ratón en clase. Estábamos dando Inglés y de pronto cruzó el aula y todos empezamos a gritar y a saltar de la silla, incluida la pobre Isabel, nuestra profesora, que se subió a un pupitre. Cuando Marcial el conserje consiguió echar al ratón ya nos tocaba Lengua, y Rosa, nuestra tutora, que nos daba también Mates y Cono, nos mandó de deberes una redacción del incidente.
Cuando llegué a casa y le conté a mi padre muy excitada y moviendo mucho las manos que se nos había colado un ratón en clase y que tenía que escribir una redacción sobre ello, él me dijo que si nosotros nos habíamos llevado un susto me imaginara el pánico que habría sentido él al ver a una veintena de humanos, incluida una profesora de inglés, saltando de sus sillas. Entonces me subí a mi cuarto y, aunque dudé un poco al principio, porque Rosa nos había dicho que escribiéramos cómo había sido para nosotros y no para el ratón aquello, empecé a escribir la historia desde su punto de vista, desde el punto de vista del roedor. Al día siguiente, cuando la leí en clase, mis compañeros me aplaudieron y gané un diccionario Vox con las tapas naranjas y un estuche, porque Rosa no nos lo había contado, pero había premio. Esa tarde, cuando llegué a casa y le conté a mi padre, de nuevo muy excitada y moviendo mucho las manos, que me habían aplaudido y que había ganado un diccionario Vox y un estuche, me respondió que muy bien, pero que no me hiciera la chulita.” (pp. 148-149)
GALLO DE PELEA (II)
Barcelona, 2015, Sajalín.
“Al joven giro le gustaba pelear con hombres y me picó en la muñeca antes de que pudiera agarrarlo bien por los muslos con la mano izquierda. En un momento lo tuve firmemente sujeto contra mi pierna, de modo que ya no pudo picarme más. Con torpeza, extendí sus patas sobre el tajo de fuera, y a continuación se las corté de un hachazo a la altura de los codos.
Al reunirme con Omar en el reñidero, este puso los ojos castaños como platos hasta que parecieron dos ágatas bañadas en aceite.
-¡Dios bendito, Frank! No esperarás que pelee sin patas, ¿verdad?
Asentí y franqueé la valla del reñidero. Coloqué al giro sobre mi brazo izquierdo, sujetándole los muñones con la mano derecha, y adelanté la barbilla para indicar que comenzáramos a carear. Omar arrimó al cenizo y el giro le arrancó un puñado de plumas con el pico.
Careamos a los gallos hasta que afluyó su arraigada combatividad natural, y entonces dejé al giro en el suelo y le quité a Omar el cenizo. El cenizo estaba impaciente por abalanzarse sobre su contrincante amputado, pero lo sujeté fuerte por la cola y no dejé que se le acercará más que a lo que alcanzaba el pico. Cuando el giro se removía hacia él, yo le hacía recular tirándole de la cola. Sin patas, el giro no tenía equilibrio ni impulso para volar, y aunque batía las alas con furia no lograba sostenerse erguido. Constantemente se daba de bruces, y, tras un rato de lucha corajuda, se rindió por completo. Dejé que el cenizo se le acercara, sujetándolo todavía por la cola. El giro picaba sin parar, aunque había renunciado a tratar de sostenerse con los muñones. Al fin solté al cenizo, que describió un arco corto en el aire y aterrizó, espoleando, en medio del dorso del giro. El cenizo, teniendo al gallo postrado y bien sujeto con el pico, lo pateaba metódicamente con las botanas lo bastante fuerte como para que los golpes produjeran sonidos secos. Aquella era la primera vez que veía al cenizo en acción. Pensé que Ed Middleton me había hecho un verdadero favor regalándome a ese guerrero que había estado convaleciente. Un gallo que espoleaba con la precisión mortífera de ese cenizo Middleton podía ganar muchas peleas en la arena.
El giro estaba demasiado indefenso para repeler el ataque del cenizo, así que cogí el ave calzada con botanas y se la di a Omar para que la sujetara un momento. Me saqué la lata de gas para cargar mecheros del bolsillo trasero del pantalón y rocié con abundante líquido al giro Mellhorn. Encendí el mechero, se lo apliqué al gallo y su plumaje ardió en llamas aceitosas.
Omar me devolvió al cenizo y lo solté contra el ave en llamas desde la marca en el lado opuesto de la arena. Avanzó con las alas tiesas hacia el giro postrado, alargando el pescuezo y con la cabeza gacha cerca del suelo. El fuego le desconcertaba y preocupaba, y le daba miedo tirar con las botanas. Sin embargo, el cenizo picó ferozmente la cabeza del giro, aunque estuviera en llamas, y en su primer picotazo logró arrancarle un ojo.
El giro probó otra vez a incorporarse, batiendo las alas en llamas, pero sus esfuerzos vehementes solo lograban avivar el fuego. El hedor acre y ácido de las plumas abrasadas llenaba el aire. Al tiempo que agarraba la cola del cenizo con la mano derecha, me tapé la nariz con la izquierda. Las llamas se iban extinguiendo y el giro yacía cada vez más quieto. Las plumas chamuscadas salpicaban su cuerpo desnudo como cerillas usadas o clavillos, y por un momento creía que había muerto. Pero al dejar que el cenizo furioso estrechara la distancia que los separaba a ambos, el Mellhorn moribundo alzó la cabeza y dio un picotazo ciego en la dirección aproximada del cenizo que se acercaba. Con aquella última acometida, un picotazo débil que le obligó a despegar la cabeza del suelo apenas dos centímetros, murió.” (pp. 189-192)
[Gallo giro: cualquier gallo de pelea de tono oscuro y con plumas de color amarillo o plateado en la zona de su cuello y alas. (criadeaves.com)]
FERIA (I)
Madrid, 2021, Círculo de Tiza.
“Creo que si Hilario hubiera podido estudiar y no se hubiera tenido que poner a trabajar con diez años habría sido profesor, aunque la paciencia no fuera su mayor virtud. Maestro, habría sido maestro. (…) Y el día que murió, murió también buena parte de nuestra memoria, y mi padre me pidió que escribiera algo para leer en el cementerio porque a Hilario no se le podía dar misa, con todos los improperios que había lanzado no solo contra Dios, sino también contra «todos los santos en hilera» y en ocasiones incluso contra «la virgen puta», en la que también se cagaba si la ocasión lo merecía.
En los Simones, y esa es otra de las enseñanzas que no se explicitan, la blasfemia tiene grados, según lo grave que sea aquello que lo provoca o lo envalentonado que esté uno: me cago en Dios, me cago en Dios y en Cristo a caballo, me cago en Dios y en todos los santos en hilera y me cago en Dios y en la virgen puta.” (p. 65)
Steven Weinberg
PLANTAR CARA (II)
Barcelona, 2003, Paidós.
“Con o sin la religión, la buena gente se puede comportar bien y la mala gente puede hacer el mal, pero para que la buena gente haga el mal, para eso se requiere la religión.
(…)
Estoy por completo a favor de un diálogo entre la ciencia y la religión, pero no de un diálogo constructivo. Uno de los grandes logros de la ciencia ha sido, si no hacer imposible para la gente inteligente ser religiosa, al menos hacer posible para ellos no ser religiosos. No debemos apartarnos de este logro.” (p. 242)
GALLO DE PELEA (I)
Barcelona, 2015, Sajalín.
“Tiene gracia. Uno puede hacerle una promesa a su Dios y romperla cinco minutos después sin pararse a pensar en ello nunca más. Uno puede faltar también a promesas solemnes hechas a su madre, esposa o ser más querido con un indolente encogimiento de hombros y, salvo por una punzada de mala conciencia leve y momentánea, tampoco preocuparse demasiado. Pero si alguna vez uno rompe una promesa consigo mismo, se desintegra. Toda su personalidad y carácter se hacen pedazos, y nunca vuelve a ser el mismo. ” (p. 93)
viernes, 24 de septiembre de 2021
PLANTAR CARA (I)
Barcelona, 2003, Paidós.
“Pero aunque nuestros valores puedan ser sistemáticos, hemos de vivir con el hecho de que en el fondo, en nuestros postulados de valor, no respondemos a ningún imperativo cósmico, sino que más bien inventamos valores para nosotros mismos sobre la marcha.” (p. 58)
Alan Isler
FE DE ERRATAS (III)
Madrid, 2003, Akal.
“Dios se ha convertido en un asunto un tanto bochornoso, un tigre de papel, un coco con el que asustar a los niños. Si hoy en día tenemos fe en algo, es en el mal universal, una fe dura, sólo para adultos. Miramos a nuestro alrededor y vemos un mundo infestado de maldad, un mundo en el que el poder es necesariamente corrupto y la humanidad se ve necesariamente degradada. Sabemos, además, que no hay nada que podamos hacer. La creencia en el mal universal nos libra de la desesperación. Una vez más, somos capaces de percibir un horizonte último de sentido en tanto que especie, y eso, después de todo, era lo que anhelábamos. Con la fe en el mal universal e ineluctable recuperamos parte de lo que la humanidad perdió con la desaparición del Dios del ámbito de nuestras vidas cotidianas. Ahora que somos adultos podemos reconocer que vivimos en la peor y más caótica de las épocas posibles, que todo se ha hecho añicos, que se ha esfumado toda coherencia, que el miedo y no el cielo gobierna nuestras vidas y que la esperanza es el más cruel de los numerosos escarnios que hemos venido a sufrir a este mundo. A veces pienso que las únicas palabras veraces del Nuevo Testamento son: «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Los antiguos creían que la historia se dividía en cuatro Edades: Oro, Plata, Bronce y Hierro. El mundo lleva mucho tiempo en la Edad de Hierro, que además, como subrayó el poeta Donne «está oxidado». Lo que esta nueva fe nos ofrece es una certeza epistemológica, sentimos en lo más hondo de nuestro ser que estamos en lo cierto.” (p. 153)
Eduardo Haro Tecglen
EL NIÑO REPUBLICANO (II)
Madrid, 1996, Alfaguara.
“Con ciento dieciocho conflictos causando víctimas todos los días, con las páginas de sucesos repletas de resultados criminales de los odios personales —incluso los de la relación directa odio-amor— no podemos presumir de que nuestro tiempo sea diferente de ningún otro. Al revés, si hemos producido un gran movimiento de disolución de un odio antiguo que era intrínsecamente el de capitalismo y el comunismo pero externamente el de los buenos y los malos, el de los despiadados y de los inocentes, el de los justos y los injustos (visto desde el lado que se mirara, sustituyendo únicamente nombres propios o geográficos), nos las hemos arreglado para tener inmediatamente después un nuevo enemigo, también con nombre propio pero, al mismo tiempo, con la acusación de fanatismo, de naturaleza criminal, de civilización odiosa. Y antigua, naturalmente.
Quizá, en efecto, sea necesario, y más antiguo que el amor; y vaya a durar más que el amor, que algunos dicen que se extingue en su relación con lo material. Un factor de progreso. Pero cuesta bastante admitirlo dentro de uno mismo. (…) Odios de familias, de razas, de personas; odio incluso mezclado al amor, sentimiento ambivalente por una persona que, al mismo tiempo que nos completa, nos aliena... Sabios, filósofos, psicólogos, no saben si es un instinto o algo aprendido; ni si es una fuerza que impulsa el progreso hacia adelante o, por el contrario, lo congela...” (pp. 335-336)
Alan Isler
FE DE ERRATAS (II)
Madrid, 2003, Akal.
“Los católicos –tal y como los protestantes bien saben en los abismos freudianos de sus entrañas– son los cristianos originales, los auténticos cristianos (si prescindimos de los fundadores judíos del siglo I, naturalmente). ¡Por el amor de Dios, durante un milenio y medio fueron los católicos los que manejaron el cotarro! De ahí que los protestantes siempre hayan matado a los católicos con inquietud, con una cierta sensación de traición mientras que los católicos matan protestantes con total confianza en su Señor.” (p. 71)
[Las cursivas pertenecen al texto.]
EL NIÑO REPUBLICANO (I)
Madrid, 1996, Alfaguara.
“Al verano se le está dando un valor de libertad. Es una idea nórdica, como la mayor parte de las que nos configuran hoy: el frío es una opresión para el cuerpo, una dictadura de la que nos libra periódicamente el verano. Se piensa mucho en el cuerpo, y es una de las características actuales de esta civilización nórdica, que no hace mucho creía en la libertad por el espíritu.
Alan Isler
FE DE ERRATAS (I)
Madrid, 2003, Akal.
“Bastien y yo estábamos entreteniendo al grupo con historias de nuestro paso por el orfanato y de cómo experimentamos la crueldad de aquellas monjas en nuestras propias carnes. Y sin duda «crueldad» es la palabra que mejor describe su forma de ser, o tal vez «sadismo». Aquellas viejas amargadas castigaban brutalmente a los niños indefensos como si fuera una especie de contrapartida al erial en que se habían convertido sus propias vidas. Nos apaleaban sin piedad, nos humillaban ante nuestros compañeros, nos hacían pasar sed para que no mojásemos nuestras camas y nos tenían mal vestidos para que no olvidáramos los sufrimientos de Nuestro Salvador.
(…)
–Entraban por la noche en el dormitorio –dijo Bastien– y si te pillaban durmiendo con las manos en algún lugar que no fuera encima del pecho y bien cruzadas, te despertaban de un zarandeo y luego te pegaban en las palmas. Me acuerdo sobre todo de la hermana Angélique, la de la mancha en la piel y los ojos tristones, que empleaba una caña de bambú de un metro de largo y no paraba hasta que te sangraban las manos.
Twombly, que era pálido y delgado y que, aunque todavía no era calvo, ya apuntaba una suerte de tonsura natural, frunció los labios y nos enseñó por un momento su perfecta dentadura americana.
–Al menos –dijo– aprendisteis pronto a mantener las manos alejadas de los genitales.
–Nosotros tal vez sí –dije yo– pero eso no mantuvo las manos del padre Damien alejadas de nuestros genitales.” (pp. 57-58)
jueves, 23 de septiembre de 2021
DÉBORA y UN HOMBRE MUERTO A PUNTAPIÉS
La Puebla de Cazalla, 2012, Barataria.
“Epaminondas, así debió llamarse el obrero, al ver en tierra a aquel pícaro, consideró que era muy poco castigo un puntapié, y le propinó dos más, espléndidos y maravillosos en el género, sobre la larga nariz que le provocaba como una salchicha.
¡Cómo debieron sonar esos maravillosos puntapiés!
Como el aplastarse de una naranja, arrojada vigorosamente sobre un muro; como el caer de un paraguas cuyas varillas chocan estremeciéndose; como el romperse de una nuez entre los dedos; ¡o mejor como el encuentro de otra recia suela de zapato contra otra nariz!
Así:
¡Chaj!
{ con un gran espacio sabroso.
¡Chaj!
Y después: ¡cómo se encarnizaría Epaminondas, agitado por el instinto de perversidad que hace que los asesinos acribillen sus víctimas a puñaladas! ¡Ese instinto que presiona algunos dedos inocentes cada vez más, por puro juego, sobre los cuellos de los amigos hasta que queden amoratados y con los ojos encendidos!
¡Como batiría la suela
del zapato de Epaminondas sobre la nariz de Octavio Ramírez!
¡Chaj!
¡Chaj! { vertiginosamente,
¡Chaj!
en tanto que mil lucecitas, como agujas, cosían las tinieblas.” (pp. 83-84)
[Las negritas y las llaves pertenecen al texto.]
viernes, 10 de septiembre de 2021
UNA HISTORIA DE AMOR Y OSCURIDAD (III)
Madrid, 2002, Siruela.
“En Israel había entonces una discusión cargada de histeria sobre si el Estado debía o no reclamar y aceptar de Alemania indemnizaciones por la pérdida de los bienes de los judíos asesinados en la época de Hitler. Algunos estaban de acuerdo con David Ben Gurión en que no se podía permitir que los asesinos fueran además herederos, y consideraban justo que los bienes judíos usurpados por los alemanes volvieran íntegramente al Estado de Israel y se permitiera acoger a los supervivientes del exterminio. Por el contrario otros, con Menahen Begin, el líder de la oposición, a la cabeza, opinaban con dolor y rabia que era un crimen moral y una profanación a la memoria de los asesinados que el país de las víctimas fuera a vender a los alemanes un cómodo perdón a cambio de un beneficio económico impuro.” (p. 690)
Miguel Ángel Cabrera
DESPUÉS DEL ETNOCENTRISMO
Madrid, 2020, Postmetropolis.
“La adopción de un enfoque ontológico implica, asimismo, que se ha de abandonar la noción de creencia y, por tanto, que la tarea del análisis no consiste en tratar de comprender las creencias del otro como si estas remitieran a un mundo objetivo único. Según el giro ontológico, la subjetividad humana no es un conjunto de creencias sobre el mundo, sino el efecto de una forma de concebir este. Los seres humanos no simplemente tienen creencias sobre la realidad, sino también supuestos implícitos sobre cómo ésta es y funciona y, por consiguiente, no creen en algo, sino que creen que algo es. No simplemente creen, por ejemplo, que existe dios, la naturaleza humana y el progreso histórico, sino que consideran que estos son esencias constitutivas del mundo. O por ejemplo, los modernos no simplemente creen en los derechos humanos naturales, sino en que estos son inherentes al hecho de ser un humano (razón por la cual llegaron a creer en esos derechos). Dios, naturaleza humana, progreso histórico y derechos naturales son categorías ontológicas sin las cuales las respectivas creencias subjetivas no serían concebibles ni posibles. Por tanto, no existe tal cosa como creencias sobre el mundo que puedan ser tomadas como objeto de análisis. Lo único que puede ser objeto de análisis son los procesos de objetivación que subyacen a las creencias.” (p. 144)
UNA HISTORIA DE AMOR Y OSCURIDAD (II)
Madrid, 2002, Siruela.
“Mi madre llevaba una vida solitaria, casi siempre estaba encerrada en casa. Aparte de sus amigas Lilenka, Esterke y Fania Weissman, que habían coincidido con ella en el instituto Tarbut de Rovno, mi madre no encontró en Jerusalén ninguna razón de ser: los lugares santos y los famosos enclaves antiguos no le gustaban. Las sinagogas, las escuelas rabínicas, las iglesias, los monasterios y las mezquitas le parecían lugares casi idénticos, malolientes, con ese agrio olor corporal de hombres fanáticos que se lavan muy de vez en cuando. Hasta bajo una espesa nube de incienso, su sensible nariz captaba con repulsión los efluvios de los cuerpos sin lavar.
Mi padre tampoco sentía ningún afecto por la religión: los sacerdotes de todas las confesiones le parecían algo dudosos, ignorantes, instigadores de antiguos odios, propagadores del miedo, falsificadores de sermones engañosos y derramadores de lágrimas de cocodrilo, mercaderes de falsos objetos sagrados, de aparentes antigüedades, de todo tipo de creencias banales y prejuicios. De alguna manera todos los «hombres santos» que vivían de la religión le hacían sospechar toda clase de engañosas maquinaciones. Solía citar con satisfacción a Heinrich Heine, que afirmó que tanto el rabino como el cura huelen mal (según la versión suavizada de mi padre: «¡Ninguno de ellos huele bien! ¡Y por supuesto tampoco el gran mufti musulmán Haj Amin, el amigo de los nazis!»” (pp. 362-363)
[Amin al-Husayni fue un destacado lider palestino, famoso por colaborar con Hitler durante la II Guerra Mundial.]
CULTURA, IDENTIDAD Y POLÍTICA
Barcelona, 2019, Gedisa.
UNA HISTORIA DE AMOR Y OSCURIDAD (I)
Madrid, 2002, Siruela.
“Una vez el tío Yosef me dijo algo así: «Querido, seguro que en el colegio te enseñan a detestar a ese judío trágico y extraordinario, pero espero que no te enseñen a escupir cuando pases delante de su imagen o de su cruz. Querido, cuando crezcas, a pesar de lo que digan tus maestros, lee el Nuevo Testamento y te darás cuenta de que ese hombre era carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre, una especie de tzadik o de 'taumaturgo', era un soñador carente de cualquier conciencia política, pero a pesar de todo tendrá un lugar en el panteón de los grandes de Israel, junto a Baruch Spinoza, quien también fue anatemizado y también merece que le retiremos el anatema: y desde aquí, desde la Jerusalén renovada, debemos alzar a voz y decirles a Jesús y a Baruch Spinoza: '¡Eres nuestro hermano, eres nuestro hermano!'. Y debes saber que los acusadores no son más que judíos del pasado, cortos de miras y con escasa inteligencia, como topos en sus madrigueras. Y tú, cariño, para no ser como ellos debes leer buenos libros, ¡lee y sigue leyendo!»” (p. 95)
domingo, 13 de junio de 2021
EL HAMBRE (IV)
Barcelona, 2015, Anagrama.
“Entonces le pregunto cuál es su momento favorito del día y no me entiende. Se lo repito —le pido a la intérprete que se lo repita— y Rahmati dice, una vez más, que no entiende la idea: que no tiene un momento favorito, que todo es más o menos igual siempre.
En estos días le he preguntado a una docena de mujeres qué hacen en su tiempo libre; la idea de tiempo libre las sorprende, hay que explicársela. Algunas, después de varias preguntas, me dicen que a la tarde, cuando terminan de hacer todo en la casa, a veces se sientan a charlar con una vecina. Y que fuera de eso están las fiestas: una boda, un funeral, un nacimiento, un festival religioso. Y no se les ocurre nada más.” (p. 122)
[La cita está referida a Biraul, ciudad rural del noreste de India.]
“La «epidemia de obesidad» empezó en los Estados Unidos en los años ochenta. Desde entonces, los precios de frutas y verduras aumentaron, en valores constantes, un 40 por ciento. Y, en el mismo período, las comidas procesadas bajaron un 40 por ciento. Con tres dólares se pueden comprar unas 300 calorías de frutas y verduras o 4.500 calorías de papas fritas, galletitas y gaseosas. El que quiere y puede comer para no atiborrarse de calorías, compra fruta y verdura. El que necesita comer para conseguir un mínimo de calorías, compra basura.
Comida basura: cuando la prioridad es sacarse el hambre lo más barato que se pueda. Llenar de porquerías el cuerpo lo más barato que se pueda.” (pp. 347-348)
“A diferencia de las demás formas de la malnutrición —que suenan africanas—, ésta sucede en sus ciudades, se paga con sus presupuestos.
Aunque puede ser que lo más duro sea la conciencia del fracaso: no es fácil aceptar que su sociedad —la sociedad más poderosa de este mundo— ha producido estas legiones de cuerpos descompuestos, personas que ya no pueden funcionar como personas. Esa cultura obesa, tan Simpson, tan Big Mac, tan Walmart, es el cadáver —graso— en el ropero americano.
Otra vez: no es cierto que los gordos se coman lo que no comen los hambrientos; sí parece cierto que las mismas industrias que los llenan de basura controlan los mercados y se apropian de los recursos que podrían comer los que no comen. Los gordos y los hambrientos son víctimas —distintas— de lo mismo.
Llamémoslo desigualdad, capitalismo, la vergüenza.” (pp. 352-353)
Barcelona, 2015, Anagrama.
www.sacred-texts.com
Traducción al inglés de Horace Hayman Wilson (1840)
(...)
(...)
Oppressed by famine and taxation, men will desert their native lands, and go to those countries which are fit for coarser grains.” (BOOK VI; chap. I.)
viernes, 11 de junio de 2021
EL HAMBRE (II)
La cuenta sigue vigente en nuestros días.” (p. 84)
“Y todavía no sabía muchas cosas. Después me enteré de que la señorita Agnes Gonxha Bojaxhiu, también llamada Madre Teresa de Calcuta, era un cuadro belicoso de su santa madre, con un par de ideas fuertes. Entre ellas, la idea de que el sufrimiento de los pobres es un don de Dios: «Hay algo muy bello en ver a los pobres aceptar su suerte, sufrirla como la pasión de Jesucristo —dijo muchas veces—. El mundo gana con su sufrimiento».
Por eso, quizás, la religiosa les pedía a los afectados por el famoso desastre ecológico de la fábrica Union Carbide, en el Bhopal indio, que «olvidaran y perdonaran» en lugar de reclamar indemnizaciones. Por eso, quizás, la religiosa fue a Haití en 1981 para recibir una Legión de Honor del dictador Jean-Claude Duvalier —que le donó bastante plata— y explicar que Baby Doc «amaba a los pobres y era adorado por ellos». Por eso, quizás, la religiosa fue a Tirana a dejar una corona de flores en el monumento de Enver Hoxha, el líder stalinista del país más represivo y pobre de Europa. Por eso, quizá, la religiosa defendió a un banquero americano que le había dado mucho antes de ir preso por estafar a cientos de miles de pequeños ahorristas. Y tantos otros logros semejantes.
Y más tarde, ante el Congreso norteamericano que le dio el título muy extraordinario de «ciudadana honoraria»: «Los pobres pueden no tener nada para comer, pueden no tener una casa donde vivir, pero igual pueden ser grandes personas cuando son espiritualmente ricos. Y el aborto, que sigue muchas veces a la contracepción, lleva a la gente a ser espiritualmente pobre, y esa es la peor pobreza, la más difícil de vencer», decía la religiosa, y cientos de congresistas, muchos de los cuales aprobaban el aborto y la contracepción, la aplaudían embelesados.
Aquella tarde, en Washington, su cardenal James Hickley lo explicó clarito: «Su grito de amor y su defensa de la vida nonata no son frases vacías porque ella sirve a los que sufren, a los hambrientos y los sedientos…». Para eso, entre otras cosas, servía la religiosa. […] Por eso el primer emprendimiento de la señorita fue un moritorio, un lugar para morirse más limpito. La señorita Agnes recibió cataratas de premios, donaciones, subvenciones para sus empresas religiosas. Y nunca hizo públicas las cuentas de su empresa pero se sabe, porque lo dijo muchas veces, que fundó unos quinientos conventos en cien países —y nunca puso una clínica en Calcuta.” (pp. 110-111)
Helena Curtis
BIOLOGÍA GENERAL
Barcelona, 1975, Omega.
“Finalmente, los seres vivos tienen lo que el premio Nobel francés Jacques Monod denomina teleonomía, y que quizás se puede definir mejor como «finalidad». Por finalidad no querems decir que cada organismo vivo tenga un sentido del propósito; una jirafa concreta no hace que su cuello crezca más a fin de alcanzar las ramas más altas, ni una flor desprende un suave olor a fin de atraer a las abejas, ni las células pancreáticas secretan insulina para moviizar el azúcar. No obstante las jirafas tienen cuellos largos, las flores emiten perfumes, y la secreción pancreática moviliza el azúcar; la razón por la que estos fenómenos ocurren realmente es que, en el curso de la evolución estas actividades y las estrucuturas que las hacen posibles han demostrado tener un valor de supervivencia para el individuo y para las especies.” (p. 20)
EL HAMBRE (I)
Barcelona, 2015, Anagrama.
“—¿Tenés miedo de no tener suficiente comida o no pensás en eso?
—Sí, claro que pienso. Las noches que no les puedo dar nada a mis hijos pienso mucho. —¿Qué pensás?
—No sé, nada. Pienso.
Aï piensa, piensa mucho. Aï nunca tuvo comida suficiente, nunca fue a una ciudad, nunca tuvo luz eléctrica ni agua corriente ni un fuego de gas ni un inodoro, nunca parió en un hospital, nunca vio un programa de televisión, nunca se puso pantalones, nunca tuvo un reloj nunca una cama, nunca leyó un libro, nunca leyó un diario, nunca pagó una cuota, nunca tomó una cocacola, nunca comió una pizza, nunca eligió un futuro, nunca pensó que su vida pudiera ser distinta de lo que es.
Nunca pensó que quizá podría vivir sin preguntarse si va a comer mañana.” (p. 29)
[Aï es el nombre de una joven nigerina.]
“Y, entonces, el sentido más estricto de la palabra supervivencia: miles y miles de personas que se levantan cada día para ver si consiguen qué comer. El sentido más breve de la palabra supervivencia: no es fácil, con esa idea del mundo, en esas condiciones, pensar en nada a largo plazo —un mes, tres meses, año y medio, un siglo. El futuro es el lujo de los que se alimentan.” (p. 75)
viernes, 14 de mayo de 2021
EL SEÑOR DE LOS ANILLOS (IV)
Barcelona, 1977, Minotauro.
CINCO ESCRITOS MORALES (III)
Barcelona, 2006, Debolsillo.
La intolerancia por lo diferente o por lo desconocido es natural en el niño, tanto como el instinto de apoderarse de todo lo que desea. Al niño se lo educa a la tolerancia poco a poco, así como se lo educa al respeto por la propiedad ajena y, antes aún, al control del propio esfínter. Desafortunadamente, si todos llegan al control del propio cuerpo, la tolerancia sigue siendo un problema de educación permanente en los adultos, porque, en la vida cotidiana, estamos expuestos siempre al trauma de la diferencia. Los estudiosos se ocupan a menudo de las doctrinas de la diferencia, pero no lo suficiente de la intolerancia salvaje, porque escapa a a cualquier definición o posición crítica.” (pp. 126-127)
TRATADO SOBRE LA TOLERANCIA (III)
Barcelona, 2010, Diario Público.
Soy yo sola la que todavía os uno a pesar vuestro por vuestras necesidades mutuas, en medio incluso de vuestras crueles guerras emprendidas tan a la ligera, teatro eterno de las equivocaciones, los azares y las desgracias. Soy yo sola la que, en una nación, detiene las funestas secuelas de la división interminable entre la nobleza y la magistratura, entre esas dos corporaciones y la del clero, entre los burgueses incluso y el agricultor. Ignoran todos los límites de sus derechos; pero, a la larga, todos ellos escuchan a pesar suyo mi voz que habla a su corazón. Sólo yo conservo la equidad en los tribunales, donde sin mí todo sería entregado a la indecisión y a los caprichos, en medio de un confuso montón de leyes hechas con frecuencia al azar y para una necesidad pasajera, diferentes entre sí de provincia a provincia, de ciudad a ciudad, y casi siempre contradictorias entre sí en el mismo lugar. Sólo yo puedo inspirar la justicia, cuando las leyes no inspiran más que los pleitos. El que me escucha siempre juzga bien; y el que sólo busca conciliar opiniones que se contradicen es el que se extravía.” (pp. 192-193)
CINCO ESCRITOS MORALES (II)
Barcelona, 2006, Debolsillo.
El fascismo fue, sin lugar a dudas, una dictadura, pero no era cabalmente totalitario, no tanto por su tibieza, como por la debilidad filosófica de su ideología. Al contrario de lo que se suele pensar, el fascismo italiano no tenía una filosofía propia. El artículo sobre el fascismo firmado por Mussolini para la Enciclopedia Treccani lo escribió o fundamentalmente lo inspiró Giovanni Gentile, pero reflejaba una noción hegeliana tardía del «estado ético y absoluto» que Mussolini no realizó nunca completamente. Mussolini no tenía ninguna filosofía: tenía solo una retórica. Empezó como ateo militante, para luego firmar el concordato con la Iglesia y simpatizar con los obispos que bendecían los banderines fascistas. En sus primeros años anticlericales, según una leyenda plausible, le pidió una vez a Dios que lo fulminara en el mismo sitio para probar su existencia. Dios estaba distraído, evidentemente. En años posteriores, en sus discursos, Mussolini citaba siempre el nombre de Dios y no desdeñaba hacerse llamar «el hombre de la Providencia».
[…]
No era una ideología monolítica, sino, más bien, un collage de diferentes ideas políticas y filosóficas, una colmena de contradicciones. ¿Se puede concebir acaso un movimiento totalitario que consiga aunar monarquía y revolución, ejército real y milicia personal de Mussolini, los privilegios concedidos a la Iglesia y una educación estatal que exaltaba la violencia, el control absoluto y el mercado libre? El partido fascista nació proclamando su nuevo orden revolucionario, pero lo financiaban los latifundistas más conservadores, que se esperaban una contrarrevolución. El fascismo de los primeros tiempos era republicano y sobrevivió veinte años proclamando su lealtad a la familia real, permitiéndole a un «duce» que saliera adelante del brazo de un «rey», al que ofreció incluso el título de «emperador». Pero cuando, en 1943, el rey relevó a Mussolini, el partido volvió a aparecer dos meses más tarde, con la ayuda de los alemanes, bajo la bandera de una república «social», reciclando su vieja partitura revolucionaria, enriquecida por acentuaciones casi jacobinas.” (pp. 40-43)
[La expresión “voluntad de potencia” es una traducción incorrecta al español; suponemos que se refiere a la nietzscheana “voluntad de poder”.]
Umberto Eco
CINCO ESCRITOS MORALES (I)
Barcelona, 2006, Debolsillo.
“El mundo mira hoy la guerra con ojos diferentes de aquéllos con los que podía mirarla a principios de siglo, y, si alguien hablara hoy de la belleza de la guerra como la única higiene del mundo , no entraría en la historia de la literatura, sino en la de la psiquiatría. Ha sucedido con la guerra lo que sucedió con el delito de honor y la ley del talión: no se trata de que ya nadie los practique, es que la comunidad los juzga un mal, mientras que otrora los juzgaba un bien.” (p. 18)
“Durante los años de McCarthy, a los norteamericanos que habían tomado parte en la guerra civil española se los definía como «antifascistas prematuros», entendiendo con ello que combatir a Hitler en los años cuarenta era un deber moral para todo buen americano, pero combatir contra Franco demasiado pronto, en los años treinta, era sospechoso.” (p. 39 )